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REFLEXIONES Y DEBATES
Ecología y cooperación como horizonte post neoliberal
Número 241 / Año 2023 / Por Busso, Hugo
Los desafíos políticos y epistémicos se aceleran y la transición ecológica que incitan los acuerdos internacionales para limitar el cambio climático irreversible en marcha se ponen al orden del día en las agendas de los países y regiones. La necesidad de cambiar de paradigma desarrollista-productivista a uno diferente no antagonista entre desarrollo y ambiente, se hace evidente desde la perspectiva ecoocreativa en medio de contextos electorales propicios para el debate y la creatividad. Por esto, la ecoocreatividad es un concepto que intenta abrir la perspectiva como horizonte propositivo e interdisciplinario a partir de sugerencias básicas, mínimas y factibles, que tienen la cooperación y la ecología como determinantes. Esto genera el debate acerca de si esta transición conlleva inevitablemente a la estructuración de una nueva clase ecológica postneoliberal, como sujeto del cambio que se pondrá en relación conflictiva inevitable con la herencia moderna neoliberal. El movimiento cooperativo internacional desde esta perspectiva teórica ecoocreativa, deberá enfocar su rol y papel en cuanto actor-sujeto político central para propiciar las tendencias e intenciones prospectivas de otro mundo posible, transmoderno y postneoliberal.
Ecology and cooperation as a post-neoliberal horizon. The political and epistemic challenges are accelerating and the ecological transition prompted by international agreements to limit irreversible climate change is becoming the order of the day in the agendas of countries and regions. The need to change from a developmentalist-productivist paradigm to a different, non-antagonistic paradigm between development and the environment is evident from an ecoocreative perspective in an electoral context that is conducive to debate and creativity. For this reason, eco-creativity tries to open up the perspective as a propositional and interdisciplinary horizon based on basic, minimal and feasible suggestions, with cooperation and ecology as determinants of the proposed paradigmatic horizon. This generates the debate about the transition if this inevitably leads to the structuring of a new post-neoliberal ecological class, as the subject of change that will be placed in an inevitable conflictive relationship with the modern neoliberal inheritance. The international cooperative movement (ICA) then, from this ecooreative theoretical perspective, will have to focus on its role and role as a central political actor-subject to propitiate the prospective trends and intentions of another possible post-neoliberal transmodern world.
Ecologia e cooperação como horizonte pós-neoliberal. Os desafios políticos e epistêmicos em processo de aceleração, e a transição ecológica, promovem acordos internacionais para pôr limites às mudanças climáticas em curso, ainda que irreversíveis, estão na ordem do dia das agendas dos países e das regiões. A necessidade de mudar o paradigma desenvolvimentista-produtivista para um diferente, que não seja antagônico entre o desenvolvimento e o meio ambiente,torna-se evidente a partir da perspectiva eco criativa em contextos eleitorais que propiciam o debate e a criatividade. Por isso, a eco criatividade é um conceito que tem o intuito de abrir a perspectiva dita como um horizonte proposital e interdisciplinar baseado em sugestões elementares, mínimas e factíveis, tendo a cooperação e a ecologia como valores determinantes. Isso, assim, gera o debate sobre se a tal transição conduz, inevitavelmente, à estruturação de uma nova classe ecológica pós-neoliberal, como sujeito de mudança, que será colocado numa relação, inevitavelmente, conflituosa com a herança neoliberal moderna. O Movimento Cooperativo Internacional, a partir dessa perspectiva teórica eco criativa, deverá ter foco no seu papel como ator-sujeito político central, promovendo, assim, as tendências e intuitos prospectivos de outro mundo possível, transmoderno e pós-neoliberal.

Revista Idelcoop nº 241 - Noviembre 2023 - ISSN Electrónico 2451-5418 /  Sección Reflexiones

Idelcoop Fundación de Educación Cooperativa

 

Ecología y cooperación como horizonte post neoliberal

Hugo Busso[1]

 

 

