Revista Idelcoop nº 236 - Marzo 2022 - ISSN Electrónico 2451-5418 / Sección Reflexiones y Debates
Idelcoop Fundación de Educación Cooperativa
Cooperativismo cultural en la Argentina: reconocimiento y visibilización de un sector en crecimiento
Romina Sánchez Salinas[1]
Soledad Venegas[2]
Resumen: En un contexto de crecimiento a nivel mundial del cooperativismo cultural y artístico concebido como un sector económico que genera trabajo y desarrollo simbólico y económico para las sociedades, este artículo propone brindar, por un lado, un panorama teórico introductorio sobre el cooperativismo cultural en la Argentina y, por el otro, otorgar algunas categorías y herramientas para su definición y caracterización a nivel local. Asimismo, se incluyen algunos resultados específicos que surgen de la investigación enmarcada en el Observatorio de Culturas Políticas y Políticas Culturales (OCPPC) del Centro Cultural de la Cooperación “Floreal Gorini” realizada en el período 2020-2021. En particular, se describe el proceso metodológico para la creación de un mapa de las organizaciones del sector cultural inscriptas en el ámbito de economía social y una caracterización y descripción de las valoraciones y percepciones del cooperativismo por parte de los espacios culturales. Por último, se incluyen reflexiones sobre los principales desafíos para un sector que se encuentra en pleno proceso de expansión y reconocimiento por parte del Estado, en el marco de las recientes políticas de promoción del cooperativismo cultural implementadas desde el ámbito público.
Palabras clave: cultura, cooperativismo, organizaciones culturales, mapa, Argentina.
1. Introducción
Dentro del extenso campo de la economía social, el sector cultural y artístico en clave cooperativa se consolida de forma creciente a nivel mundial como un actor económico que genera trabajo, desarrollo simbólico y económico para las sociedades. El cooperativismo en la Argentina, que cuenta con una larga historia y ha tenido un rol importante en los procesos de organización social local, también expresa su particular despliegue como sector productivo específico en este ámbito. Observamos que, si bien es posible registrar una profusa producción académica sobre el tema, las investigaciones sobre el cooperativismo cultural como sector productivo son muy incipientes y la sistematización del recorrido que ha tenido en el país es escasa. Además, en un repaso histórico por las políticas públicas de la Argentina, las políticas culturales de fomento al sector resultan casos aislados y no se cuenta con una evaluación de las mismas.
Desde el Observatorio de Culturas Políticas y Políticas Culturales (OCCPPC) del Centro Cultural de la Cooperación “Floreal Gorini”[3] hemos registrado que en la última década diferentes representantes de cooperativas culturales se han organizado para reclamar visibilización y reconocimiento ante el Estado. Frente a este panorama elaboramos el proyecto de investigación “Cultura y cooperativismo: Hacia un fortalecimiento de la cultura cooperativa en Argentina (2020 -2021)” con el objetivo de generar insumos para ampliar el conocimiento sobre el cooperativismo cultural en particular y sobre el movimiento cooperativo en general en la actualidad.[4] La propuesta del proyecto ha sido analizar los vínculos potenciales y existentes entre cultura y cooperativismo a fin de fortalecer una alianza estratégica que refleje y difunda los ideales y valores del movimiento. La metodología utilizada combinó una estrategia cualitativa, basada principalmente en entrevistas a especialistas y la participación en eventos claves del sector cooperativo y cultural, con una estrategia cuantitativa, que incluyó la realización de una encuesta semi-estructurada a espacios culturales de la Argentina y la sistematización de bases de datos de diversas instituciones con el fin de mapear los distintos tipos de actores en juego.
En este artículo nos proponemos, por un lado, brindar un panorama teórico introductorio que contribuya a la definición y caracterización del cooperativismo cultural en la Argentina y, por el otro, presentar algunos hallazgos que fueron producto de nuestras tareas de investigación emprendidas entre 2020 y 2021. En primer lugar, presentamos las principales categorías teóricas que resultaron operativas para analizar el tema. Es importante destacar que durante el proceso de investigación se generaron una multiplicidad de contenidos en respuesta a la creación de programas de formación en el tema que tuvieron su inscripción en diferentes ámbitos institucionales y que incluimos en las distintas partes del artículo.[5] En segundo lugar, exponemos los principales hallazgos de un relevamiento de caracterización del sector que brinda un panorama amplio sobre el conocimiento, valoración y percepción del cooperativismo por parte de un extenso conjunto de espacios y organizaciones inscriptos en el ámbito cultural. En tercer lugar, describimos la creación del mapa de las organizaciones del sector cultural inscriptas en el ámbito de economía social y detallamos los primeros avances.
A modo de cierre nos interesa reflexionar en este artículo sobre los desafíos actuales que enfrentan las organizaciones y los actores culturales que integran el cooperativismo cultural con el objetivo de seguir profundizando en el diagnóstico y reconocimiento de un sector que se encuentra en permanente expansión y que invita a la formalización y fortalecimiento de la actividad cultural en la Argentina.
