Revista Idelcoop nº 244 - Noviembre 2024 - ISSN Electrónico 2451-5418 / Sección Reflexiones y Debates
Idelcoop Fundación de Educación Cooperativa
Ecología y política ecoocreativa.
Orientaciones para un debate prospectivo postneoliberal [1]
Hugo Busso[2]
RESUMEN: Nuestra época, denominada antropoceno, no dispone aún del entusiasmo del cambio optimista, ni las promesas ilustradas creíbles de otros tiempos (modernidad, progreso, desarrollo, Razón) que guíen la acción presente en vista a la creación efectiva del futuro de nuestras comunidades en particular y de la humanidad en general. Nos enfrentamos a desafíos inéditos, cuyo arribo fue anunciado hace medio siglo por el Informe Meadows (1972), aunque no hayan sido escuchados en su magnitud e importancia. Las consecuencias las sentimos ya en nuestros cuerpos, se hacen evidentes en nuevas patologías como la ‘ecoansiedad’ y sobre todo en una de las nueve variables que hacen posible la vida en la tierra, el cambio climático. Las otras ocho están también seriamente comprometidas y muestran la fragilidad de la biosfera. La acción de cambiar nuestro modo de vida y formas de hacerla posible son el centro del debate científico que incumbe de lleno a la política que asigna y distribuye poderes y reconocimiento, tanto como a lo político, espacio deliberativo del sentido que crea la ciudadanía. Son necesarias la acción y la gestión política en el momento en que se evidencia su mayor desgaste en su credibilidad. La ecoocreatividad es un ensayo de un pensar prospectivo que descentra la economía y recentra lo político como lo determinante, a partir de utopías concretas experimentales y colectivas, factibles como horizontes de cambio postneoliberal. Una de las claves políticas es entender cómo llegamos al presente para comprender las causas de la degradación acelerada del planeta que compromete la vida terrestre. Otra clave es comprender que es posible pensar el futuro como causalidad política del presente, para poder limitar las consecuencias irreversibles que afrontamos como humanidad. La imaginación, la acción en contextos de incertidumbre y urgencias requieren instituciones que sepan conjugar la ecología, la cooperación y la creatividad de sociedades postneoliberales. Por esto, en este trabajo intentamos aportar algunas variables para pensar conjuntamente las posibilidades de transitar otros caminos alternativos al neoliberalismo hegemónico. La bifurcación necesaria, será la que abra diversas posibilidades cooperativas de una Vida Buena a las nuevas generaciones, las que deberán compartir y crear nuevas formas ecológicas y democráticas en instituciones inexistentes aún.
PALABRAS CLAVE: cooperativismo, democracia, ecología, política, postneoliberalismo, prospectiva, utopía.
Escuchando las declamaciones del viento…
Estamos en una época que no declama esperanzas a los cuatro vientos, sino más bien ansiedades y angustias existenciales que representan las emociones dominantes. La sensación de crisis permanente, a causa de circulación desenfrenada de capitales sin objetivos sociales y con una profunda ignorancia e insensibilidad con la biodiversidad, lleva a preguntarse acerca del capitalismo actual. En particular, acerca del sentido político que tomará históricamente y en cómo evolucionará socioeconómicamente. Esta pregunta ya muy repetida de ¿qué hacer?, implica imaginación para pensar el o los futuros que no estén bloqueados por la indiferencia política y/o por el miedo paralizante. La pregunta puede reorientarse intencionalmente al futuro, como causalidad presente, para mejorarlo intencionalmente. Enfocándose para superarlo, transformando las sociedades hacia los desafíos socio ambientales adecuados definidos en sus prioridades y decididos democráticamente, que cuestionan al libre mercado. Situación futura en la cual la planificación ecológica aparece como necesaria y urgente para la bifurcación civilizacional. Esta, la planificación democrática que deberá ser radical en lo político, parece ser inevitable si no queremos perecer como especie, y ser la causa de la desaparición acelerada del resto de quienes habitan terrestres. Esta segunda opción alude, a grandes rasgos, a una visión filosófica-política crítica del presente, que comprende las tendencias del pasado, que nos ha hecho llegar hasta el aquí y ahora (PIKETTY, 2019, 2021).
Las contradicciones del presente -y los riesgos de sobrepasar el límite de los 2° C- ligadas al cambio climático y las incertidumbres hacia fin de este siglo, vinculadas a la inteligencia artificial y al capitalismo cognitivo/del conocimiento, ponen en cuestión la Inteligencia Colectiva -General Intellect le llamaba Marx en los Grundisse-. Es decir, estas contradicciones nombradas como “crisis” nos llevan a pensar en la bifurcación inevitable respecto del modelo civilizacional actual. Esto supone reflexionar acerca de su apropiación creativa como bien común, afrontando los desafíos colectivamente. Si las políticas monetaristas neoliberales son una causa determinante de los problemas, entonces habrá que experimentar con planificaciones deliberadamente democráticas, en base a las necesidades objetivas y a los recursos disponibles, ampliando el concepto de lo público y común intergeneracional. En lo político, esto será posible sí y solo sí se va privilegiando a los y las ciudadanas, como retorno del hombre político que no descuida la libertad asegurando la igualdad y la solidaridad. De lo contrario, estaremos frente a una versión reductiva del “más de lo mismo neoliberal” de las últimas décadas, que seguirá degradando a la ciudadanía a mero agente económico consumidor -el homo economicus de la ortodoxia liberal-. Como es sabido, estas versiones privilegian la apropiación privada enfocada en los beneficios económicos (economicismo), una metafísica cuasi atemporal llamada “presentismo” (BASCHET, 2018; HARTOG, 2021).
Nuevamente se muestra la incómoda pregunta acerca de si el capitalismo como “ancien régime” será superado ciegamente por lo bajo, con violencias destructivas revolucionarias y guerras devastadoras -a causa de utopías de mercado evidentemente obsoletas y destructivas (de lazos sociales y de la biodiversidad)- o, en el mejor de los casos, lo será por lo alto, por utopías concretas que busquen salidas colectivas inteligentes y compromisos políticos situados de la población viviente humana y no humana, con agendas de gestión pública inclusivas, solidarias y cooperativas. Esto sigue aún, como es evidente, sin respuestas concretas ni acuerdos consensuados en lo valorado como importante a nivel de gobiernos democráticos, acosados permanentemente por lo urgente.
En este escrito trataremos de indagar algunas propuestas para abrir el horizonte, pensando futuros posibles y deseables que no sean ni la repetición de lo mismo neoliberal (el periodo presidencial en Argentina de Javier Milei es ejemplar, en este sentido) con sus mil máscaras, ni versiones complementarias de ‘ecofascismo’. Seguiremos indagando aquí –como continuación de lo que iniciamos en escritos anteriores publicados en esta revista- nuevas perspectivas teóricas de sentido emancipadoras, a las que he llamado “ecoocreatividad”. Para pensar regímenes políticos y criterios de gestión que reflexionen acerca de las tendencias de la bifurcación ecológica en curso. Las abordamos como conjunto de ‘utopías concretas’ ecológicas, cooperativas y creativas para tiempos inciertos, para futuros posibles experimentales, de imaginarios democrático-políticos postneoliberales. Cuyo propósito explícito es el de la ampliación y mejora de la gestión de políticas públicas de lo común intergeneracional, humano y no humano (Busso, 2023).