La apuesta filosófica

La ecoocreatividad (ecología, cooperación, creatividad) es una perspectiva filosófica transmoderna y decolonial (Lander, 2001; Mignolo, 2002; Grosfoguel & Losaco, 2009; Dussel, 2020; Dofoix, 2023), que promueve contribuir a cambiar el sentido político y cultural neoliberal de las sociedades modernas eurocentradas hacia una mayor igualdad socioeconómica y adecuada sostenibilidad ambiental.  Para que esto -la ecoocreatividad como utopía concreta- sea factible, será necesario ir transformando y fortaleciendo las instituciones correspondientes que lo posibilitarían, desarrollar la sensibilidad individual e ir reforzando la inteligencia colectiva de cada bio-región en los vínculos integrales con los ecosistemas. Es una decisión filosófica-política deliberada y una intencionalidad expresa para un nuevo imaginario propositivo, ya incipientemente balbuceado en discursos heterogéneos, críticos, y prospectivos al modelo hegemónico de la mundialización financiera neoliberal.[2] Es la intuición filosófica-política como sentido político postneoliberal, a la que habrá que ir instalando más determinadamente en la apuesta filosófica, que se asume racionalmente para entender que hay una causalidad futura que afecta al presente, así como una producción del futuro por los actos de hoy que provocaran penurias a las nuevas generaciones. Esta incipiente perspectiva ecoocreativa ha ido investigando las respuestas alternativas y los análisis interdisciplinarios en su transcurso histórico reciente para ensayar pensar las tendencias posibles del futuro a mediano y corto plazo (2030-2050). A la vez que se afrontan en los estudios vinculados al concepto de ecoocreatividad los problemas societales y desafíos ambientales inéditos que se han generado en el continente latinoamericano, desde las políticas del Consenso de Washington en las cuatro últimas décadas y en Europa en los debates y antagonismos democráticos en el horizonte social y ecológico, hasta los límites de la democracia liberal en las políticas de gestión de la Unión Europea y América Latina.

El problema actual del capitalismo mundial no es exclusivamente económico, por lo tanto su superación y alternativas exceden este nivel de análisis e intervención. Lo ambiental aparece como apertura política ecosocial, implicando de lleno la economía y la ecología desde la perspectiva de ampliación y cuidado de lo común intergeneracional, que subsume la competencia en horizontes normativos, instituidos de cooperación democrática colectiva/experimental. Por esto, consideramos que en América latina no hay solo dificultades sociopolíticas y económicas en sentido desarrollista moderno, a las que deben responder las tendencias de cambio e innovación. Sino fundamentalmente desafíos transversales en la dimensión ecológica, que son problemas inéditos, holísticos, colaterales e integrales impostergables. Por esto es por lo que democracia y ecología, desde la perspectiva ecoocreativa decolonial, son inescindibles en la construcción de sentido de un nuevo imaginario sociopolítico transmoderno postneoliberal, que busque englobar el campo de lo posible y lo real del buen vivir.[3] América Latina si no supera paradigmáticamente los limites epistémicos-políticos eurocéntricos en que se halla situada de modo recurrente -lo que le imposibilita salir de una situación que la tiene estancada desde la época colonial aunque por motivos y contextos diferentes-, sólo podrá lograr una repetición de patrones de acción de las gestiones gubernamentales y diseños institucionales que serán un “más de lo mismo” neoliberal con máscaras de mil rostros, con tendencias ecofascistas[4] muy probables.[5]

 A modo de ejemplos actuales, vemos las dificultades en los gobiernos de Colombia, Chile y Argentina (períodos del 2020-2023), por quedar presionados y encerrados en planes políticos desarrollistas-extractivistas, que no han innovado teórica y prácticamente lo necesario para entusiasmar a los movimientos y organizaciones sociales ofreciéndoles un horizonte de lo posible y deseable en un contexto geopolítico mundial incierto para las próximas décadas. “La declaración de Bogotá” realizada en marzo del 2023, es testimonio de la toma de consciencia de la situación por colectivos de asociaciones y redes de investigadores en América Latina[6] sobre la geopolítica de la mundialización económica financiera neoliberal. Dicho de otro modo, frente a una pretensión deliberadamente hegemónica en la construcción de Universales que delimitan el horizonte del sentido, estamos ensayando proponer, desde la perspectiva ecoocreativa, llenar de contenidos postneoliberales los espacios vacíos de lo político, desde la formulación de utopías concretas como construcción creativa democrática. Este experimento desea transformar “las políticas del desastre” de tendencias neoliberales -como las llama la filósofa Angélica Montes Montoya (2021)-, en tendencias ecoocreativas como dispositivos de experimentación colectiva (Busso, 2023), que se orientan hacia nuevos horizontes de la política, de la estatalidad y que den paso a una nueva clase (no productivista ni moderna en sentido sociológico) en gestación.