2. Aportes teórico-metodológicos para la caracterización y reconocimiento del cooperativismo cultural en la Argentina
2.1 El movimiento cooperativo y su proyección en la trama cultural argentina
Los inicios del cooperativismo en la Argentina datan de finales del siglo XIX y están estrechamente relacionados con la oleada de inmigrantes europeos que arribaron al país en ese entonces.[6] Ellos dieron inicio a nuevas formas mutuales de organización que introducían ideas de solidaridad y cooperación a través de organizaciones comunitarias.[7] Según Plotinsky (2015) es posible identificar dos vertientes al analizar los inicios del cooperativismo en la Argentina: por un lado, aquellas experiencias relativas a los sectores obreros que buscaban la liberación de la explotación capitalista; y por el otro, las prácticas emprendidas por “integrantes de capas medias y la pequeña y mediana burguesía”, quienes se agruparon para encontrar soluciones a las dificultades sociales y económicas que obstruían la posibilidad de desarrollo comercial y/o industrial.[8]
Pablo Imen plantea que aquel ideario cooperativo surgido en Europa de la mano del proletariado inglés a principios del siglo XIX, como respuesta a la explotación sobre la clase trabajadora asalariada, interpeló de un modo singular a América Latina.[9] En nuestra región, resulta un desafío actualizar y resignificar desde una perspectiva latinoamericanista el legado doctrinario de aquellos socialistas utópicos que sentaron las bases de los valores y principios cooperativos que definen la ética del accionar del sector cooperativo.[10] En estas latitudes el cooperativismo que se identifica con una perspectiva transformadora de un orden social injusto se basa en ideas como “otro mundo es posible, si la gente lo quiere” o “sin solidaridad no hay futuro” y se reconoce a sí mismo como movimiento social. Esta vocación política de transformar la realidad es lo que lo diferencia de otros modos cooperativos y, a su vez, encuentra distintas resonancias en el sector cultural. Para Ulises Camino, las formas de organización y producción comunal de nuestro continente son milenarias y preexistentes a la llegada de los europeos a América. Concretamente, aquellas experiencias “son la base del actual modo de producción cooperativo de los descendientes de los pueblos originarios en el mundo andino”.[11] Incluso en la actualidad, perviven múltiples modalidades de expresiones culturales que enfatizan lo colectivo, como por ejemplo, los cantos o danzas comunitarias de diferentes grupos originarios de nuestro continente.
La orientación del ideario del cooperativismo transformador y su inscripción como movimiento social[12] tuvo y tiene múltiples expresiones en el campo de la cultura en nuestro país. En el tango, por ejemplo, existen numerosos colectivos que rescataron los valores del trabajo cooperativo. Muchos de estos proyectos en diferentes momentos de la historia “fundamentaron el trabajo creativo, el compromiso artístico y también la distribución de tareas y de ganancias, bajo una alternativa eficiente y equitativa”.[13] Ese ideario cooperativo se actualiza en la medida que estos colectivos no conciben esta forma de organización solamente para facilitar los modos de distribución de ingresos sino que, como sostiene Marcos (2000), está fuertemente asociado a la emergencia de sujetos políticos que buscan cambiar la realidad social en la que están inmersos y que “configuran ejemplos de trabajo colectivo en busca de un bienestar (…), que radica en los éxitos de lo humano de la trascendencia, de crear obra y dejar plasmado el sello de época de una generación para las próximas generaciones”.[14] Muchas de estas experiencias de organizaciones culturales asociativas contribuyeron para que en la actualidad se puedan establecer sólidos lazos de solidaridad ante el escenario de crisis global y avance del neoliberalismo de las últimas décadas que han afectado fuertemente al sector cultural.
Como mencionamos, uno de los objetivos centrales de la investigación que guía este trabajo es reconocer y dimensionar los actores del campo cultural que hoy dinamizan experiencias transformadoras desde el cooperativismo. En principio nos interesa sistematizar algunas contribuciones que resultaron significativas para abordar el estudio. Los trabajos del Centro de Estudios de la Economía Social (CEES) de la Universidad Nacional de Tres de Febrero (UNTREF) han resultado claves dado que analizan los aportes de la cultura al campo de la economía social en la Argentina y en la región, tanto desde un punto de vista antropológico como también concibiendo la cultura como sector económico. Según Flury, la cultura contribuye activamente a reflexionar sobre la potencia del sector a la hora de transformar la realidad en clave social y comunitaria. Así “el sector cultural de base socio-comunitaria convoca a sus integrantes a través de dinámicas de gratuidad, mutualidad y cooperación”[15] y por ello, resulta gravitante el hecho de que desde la investigación se convoque a comprender y expandir una “conciencia comunitaria”,[16] y, de esta manera, contribuir al autoconocimiento en tanto comunidades.