Prospectivas de lo posible, mirando el presente
Guerras, pandemias y catástrofes nos obligan a dejar de lado la. lógica mercantil de la gestión pública librada al libre mercado, centrándose en una lógica de las necesidades específicas de bienes escasos, que pueden cuantificarse con precisión en su racionamiento igualitario (alimentos, agua, energía, medicamentos). Las intervenciones estatales y la planificación son indispensables, como muestran las grandes guerras, y la pandemia COVID 19. La transición ecológica y la necesaria bifurcación civilizacional postneoliberal es un escenario que necesita un pensamiento prospectivo, con tanto rigor como imaginación política. La ecoocreatividad se asienta, en este sentido, como ejercicio creativo en lo conceptual desde una intencionalidad propositiva (utopías concretas) para los movimientos sociales y políticos, con el fin de abrir el debate y colaborar con la puesta en marcha de las decisiones democráticas, muy demoradas en todos sus sentidos y en todas las latitudes.[CM1]
En antropología, el futuro colectivo es analizado con categorías relativas a las sociedades antiguas ligadas a contextos míticos-religiosos como el “genio tutelar y el “mana”. Estos conceptos servían para canalizar el destino de las energías colectivas engarzadas en imaginarios que las albergaban. Cada época tenía sus propios oráculos y relatos aspiraban a canalizar, contener y modelar las emociones, deseos y expectativas existenciales de la comunidad. Hoy la ciencia habla de prospectiva en el análisis de las tendencias ya presentes y en las diferentes perspectivas estratégicas para pensar el futuro de la sociedad que viene (FASSIN, 2022). Esto es, para anticipar las tendencias factibles con el apoyo científico de lógicas reconocidas, con modelos matemáticos-estadísticos, para delinear los futuros plausibles y elegir, en consecuencia, a cuál nos queremos sumar. No elegir ninguno, teniendo los datos y sabiendo las consecuencias en distintos escenarios, es elegir deliberadamente, también. Todos estos dilemas locales y debates que son internacionales se dan en contextos complejos y caóticos donde las incertidumbres existen en a todos los niveles. Porque la aceleración tecnológica y la degradación ambiental aumentan considerablemente, con impactos muy fuertes en la salud de la humanidad según la OMS-OPS. Situación novedosa, radical, por cierto, porque desde hace 300 mil años en que apareció la especie humana nada la limitaba, hasta ahora, a reducir su consumo. Al contrario, la ‘modernidad eurocéntrica’ (Lander, 2001) pronosticaba y sugería la idea de ‘progreso’, un tiempo de buena vida, asociada de modo acumulativo, cuantitativo y cuantitativo. Estas variables e ideales son los que hoy están puestos en consideración crítica.
A pesar del optimismo moderno que tiene por causa el avance tecnológico y el conocimiento científico, hoy somos la primera generación humana obligada, -si queremos cumplir los compromisos de las cumbres internacionales sobre el cambio climático como la Conferencia de las partes, COP 21 a 28)- a reducir el consumo rápida y radicalmente (ver Fig. 4). Los datos planetarios del GIEC no son alentadores, ya que se suman nuevas angustias por malas noticias de cataclismos de magnitud si la temperatura media planetaria llega a 3° C a fin de siglo. Los datos del 2015 han sido corregidos, actualizados y aumentados: las nueve variables planetarias en 2023 están mostrando que seis (en vez de cinco en 2015) de los nueve límites establecidos por el Stockholm Resilience Centre (SRC) han sido superados, poniendo en serio riesgo las condiciones de vida del Planeta Tierra (Fig. 1 y 2, Ministerio de la transición ecológica, Francia). Los océanos han alcanzado 21,1° C de media en las aguas superficiales en agosto 2023 y en enero 2024, síntoma de un recalentamiento planetario de consecuencias mayores sobre la biodiversidad y la capacidad del mar para almacenar CO2. (Fig. 3, (NOAA, Le monde, 2024)
La nueva actualización del marco de Límites Globales muestra que se transgreden seis de los nueve límites.
Crédito: Stockholm Resilience Centre, basado en el análisis de Richardson et al 2023.
Figura 3
El consenso científico mundial del sexto informe del GIEC y los datos del Laboratorio de Monitoreo Global (ver bibliografía), revelan que son insostenibles las tendencias actuales de vida en su producción y reproducción a corto y mediano plazo, porque las penurias de vivir y las migraciones humanas forzadas a lugares habitables serán el tema de lo político a nivel global (BOURG y CHAPOUTOT, 2022; HENRY, 2023; GRANDCOLAS, 2023). La crisis actual del sistema socioeconómico imperante, el capitalismo, en su centralidad, no es económica. La lógica política de los Estados Naciones es un serio obstáculo para disminuir significativamente la huella ecológica, por un pensamiento restringido a límites geográficos artificiales. La lógica económica-política de bloques geopolíticos con una potencialidad guerrera es peligrosa por las presiones financieras y económicas que implican. Un fantasma caliente e infernal recorre el mundo, el dilema a deliberar desde lo político o con una nueva critica de la economía política (STIEGLER, 2016) es cómo satisfacer las necesidades básicas de ocho mil millones de personas, averiguar qué pasa en el futuro próximo si ignoramos las normas neoliberales del hiperconsumo, ensayando como imperativo no pasar ninguno de los nueve límites planetarios. ¿Qué hacemos y que podríamos mejorar al respecto, entonces?
El horizonte hacia 2050 - 2100
Sin reducir las desigualdades sociales y sin repartir las consecuencias políticas de reorientar las sociedades en la perspectiva de no sobrepasar 1,5° de temperatura media del planeta, la situación de controlar la violencia social y los desacuerdos se tornará muy difícil de sostener para preservar la biodiversidad y los ecosistemas. Esto requiere cambios epistémicos y de modos de vida muy profundos en muy poco tiempo, si es el deseo de tomar esa dirección de igualdad y la solidaridad cooperativa (Bourg, 2019). Si bien la aceleración es la característica de nuestra época de consumo adictivo, es en el sentido inverso a ésta que deben acelerarse las transformaciones. Hay diferentes tipos de riesgos y amenazas a los que debemos afrontar con mayor determinación. Porque el calentamiento climático es un multiplicador de los riesgos directos, que ya están llegando (meteorológicos como las sequías prologadas y en crecimiento) e indirectos, a largo plazo (seguridad alimentaria, migraciones). En relación a 1850 la temperatura ha subido 1,1° C. El límite para evitar catástrofes mayores es 1,5° C, sabiendo que hay correlación entre la actividad humana y el cambio climático dada por la relación entre grados de aumento de temperatura y nivel de emisiones de gases de efecto invernadero. Se sabe que se pueden hacer algunos cambios de forma más lenta mientras otros deben realizarse directamente de modo brusco. La comunidad científica, en su amplia mayoría, está de acuerdo que esto es más que urgente. Es imperativo por la inmediatez, porque todas las regiones están seriamente afectadas y necesariamente implicadas.
Estas implicaciones y afectaciones se dan en múltiples niveles y dimensiones con consecuencias negativas para todo lo viviente, para todos los ecosistemas, y muy en particular para la producción alimentaria de casi 10 mil millones de habitantes que tendrá el planeta en breve. Los alimentos, la energía, infraestructura, los recursos acuíferos, la salud pública sufrirán impactos mayores y en muchos casos irreversibles. No solo en la economía, sino en todas las dimensiones porque van haciendo imposible los modos modernos de organización social conocidos hasta ahora, en particular el capitalismo neoliberal en sus múltiples rostros políticos (LAVAL & DARDOT, 2017). Este no puede cambiar al de los desafíos que enfrenta a nivel planetario, porque el monetarismo como teoría económica y el neoliberalismo como ideología hegemónica no han incorporado aun específicamente los principios de las leyes de la termodinámica (la entropía, en concreto), según Giraud & Saar (2022). Sabemos también, porque es parte de las tensiones geopolíticas actuales, que hay disparidades regionales muy profundas reveladas en migraciones forzadas (3600 millones de personas están en contextos vulnerables), que se manifiestan en los desacuerdos en las cumbres por el clima, en las guerras actuales, así como en los conflictos comerciales de bloques regionales. La competición por los recursos (energéticos, las materias primas y las materias raras -como el litio, grafito, cobalto níquel-, imprescindibles para la transformación del modelo productivo y de consumo) cambia las teorías políticas heredadas de la mundialización económica neoliberal, reforzando así las lógicas de la conflictividad y la competencia como una escalada inevitable.