La ecoocreatividad como hipótesis y orientación heurística la utilizamos para profundizar en las posibilidades críticas con la modernidad capitalista neoliberal, por un lado. Pero, por otro, abriendo a lo incierto como opción emancipatoria en el horizonte postneoliberal transmoderno, para un futuro próximo 2023-2035, con el objetivo de seguir pensando y creando visiones prospectivas para el mediano plazo (2035-2050)[7]. Nuestras fuentes de inspiración se encuentran en diversos espacios académicos (filosóficos, políticos, antropológicos, etnográficos, sociológicos, económicos) y particularmente a nivel discursivo (prácticas organizacionales e institucionales) donde se fragua la hegemonía y se entretejen los consensos siempre precarios y cada vez más inestables. La ecoocreatividad es una utopía concreta,[8] porque ensaya adelantar el horizonte de sentido de la sociedad que viene, como posibilidad y orientación postneoliberal a instituir políticamente (como visión prospectiva de un futuro posible y deseable de sociedades democráticas radicales – ecológicas transmodernas). Las utopías concretas son una forma de utopía que se basa en la idea de crear una sociedad decolonial ideal, a través de la planificación acordada democráticamente y de la implementación de políticas específicas acordadas por les ciudadanes. A diferencia de las utopías tradicionales, que generalmente son vistas como imposibles de alcanzar, las utopías concretas son consideradas factibles de lograr mediante la acción humana. Estas políticas incluyen la igualdad económica, la justicia social, el bienestar general que buscan el equilibrio y estar en armonía con la biodiversidad regional desde una perspectiva filosófica analéctica[9] (Dussel, 1983: 185-204), donde el/la Otro es aceptade en su radicalidad otra en el juego democrático-agonal (Laclau, 2016; Mouffe, 2018) en donde se crea el sentido (Archké) inestable y cambiante, que posibilita el espacio político que instituye y canaliza los desacuerdos que deben evitar la guerra civil o la violencia de clases.

 Algunos ejemplos de utopías concretas incluyen versiones del socialismo, el anarquismo, el liberalismo y el ecologismo. Así como el liberalismo y el marxismo han organizado la política y han sido su horizonte, la ecoocreatividad podría convertirse en la nueva definición del nuevo frente de lucha, sin ser un partido político o movimiento. Porque la ecoocreatividad pretende ser la delimitación postneoliberal del campo de lo político, un abandono deliberado del pensamiento economicista, la crítica profunda de los criterios acientíficos de competición inherente a lo social del liberalismo desde la cooperación como horizonte de sentido. Aquí, el ‘neoliberalismo’ en lo ideológico es pensado como horizonte hegemónico de la mundialización económica con el ‘monetarismo’ en lo doctrinario económico. En síntesis, la ecoocreatividad, como hemos adelantado con Angélica Montes Montoya (2022), es un neologismo que une tres categorías complementarias e interdependientes como intencionalidad deliberada de salirse experimentalmente del juego de la política y de lo político[10] neoliberal hegemónico: ecología, cooperativismo y creatividad.

  1. Ecología como la ciencia y comprensión integral de la relación entre sociedad en y con su medio, entre e inter-especies. Ha integrado a su reflexión política lo terrestre, junto a lo local y lo global. Es una nueva fuente de conflictos y división del campo intelectual, donde no solo cuentan los deseos y las expectativas exclusivamente humanas. Es una praxis relacional, sistémica en donde se observan las redes de co- implicaciones, analizan las simbiosis y se piensan los efectos y las causas de las interdependencias e interacciones en su recursividad, sin sujetos privilegiades
  2. Cooperativismo como la acción conjunta, entre humanes y terrestres, con objetivos compartidos en función de aumentar las condiciones óptimas de existencia de lo viviente (humano y no humano), promoviendo como sinónimo la simbiosis no parasitaria (Delannoy, 2021). El individualismo, el presentismo (Hartog, 2022; Baschet, 2018) y la competencia son subsumidos y subordinados a este primer marcador, la cooperación en búsqueda de nuevas formas integrales para acelerar la transición ecológica hacia un nuevo estilo de vida, de educación y de prioridades colectivas. Esto implica una resignificación y revaloración del progreso y el desarrollo, redefiniendo la extracción, la producción, el consumo, la distribución, el uso/acceso/propiedad (economía circular, simbiótica, permacultura, bioagricultura) y el destino de los desechos que afectan la biodiversidad, ampliando y protegiendo lo común intergeneracional e inter-especies, en un horizonte decolonial postneoliberal, es decir, ecoocreativo.
  3. Creatividad en el sentido no dogmático ni profético, sino experimental y analéctico. Porque sugiere que lo instituido sea creado en procesos democráticos agonales, directos y participativos de ciudadanes autónomes, evitando repetir lo que es el problema por evitar. La creatividad debe ser impulsada en la dimensión sociopolítica democrática para generar los dispositivos de experimentación que posibiliten ampliar y promover la inteligencia colectiva. Donde el error sea el acontecimiento para ajustarse a las verdades situadas, compartidas. La democracia, desde esta perspectiva, es la gestión institucional de la ignorancia. Por lo tanto, la innovación en todos los ámbitos es una creación siempre colectiva, siendo propiedad común en sus usos, accesos y usufructos, en la medida que el bienestar colectivo sea el horizonte de sentido del bienestar y la libertad individual. La igualdad es lo que debe estar en permanente litigio, contenido por la fraternidad que deberá incluir la competencia y el conflicto en el horizonte de la cooperación política ciudadana del bien común, para la consolidación del Buen Vivir (concepto originario de los pueblos prehispánicos en América del Sur, ha sido incluido en la Constitución del Estado Plurinacional de Bolivia, así como en la Constitución de Ecuador realizada en la presidencia de Rafael Correa).

