Revista Idelcoop, N° 218, marzo de 2016. E- ISSN 2451-5418. Sección: Reflexiones y Debates.
Instituto de la Cooperación. Fundación de Educación, Investigación y Asistencia Técnica- IDELCOOP
De eso no se habla: una mirada radiográfica al cooperativismo en Puerto Rico[1]
Grisell Reyes Núñez[2]
Es mi intención exponer una radiografía sobre la situación del cooperativismo desde una perspectiva de las dependencias gubernamentales y de los organismos centrales en el marco de la Tercera Conferencia Bienal sobre Cooperativismo y Economía Social[3] destinada –en esta ocasión– a discutir la investigación y el desarrollo del cooperativismo en Puerto Rico.
Antes de comenzar mi exposición, quisiera que pensemos por un momento qué es una radiografía. Seguramente, la imagen mental que nos surge es una representación de lo que no podemos ver a simple vista. Las radiografías proyectan esquemas de estructuras que sostienen un cuerpo. Esta imagen radiográfica solo puede proyectarse a través de una fuerte radiación de alta energía (lo que comúnmente llamamos rayos X). Siguiendo esta metáfora, trataré de crearles una imagen de lo que no se puede ver sobre la educación, la investigación y otras condiciones del cooperativismo y de la economía social en Puerto Rico. Pero antes pausemos otro segundo y preguntémonos: ¿para qué son las radiografías? Los médicos las utilizan para descartar o identificar enfermedades o para detectar fisuras en los huesos. En ocasiones, los ingenieros las utilizan para descubrir defectos en los edificios. Con este mismo propósito, expongo lo que he llamado De eso no se habla: una mirada radiográfica al cooperativismo en Puerto Rico, con el fin de analizar aquellas “fracturas” de nuestro cooperativismo y así poder pensar en un posible “tratamiento” de eso que no se ve.
Comienzo mi radiografía citando las primeras oraciones del libro Cooperativismo en Puerto Rico, una crítica, de Monseñor Antulio Parrilla Bonilla:
Otro octubre, otra proclama y otro mes dedicado al cooperativismo.[4] Las mismas actividades: flores en la tumba del Padre MacDonald, conferencias, pasadías, seminarios, espacios pagados en la prensa comercial, cuñas en radio y televisión, banquetes (…) Pero en el fondo, se repiten las mismas cosas, se cotorrean los mismos clisés triunfalistas: lo bien que está el cooperativismo en Puerto Rico (…) Lo grave está en que se ha ido perdiendo la mística social y revolucionaria que es el más vital contenido del cooperativismo y todo el liderato, por lo menos el más conspicuo, siempre da la impresión de ser más triunfalista que realista, aparece siempre satisfecho en las conferencias de prensa y en las asambleas. Y esto es así no solamente en octubre, sino que también durante el resto del año.
(…) Los últimos años de la década de los años cincuenta, aunque marcaron un relativo desarrollo de negocios cooperativos, significaron también el rápido deterioro del espíritu generoso del cooperativismo. Se claudicó ante el empuje concomitante del capitalismo de tipo liberal manchesteriano que llegó a su culminación durante los mismos años de desarrollo del cooperativismo.[5]
Antulio Parrilla escribió este texto hace 40 años, y cabe preguntarnos si hoy nos encontramos en el mismo lugar. ¿Dónde quedó esa mística social y revolucionaria que caracteriza a nuestro movimiento? ¿Qué ha sucedido con la reforma social y económica de la teoría cooperativista? ¿Tenemos una profunda y genuina comprensión de la lógica de los siete principios? ¿Por qué ha quedado atrás?
Como parte de ese desarrollo relativo de los años cincuenta que menciona Antulio Parrilla, nace el Instituto de Cooperativismo de la Universidad de Puerto Rico, con dos objetivos principales: ofrecer cursos cortos al liderato cooperativista creciente en aquella época y realizar las investigaciones pertinentes para continuar desarrollando a Puerto Rico a través del cooperativismo.