Destacamos también como antecedentes significativos algunos materiales didácticos que por un lado, abonan a la producción académica sobre el cooperativismo cultural y por el otro, se orientan a resolver problemas prácticos de aquellos colectivos que se inscriben en el ámbito cultural y que se sienten convocados por el cooperativismo como forma de organización. Dentro de estos recursos, se pueden mencionar las publicaciones del Proyecto Trama (2016), colectivo de Chile que elaboró un manual introductorio dirigido al campo del cooperativismo cultural, y el trabajo que produjo el equipo de investigación liderado por Iván Miró (2018) desarrollado en el marco del programa Cultura Viva del l’Institut de Cultura de Barcelona, que consiste en una guía práctica introductoria sobre el tema. Existen también algunos dispositivos audiovisuales que exceden la esfera de la actividad cultural pero que han circulado ampliamente en el propio sector. Un ejemplo de este tipo de materiales es la serie de audiovisuales digitales denominada Recursos Cooperativos.[17] Se trata de una iniciativa impulsada por la Confederación Nacional de Cooperativas de Trabajo (CNCT), producida por la Red Colmena y la Universidad Nacional de Quilmes.
2.2. El cooperativismo cultural como objeto de estudio: desafíos y dificultades para su delimitación
Si bien la relación entre el movimiento cooperativo y las prácticas culturales ha estado presente a lo largo de la historia del movimiento, observamos que en nuestro país existe un bajo grado de sistematización, formación y capacitación en cooperativismo cultural. Las investigaciones que buscan dar cuenta de esta relación son aún incipientes y se ha señalado que existen dificultades epistemológicas y metodológicas que obstaculizan la definición y caracterización del fenómeno. Según González y Lorenzo (2015) la tarea de delimitación conceptual de las empresas cooperativas en la esfera cultural o artística se dificulta debido a varios factores. Primero, debido a que existe “una casuística enorme y dispar”,[18] es decir, que se hallan en este ámbito cooperativas que brindan una multiplicidad de servicios muy diversos. Segundo, dada la gran cantidad de “proyectos culturales colectivos”[19] que adoptan una diversidad de formas de organización que se inspiran en los valores y principios cooperativos pero que no necesariamente son cooperativas. En tercer lugar, porque actualmente se dan nuevas formas organizativas en la cultura a partir de lo que se conoce como “la revolución digital”.[20] Explican que ante las nuevas alternativas para pensar lo común, como por ejemplo el software libre o las técnicas de edición y mezcla de producciones digitales, se construye una suerte de “economía social 2.0” que es muy dinámica y se reformula constantemente.[21]
Estos autores afirman además que existe actualmente una compleja trama de propuestas culturales que se pueden pensar desde el cooperativismo cultural e identifican dos modelos. Por un lado, el de la “economía social”, entendido éste en su sentido clásico y por el otro, el que surge de la “cultura colaborativa”[22], que excede aunque no excluye al primer modelo. Ambos modelos ponen el acento en la participación y el trabajo en red y señalan que en la actualidad se desarrolla un proceso de confluencia mutua entre el mundo del cooperativismo y el de las iniciativas culturales y creativas. Nos interesa destacar que el trabajo de González y Lorenzo señala la heterogeneidad y diversidad propia del sector cultural, así como también las cadenas de valor enormemente variadas en las que se inscribe y que hemos constatado en nuestra indagación. Esta multiplicidad ha sido uno de los desafíos más significativos en el desarrollo de la presente investigación en tanto dificulta una definición del cooperativismo cultural como objeto de estudio y por tanto, su medición operativa a nivel territorial.
Una segunda dificultad que se nos presenta al momento de establecer esta definición y de relevar datos sobre el sector cultural, también señalada por estudios previos y estrechamente vinculada a la primera, es que las mediciones en el ámbito de la cultura han sido tradicionalmente un objeto controversial debido principalmente a tres motivos: en primer lugar las múltiples acepciones del término “cultura”, es decir, su carácter polisémico; en segundo lugar, la dificultad de delimitar la “cultura” por su carácter intangible, y, en tercer lugar, debido a que se trata de un área de estudios relativamente nueva.[23] Tal es así que no existen aún teorías generales culturales en las cuales pueda integrarse un sistema de estadísticas o de indicadores sociales de reconocida aceptación a escala mundial o regional. A esto cabe añadir la dificultad para definir los ámbitos que componen la cultura como sector, y su heterogeneidad productiva al reunir en su seno actividades industriales junto a actividades artesanales y a un largo número de servicios.[24]
Para tener una referencia temporal, uno de los primeros modelos en estadísticas culturales fue desarrollado por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Organización Cultural (UNESCO) a fines de la década de 1970 (recién establecido en 2007). Su larga gestación es un claro ejemplo del desafío que implica desarrollar modelos de indicadores culturales, especialmente cuando el objetivo es medir fenómenos intangibles en diferentes comunidades y países.[25] La relevancia de los indicadores UNESCO de Cultura para el Desarrollo (IUCD) radica en que demuestran la aportación del sector cultural al desarrollo económico de los países a partir de una serie de dimensiones que explican cómo la cultura contribuye al desarrollo, fomentando el crecimiento económico y colaborando en la expansión de opciones de vida de las comunidades. Este tipo de indicadores miden la contribución de las actividades culturales al Producto Bruto Interno (PBI), al empleo cultural y al gasto de los hogares en cultura.