 

 

  1. ¿Qué hacer cuándo lo económico no es lo central?

El Buen Vivir es el horizonte del espacio de lo político[11], que debe devenir y metamorfosearse permanentemente, alterando por adaptación y actualización los lugares asignados y los espacios de poder de la política. Porque es un espacio vacío que se reconfigura en la acción como espacio específico: lo político. Siendo la política la asignación de lugares fruto de la relación de fuerzas que establece determinadas configuraciones al poder hegemónico y sus formas de crear consenso y conflictos. La pregunta principal que alude a la incertidumbre y al desacuerdo entre les humanes es ¿qué hacer? en estos contextos de transición ecológica demorada. Dicho sea de paso, esta demora es el motor principal de la ecoansiedad, [12] entendida como ansiedad frente a los cambios ambientales evidentes y las amenazas que ya se hacen sentir para el futuro. Todo parece indicar que la sociedad de consumo en los países de todo el mundo es el problema, porque producir más, vender más, acumular más bienes materiales y desear tener siempre más dinero y bienes no es la solución paradisiaca, ni la mejor de las promesas modernas posibles que compiten con los paraísos bíblicos-celestiales. Más bien, parece ser todo lo contrario, puesto que en la actualidad el relato moderno que entusiasmaba los imaginarios con el progreso productivista como misión salvífica y posesión acumulativa de objetos está puesto ahora en duda radical, por las consecuencias ecológicas irreversibles en muchos casos. Sin que haya nada para reemplazarlo como imaginario, que entusiasme multitudes de modo claro y nítido, al menos por ahora. Por lo tanto, hay que forzar más la imaginación para salir del interregno que bloquea las emociones más básicas e instintivas, como el miedo al presente y el pánico al futuro. Ya sabemos por experiencia histórica que las emociones cuando se desatan sin control se vuelven peligrosas por la violencia que generan en la comunidad. A. Hitler, D. Trump, J. Bolsonaro son pruebas de un populismo de carácter tribal (desprecio a les diferentes, inmigrante y pobre). Más aún si son movilizadas por miedos, resentimientos identitarios y odios políticos. Exigir la imaginación política y la irreverencia a prejuicios asumidos como “lo real” en tiempo donde ya estamos a marcha forzada es necesario, porque no hay horizontes superadores, promesas salvíficas ni de reemplazo del problema al que nos enfrentamos como civilización, cultura y humanidad. Solo hay ecoocreatividad probable, entonces es un adelanto incauto, por ahora, de sugerencias, ensayos de diagnósticos y sentidos prospectivos generales por donde deberíamos orientar la praxis de los movimientos sociales postneoliberales, que son o podrían ser los agentes del cambio político, la construcción de una nueva clase ecológica. Este nuevo sujeto como clase ecológica (Latour & Schultz, 2022) o ecoocreativa (Busso, 2022) son visiones teóricas, heurísticas e hipótesis de indagación sociológica y política, no descripciones fácticas de sujetos sociopolíticos actuales. La conflictividad ecológica y política, ligada al desarrollo y al crecimiento económico en todo el mundo y América Latina en particular es un espacio teórico académico transdiciplinario y político-intelectual en transformación (OSAL, 2012; CEPAL 2020; Fassin, 2022, Latour & Schultz, 2022).