Muchos de ustedes se preguntarán por qué fue ubicado el Instituto en la Facultad de Ciencias Sociales y no en la Facultad de Administración de Empresas. La respuesta se encuentra en la historia misma del surgimiento del cooperativismo como un movimiento social, como una expresión de la sociedad civil que sufrió la lógica de la administración de empresas tradicional y de la clara oposición ideológica al discurso capitalista. De acuerdo a su propio origen, el movimiento cooperativista está comprometido a mantener el vínculo con otros movimientos sociales que cuestionan la estructura social del capitalismo.
Sus fundamentos demandan develar y dar cuenta de la ruptura de los lazos sociales que el individualismo promueve mediante la explotación del ser humano y del medioambiente, simplemente por el deseo de obtener cada vez más lucro. Conforme a sus principios, el cooperativismo no es un modelo empresarial, lo correcto es nombrarlo como un movimiento social que contrapuntea la lógica empresarial capitalista.
Considero como la primera “fractura” perceptible en nuestra radiografía pensar el cooperativismo solo como un modelo empresarial centrado en la eficiencia de la empresa y cuyo propósito principal es retribuir económicamente a sus socios. Tampoco es justificado pensar a las cooperativas como empresas sociales guiadas por un espíritu samaritano, porque quedarnos en esta concepción es ubicar la actividad económica como el fin de la asociación y no como el medio para lograr cambios sociales a favor de la justicia que el capitalismo pervierte. Sostener únicamente la premisa de que las cooperativas son empresas es dejar fuera del campo visual la reforma social que el cooperativismo engendra.
Debido a estas características históricas, en Puerto Rico, el cooperativismo es materia de estudio en las Ciencias Sociales. Lo concebimos como materia fundamental para analizar y afirmar los efectos subjetivos, políticos, éticos y económicos del discurso cooperativista. Los aspectos empresariales deben ser cónsonos a la ética cooperativista. La importancia de las finanzas debe insertarse en la construcción de otra economía, como herramienta para lograr, de manera permanente, mejores condiciones de vida y mejores condiciones de trabajo.[6]
La administración debe orientarse en desarrollar organizaciones horizontales y orientadas al aprendizaje para construir sujetos y procesos participativos y democráticos. La inversión de capital debe estar dirigida a favorecer el desarrollo local, es decir, en lo económico, en lo cultural, en la salud, en la educación y en la seguridad. Todos estos aspectos empresariales son importantes y requieren de un profundo examen interdisciplinario centrado en el hecho cooperativo como fenómeno social y no como una pura técnica desvinculada del resto del tejido social.
Para la década de 1960, el Instituto de Cooperativismo era reconocido como uno de los tres primeros programas universitarios en el mundo, destacado en el campo del cooperativismo. De acuerdo a una reseña publicada en diciembre de 1967 en el periódico El Mundo, en ese momento el Instituto realizaba 25 investigaciones, se ofrecían más de 20 cursos al semestre y se contaba con una matrícula anual de 1.000 estudiantes, muchos de ellos provenientes de Latinoamérica y África. Desde entonces, hemos certificado a miles de líderes cooperativistas y graduado a cientos de profesionales en cooperativismo. No obstante, considerando estas cifras significativas de graduados y certificados por el Instituto, me surge la pregunta: ¿por qué estamos sumergidos en una profunda crisis económica? ¿Cuál fue el efecto de la educación cooperativa en estos miles de líderes que pasaron por el Instituto?
En su libro Puerto Rico: supervivencia y liberación, Antulio Parrilla indica que en 1968 había 427 cooperativas de ahorro y crédito, y que al momento de la publicación de su libro existían 98 cooperativas de consumo, 35 cooperativas agrícolas, 72 cooperativas de vivienda y 52 cooperativas de tipos diversos.[7]
Hoy día tenemos 115 cooperativas de ahorro y créditos[8] y no sabemos con exactitud cuántas hay de tipos diversos. ¿Por qué esta reducción? ¿Qué pasó?