En Argentina, este tipo de indicadores ha sido generado de forma coordinada desde el año 2007 con la creación del Sistema de Información Nacional Cultural de la Argentina (SINCA), dependiente del Ministerio de Cultura de la Nación. A través de diferentes proyectos como la Cuenta Satélite de Cultura, el Mapa Cultural, entre otros; el programa sistematiza la información sobre el sector cultural en los distintos niveles y sobre distintas disciplinas. Esta iniciativa es de suma importancia dado que las áreas de cultura provinciales y municipales en Argentina cuentan con un grado de institucionalidad bajo o débil. Ello se refleja en la inestabilidad de los programas culturales, la ausencia de documentación pública, la escasa planificación y sistematización de las acciones culturales, la falta de soporte presupuestario, la inexperiencia en gestión cultural de quienes ocupan los cargos claves, entre otras problemáticas.[26] Desde una perspectiva histórica y referida al ámbito nacional, también se observa que tradicionalmente las políticas culturales en Argentina se caracterizaron por la falta de soporte presupuestario, la concentración de recursos en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y la inexistencia de una institucionalidad fuerte. [27] De hecho, si se comparan las producciones culturales respecto del conjunto de las políticas sociales, éstas han sido considerablemente más limitadas, lo que ha impedido dotar de jerarquía a las instituciones culturales. En definitiva, la histórica problemática de postergación de las áreas de cultura dentro de la estructura estatal y la consecuente institucionalidad débil de las mismas,[28] ha impactado seriamente en la disponibilidad de registros estadísticos confiables que nos permitan diseñar indicadores culturales sólidos o bien, delimitar universos singulares como el del cooperativismo cultural.
2.3 Hacia una clasificación de las organizaciones culturales cooperativas
Como mencionamos, para profundizar en el conocimiento sobre este área específica realizamos entrevistas a integrantes del movimiento cooperativo y de organizaciones culturales asociativas donde también encontramos distintos obstáculos al momento de definir el cooperativismo cultural, que relacionamos principalmente a tres motivos: 1) existe un amplio conjunto de espacios o agrupaciones culturales que se sustentan en valores y principios cooperativos que presentan un alto nivel de informalidad y ello dificulta su relevamiento y caracterización; 2) encontramos otro grupo significativo de espacios y agrupaciones culturales sustentados en valores y principios cooperativos que se desarrolla en la órbita de acción de cooperativas de otros rubros, por ejemplo, espacios cooperativos de producción artística que funcionan bajo el ala de cooperativas eléctricas; 3) se identifican cooperativas culturales formalizadas que en la práctica no responden a los valores y principios cooperativos, aunque estos casos son menos frecuentes.
A partir de este diagnóstico preliminar, elaboramos una clasificación que nos permitió ordenar los distintos tipos de agentes en el ámbito del cooperativismo cultural y sistematizar las bases de datos y diseño del mapa que presentamos en el último apartado. Es importante aclarar que el siguiente cuadro ha cumplido la función de orientar el análisis en la investigación y no representa de por sí una categorización definitiva de los actores culturales del territorio.
Al momento de analizar las bases de datos de las que disponíamos y de delimitar el universo de las cooperativas culturales fue necesario definir los atributos a partir de antecedentes descriptos y del cuadro anterior diseñado con esta función analítica. Consideramos para el recorte las siguientes variables:
- Valores de la organización
- Sector económico
- Personería jurídica
Ahora bien, nos encontramos ante un primer desafío relacionado con las problemáticas mencionadas al momento de realizar mediciones culturales: estas tres variables no son igualmente medibles, es decir, no es posible atribuirle un valor a cada una de ellas del mismo modo. Si vamos de atrás hacia adelante y empezamos por la personería jurídica, identificamos un universo bien delimitado de la categoría dado que existen registros formales donde obtener esos datos: una organización puede ser una S.A., una S.R.L., una fundación, una cooperativa, entre otras. Decimos que esta variable es fácilmente medible porque las organizaciones para estar registradas, deben inscribirse en alguna de esas personerías jurídicas. En el caso particular de las cooperativas, además, cuentan con un número de matrícula otorgado por INAES. Esto permite una clara delimitación del universo: aquellas organizaciones que cuenten con matrícula de cooperativa, se contemplan en la medición, y es posible identificarlas por la variable personería jurídica.