Por esto, hemos propuesto en otros escritos precedentes (Busso, 2022), un aporte para el debate como punto de partida no de llegada. Es el punto de partida de la democracia radical ecoocreativa que da el poder no a los expertos sino a la deliberación política de la ciudadanía, ya que el lugar de la Verdad (teológica, dogmática, ideológica como Jehovah, el Estado o el Mercado) es desechado a priori, porque lo político es y debe estar vacío para que pueda justificar y promover el cambio del sentido. Porque es el Demos quien decide autónomamente asumiendo su poder (Kratos), su destino. Esto implica que instituciones financieras y expertes son secundarios o aleatorios en las decisiones fundamentales. Por esto es por lo que creemos factibles las doce líneas generales propuestas desde las tendencias ecoocreativas, para una sociedad más ecológica, cooperativa e igualitaria como intención expresa. Esto es, para no degradar la vida democrática y las ventajas de la libertad -como lo hace la tiranía del mercado neoliberal-, y que deberán asegurar las instituciones que gestionan lo común y lo público de les ciudadanes desde una temporalidad que no esté presa en lo urgente, sino que se autogestione y gobierne democráticamente, auto instituyéndose desde lo importante como destino colectivo decidido de modo igualitario y libremente (Castoriadis, 1998). Esto debe reflejarse en instituciones que promuevan la planificación y garanticen la gestión de un mejor reparto de las riquezas producidas colectivamente, con menos contaminación, menos emisión de gases de efecto invernadero y una reducción del deterioro de los biotopos. Estos objetivos son, en el mejor de los casos, contradictorios respecto de la situación actual donde los Estados Naciones son sometidos a fuerzas y poderes heterónomos. Deberán ser puestos en marcha por consensos entre Estados, partidos políticos, la opinión pública, empresas, organismos internacionales y organizaciones/asociaciones del tercer sector. La práctica política de lo que redefinirá el sentido de “pueblo” saldrá de los marcos creados en el siglo XX, pero no se sabe cómo se dará en las décadas que vienen. Nosotros por ahora la nominamos como “ecoocreativa”, porque en su neologismo lleva los tres ejes que orientan el horizonte de experimentación colectiva postneoliberal: ecología, cooperación y creatividad.

El futuro se delinea en el presente en devenir, la temporalidad es una durée como proceso que incluye al pasado, en su estructura esencial, el aquí y ahora que puede hacer inteligible y crear el futuro. El capitalismo, como modo de producción y reproducción del mundo humano se confronta a una crisis en la que lo económico no es lo central. La dimensión paradigmática concerniente a lo geopolítico de hoy es estructurante de los dilemas y fundamento de las limitaciones interpretativas modernas eurocentradas para comprender el cambio y las tendencias futuras. El capitalismo como modo de organización social, económico y de subjetivación, según puede inferirse del “Sexto informe del GIEC” hecho en 2022,[13] degrada la humanidad desde el exterior (biodiversidad) imponiéndose así a todo lo que toca, destruyendo las condiciones de su propia sobrevivencia, siendo en consecuencia su propia condena (como los virus exitosos que mueren precisamente de tanto éxito). La sacrosanta “innovación” que tanto se invoca, es una fuga temporal que va acelerando ya no su propio fin, sino “el fin” de la vida en el planeta. Por esto, el capitaloceno trae muchas consecuencias por una degradación de las condiciones de vida a una velocidad inesperada. Naturalmente confinados a la zona del oxígeno en un espesor de poquitos kilómetros entre la superficie de la tierra y la atmosfera terrestre, el capitalismo nos encierra en nuestros hogares por pandemias que lo tienen por causa, es decir confinados en sentido general, hasta ahora por el capitalismo que se niega, como todo sistema, a morir.

La agroecología, la economía simbiótica, economía circular son puertas de entrada para rediseñar eclógicamente lo que deberá ser reutilizado, reciclado y reparado en tanto objetos y artefactos de uso. Pero no todo se puede ni debe repararse, como la mundialización económica neoliberal, por ejemplo. Esta ya cedió algunos temas con el “desarrollo sostenible” -un oxímoron, porque une dos antagonistas, crecimiento y sostenibilidad, imposibles hasta ahora en el contexto actual-, para seguir con “más de lo mismo” (y su mitología tecnocientífica como salvavidas improbable del imaginario economicista). El economicismo de la mundialización y su “tecnosolucionismo” concomitante, deben ser reemplazados por la inteligencia primero de la negación dialéctica de las sociedades democráticas atentas, que tengan un proceso interno deliberativo-agonal, que pongan a prueba las ideas que tendrán a la acción como acontecimiento que confirmará o no la coherencia de esta, con evaluaciones democráticas apoyadas en ciudadanes autónomes y en la ciencia que ya asumió la complejidad ecosistémica como horizonte. Luego, por la afirmación creativa de su propia experimentación democrática - cooperativa, la que deberá ser nuevamente negada por la acumulación de contradicciones y dificultades políticas de la nueva etapa ecoocreativa. Esta, exigirá nuevas perspectivas y normativas temporales que incluyan las variables vitales relacionales de la biodiversidad, así como también mejorar la distribución de reconocimientos y beneficios ampliando lo común, escuchando las demandas, reclamos y correcciones como proceso auto instituyente del imaginario de la nueva clase ecoocreativa. La cooperación será el horizonte de despliegue del sentido a crear colectivamente como consolidación de lo común, que debería redefinir el concepto filosófico de propiedad, de lo público y de lo privado en sentido jurídico y económico, por lo tanto político, como perspectiva postliberal.