Durante las últimas tres décadas, ciertamente el mundo cambió. Se concibió el neoliberalismo y se concretó en América latina y en Puerto Rico en la década del ochenta. El discurso capitalista retornó a sus orígenes liberales, revirtiendo el pacto social establecido a partir de la crisis del treinta. Sus supuestos retoman la filosofía del liberalismo clásico, cuya esencia pone de relieve la imposibilidad de intervenciones estatales a la empresa privada. Esta lógica hegemónica propone una reestructuración general del capital, liberación del mercado, fortalecimiento de la oferta, disminución de los costos y flexibilización de la producción, por lo cual se requiere de la reinversión del capital financiero y la reestructuración del papel del Estado.
Las prácticas discursivas del neoliberalismo se caracterizan por la contracción del Estado benefactor, la desregulación del mercado y la privatización de instituciones públicas. Este nuevo modelo económico presenta la inserción de Puerto Rico en la estrategia global de las transnacionales, cuyos efectos se orientan a la flexibilización del mercado laboral a través del empleo temporero y políticas antisindicales. Igualmente, este modelo económico precariza la cultura y la educación, puesto que fuerza al Estado a limitar el presupuesto destinado a la Universidad, afectando adversamente la actividad académica e investigativa, reduciéndola a una institución que ofrece simplemente una transacción económica de oferta y demanda o proveedora de bienes que debe tener utilidad y producir un rendimiento.
El discurso neoliberal ha permeado hasta la más lábil relación humana. Inclusive ha cambiado las formas de nuestra habla. Por ejemplo, el concepto de autogestión siempre fue, y tiene que seguir siendo, un concepto fundamental en la práctica cooperativista. Ahora hablamos de “empresarios sociales”. De esta forma, comenzamos a hablar no desde nuestra propia identidad, sino desde la identidad del otro. El tejido social es visto desde la rentabilidad o el negocio que se pueda generar de cada relación social.
La Universidad de Puerto Rico, en definitiva, ha sufrido los efectos del neoliberalismo. Desde finales del siglo pasado, se inició un fuerte deterioro en esta institución debido a la reducción de fondos, que redundó en una disminución del conocimiento justificada desde una supuesta “utilidad” del saber. Pero ¿qué es lo útil y qué es el saber? Esta perversa mirada de la educación como objeto de mercancía o de rentabilidad ha empobrecido todos los niveles de educación en general y la educación cooperativista tampoco está exenta de esta circunstancia.
Preguntémonos: ¿por qué o para qué se legisló la educación cooperativa?[9] ¿Por qué regular lo que para nosotros es un principio? Hago aquí un paréntesis para recordar que el significado de la palabra principio es “la norma o idea fundamental que rige el pensamiento o la conducta”. ¿Por qué la educación cooperativista se convirtió en una obligación de ley y dejó de ser un acto fundamental que rige el pensamiento o la conducta de los cooperativistas? ¿Tendrá alguna relación esta subversión del sentido de la educación cooperativa con la reducción de cooperativas en Puerto Rico? ¿Por qué en la década del sesenta, cuando no era mandato de ley, el Instituto de Cooperativismo recibía miles de estudiantes con deseo de educarse y ahora apenas certificamos cientos con la intención de cumplir?
Es por ello que identifico la labilidad de la educación cooperativa como la segunda fisura en nuestra radiografía. La educación cooperativa se ha convertido en un cumplimiento de ley y no es más un motor revitalizador del pensamiento cooperativista. Una vez cumplidas las horas estipuladas en la ley, las cooperativas no envían a sus socios a educarse ni invierten en la producción de nuevos conocimientos.
Esta situación se agrava aún más cuando el asegurador y regulador de las cooperativas (COSSEC) define los temas y el tiempo de la educación cooperativa. Reconoce la educación desde esa única mirada funcionalista del conocimiento, desde esa mirada de “modelo empresarial”, y no desde la idiosincrasia sistémica del cooperativismo. Dicta desde la ignorancia y el desconocimiento de la historia y de la lógica del discurso cooperativista.
La educación cooperativa está aprisionada en manos de unos funcionarios que no comprenden la complejidad del acto cooperativo. Si continuamos pensando la educación cooperativa desde un cumplimiento de ley con un mínimo de horas, no podemos esperar un desarrollo mayor del que hemos tenido en los últimos diez años. La educación tiene que devolverse al movimiento cooperativista y debe salir de la lógica de cumplimiento para poder ser formativa y emancipadora.