En relación a la variable sectorial la pregunta guía fue: ¿cómo identificar que una organización se inscribe en el sector cultural? Existen varias maneras de hacerlo, una de ellas es a partir del espacio donde realiza sus actividades; otra, según el tipo de actividades que realiza. Es decir, además de decidir sobre qué variable se identificará el sector, se deben identificar aquellas actividades (o espacios) que serán consideradas culturales. En relación a nuestro caso, la delimitación del universo del cooperativismo cultural según la variable sectorial no sólo se dificulta por las consideraciones mencionadas, sino por el proceso de generación de información de estas variables, es decir, cómo se genera el dato y cómo se sistematiza. En el caso de la personería jurídica, el dato se genera en los registros formales que las organizaciones realizan a fin de tener una figura legal. En el caso sectorial, las organizaciones indican el sector en el que desarrollarán sus actividades, pero no existe un registro unificado o sistemático de esta declaración. Muchas veces esa clasificación no es lo suficientemente detallada como para identificar si pertenece al sector cultural o no. Además, se suele identificar sólo la actividad principal -lo que implica a veces perder de vista casos que entrarían en nuestro universo- y no se actualiza el registro con el paso del tiempo.
Para resolver este dilema, nos valimos de clasificadores nacionales e internacionales, donde ya se han establecido criterios para delimitar qué actividades económicas son consideradas culturales y cuáles no. Tomando como punto de partida una definición de cooperativismo cultural como un sector productivo, adoptamos los criterios metodológicos de los sistemas de información e indicadores económicos de UNESCO y del SInCA. Las guías metodológicas para la clasificación de actividades económicas del sector cultural nos permitieron cuantificar, registrar y reconocer categorías locales para pensar el fenómeno del cooperativismo cultural. Estos grandes sistemas de información clasifican las actividades culturales e incluyen la variable sectorial, desagregando en distintos niveles según el detalle con que se registran los datos y la forma en la disponibilidad de cada territorio.
Por último, respecto de los valores de la organización, podemos decir que resultó la variable más difícil de medir y se proyecta para una segunda etapa del proyecto. La forma precisa de registrar este tipo de datos sería haciendo evaluaciones sobre el funcionamiento de las organizaciones (que es cambiante y dinámico, por un lado y por otro, costoso y difícil de llevar a cabo). En esta primera etapa del proyecto, para identificar si las organizaciones cuentan con valores cooperativos, se realizó un relevamiento que nos permitió identificar algunas orientaciones en los modelos de organización y que describen en el siguiente apartado. De este modo, fue posible identificar un primer grupo de organizaciones culturales que promueven valores cooperativos.
En resumen, tomando como punto de partida los avances de los últimos años en términos de generación de información cultural y de los manuales y antecedentes mencionados, los criterios y variables seleccionadas nos permiten hoy adoptar una definición para delimitar el universo del cooperativismo cultural. Consideramos como cooperativas culturales a aquellas organizaciones de la sociedad civil que presentan tres características: 1) promueven determinados valores cooperativos (como la igualdad, la equidad y la democracia), 2) inscriben sus actividades en el sector cultural (entendido aquí como sector productivo), 3) adoptan como personería jurídica el formato de cooperativa (cuentan con una matrícula del INAES entre otros requisitos formales).
3. Caracterización y mapeo del cooperativismo cultural en Argentina: primeros hallazgos
3.1 Percepción y relación de espacios culturales de la Argentina con el cooperativismo
Como mencionamos al inicio, la investigación incluyó distintas técnicas cuantitativas para la indagación del sector. En el primer año, nos abocamos a distinguir las categorías analíticas que iban a guiar el proceso de investigación, así como relevar antecedentes claves expuestos en el primer apartado. A partir de aquellas definiciones teóricas y decisiones metodológicas, fue posible implementar un relevamiento cuantitativo con el fin de caracterizar los espacios culturales de la Argentina y su relación con el cooperativismo. Este estudio tuvo además el objetivo de brindar información específica para el diseño de una política pública de fomento al sector cultural con interés y perfil de constituirse como cooperativas. Se trató de una encuesta apoyada e impulsada por el programa MARCA (Mercado de Cooperativismo y Culturas Autogestivas de Argentina) dependiente de la Dirección Nacional de Industrias Culturales de la Secretaría de Desarrollo Cultural - Ministerio de Cultura de la Nación, y desarrollada en el marco del proyecto de investigación en cuestión.
Siguiendo los objetivos del proyecto, el cuestionario buscaba reconocer la relación e interés de los espacios culturales en el cooperativismo, registrar las representaciones y definiciones sobre el cooperativismo que circulan en los espacios culturales, así como identificar espacios con o sin personería jurídica que están en proceso de constituirse como cooperativas o manifiestan interés en hacerlo. El universo del relevamiento estaba constituido por aquellos espacios culturales de Argentina inscriptos en el Programa “Fondo Desarrollar”, convocatorias 1, 2 y 3 (dependiente de la Dirección mencionada). La encuesta fue respondida por más de la mitad (490 espacios), lo que constituye una muestra representativa con un margen de error mínimo. De este conjunto, el 69% de los espacios culturales que respondieron la encuesta pertenecen a la región Centro, definida actualmente por el organismo como la región conformada por las provincias de Buenos Aires, Ciudad Autónoma de Buenos, Entre Ríos, Córdoba y Santa Fe.