 

Geopolítica y visiones geoestratégicas de la transición ecológica

El antropo/capitaloceno trae muchas consecuencias en todas las dimensiones de análisis, por una degradación de las condiciones de posibilidad de la vida a una velocidad inesperada, nunca vista en la historia humana y geológica terrestre, al menos en los últimos 10 mil años. Les vivientes, como ya hemos dicho, estamos confinados a la zona del oxígeno, en un espesor de poquitos kilómetros entre la superficie de la tierra y la atmosfera (Aurez, & Georgeault, 2016). Les científiques nos alertan desde hace más de cincuenta años acerca de la urgencia de los cambios, para que no sea tarde -aunque ahora la frase empieza a cambiar de modo significativo, agregando el “tan” tarde, como intensificador de “tarde”. Toda crisis trae consigo como lógica del Yin-Yang nuevas oportunidades y posibilidades de experimentación y creatividad. Nuevas elecciones democráticas en todo el continente serán la oportunidad para otras orientaciones colectivas y reorientaciones de sentido de las repeticiones políticas. Estas repeticiones ya no podrían no ser la necedad obsecuente, patológica, de la avidez desmesurada por adoración de fetiches de valor (divino, financiero, ideológicos), a los que sería mejor dejar de lado. Todo se conjuga en América Latina -en Argentina en particular-, para que la inteligencia, la voluntad y la perseverancia se pongan en acción. Las preguntas son no solo ¿qué hacer?, ¿cómo gestionar los recursos siempre escasos?, sino además ¿cómo formular las buenas preguntas, propiciar los espacios adecuados para tomar las decisiones más pertinentes para orientar las acciones eficazmente y las inversiones de recursos de la comunidad para responder del mejor modo a los desafíos actuales?

Las perspectivas se vuelven difíciles de asir, la espada de Damocles se presenta como trágica si seguimos en el mismo modelo civilizacional, y muy costosa también si cambiamos de modelo socioeconómico cultural a mediano y largo plazo. La transición es ya revolucionaria en sí misma, si se lleva a cabo en las condiciones actuales (“la revolución” es ahora conservar las condiciones de la vida y evitar degradaciones irreversibles). Porque los tiempos apremian y el aumento de la temperatura no reconoce poder volver atrás rápidamente a temperaturas más convenientes para la vida. La alternativa al desmoronamiento ambiental planetario que genera el antropo/capitaloceno, parece ineluctable. Debe ser por esto mismo realista y eficaz, sabiendo que generará demasiados conflictos en todos los frentes, porque deberá ir abandonando la sociedad de mercado para crear otra vez sociedades con mercados, subordinados a las decisiones políticas colectivas, según las necesidades vitales no solo de les humanes, y en donde las esferas de intercambio de elementos vitales de subsistencia se autonomizarían (política y económicamente) del juego del mercado neoliberal (Descola & Pignocchi, 2022:119). Esto requerirá democracias radicales y actores decididos con la pregunta por delante, seguida por la experimentación y la determinación de evitar las pasiones tristes para ir creando algo diferente, en medio de desmoronamientos de las variables climáticas como las hemos conocido y de una disminución atroz de biodiversidad, que hará irreconocible muchos lugares de nuestro bello planeta.