Sin embargo, el problema de la educación no solamente recae en el regulador, también son responsables las instituciones y el socio cooperativista. El Instituto de Cooperativismo continúa emitiendo certificados a personas singulares y no prepara a juntas o comités. Hemos estado adiestrando a individuos y no a colectivos. Asimismo, la educación que ofrece es fragmentada, sin hilo conductor, sin secuencia curricular, y hemos caído en la trampa de ofrecer un conocimiento “útil” para las funciones que ese líder cooperativista realiza en la cooperativa.
Las condiciones de precariedad nos han llevado a dejarnos seducir también por la “comercialización” del conocimiento, para ofrecer solo “lo que vende”, porque nuestro mercado eso es lo que busca. Hemos caído en el error de ofrecer temas de moda, como la motivación o el coaching, en vez de Historia, Filosofía o pertinencia del cooperativismo ante el mercado neoliberal.
La tercera dificultad en la educación cooperativa consiste en qué hace el líder cooperativista luego de que cumple con las horas de educación continua. ¿Tiene las posibilidades de reflexionar colectivamente sobre lo aprendido? ¿Problematiza los temas abordados? ¿Experimenta ese saber con los demás socios de su cooperativa? Todas estas preguntas no tienen otro propósito que exponer con honestidad nuestra realidad.
Ante esta situación, el Instituto de Cooperativismo comenzó en el año académico 2006-2007 un intenso trabajo de investigación para repensar su quehacer en nuestra sociedad. Las cuatro investigaciones realizadas revelaron que: 1) existe una falta de producción investigativa y publicaciones sobre cooperativismo en Puerto Rico; 2) el cooperativismo necesita urgentemente ponerse en diálogo con otras expresiones sociales; 3) hay que estudiar el cooperativismo puertorriqueño dentro de su contexto colonial y sus posibilidades de desarrollo; 4) hay que medir cuáles han sido los efectos del neoliberalismo; 5) existe una necesidad de asesorar y acompañar a los grupos interesados en formar una cooperativa; y 6) debemos construir un conocimiento de gestión conforme al marco conceptual del cooperativismo.
A raíz de estos resultados, el Instituto presentó una propuesta para crear una maestría en Gestión y desarrollo de cooperativas y organizaciones solidarias, y el pasado mes de agosto fue aprobada por el Consejo de Educación de Puerto Rico; se comenzará a ofrecer en agosto de 2016. Con este proyecto, se pretende atender los diversos debates teóricos del cooperativismo y de la economía social y solidaria, construir nuestras propias herramientas de gestionar o administrar las cooperativas y fortalecer la actividad investigativa a través de la renovación del cuerpo docente y los estudiantes. Además, se conceptualizó el Programa de Incubadora bajo el Programa de Investigación, para fortalecer la relación investigación-servicio. El Instituto ha orientado y atendido a varios grupos, algunos de ellos ya incorporaron sus cooperativas y otros están en la espera del Certificado de Incorporación. Este trabajo se ha realizado con una significativa escasez de fondos. Gracias a los acuerdos colaborativos establecidos con el Banco Cooperativo de Puerto Rico y el Fondo de Inversión y Desarrollo Cooperativo (FIDECOOP) hemos podido acompañar a estos grupos e impulsar la actividad investigativa. Lo que se pretende en el Programa de Incubadora es investigar los impasses administrativos, jurídicos, conceptuales y técnicos que las personas enfrentan al momento de iniciar y sostener una cooperativa. De esta manera levantamos conocimiento teórico y práctico sobre el desarrollo del cooperativismo en Puerto Rico.
Pero ¿con qué nos hemos enfrentado? Con el poco respaldo del movimiento cooperativista.
Esta dificultad de establecer vínculos concretos con el sector cooperativista para avanzar en la investigación es la tercera fisura en mi radiografía. El movimiento cooperativista puertorriqueño debe financiar o subvencionar investigaciones para teorizar, explicar o describir el acto cooperativo. Las tres áreas de conocimiento que continuamente deben estudiarse son teórico-filosófico, ético-político y técnico-organizacional. Es por ello que propongo que nos dediquemos al desarrollo de estas cinco líneas de investigación: 1) cooperativismo y economía social y solidaria; 2) análisis sociopolítico del sector cooperativista; 3) análisis económico del sector solidario; 4) gestión y organización cooperativa; y 5) tecnología e innovación.