La cooperación en todas las escalas, niveles y dimensiones se posiciona como urgente ecológicamente para la sostenibilidad ambiental y social, necesaria geopolíticamente para centrar esfuerzos en lo importante –como evitar guerras del capitalismo productivista-extractivista que necesita cada vez más recursos y energías para sostener su ideal de crecimiento-, y que promueva la soberanía alimentaria de regiones y países, profundizando la justicia social (SHIVA, 2022). El cambio de paradigma epistémico y de imaginario político-cultural no se dará jovialmente solo en la academia, como ejercicio intelectual creativo y motivante. Se impondrá violentamente por la virulencia de las situaciones a la que nos encontraremos sometidos/as de modo irreversible, como catástrofes aceleradas a causa de la necedad actual por incapacidad de asumir las evidencias que las ciencias anticiparon al menos desde el Informe de Roma en 1972 (The Limits to growth, o ‘Informe Meadows’). Cuyas conclusiones fueron hace 52 años que el crecimiento ilimitado de la población y de la producción son inviables.
Las opciones para salir de “La era de la necedad economicista”
De hecho, los supuestos de los padres fundadores del Liberalismo -como el de Bernard de Mandeville en La fábula de las abejas “los vicios privados hacen a la virtud pública” y de Adam Smith, para quien “la mano invisible” organiza la satisfacción económica de los deseos, expectativas y necesidades individuales- están en el centro del debate. Pero, -y esta objeción es el corazón del dilema actual-, al extenderse esa “mano invisible” que satisface demandas infinitas de millones de habitantes del planeta, la virtud pública y la armonía de los intercambios se hacen, según Meadows, además de imposibles como perspectivas plausibles, lapidarias en tanto causales de las consecuencias para las variables fundamentales de todo lo viviente.[a5] La democracia es para a las y los humanos como la salud ecológica para la red viviente que algunos llaman “naturaleza” (ZASK, 2022; MORTON, 2022).
Por esto, nos formulamos preguntas ligadas al presente, de modo más bien frugal desde “la norma de lo suficiente” como autolimitación, esto es, en sentido filosófico: ¿hay que tolerar el sobre consumo de los sectores minoritarios más acomodados de la sociedad (10%) que contaminan el 48% (el 1% de ese 10 % contamina el 17% del total de emisiones de GEI), en proporción comparativa de la mayoría de la población (90%) que contamina el 52% del total de las emisiones de CO2 (el 50 % más pobre el 12 %, el 40 % que le sigue 40%)? ¿Qué “Verdad” se devela como acontecimiento con este modo de manifestación de (in) “Justicia”? ¿Qué significa “Libertad” en estos contextos de destrucción masiva y acelerada de las condiciones de vida? ¿Qué tipo de escenario es factible, deseable y posible a fin de este siglo para la humanidad? ¿Qué imagen objetiva y representación concreta de futuro se desprende en el presente como interpretación factible de nuestro territorio especifico de vida? Planteamos estos interrogantes en relación con la observación de diferentes niveles en la conformación de las agendas de prioridades de los Estados Naciones, regiones, bloques regionales, organismos internacionales y alianzas geopolíticas.
Las preguntas son, evidentemente, demasiado amplias y dispersas para comprender la distancia entre los desafíos climáticos con el impacto y el uso de las tecnologías en relación con las estrategias políticas-democráticas para afrontarlos concretamente (STIEGLER, 2016). Se impone una reflexión crítica ante la complejidad sistémica de la relación entre la tecnología, la sociedad, la memoria y el futuro de la humanidad en su conjunto. La ciencia aplicada en los informes del GIEC ya tiene aproximaciones de las tendencias factibles a partir de modelos de simulación para aclarar las determinaciones específicas del futuro en las variables tempo-espaciales cuantificables, para permitir visualizar los escenarios posibles que hacen factible la vida. La intuición inmediata que se desprende como conclusión “ecoansiosa” es el desfase y el destiempo, la falta de sincronía con las respuestas necesarias como sensaciones subjetivas recurrentes, las cuales se acompañan con datos en extremo alarmantes si comprendemos la profundidad de la situación. Las respuestas, por esto mismo, no pueden ser tibias sino revolucionarias -en el sentido etimológico, es decir, lo que cumplió el ciclo y recomienza uno nuevo-. Pero, como es de suponer, son del orden de lo inaudible, de lo inaceptable y de lo sospechado a priori por las instituciones fundamentales en todos los niveles, porque es lo incomprendido/inentendible. Solo un discurso poético o profético podría hacerlo, aunque sería violentamente atacado, firmemente rechazado por todo grupo de poder-saber. Ni las conclusiones científicas de los informes dados por instituciones reconocidas ni las posibles alertas poéticas/proféticas son tomadas, al menos hasta ahora, en cuenta en su debida magnitud ética. Son fundamentalmente ignoradas de hecho en el cálculo geopolítico y en la evaluación de las prioridades de la agenda de gestión pública en todas las escalas. Lo importante sigue siendo la acumulación de capital económico-financiero, en la reducción ético-epistémica economicista, que reactualiza sus prejuicios ideológicos ligados al neoliberalismo hegemónico en lo electoral con personajes producidos por las redes de comunicación masivas. Son “las políticas del desastre” que se convierten en “el desastre de la política”, en tiempos donde lo político es la clave de las decisiones (BUSSO & MONTES MONTOYA, 2024).
La “sociedad ecoocreativa” como “utopía concreta” y como opción política de lo posible, deberá ponerse de acuerdo de modo colectivo, democrático y multilateral acerca de la necesidad de limitar el consumo. Estableciendo una sociedad abierta, no regresiva compatible con la preservación del planeta. Debe ser una revolución colectiva y multilateral, porque sabemos por dos siglos de estudios de la medicina, la psiquiatría, la psicología y la sociología que los comportamientos individuales están regidos por determinismos biológicos y psicológicos muy poderosos, que nos incitan a consumir. Sufrimos individual y colectivamente una suerte de adicción al consumo, de la que es difícil liberarse, ligada al azúcar y a las grasas, causa de casi mil millones de obesos y obesas en el mundo (Ripoll, 2022). También sabemos por estudios epidemiológicos comparativos de la investigadora y el investigador Kate Pickett y Richard Wikilson (2019) que las sociedades menos igualitarias tienen mayores problemas de salud, menor cantidad de años de esperanza de vida, mayores trastornos psicológicos, violencia de género, fracaso escolar, porcentaje de encarcelación, y los índices de bienestar más bajos, aunque tengan un PBI e ingreso económico per cápita más alto.
Asimismo, la educación como institución deberá reflexionar acerca de cómo promover los saberes biológicos, geográficos, ecológicos, psicológicos y sociopolíticos del antropoceno, para poder actuar y cambiar el mundo. Será factible si conocemos las causas económicas, políticas, antropológicas y sociológicas del desastre ecológico y social como resultado de los desarreglos climáticos generados por el modo de vida en su producción y consumo. Las herramientas serán los saberes científicos, el pensamiento crítico y la problematización puestos en el centro de la institución educativa. La educación entonces debería ocupar el lugar preponderante como preocupación de la orientación de la política democrática. Para decidir el sentido y propósito de la gestión de lo político, como decisión colectiva en democracias agonales, profundamente deliberativas. En este sentido, es importante resaltar las múltiples perspectivas para renovar y adaptar la idea de justicia en la ciudadanía, en la que se fusionan radicalmente democracia y ecología. Diríamos, un imperativo a hacer consciente como núcleo de lo político-civilizacional, en el que todas y todos los y las individuos se beneficien de los mismos derechos y sean responsables de las restricciones por igual. Las diferencias de ingresos deberían ser definidas en su proporción entre los y las que trabajan (diferencias aceptables entre las/los más ricas y los/las más pobres: ¿1-3; 1-10, 1-50?, 1-500, 1-…?) evitando los abismos entre regiones, latitudes globales y las clases/castas locales. Es decir, deberes y responsabilidades en lo que respecta al consumo y al modo de vida como horizonte colectivo, como tema de las decisiones políticas para consolidar una ciudadanía activa que afronta los desafíos del derrumbe ambiental del mejor modo posible (previendo escenarios catastróficos y negativos).