Estados Unidos, China y la Unión Europea están moviendo sus cartas geopolíticas, sin asumir las consecuencias de ser los mayores emisores de gases de efecto invernadero por su historia y por su nivel de vida actual. Sus perspectivas políticas se estructuran desde proyecciones e interpretaciones prospectivas de lo que vendrá, como modo de forzar la incertidumbre incontrolable que se prefigura en el horizonte civilizacional. Estados Unidos no abandonará su verdadero sueño de “extraterrestre” americano -como llamaba Bruno Latour la retirada del entonces presidente D. Trump de los acuerdos de Paris-, posicionándose ante China de modo bélico. El Imperio milenario de Asia seguirá subsidiando sus empresas para tener ventajas comparativas en el comercio internacional, desde su posición de fuerza de ser el PBI mayor en el mundo actual. La Unión Europea ya puso en marcha un conjunto de medidas ambientales (CBAM, en inglés, MACF en francés),[14] de promoción industrial, tecnológica y comercial que se harán sentir con el Sistema de Intercambio de Emisiones (ETS), que penalizará económicamente a los sectores industriales, energéticos, químicos, alimentarios que superen determinado umbral de emisiones. Es decir, ya es posible entender las nuevas reglas de juego como preparación de sus condiciones, que son parte de la guerra comercial inter-imperialista-neocolonial, versión 2024-2050. Pueden verse en las políticas públicas de incentivos a las energías renovables y en los castigos aplicables como límites normativos a las emisiones de gases de efecto invernadero (tanto al interior como al exterior de cada bloque), aunque haciéndolo en su misma incertidumbre en donde la competencia es la clave. El impacto en las exportaciones para los países de América Latina y África será de dimensiones considerables (en las materias primas como la carne, frutas y verduras). Por esto, es de prever que serán más intensos porque los países del sur están generalmente asediados por las necesidades inmediatas de nutrición agravados por servicios básicos insatisfechos, con escasa visión a futuro en sus liderazgos políticos actuales. Por lo tanto, es de prevenir que estos bloques serán arrastrados a jugar un juego geopolítico, otra vez desventajoso, pero en esta oportunidad, peligrosamente mayor. Los tres bloques más fuertes como China, EE. UU. y la UE ya están instalados en el juego futuro multipolar, sin querer abandonar reglas de juego ventajosas (patentes, commodities, reglas financieras con sus instituciones mundiales a su favor) que son el verdadero problema, en un mundo que clama cooperación ecológica y creatividad para salir de un modelo competitivo e individualista que es el inconveniente, el “ancien régime” a superar. La crisis no es una abstracción universal de una situación sin espacio ni sujeto, es el modelo mismo de la mundialización económica financiera actual que nos sumerge en este tipo de temporalidad que ya no es un intersticio y bifurcación en la decisión, es un modo de temporalidad permanente, agobiante, geolocalizado en su destructividad como acontecimiento de su Verdad. Los tres bloques políticos como actores principales saben que la disputa por la hegemonía por un mundo unipolar en ruinas se da en un presente que se extiende en una duración que excede lo efímero, escuchando los ecos del pasado. El retorno de China como jugador principal cambia el tablero geopolítico, en donde la mundialización anglosajona ya lo tiene como vencedor, al menos por ahora. Occidente ha entrado en el tiempo del Kairós (la oportunidad), y es de prever que utilizará la transición ecológica, al menos en parte, como arma geopolítica de guerra para no ceder las posiciones de privilegio conseguidas en los últimos siglos.

 Se va sintiendo con mayor nitidez en los tiempos actuales (Kronos), en todos los niveles -individual, organizacional, institucional- cómo el planeta se recalienta y se reseca cada vez más, en medio de catástrofes “naturales” cada vez más antrópicas. Mientras, América Latina se auto encierra geopolíticamente en problemas endémicos y estructurales de desigualdades económicas que la condenan por sus consecuencias en la nutrición y acceso a bienes básicos para el conjunto de la población (CEPAL, 2022; 2023). ¿Qué se puede esperar en el interregno que visualizamos como sustitución de la matriz societal neoliberal cuando las tres principales potencias llevan la delantera en iniciativas y configuración de las reglas de juego internacionales en un mundo cada vez más multipolar? América Latina tiene su tradición ancestral como referente ecológico, la Filosofía de la Liberación, la Teoría Decolonial[15], la Teoría de la dependencia, las reflexiones de Arturo Escobar (2016), las propuestas interdisciplinarias de la CEPAL (2016; 2020), la Declaración de Bogotá (2023) para comenzar a debatir y posicionarse como jugador autónomo y a la vez cooperativo. Estamos en el tiempo del Kairos (la oportunidad) porque el tiempo de la dehiscencia (la explosión del fruto que disemina sus semillas) ya está entre nosotros. Entonces, ¿esperamos a Godot o damos un salto ecoocreativo? La física quántica parece que viene a la ayuda de la filosofía y la teoría política postneoliberal…

 

Orientaciones políticas básicas para dialogar, preguntar, pedir, sugerir y/o exigir a los actores de la transición ecológica en curso.