El sector financiero es definitivamente el llamado a contribuir en el desarrollo de estas líneas de investigación. El dinero producido por el sector cooperativista debe ser utilizado para su propio desarrollo y no destinado únicamente a la repartición de dividendos al socio. Recordemos que el cooperativismo es una economía de servicios y no de capitales. Si el sector financiero protege el desarrollo de estas líneas de investigación fortalecerá la integración del movimiento.
Abramos aquí un paréntesis y hagamos un breve ejercicio. Si preguntamos cuál es la percepción de la mayoría de los ciudadanos sobre las cooperativas que existen en Puerto Rico, la mayoría expresará que existen solo de ahorro y crédito, y de seguros. Estos dos sectores son los únicos visibles en nuestra sociedad. Las cooperativas de trabajo asociado, las de vivienda y las de consumo quedan bajo la sombra de la economía de Puerto Rico, y también bajo la sombra del propio movimiento cooperativista.
De las 115 cooperativas de ahorro y crédito, ¿cuántas sostienen negocios, acuerdos o relaciones con las cooperativas de tipos diversos? Solo conozco un caso, puede ser que haya dos o tres, o inclusive 10, pero sigue siendo mínima la práctica del sexto principio, Cooperación entre cooperativas.
He aquí la cuarta fisura en mi análisis. La superioridad de las cooperativas de crédito y de seguros sobre las cooperativas de trabajo, de vivienda y de consumo. Tenemos que pensarnos como un sistema y para ello tenemos que tener voluntad de saber, de conocer cuáles son nuestros problemas y nuestras debilidades. Tenemos que encauzar nuestro conocimiento para conocer cuál es la estructura social y económica de nuestro país, para actuar como sistema y no separadamente sobre esta estructura. Esta voluntad de saber solo se obtiene a través de la investigación y la publicación del conocimiento. Esa voluntad de saber también tiene que ver con apoyar la cultura, la literatura, el teatro, la danza y la poesía, cualquier expresión artística en general, pues son la expresión misma de la existencia humana.
Para concluir mis observaciones, quiero terminar con la más delicada e importante incisión: nuestro país no tiene, y hace ya varias décadas, ningún proyecto de desarrollo económico. Al menos eso revela la actual crisis económica estructural que vivimos.
Nuestra condición colonial siempre va a privilegiar a las empresas foráneas. Ni siquiera el empresario nativo tiene grandes posibilidades de desarrollo. Vivimos como emigrantes en nuestro propio país. No hay proyectos en el sector primario, con esto me refiero a la ganadería, la agricultura o la pesca. No hay proyectos en el sector secundario, es decir, en la esfera industrial, energética o en la construcción. No hay proyectos en el sector terciario, que significa en el desarrollo de transporte, comunicaciones y en lo financiero. Mucho menos encontramos un esfuerzo por destacar el sector cuaternario, dedicado a la investigación, innovación y tecnología. Eso no significa que no podemos desarrollarnos, lo que puntúo es que no hay ningún proyecto gubernamental dirigido al progreso de cualquiera de estas áreas. Solo escuchamos proyectos de impuestos y de atraer el capital extranjero. Proyectos de austeridad, que en definitiva no son proyectos de desarrollo. No hay una apuesta a la producción local, sino a mantener una sociedad que se satisface en el consumo de productos extranjeros. Somos un país dependiente que le ha dado la espalda a la autogestión.
Ante esta pavorosa situación se enfrenta el movimiento cooperativista. Un movimiento social que apunta precisamente al desarrollo nacional. Este es su desafío central.
Sin embargo, reafirmo que el cooperativismo es una alternativa para desarrollar socioeconómicamente nuestro país. Aun con todas las debilidades que he insinuado, el sistema cooperativista es la opción, siempre y cuando tenga la sabiduría para reconocer y enfrentar nuestras fisuras, en la medida en que problematice nuestra realidad. Esta es la única manera de poder hacer frente a la embestida del neoliberalismo que ya, hace mucho tiempo, entró por nuestra puerta. El movimiento cooperativista puertorriqueño tiene la estructura teórica y organizativa para fortalecer el desarrollo nacional.