Los resultados permitieron identificar lo que podría denominarse “la población objetivo del programa MARCA”, sobre la que el área planifica implementar líneas de acción específicas durante el 2022. Definimos la “población objetivo” como aquel conjunto de espacios que manifestaron que han considerado o están considerando constituirse como cooperativas formalmente (149 espacios, equivalente al 29% de la muestra). Entre los principales hallazgos nos interesa destacar algunas características de esta población que es especialmente significativa dado que se trata de espacios culturales que manifestaron de forma explícita su interés de sumarse al movimiento cooperativo. En relación con las consideraciones presentadas en el apartado 1, destacamos que más de ⅔ de los espacios que integran la población objetivo declaran como figura legal “Persona Física”, lo que resulta un indicador coherente con el interés de tramitar una personería jurídica (en este caso, la cooperativa).
Dentro de este conjunto observamos que el 90% realiza actividades de formación y que más de la mitad se identifica como Centro Cultural (dentro de un amplio conjunto de categorías).[29] También, la mayoría se define como una organización cultural donde prevalece la toma de decisiones democrática, igualitaria y equitativa y el 60% pertenece a algún espacio de vinculación colectiva (cámara, red, etc.). Respecto al tamaño de las organizaciones las clasificamos en tres tipos según cantidad de personas que la integran. El resultado muestra una distribución equitativa donde cada uno concentra a ⅓ de los espacios: 36% de organizaciones pequeñas (5 integrantes o menos), 33% de organizaciones medianas (entre 6 y 10) y 30% de organizaciones grandes (más de 10 integrantes).
Otro dato significativo es que la Música, la Danza y el Teatro aparecen como los sectores más mencionados, es decir, este tipo de actividades se desarrolla en más del 50% de los espacios, mientras que los sectores minoritarios son Videojuegos, Editorial y Música Académica (menos del 30%). En relación al equipamiento de los espacios, resulta relevante mencionar que la mayoría tiene al menos una notebook y un celular. Además, casi la mitad manifestó contar con conexión a internet “Excelente” o “Muy Buena” (45%) y el 90% de los espacios de la población objetivo está bancarizado. Ambos datos permiten proyectar distintos tipos de incentivos y actividades de adecuación a la virtualidad que exigen los nuevos formatos de gestión.
Un punto de especial interés para el proyecto de investigación era reconocer las asociaciones y valoraciones de los espacios culturales acerca del cooperativismo. Para ello el cuestionario presentaba distintas definiciones a fin de indagar cuál o cuáles se aproximaban más a las de este tipo de actores culturales. El resultado significativo es que los espacios que manifestaron interés en constituirse en cooperativas demostraron conocer los principales valores del movimiento. Además, hubo concordancia entre sus propias definiciones y las del movimiento dado que la mayoría de los espacios identificó al cooperativismo como un movimiento que “propicia la participación democrática de todos sus miembros” y “propone un modelo de organización productiva que mejora la calidad de vida de las personas”. En esta misma pregunta también observamos que la mayor parte de los espacios culturales no tienen percepciones negativas sobre el mismo. Esto lo constatamos al registrar que las opciones menos elegidas fueron aquellas que lo definen como un movimiento que “representa una forma de organización del trabajo de décadas pasadas”, “exige condiciones y reglamentaciones complejas” o “promueve el desarrollo de empresas lucrativas”.
En relación a los fines prácticos de la investigación, nos interesa traer un último dato sobre el conjunto total de los espacios culturales (ya no sobre aquellos que manifestaron interés en constituirse como cooperativa). La pregunta a destacar es aquella que indagaba por los motivos que brindan los espacios respecto a por qué no han considerado constituirse en cooperativa. Las respuestas mayoritarias en este sentido fueron: en primer lugar “porque no es un modelo pertinente para mi espacio/organización”, en segundo “por desconocimiento” y en tercero “porque es complejo de tramitar y gestionar”, lo cual indica la importancia de seguir implementando diversas iniciativas de formación, divulgación y promoción del formato cooperativo en el sector cultural. En definitiva, el aporte central de la encuesta al estudio es que permitió reconocer en el conjunto de espacios culturales aquellos que, dentro de nuestra clasificación analítica, podrían considerarse “cooperativas reales” y o “cooperativas potenciales”, complejizando los niveles de información que brinda el mapa preliminar del cooperativismo cultural.