El cambio que se requiere es de tal magnitud que será más propicio si los esfuerzos son distribuidos igualitariamente. La desigualdad deviene un obstáculo, una fuerza mayor al cambio y una fuente de violencia explícita y manifiesta. El paradigma neoliberal, en este sentido por sus mismos valores de competencia e individualidad, es un obstáculo para promover y causar un cambio en donde democracia y ecología no sean antagonistas. Para esto, habrá que hacer consciente a nivel masivo los límites planetarios y lo que esto implica en lo social, para que se comprenda por qué no podemos seguir en este modelo social y por qué deberemos cambiar, nos guste o no. Lo político canalizará los desacuerdos en democracias radicalizadas que tengan como horizonte la cooperación y las prioridades ecosistémicas y no al mercado, como es actualmente en el modelo neoliberal. La Vida Buena no es sinónimo de sobre consumo, sino de una vida discreta, frugal e integral (CEPAL, 2020). [a6] Esto implicaría, desde las perspectivas ecoocreativas, crear las decisiones autónomamente en sociedades deliberadamente auto instituidas e instituyentes, como lo pensaba Cornelius Castoriadis (1998).
La situación de los aprietos ambientales está sobre la mesa de negociaciones políticas y de las opciones institucionales, como la Organización Mundial de Comercio[a7] . Actuemos o no, la urgencia de parar el sobreconsumo como núcleo concreto de la crisis ecológica actual se hace más compleja, incierta, frágil y profunda por la situación presente de desafíos, dudas intensas y soluciones puestas entre signos de preguntas y de admiración, con puntos suspensivos que más que titubeos, son pesimismos difíciles de sobrepasar. Ni las soluciones, ni las respuestas adecuadas, ni las verdades están en mayúsculas para las y los expertos, ni para los organismos internacionales, ni para los y las investigadoras. La verdad indubitable parece ser la ecoansiedad como nueva patología, que se genera en la situación de degradación ambiental ya perceptible y cuantificada. Lo sabemos tanto por percepción directa e intelectual, a través de los sucesivos informes del GIEC; resulta un trabajo interesante entonces para los y las filósofos/as, psicólogas/os, sociólogos/as y antropólogas/os. Es el retorno de la filosofía, la política, -que demanda una racionalidad científica desde el paradigma de la complejidad (MORIN, E. 2014; Wallerstein, I. 2001)- requerirá miradas antropológicas en su extensión que eviten el catastrofismo y las visiones incautas del tecno – solucionismo de una humanidad aumentada, al servicio de la economía financiarizada. Hay que dejar de aislar la técnica y la tecnología como objetivo en sí mismo, siendo de capital importancia ir reconociéndolas en sus relaciones complejas con la sociedad y el ambiente. Porque estas dos últimas deberían no estar regladas de modo simplista por el afán economicista de acumulación de capital.
El pensamiento crítico en general asume la tecnología como espacio político, como señaló Susana Roitman (1996). Pero a la vez es precavido en relación con la actitud naif, ante la colonización de la vida por la técnica y la inteligencia artificial (IA) cuyas posibilidades abren a un apartheid de nuevas características producidas por intrusión de modelizaciones algorítmicas, con el afán de convertir en mercancía la mínima expresión vital y social de toda manifestación viviente. Deberemos contar con tecnología, pero esto solo no será la solución milagrosa, ya que las tendencias ambientales no van bien. En 2019 las emisiones de GEI fueron 10% más altas que en 2010 y 54 % más elevadas que en 1990. La tecnología está inmiscuida en estos resultados, es corresponsable ya que no hay neutralidad posible.
Está claro que nuestra civilización moderna-capitalista termo-industrial es adicta a las energías fósiles: pareciera ser que no podemos cambiar rápidamente, aunque lo queramos. Si bien las acciones climáticas se multiplican, ya que hay leyes para reducir y limitar emisiones que implican a 56 países que hacen más de la mitad de las emisiones de GEI, y esto es una buena noticia. La tendencia, sin embargo, es de todos modos el aumento de la temperatura planetaria, el tiempo corre en nuestra contra. Los modelos y simulaciones científicas de escenarios posibles, acerca de las hipótesis de emisiones y sus consecuencias, dan diferentes variables en el horizonte del 2100: de 1,5° C hasta un insoportable 5°C para la vida actual (porque la tornaría imposible, según las condiciones y conocimientos actuales).
La era de la necedad, o ¿cómo detener la barbarie que viene?
Por todo esto, hay que atreverse a pensar radicalmente desde la complejidad (SCHNITTMAN, 1996; MORIN, 2014) que nos desborda. No estamos en un tiempo que pueda definirse solo por “la era del vacío” (Lipovetsky), ni en “la era líquida” (Bauman), ni en “la era de la boludez” (Divididos, grupo de Rock, título de un disco de culto en la juventud argentina en la década de los 90, previo al estallido social conocido como “Corralito”). Estamos desde hace varias décadas en Europa y América al menos, en “la era de la necedad economicista” (monetarista y neoliberal). Porque la devoción al fetiche “moneda” (dinero), en sentido antropológico, determina el credo religioso dogmático concreto, de un fanatismo depredador y violento sin precedentes. Con máscaras pseudocientíficas ya insostenibles para especialistas de reconocimiento académico y mediático.[3]
‘Dispositivos de experimentación’ para “detener la barbarie que viene”, como propuso Isabelle Stengers (2009; 2020; 2022). El desafío no es complejo de entender, “la regla verde”: no podemos consumir más del planeta de lo que este pueda regenerar. Estos dispositivos socioambientales de experimentación colectiva multidimensionales deberán aplicarse a todos los niveles, con estricto sentido de justicia acordado políticamente, en donde las consecuencias y las restricciones sean políticamente igualitarias. Esto requerirá un tipo de régimen político con una planificación ecológica y cooperativa acordada democráticamente, en deliberaciones que disputan creativamente el sentido político postneoliberal y el destino a futuro de lo común, humano y no humano.
Estos criterios serán la clave para evitar “las políticas del desastre”, para anticiparse “al desastre de la política”, como propone Angélica Montes Montoya (2022). La República Argentina, si la tomamos como sujeto particular de este análisis, es un lamentable ejemplo de reflexión de lo que hay que evitar; especialmente por las políticas de extrema derecha “liberticidas” del gobierno actual. El presidente electo en 2023 encarna la repetición de un tipo gestión, además de evidenciar un desequilibrio psicológico en lo personal. Socialmente (derechos, calidad de vida, acceso a los servicios básicos) estamos ante una regresión considerable, en sentido democrático y a la vez, ecológico por su insensibilidad manifiesta al respecto. Milei, que ganó por una gran mayoría en el ballotage (56 %, récord en porcentaje de votos en la historia post dictadura militar), no es un clown que actúa un personaje decadente, ya que es tan auténtico que supera a otros actores políticos como Donald Trump, Jair Bolsonaro y Eric Seymour. Por su originalidad en las identificaciones y en la construcción de un imaginario que repite y profundiza el “más de lo mismo” neoliberal, de modo extremo como experimento político privatizador y negacionista en lo climático. Argentina es, entonces, el ejemplo arquetípico de lo aquí expresado, porque es la repetición de “más de lo mismo”, aunque sin ser “ecofacista”, porque niega todo contenido e importancia a la dimensión ecológica. Por esto es por lo que mirar al futuro, de modo prospectivo, es un imperativo de la inteligencia. En nuestro caso será un intento ecoocreativo, como imaginario postneoliberal factible, plausible y deseable.
Tres criterios básicos de horizontes y utopías experimentales ecoocreativas y Seis variables analíticas.