Si nos exigimos el desarrollo local como horizonte, lograremos la participación ciudadana; el progreso económico, que se articula en la creación de productos nacionales; el ordenamiento territorial como estrategia de construcción de un proyecto de país, y finalmente el desarrollo local como producto de análisis que nos convierta en instrumento de cambio social.[10]
No habrá desarrollo si no comprendemos el mundo en que vivimos. Así que los invito a dialogar sobre eso de lo que no se habla, a mirar lo que no se puede ver a simple vista o no queremos ver, y a desvelar lo oculto que hay detrás de este sistema capitalista en quiebra, para decir éticamente que somos una verdadera alternativa.
BIBLIOGRAFÍA
Coraggio. José Luis. Finanzas para la economía social. Buenos Aries: Universidad Nacional de General Sarmiento, 2007.
Parrilla Bonilla, Antulio. Puerto Rico, supervivencia y liberación. Río Piedras: Ediciones Librería Internacional Inc., 1971.
-- Cooperativismo en Puerto Rico una crítica. Río Piedras: Editorial Juan XXIII, 1975.
Rofman, A. y Villar A. (compiladores). Desarrollo local Una visión crítica del debate. Buenos Aires: Espacio Editorial, 2006.
Sabaté, Alberto, Ruth Muñoz y Sabina Ozomek (compiladores). Finanzas y economía social Modalidades en el manejo de los recursos solidarios. Buenos Aires: Editorial Altamira, 2005.
[1]Texto leído en la Tercera Conferencia Bienal sobre Cooperativismo y Economía Social “Investigación y Desarrollo” el día 19 de septiembre de 2015 en el Hotel Condado Plaza Hilton, San Juan Puerto Rico.
[2]Directora del Instituto de Cooperativismo, Universidad de Puerto Rico. Correo electrónico: grisell.reyes@upr.edu.
[3]Le Ley Orgánica de la Comisión de Desarrollo Cooperativo de Puerto Rico, mejor conocida como Ley Núm. 247 del año 2008, en su Artículo 10 obliga a la Comisión, conjuntamente con la Liga de Cooperativas y el Instituto de Cooperativismo de la Universidad de Puerto Rico, celebrar cada dos años una Conferencia Bienal de Cooperativismo y Economía Social en el cual se discuta la situación, necesidades, problemas y oportunidades del Cooperativismo y la Economía Social.
[4]En Puerto Rico se celebra el Mes del Cooperativismo en octubre, en conmemoración a la fecha de apertura del primer almacén cooperativo en la ciudad de Rochdale, Inglaterra. Esta abrió sus puertas el 24 de octubre de 1844.
[5]Parrilla Bonilla (1975), 19 y 20.
[6]Sabaté, Muñoz y Ozomek (2005) y Coraggio (2007).
[7]Parrilla (1971) 240, 241 y 242.
[8]COSSEC (2015)
[9]La Ley de Sociedades Cooperativas de Ahorro y Crédito, conocida como la Ley 255, aprobada en 28 de octubre de 2002, en su artículo Artículo 5.05 - Requisitos de los Miembros de los Cuerpos Directivos, inciso K, obliga a los miembros de los cuerpos directivos a que “tomen y aprueben los cursos de capacitación avalados por la Corporación Pública para la Supervisión y Seguro de Cooperativas de Puerto Rico (COSSEC) durante el primer año de su nombramiento y cumplan subsiguientemente con las exigencias del programa de educación continuada que por reglamento adopte la Corporación”. De igual forma, la Ley General de Sociedades Cooperativas, conocida como Ley 239, del 1 de septiembre de 2004, en su artículo 14.0 Directores, funcionarios y comités, obliga como requisito a que tomen y aprueben cursos de capacitación cooperativa que contengan doctrina y leyes aplicables según la naturaleza de la cooperativa. Estos cursos deben tomarse durante el primer año de su nombramiento y deben estar avalados por la Liga de Cooperativas.
[10]Rofman y Villar (2006).