3.2 Mapa del cooperativismo cultural
Hemos denominado como mapa del cooperativismo cultural al primer relevamiento de organizaciones que tienen relación con el movimiento de la economía social. Su finalidad principal es dimensionar el universo en estudio: cuántos son y dónde están principalmente. Se trata de un mapa interactivo que permite segmentar la información para volverla accesible, fomentar lazos y vinculaciones estratégicas. La primera y actual versión del mapa cuenta con tres niveles de información: a) el nivel 1 indica dónde se concentran y cómo se distribuyen las organizaciones en todo el país; b) el nivel 2 segmenta los datos según la personería jurídica; c) el nivel 3 muestra información de cada una de las organizaciones: nombre, ubicación, personería jurídica. Respecto del nivel 3, es importante aclarar que la herramienta incluye la georeferenciación de organizaciones que cuentan con distintas personerías jurídicas (en muchos casos personas físicas), dado que no expone únicamente aquellas que son cooperativas si no que se extiende al conjunto de espacios/organizaciones que presentan o manifiestan alguna filiación o interés en la economía social y solidaria.
El mapa integra la información relevada de 1628 organizaciones, resultado del cruce y sistematización de distintas bases de datos: la base de organizaciones culturales de la Fundación Banco Credicoop -aquellas con las que el Banco Credicoop mantiene vínculos comerciales-, las bases de espacios y organizaciones inscriptas en las últimas convocatorias del programa Desarrollar y Puntos de Cultura,[30] ambos dependientes del Ministerio de Cultura de la Nación y el listado de integrantes de la Red Federal de Cooperativas Culturales, recientemente conformada.[31] En estas instancias de la investigación pusimos a disposición los datos de forma digital en la web institucional del Centro Cultural de la Cooperación, accesible para cualquier persona que desee conocer los resultados expuestos.[32]
Es importante aclarar que se trata de un mapeo provisorio dado que alcanzar la exhaustividad de este universo implicaría la inclusión de bases de datos claves, como el registro del INAES, entre otras, que se encuentran en proceso. El mapa, además de posibilitar el análisis para la investigación, resulta una herramienta clave para las organizaciones del sector porque les otorga visibilidad y a su vez permite identificar posibles proyectos de proximidad con el fin de ampliar el trabajo en red. Asimismo, se vuelve un insumo clave para el diseño de políticas públicas de fomento al sector.
4. Reflexiones finales
El presente artículo ha tenido la finalidad de exponer los primeros avances de la investigación emprendida sobre cooperativismo cultural en la Argentina. Destacamos como los aportes más relevantes: una posible definición conceptual y delimitación operativa para el reconocimiento del sector; un diagnóstico y categorización que identifica los distintos tipos de cooperativas culturales que se presentan en la trama territorial; una caracterización de un extenso conjunto de espacios y organizaciones inscriptos en el ámbito cultural, así como sus valoraciones y percepciones del cooperativismo como movimiento; por último, un mapa interactivo que permite el reconocimiento y visibilización de estas organizaciones en la Argentina. De esta manera, procuramos sentar los pilares no sólo para continuar y profundizar la investigación en esta materia, sino además, brindar insumos concretos para el diseño e implementación de políticas públicas y para el accionar de las redes culturales del sector.
En este sentido, observamos que a pesar de la extensa trayectoria del cooperativismo y otras formas asociativas en la cultura de nuestro país, su reconocimiento como sector productivo es aún incipiente. Un ejemplo de esto es la reciente conformación en el 2020 de la Red Federal de Cooperativas Culturales, que tuvo como acontecimiento fundacional el Primer Encuentro Federal de Cooperativas Culturales en formato virtual el 27 y el 28 de noviembre de 2020. En este encuentro identificamos la importancia de trabajar en el sector al conocer los diversos problemas que suelen dificultar el desarrollo diario de estas cooperativas. Entre ellos, se destacaron la falta de visibilidad, las frecuentes trabas administrativas, la necesidad de formación, la demanda de estrategias de financiamiento que mejoren la actividad productiva y la gran voluntad de vinculación entre las propias organizaciones y el deseo de entablar redes sólidas de diálogo y acción. En este encuentro también fue posible visibilizar la oportunidad de comunicar estas demandas de forma unificada al Estado, estableciendo en este caso como interlocutores al Ministerio de Cultura de la Nación y al INAES.
De forma concomitante a este proceso, a nivel estatal, se consolidó en el 2021 el programa MARCA del Ministerio de Cultura y, a la vez, se creó la Comisión Técnica Asesora de Industrias y Actividades Culturales del Instituto Nacional de Asociativismo y Economía Social (INAES).[33] Frente a estos eventos políticos, las organizaciones respondieron activa y positivamente, creando un incipiente movimiento social identificado con el cooperativismo cultural con una agenda concreta de necesidades. Consideramos que tanto la activación de redes que se identifican con el cooperativismo cultural como la respuesta activa desde la gestión pública, resultan hechos inéditos en la historia del cooperativismo cultural argentino que señalan la importancia de seguir profundizando en el estudio del sector.