Teniendo en cuenta los estilos de desarrollo y ‘la heterogeneidad estructural’ en América Latina, se trata de pensar el cambio climático (LO BUOLO, 2015) en sus consecuencias actuales y anticipar el futuro con acciones desde el presente. La pregunta es, entonces, ¿cuáles son las opciones? La respuesta sería, en primer lugar y como ya lo adelantamos repetidas veces, un abandono épico del imaginario hegemónico neoliberal de la mundialización en curso, por la experimentación colectiva postneoliberal. Esto es, para evitar el más de lo mismo y las soluciones ecofascistas, como degradación democrática (“La sangre y la tierra”, eslogan olvidado del nazismo), que se apoyarán, es de prever, en un tecno-solucionismo profético y naif. Estas dos perspectivas pueden tener variables que exceden la imaginación: desde versiones maoístas como centralismo estatista autoritario hasta versiones nacionalistas neoliberales que algunos/as llaman erróneamente “iliberales”. Otras respuestas, más “esnob”, tendrán su etiqueta ideológica como ‘transhumanismo’, que no sería ciencia ficción sino una apuesta pro apocalíptica, fruto de un esoterismo distópico tan imprudente e innecesario como irresponsable. Esto es porque sería una destrucción de lo viviente, con la ilusión de “aumentar” lo humano con una nueva colonización sobre de la experiencia humana, como una alienación de la libertad ciudadana (BENASAYAG, 2016).
El debate actual -que nos interesa desde la perspectiva ecoocreativa en las ciencias sociales- se centra, por un lado, en los impactos de las técnicas y las tecnologías para afrontar el calentamiento global sabiendo que no son ni pueden ser la sola ni única solución, reducidas a las necesidades del mercado y a la acumulación de capital. Por el otro, el debate se centra en los hábitos y comportamientos de un imaginario moderno-consumista (presentismo) que hay que cambiar necesariamente, para que sea efectiva la lucha contra el calentamiento global. Esto es un debate de horizonte antropológico y cultural porque implica, en el imaginario cultural y político, a la civilización entera. Por esto mismo, deviene político en múltiples dimensiones, ya que requiere decisiones y consensos que apuesten ecológica y democráticamente por la vida, sin destruirla en su intento de “salvarla” o “mejorarla”. Tarea de un equilibrio casi milagroso, si tenemos en cuenta el presente de crisis democrática que está ligada a la pérdida exagerada de igualdad (económica, de oportunidades) y de soberanía popular en la decisión de los temas importantes y urgentes de la comunidad política ciudadana (MOUFFE, 2019; 2023).
Diagnósticos y criticas hay muchos, aunque creemos desde la ecoocreatividad que lo que más necesitamos son propuestas de salida postneoliberales. Para evaluar, en concreto, su factibilidades y pertinencias, en referencia con los objetivos que cada región y territorio decidan democráticamente por ampliación de la participación ciudadana. Hay ya propuestas como el salario universal; fijar diferencias máximas entre salarios, impuestos sobre la riqueza extrema y extraordinaria; reducción de la jornada laboral para favorecer el empleo de utilidad social e integración de ciudadanos/as excluidos/as; ampliación del concepto de “gratuidad” (en el acceso y uso de servicios básicos que los paga la sociedad), comercio justo entre regiones y continentes; ampliación de las responsabilidades económicas y jurídicas de la contaminación extractivista a mediano y largo plazo. Estas propuestas ya son manifestadas por diversos partidos de abanicos político-diversos en occidente, así como de ONGs como OXFRAN.
La situación, lo sabemos, no es la típica de una academia donde se debate racionalmente entre personas cultivadas, especialistas en los dominios en cuestión. Se constatan estos escenarios complejos en un aumento de los conflictos socio ambientales en América Latina, que están ligados transversalmente, siendo por lo general multicausales. Tanto las problemáticas, los desafíos como las consecuencias, entre otras variables determinantes, están ligados a la extracción de materias primas (minerales, vegetales), en el transporte, en la disposición de los residuos que aumentan los flujos de energía y de los materiales (MARTINEZ ALLIER, 2015: 240), a los costos ecológicos y la distribución de responsabilidades éticas, jurídicas y económicas de los beneficios. Se sabe históricamente que América Latina multiplicó por cuatro el aumento de la exportación de materias primas entre 1970 y 2008, en una situación de mundialización geopolítica en que las condiciones de intercambio económico le son, históricamente por lo general, muy desfavorables y desiguales, respecto del norte del planeta, en las dimensiones económicas-financiera y ecológica. Para no repetir los escenarios histórico-estructurales precedentes y presentes aun, que aparecen como “normales y naturales”, la cooperación debe subsumir la competencia y delimitar creativamente conceptos fundamentales en lo jurídico-político filosófico. Por ejemplo, el de ‘propiedad’ en sus dimensiones privada y colectiva, desde la contemplación de la posibilidad de ampliación de lo común como propiedad pública (en su acceso, uso y usufructo) intergeneracional (LAVAL & DARDOT, 2014).
El corazón del problema es que, en esta crisis ambiental, las “soluciones de mercado” en su formato actual no solo no funcionan en sentido ecológico, sino que son el problema mismo. Las respuestas no son, entonces, ni simples ni se dejan atrapar tampoco por etiquetas irreflexivas. Porque si se observa con atención están insertas siempre en contextos de incertidumbres sistémicas y urgencias planetarias. Los estudios de la transición ecológica y la historia de las experiencias tecnológicas muestran los riesgos y los mitos modernos, en que suelen sostenerse, aunque no resisten al análisis histórico. Jean-Baptiste Fressoz (2012), en sus estudios sobre la historia de los riesgos tecnológicos, sostiene que no hay reemplazo energético de la madera por el carbón, ni del carbón por el petróleo, sino que se produjo de hecho una adición de fuentes de energía desde la revolución industrial hasta nuestros días (gráfico 5). Implicando un mayor consumo de la energía previa (biomasa, madera, carbón se consumen cuantitativamente más que antes), adicionándose la nueva (hidráulica, petróleo, nuclear, eólica, solar). Les energías renovables muestran que no reemplazan al petróleo, sino que adicionan más energía utilizada para que no se pare la máquina de producción y consumo de la economía moderna-capitalista para sostener su crecimiento económico. Los coches eléctricos para el reemplazo del tipo de coches a combustión por la nueva generación tecnológica no reducen las emisiones, adicionan aún más el gasto de energía y la contaminación. El consumo debe aumentar en el capitalismo para evitar crisis, porque es un imperativo sistémico propio para la acumulación de capital, ya que para crecer se necesita más consumo de energía y en consecuencia más emisiones de CO2. Al no ser posible la existencia del capitalismo en sus condiciones actuales sin crecimiento económico, el dilema exige pensar los caminos posibles, y las alternativas visualizadas como plausibles y factibles. En consecuencia, como venimos insinuando desde el comienzo de este escrito, la crisis climática y el futuro de la vida del planeta en las condiciones actuales, es totalmente inviable. Por lo tanto, los dilemas y problemas de este modo de producción y consumo en el estilo de vida moderno capitalista son no solo irresolubles, sino que son la causa misma de la destrucción ambiental.
Como ya señalamos en escritos precedentes en esta revista, es necesario por lo tanto buscar otros modos de sociabilidad humana que se basen en resolver las necesidades objetivas, las que pueden planificarse democráticamente, y no por los deseos subjetivos de consumo al infinito promovidos por la publicidad para un “libre mercado” abstracto de manos más que invisibles, inexistentes. Es decir, necesitamos más bien nuevas formas de relaciones ecosistémicas que en el horizonte temporal no destruyan la biodiversidad y los equilibrios necesarios de las variables fundamentales de la existencia, de los diversos modos de vida. Esto es a lo que llamo ecoocreatividad.
[a8] [i9] [HB10] [a11] [HB12] [HB13] [HB14]
Sería necesario políticamente abordar una suerte de revolución epistémica del patrón de poder y saber actual, altermodernidades y contracorrientes políticas a partir de una laboriosa actividad pedagógica colectiva (CITTON, 2018; 2022), justo donde habría que reenfocar la misión y el propósito institucional de la educación.
Cada parte de la disputa por el poder político tiene de modo deliberado y a la vez explicito sus propias perspectivas de sentido y valor, que mezclan sus intereses particulares en base a necesidades objetivas con deseos subjetivos, atados a su imaginario social. La gestión pública y las agendas de prioridades para la transición ecológica y la bifurcación civilizacional deberían idealmente decidirse sin privilegios de clases o sectores a priori. Las relaciones de poder invalidan por lo general este idealismo manifestado precedentemente, desde la determinación siempre inestable de lo político y su centro de gravedad, la igualdad. Esta última para la ecoocreatividad es la que da sentido a la libertad como égaliberté, porque orienta la solidaridad ecológica-cooperativa, no dogmática, sino creativa. En donde las diferencias son la materia prima que debe alquimizarce para transformar el plomo de la depredación ambiental del capitalismo en el oro del equilibrio biosistémico ecoocreativo.
Repetimos una vez más, estas diferencias deben evitar el “más de lo mismo neoliberal” (en formatos de mil rostros: neoliberales, liberales clásicos, republicanos, “iliberales”, nacionalistas, comunismos al modo chino), así como posibilidades “ecofasicistas” (DUBIAU, 2022) en versiones de centralismo estatal para beneficiar a los/las dirigentes políticos, o para defender los privilegios y la propiedad privada de una minoría local e internacional. Por esto, partimos de tres criterios a considerar, antes de abordar las seis variables anunciadas en el título de este apartado.
- Poner el acento en el valor de uso y no en el valor de cambio, desde la perspectiva en que la utilidad concreta del bien se pone como valor fundamental, siendo subsumido y en ocasiones anulado el valor comercial (valor de cambio) como modo de evitar la sociedad del consumo, por ser causa directa de las emisiones que hay que limitar radicalmente, o suprimir en corto plazo para cumplir los compromisos de -40 % de emisiones en 2030.
- Propiedad común en bienes y recursos intergeneracionales de apropiación, uso, gestión y usufructo colectivo. Para que el uso, los beneficios y las responsabilidades sean equitativos, sostenibles, solidarios e igualitarios. Servicios, bienes y recursos cuya “gratuidad” sea ampliada y mejorada, como el agua, la salud, la educación, para que se amplíe la propiedad común en su acceso, uso y usufructo.
- Democratización cooperativa de la producción y del trabajo, en economías circulares (AUREZ & GEORGEAULT, 2016) y simbióticas (DELANNOY, 2021) decoloniales (LANDER, 2000; MIGNOLO, 2001, BOURGUIGNON ROUGIER, 2019), en condiciones laborales equitativas en lo jurídico, sostenible política y ecológicamente. Aquí es donde la ecoocreatividad podría ser el horizonte y norma general de orientaciones ecológicas-cooperativas de las actividades del ágora (mercado) y de la eclessia (lugar de las decisiones colectivas), para la creación democrática - participativa de las agendas postneoliberales de gestión pública, las que han sido orientadas hasta ahora por el NPM (New Public Management). Esto exigirá, inevitablemente poner en debate en la sociedad civil a toda la educación en sus objetivos institucionales, sus propósitos sociopolíticos y en sus líneas de investigación en la educación superior en todos los niveles y dimensiones, armonizados con sociedades post consumistas en transición, post neoliberales y hacia horizontes ecoocreativos.
Estas transformaciones podrían ser revolucionarias, si se hacen. Es de pensar por lo tanto que se harán en modos y en formas siempre inesperadas. Desde la expectativa, muy probablemente idealista, de que la violencia sea suficiente con las inclemencias climáticas, porque tenderán a ser realmente insoportables humanamente, muy peligrosas además de irreversibles como tendencias. Al menos es así de desear, según los escenarios posibles modelizados en que la temperatura aumente de media global más de 1,5 a 2 °C, situación más que probable. Por esto hay diversas variables, niveles y dimensiones analíticas para pensar prospectivamente desde un imaginario decolonial ecoocreativo de fin de siglo (2100), como anticipación del futuro con la precaución desde el presente. Habrá que hacerlo desde la complejidad de la situación y la incertidumbre, asumiendo los efectos caóticos- sistémicos del desarreglo climático en curso. También, es de suponer que serán necesarias nuevas clases sociales no productivistas ni modernas, con otros imaginarios y radicalmente democráticas, analizadas desde otras perspectivas que la sociología clásica moderna (tema a desarrollar en otro escrito), para que se lleven a cabo esas transformaciones institucionales en sentido eco-político según el debate abierto por Bruno LATOUR & Nikolaj SCHULTZ, (2021). El presente puede ser entendido como la causalidad futura, en la que la visión de futuro puede, entonces, actuar como causalidad determinante que transforma el aquí y ahora.
Hay estudios económicos de corridor de consomation (ECHOGEO, 2019) que permiten cuantificar los intervalos en los que nuestro nivel de consumo es aceptable y conveniente a las posibilidades regenerativas ecosistémicas respetando la diversidad y la reposición energético-vital. La población de 8 mil millones puede vivir en la actualidad en esos corredores con el nivel tecnológico alcanzado por la humanidad. El obstáculo parece ser político y psicológico, siendo el paradigma actual de la mundialización económica el corazón de la dificultad. Por esto es por lo que sostenemos que es necesaria la consolidación de una nueva clase ecoocreativa, con una democracia radical para que sea posible abordar estos dilemas sin que la humanidad se autodestruya, como ensayó hacerlo con las dos grandes guerras inter-imperialistas, con destrucciones y devastaciones a gran escala de vidas y patrimonio.
Abriremos muy superficialmente las que consideramos variables más adecuadas como ejercicio heurístico post neoliberal, para “retornar del exilio neoliberal” (BENASAYAG & CANY, 2021), con el propósito de pensar tendencias desde la intención de aportar a la construcción de nuevos imaginarios, y al surgimiento de nuevas clases ecosociales. Sosteniendo filosóficamente que es preferible llegar a una situación sociopolítica concreta como humanidad por haber utilizado la inteligencia colectiva democrática, que continuar con el egoísmo ideológico del individualismo moderno eurocentrado que es el núcleo del problema. Porque, efectivamente es una limitación al cambio de orientación civilizacional que necesitamos como humanidad (PELLUCHON, 2022). Por esto, deseamos analizar perspectivas utópicas-concretas ecopolíticas que piensen transiciones energéticas que eviten la carrera extractivista (de materias raras, petróleo, biocombustibles) entre las potencias hegemónicas (China, EE. UU, UE). Carrera que patrocinan las grandes corporaciones multinacionales y sus cómplices políticos (de bloques, regiones y países), aunque lo que se necesita sea lo contrario, para evitar las consecuencias más drásticas aun causadas por el calentamiento planetario en curso, de modo irreversible, según el Manifiesto de los Pueblos del Sud (Pacto Ecosocial Intercultural del Sur, 2023).
Cada tema y variable de análisis requiere, evidentemente, una investigación particular, solo delinearemos nuestras perspectivas generales de investigación, que consideramos importantes:
- Ecología y democracia, (equilibrio ambiental e igualdad social), son variables complementarias que deben abordarse políticamente de modo conjunto (ZASK, 2022). La ‘acumulación por desposesión’ (HARVEY, 2005) deberá ser políticamente limitada y condicionada, siendo la restitución y devolución un imperativo ético ecoocreativo. Es evidente que hay desigualdades entre los y las seres humanos y las especies; la justicia climática deberá tener mayor amplitud de miras y propósitos, implicando la reflexión de las normas, la moral y la ética de lo político como campo transversal de la totalidad de la experiencia planetaria.