Creemos que el principal desafío a futuro será analizar la vinculación entre las políticas públicas de fomento al cooperativismo cultural argentino y las redes y organizaciones del sector. En este sentido será fundamental participar de las iniciativas e interacciones entre el mercado nacional creado desde el Ministerio de Cultura -MARCA- y la Red Federal de Cooperativas Culturales. También será importante realizar un seguimiento de la implementación de las políticas fomentadas a partir de la creación de la Comisión Técnica Asesora del INAES. Esperamos que el análisis de estas experiencias nos permita comprender el proceso de consolidación de una identidad cooperativa del sector cultural en construcción, al tiempo que perfeccionamos el conjunto de herramientas teórico-metodológicas que sientan las bases para el estudio y promoción de un sector en pujante crecimiento.
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Plotinsky, D. (2015). “Orígenes y consolidación del cooperativismo en la Argentina”. Revista Idelcoop. N° 215. Pp. 157-178. Disponible en: https://www.idelcoop.org.ar/sites/www.idelcoop.org.ar/files/revista/articulos/pdf/revista-215-con-membretes-origenes_y_consolidacion_del_cooperativismo_en_la_argentina.pdf
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[1] Doctora en Sociología (IDAES-UNSAM), licenciada en Sociología (UNCuyo Mendoza) y especialista en Gestión y Política en Comunicación y Cultura (FLACSO Argentina). Realiza estudios post-doctorales con beca CONICET con sede en el Instituto Multidisciplinario de Estudios Sociales Contemporáneos de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNCuyo. Correo electrónico: rominasanchezsalinas@gmail.com
[2] Etnomusicóloga, flautista y docente. Coordinadora del Sector Tango del Mercado de Industrias Culturales (MICA) del Ministerio de Cultura de la Nación de la Argentina. Investigadora del Instituto de Investigación en Etnomusicología (IIEt) y el Centro Cultural de la Cooperación “Floreal Gorini” (CCC) dentro del área del Observatorio de Políticas Culturales y Culturas Políticas. Realiza el programa de Maestría en Comunicación y Cultura (FSOC/UBA). Correo electrónico: venegas.sole@gmail.com
[3]El Observatorio de Culturas Políticas y Políticas Culturales del CCC está dirigido por Luis Sanjurjo y está integrado por investigadores e investigadoras de diferentes disciplinas que indagan en el campo de las políticas culturales. Para más información consultar https://www.centrocultural.coop/OCPPC.
[4]El proyecto está integrado por Victoria Gandini, Andrea Rosenstein y Ailén Matthiess y es coordinado por Soledad Venegas y Romina Sánchez Salinas, autoras del presente artículo.
[5] Durante febrero y marzo de 2021 se dictó el curso virtual “Cooperativismo y gestión cultural” en el Instituto Universitario de la Cooperación (IUCOOP). Además, el equipo de investigación fue convocado el mismo año por la Dirección de Formar Cultura del Ministerio de Cultura de la Nación para crear el curso “Introducción al cooperativismo cultural: definiciones y estrategias para el sector” que estará disponible durante 2022 en la plataforma virtual de Formar Cultura https://formar.cultura.gob.ar/
[6] Plotinsky (2015).
[7] Plotinsky (2015).
[8] Plotinsky (2015), 160.
[9] Imen (2014), 57.
[10] Imen (2014), 58.
[11] Camino (2015), 129.
[12] Petriella (2012).
[13] Marcos (2000), 120.
[14] Ídem, 131.
[15] Flury (2020), 67.
[16] Ídem, 68.
[17] Los videos están disponibles en el canal de YouTube: https://www.youtube.com/channel/UC_IMwLDWCafyQwXeE47j2bw
[18] González y Lorenzo (2015), 7.
[19] Ídem.
[20] Ídem.
[21] González y Lorenzo (2015), 7.
[22] Ídem, 8.
[23] Montalto et. al. (2019).
[24] Getino (2008).
[25] Blomkamp (2015).
[26] Lerman (2020), Bayardo (2016), Mendes Calado (2015), Tasat et. al. (2014), Rebón (2013).
[27] Zamorano (2016).
[28] Sánchez Salinas (2019).
[29] El resto de las opciones, no excluyentes, eran: Bar cultural, Biblioteca, Club de música en vivo, Espacio de circo, Espacio de danza, Espacio de formación, Espacio de producción cultural, Estudio de videojuegos, Feria artesanal, Galería de arte, Milonga, Librería, Peña, Sala de teatro.
[30] Para el caso del Programa de Puntos de Cultura, fue posible discriminar entre aquellas organizaciones que en el cuestionario declaraban inscribirse en el sector de la economía social y solidaria.
[31] Agradecemos a referentes de redes y agentes de los programas y asociaciones mencionadas por proveer las bases de datos que hicieron posible esta primera versión del mapa.
[33] Estas comisiones técnicas constituyen espacios de diálogo entre funcionarios del organismo, las organizaciones del sector y participantes de otros ámbitos estatales.