- Esto generaría interrogantes acerca de los conflictos actuales, los que podrían dar pista para anticipar los del futuro: guerras y desafíos geopolíticos, aprovisionamiento de energía, materias primas básicas, agua, relocalización industrial, populismos y xenofobia consecuencia de migraciones masivas, competencia tecnológica, repartición de la riqueza y sostenibilidad ambiental entre tantas variables. Los gobiernos serán sobre todo la institucionalización de los desacuerdos para evitar la guerra, la destrucción del/la “otro/a” desde la gestión democrática creativa de la incertidumbre. La democratización debe ser la norma para evitar todo tipo de autoritarismos tanto de mercado, de los Estados y de modos insospechados hasta ahora, que podrían degradar la autonomía de los y las ciudadanas y a la auto institución soberana de la comunidad hacia intereses particulares minoritarios (económicos, simbólicos, éticos). Los conflictos son constitutivos de lo social, por lo tanto, la tarea es canalizarlos para evitar la destrucción de las relaciones sociales y de los ecosistemas.
- Los destinos demográficos del planeta, en épocas del antropoceno, nos llevan a abordar la pregunta: ¿gobernar para satisfacer los deseos individuales de consumo regulados por el mercado como sostienen las perspectivas neoliberales o gobernar centrando en las necesidades cuantificables y objetivas que son planificables y decididas democráticamente? Responder a esta pregunta supone entrar en temas candentes y profundos, en lo ético y en lo científico: migración, hospitalidad, alimentación y diversidad, que son tres perspectivas políticas transversales básicas, entre tantas urgencias importantes, por las particularidades específicas como por sus efectos sistémicos. Las “identidades” y las reacciones instintivas en contextos de migraciones multitudinarias requerirán prever, acordar y planificar la escasez de los bienes primarios de sobrevivencia. En 1990 hubo 153 millones de migrantes en el mundo, se espera para 2050 haya no menos de 400 millones (informe de OIM de 2010). En 2021 el Informe Grondswell del Banco Mundial modeliza seis regiones del planeta, creando tres escenarios de lucha contra el calentamiento global, de más pesimista al más optimista. Sus proyecciones de cantidad de migrantes en el mundo pasan de 216 millones a 440 millones de personas que realizan migraciones forzadas, en el interior de su propio país. Para ir hacia las hipótesis más optimistas evitando las consecuencias negativas de migraciones multitudinarias, el BM sugiere reducir las emisiones de GEI (gases de efecto invernadero), achicando las diferencias de desarrollo socioeconómico entre países, regiones y bloques geopolíticos. Esto implicaría ir restaurando los ecosistemas para que sean fuente de alimentos y bienestar, ayudar a las personas de todo el mundo del modo más efectivo posible.
- Los destinos de la mundialización numérica, comercial y financiera entre las disputas de bloques geopolíticos en un mundo multipolar. Esta cuarta perspectiva debe profundizarse en su análisis presente y prospectivo. Primero, por cómo las grandes multinacionales (Amazon, Facebook, Microsoft, Google) crean relaciones de poder por apropiación privada de la infraestructura (cables interoceánicos de internet, capacidad de almacenamiento, satélites) que son a la vez de interés y dominio público estratégico. Creando los Estados y los mercados a la vez relaciones de poder cada vez más sutiles como sociedad de control y de seguimiento algorítmico. Esta alianza que subordina el Estado y lo público al mercado económico-financiero, poniendo en duda la libertad misma y acentuando la alienación individual. Promoviendo deliberadamente hábitos adictivos, de consumo compulsivo. Además de ser altamente contaminante por su alto consumo energético, también por las consecuencias de las rupturas tecnológicas y las condiciones de aprovisionamiento -tanto de bienes fundamentales para la vida como de energías y materias raras-. Es ya un tema político más que económico: ¿qué es del orden del deseo de consumo de bienes no necesarios en lo vital promovido por el mercado real-virtual, y qué es una necesidad y utilidad pública-común? Esto implica de lleno a América Latina, siendo un campo disciplinar especifico y transversal, cuya categoría principal de análisis es el “neo extractivismo” (SVAMPA, 2019; Declaración de Bogotá, 2023). El modelo colonial histórico de las minas de “Potosí” en su extracción imperial de la época de la conquista española y del virreinato del Perú, podría ser suplantado por perspectivas de justicia ambiental más inteligentes, por modos de extracción y modelos de desarrollo económico-tecnológico mucho más sostenibles, equitativos, democráticos y ecológicos en su viabilidad socioambiental como criterio de justicia. Esto toca el corazón de la geopolítica actual, abriendo perspectivas que posibilitan “salirse del juego” de la mundialización económica-financiera depredadora, inviable ambientalmente. Los países de América Latina deberán entonces tenerlo en el centro de la reflexión política como bloque territorial y regional, como posición geopolítica a mediano y largo plazo, como enfoque imperativo de transición postneoliberal, convival y ecoocreativa, como propuesta del Buen Vivir (CARVALLO & FRIGERI, 2015; CEPAL 2020; Internationale Convivialiste, 2020).
- Los nuevos paradigmas para un régimen de temporalidad alternativo: Esta debe ser una reflexión que parta desde otras lógicas (no formales) y horizontes no lineales. Es decir, desde diferentes Taos o dualidades antagónicas-complementarias (economía política- antropología; crecimiento - ecología, poder-tecnología, humanidad - Terrestres, sociedad ecología- información democracia; poder- disipación, anticipación prospectiva presente- causalidad creativa de futuro) para pensar el presente y un devenir no lineal. Se trata de analizar y experimentar posibilidades de comportamientos individuales e institucionales más adecuados a los desafíos socio-ecológicos geopolíticos. La inteligencia analítica e interpretativa no se reduce a la capacidad algorítmica, sino a la política como modo de inteligencia colectiva de procesar la ignorancia colectiva e institucional.
- Pensar en concreto de modo político transdiciplinario la Buena vida y la ciudad del futuro, las que deberán soportar calores extremos y escasez a repetición. La ciudad futura como diseño territorial-regional circular, simbiótico, autosostenible y frugal de lo común intergeneracional: vegetalización, aislamiento y climatización, agua y lugares de reaseguro de alimentos producidos por la agroecología, en un mundo que no podrá emitir gases ni crecer económicamente a tasas actuales. Es decir que deberá decrecer en términos cuantitativos y cualitativos para cumplir los objetivos que se ha impuesto la comunidad internacional de emisiones 0 al 2050. Nuevos repartos de lo sensible como realidad “natural” y de la verdad aceptable consensuada delimitarán nuevos imaginarios y medidas específicas post neoliberales (BOURG, 2020; CEPAL 2016), transmodernos (DUSSEL, 2005; 2020).
Hay propuestas que abren marcos generales y principios postneoliberales para otros regímenes políticos, donde la planificación democrática pasa a ser la norma política necesaria del futuro próximo (DURAND & KEUCHEYAN, 2024), así como diferentes propuestas específicas como las sugeridas por consultoras (B&Lévolution). Esta última propone “una aceleración del ritmo anual de renovación de las viviendas”, enfocando en la renovación de los equipos de calefacción. Así también incluyen medidas como la "introducción de un toque de queda térmico, apagando la calefacción no descarbonatada entre las 22.00 y las 6.00 horas para alcanzar una temperatura media de 17°C en los hogares". En el transporte, por ejemplo, para los aviones sugieren en Europa la "eliminación de las rutas internas con una alternativa por carretera o ferrocarril en menos de 4 horas a partir de 2022"; "prohibición de la comercialización de vehículos con un consumo de combustible superior a 4 l/100 km en 2020, 3 l/100 km en 2023 y 2 l/100 km en 2027", "obligación de justificar la necesidad de viajes de negocios". En relación con el uso y usufructo de la tierra, que "cada parcela de jardín debe convertirse en productiva"; "cada región debe ser autosuficiente en alimentos y materiales de construcción"; "prohibición gradual de productos transformados sustituibles"; "introducción de cuotas de consumo de productos importados. En particular, café, chocolate y frutas exóticas"; "ninguna nueva artificialización de tierras en la región a partir de 2019". Por esto es por lo que una “carta de crédito de carbono” es una alternativa pensable, para promover la igualdad de responsabilidades y compromisos entre regiones, países y clases sociales (BOURG, 2019; 2020; 2022).
A modo de conclusión
La nueva clase ecoocreativa en sus dimensiones ecológicas, políticas y socioeconómicas en formación, no será la clase obrera característica del capitalismo industrial y desarrollista (LATOUR & SCHULTZ, 2022; LÖWY, 2011). Esta nueva clase deberá “surfear” entre identidades democráticas complementarias que generaran demandas diferenciales en referencia a otros grupos de intereses. Y, además, deberá hacerlo entre identidades “populares”, en el sentido en que estos espacios más amplios serán la manifestación de una pluralidad de demandas democráticas equivalentes entre distintos sectores sociales, incluidas las representaciones partidarias. La expansión de las demandas en sentido horizontal se conjugará con la constitución de nuevos/as sujetos ecológicos - políticos que serán la versión vertical de lo que podría incluir impactos de cambios significativos en el sistema político, el cual deberá dar respuesta a la proliferación de luchas y conflictos ligados al derrumbe ecológico y las consecuencias sociales que acarrearía.
La pregunta es si hay que radicalizar la acción centrando en la raíz y no en las ramas, tejiendo sinérgicamente las voluntades e inteligencias sensibles en la dirección de un imaginario de compasión con la vida, que hilvane lo posible sociopolíticamente. O, por el contrario, tolerar la tibieza de las instituciones internacionales y los juegos geopolíticos que nos dejan en un horno en el que se sube la temperatura más rápido que lo que preveíamos. Como escribe irónicamente el teólogo protestante e investigador Martin Kopp (VVAA1, 2023: 23) “Cuando nuestro hijo tiene su delicada cabeza sobre el yunque, tenemos la grosería de querer retener el martillo del herrero”. Los mundos posibles en el 2100 son los que estamos haciendo ahora. Lo importante y lo urgente a nivel global ponen en evidencia política lo que no es ni urgente ni necesario en los escenarios al interior de los Estados Naciones. Una situación nada fácil para coordinar y orientar la gestión política de modo ecoocreativo. Escenario en la que la planificación territorial, la gestión y la intervención política hechas democráticamente con participación ciudadana y con una fuerte intervención institucional y operativa publica serán, además de necesarias, indispensables.
La ecoocreatividad ensaya recoger las reflexiones de Enrique Dussel, André Gorz, Michael Lowy, Christian Laval, Arturo Escobar, Durand & Keuchyan, de la International Convivialiste para sumar el aporte de utopías concretas. Esto es, el propósito político de un nuevo imaginario postneoliberal que suplante la utopía inviable del mercado neoliberal y el progreso desarrollista moderno, los verdaderos obstáculos y causas de derrumbe de la biodiversidad. Si todo conocimiento y filosofía expresa, como propuso Nietzsche, “voluntad de poder” entonces estas propuestas que hemos hecho son la expresión deliberada de una voluntad de poder transformar el presente, con visión de futuro. Dicho de otro modo, por el anhelo de aportar a la creación de un nuevo imaginario político-epistémico-social como horizonte de una nueva convivialidad ecoocreativa, como horizonte hospitalario de habitabilidad, en medio de degradaciones ambientales inesperadas (SERVIGNE, 2018; COCHET, 2021; BOURG & CHAPOUTOT, 2022).
El capitalismo en su fase actual de mundialización económica financiera ensaya apropiarse del imperativo ecológico, para convertirlo en nuevas oportunidades de mercado, según la lógica de la acumulación indefinida e infinita, en un planeta finito, manteniendo las condiciones de intercambio desigual (neocolonialismo) con los países del sur global. Es lo que se denomina “greenwashing”, acompañado con el discurso de cuestiones morales y actitudes individuales, ignorando deliberadamente las causas estructurales (modo de producción y distribución, lógica permanente de acumulación en aumento de capital como imperativo sistémico, comercialización de todas las esferas de la vida), con el propósito de una centralización del poder de decisión -acción que linda actualmente con el ecofascismo, con peligro manifiesto de degradación democrática-institucional-. La construcción de un modelo político-económico radicalmente diferente, que bifurque y que sea una ruptura con la lógica estructurante y sistémica, es un cambio civilizacional posible. Por esto es por lo que la “transición económica” y el modelo productivo se hacen más complicados que los relatos simplistas de cambios técnicos y estratégicos en perspectiva de gestión y gobierno, para seguir con el juego de mercantilización total a nivel geopolítico mundial.
La pregunta importante, replanteada desde la ecología ecoocreativa como horizonte político del imaginario futuro desmercantilizado, en el que democracia y capitalismo se volverían cada vez más irreconciliables, podríamos representarla nuevamente: ¿de qué producción social tenemos necesidad realmente para satisfacer nuestras necesidades vitales, con los deseos responsables con la red viviente y compatibles con los objetivos ecológicos de disminuir drásticamente las emisiones de CO2?, ¿cómo podemos de modo democrático decidir la reducción de la esfera mercantil para una transformación social equitativa, disminuyendo nuestro tiempo de trabajo sin olvidar/ignorar nuestras necesidades existenciales?, ¿podemos dejar de lado el acoso de las publicidades y evitar que nos presionen desde el imperativo tecnocrático de acumulación de capital de los expertos al servicio de imperativos neoliberales reduccionistas del economicismo? La nueva clase ecológica-ecoocreativa debería poder crear un/a sujeto político/a que tenga la autonomía como ciudadano/a y la actitud reflexiva de lo político. Que se ponga en cuestión a sí mismo/a, a la vez como ciudadano/a y consumidor/a en sus objetivos individuales y comunitarios responsables, sin ceder a la tiranía del reduccionismo economicista.
Esto podría ser posible desde democracias radicales, como han propuesto Ernesto Laclau & Chantal Mouffe (1987), como retorno de lo político creado por los movimientos sociales que prefiguraran los/las sujetos de una nueva clase (¿ecoocreativa?, ¿ecofascista?, ¿neoliberal-greenwashing?). En la medida en que la creatividad colectiva-cooperativa y la participación ciudadana tengan la posibilidad de abrir horizontes institucionales ecoocreativos, solidarios e igualitarios como dispositivos de experimentación de ampliación de la soberanía, de la recuperación de la autonomía, de la decisión como afirmación de la libertad en medio de degradaciones catastróficas a las que asistimos -todavía de modo naif, muy tranquila y pausadamente-. “Los Terrestres”, al decir de Bruno Latour, deberían estar clamando luego de analizar los datos del sexto informe del GIEC, que las utopías extraterrestres de crecimiento económico con manos invisibles providenciales (o con motosierras) no son, al parecer, ni coherentes ni creíbles por los países del sur (por lo tanto, para los del Norte tampoco…), ni muy adecuadas para estar un poco más frescos/as y, además, para seguir correteando en el planeta…
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[1] Este escrito es una continuidad de las reflexiones de los trabajos precedentes, publicados en esta revista. Ver los números 228, 238 y 241.
[2] Doctor en filosofía. Autor de Critica a la modernidad eurocentrada, EAE y de Ecoocretividad. utopías concretas para tiempos inciertos, EDUVIM. Profesor en EMSAE, en Arts & Métiers, y Universidad Gustave Eiffel-ESIEE Paris, Francia. Integrante del Grupo de investigación de la UNRC (Argentina) “Vulnerabilidad, desigualdad y desarrollo socioterritoriales. Análisis de las brechas y procesos socioeconómicos en Argentina y Provincia de Córdoba 2008-2030”.
[3] Entre tantos: Miguel Benasayag, Pierre Bourdieu, Franz Hinkelamert, Gaël Giraud, Bruno Latour, Frederick Lordon, C. Laval & P. Dardot, Brian Massumi, Jean-Claude Michea, Naomi Kleim, Thomas Picketty. Ver referencias bibliográficas.
[4] Energy Institute - Statistical Review of World Energy (2023) https://ourworldindata.org/grapher/global-primary-energy?time=earliest..2022