La ecoocreatividad (ecología, cooperación, creatividad), sosteníamos al comienzo de este escrito, es una perspectiva filosófica postneoliberal experimental, que promueve por lo tanto otro paradigma sociopolítico, que implicaría tanto una mirada prospectiva de los países y la región en donde el mercado no sería el dogma temático central, ni le consumidore le sujeto sino le ciudadane autónome. Además, es la promoción de un tipo de praxis política-democrática gubernamental creativa, alternativa al NPM (New Public Management, promovido por el Consenso de Washington). Es decir, ecoocreatividad es promover deliberadamente y cambiar intencionalmente el sentido político y cultural a las sociedades hacia una mayor igualdad socioeconómica, con mejor sostenibilidad ambiental post-extractivista (Svampa, 2019).[16] Es otro concepto de valor y de trabajo radicalmente diferente al del capitalismo desarrollista y de crecimiento económico, es una decisión e intencionalidad expresa de un nuevo imaginario que le apuesta racionalmente como sentido a lo político pos neoliberal.[17]

 Los puntos que siguen son indicaciones superficiales e incipientes, presentados de modo muy rápido para abrir el diálogo ecoocreativo, que no se asume neutro en su punto de vista, siendo conscientes de los desafíos que implica y los inconvenientes que generaría. Les sujetos con los que se debería abrir el diálogo con miras al horizonte de corto plazo (2030) -para reducir el 43% de los GEI con el fin de que el recalentamiento planetario no supere los 1,5° c-, a mediano plazo (2050) -para que las emisiones de GEI sean casi nulas a partir de esta década- y largo plazo (2100), deberán evitar expresamente la tiranía económica de lo urgente en materia de acumulación de capital. Les actores deberían ser, al menos a grandes rasgos, les decisores políticos elegides democráticamente, el activismo social (tercer sector) y les investigadores sociales (locales, regionales), que deberían ir preparando las preguntas importantes para abordar la complejidad de la agenda de prioridades. Es decir, deberían ir coordinando según planes acordados las escalas y niveles de intervención, para dar respuestas democráticas en la situación actual de calentamiento climático, desaparición acelerada de especies, reducción drástica de materias raras, de degradación irreversible de los ecosistemas, de catástrofes naturales a repetición, migraciones masivas de personas, y costas que sumergen grandes ciudades. Estos desafíos pueden ser también usados por les actores-sujetos como cuestionamientos, sugerencias, peticiones y/o imperativos en democracias radicales y agonísticas donde los conflictos políticos se recalentarán, en proporción, aún más que el planeta. El devenir dependerá de la perspectiva democrática recursiva de cada país y de cada une como ciudadane autónome y libre, en referencia al sentido deseado como destino colectivo, en la determinación de su futuro. Las dificultades, limitaciones y conflictos están asegurados desde estas perspectivas, pero la catástrofe será, -es de prever desde los informes del GIEC (2022) y las indicaciones de la CEPAL (2020)-, aún mucho mayor si se continua con este modelo económico internacional de protección de las condiciones de acumulación de capital financiero-económico, de prácticas extractivistas compulsivas de materias primas y expectativas económicas financieras de crecimiento permanente.

Veamos a continuación los puntos para abrir el diálogo:

  1. Les propietaries y dirigentes de empresas que contaminen y degraden el ambiente deben ser desposeídes de toda ventaja fiscal o subvenciones estatales. Es decir, dejades de lado sin compensaciones económicas, reorientando sus actividades productivas y de I+D hacia la transición ecológica. Se deberá ir poniendo límites normativos y sistémicos a todas las actividades que no respeten los acuerdos internacionales para reducir drásticamente las emisiones ligadas a energías fósiles.
  2. La fiscalidad de bienes y servicios a nivel territorial, regional, nacional e internacional deben reestructurarse para reintegrar los desarreglos y daños cometidos en la producción y consumo que se inflige al capital natural. Deben ser pensados a la vez para reducir las desigualdades socioeconómicas existentes en todos los niveles. ¿Es posible y deseable la transición ecológica con desigualdades económicas crecientes en la distribución y responsabilidades de los costos a niveles locales y globales? ¿Cómo pensar la extracción del litio en América Latina y el Coltán en África, el carbón, el gas y el petróleo de modo eco responsable?
  3. Las instituciones financieras y de crédito deben centrar su acción en la transición ecológica, encareciendo las actividades productivas y de consumo que utilicen energías fósiles. Se han otorgado, según Le Monde (2024), mil millones de dólares en financiamientos y subvenciones a las economías fósiles en los últimos 7 años, siendo México el peor ejemplo. Los mercados financieros al igual que los mercados económicos deben estar subordinados políticamente en todos sus niveles por los imperativos climáticos que son desafíos a las condiciones vitales de les Terrestres.
  4. Dar personalidades jurídicas adaptadas a formas democráticas locales para la protección y ampliación del capital natural. “Guardianes de la naturaleza”, representantes legales-jurídicos que toman la voz de ríos-especies, asambleas representativas de los actores involucrados, consultas y plebiscitos, promoción de modos de gestión cooperativos, inclusión de asociaciones, cámaras de representantes sectoriales (Truong, 2023). Cada lugar debería adaptarse a su forma de democracia local con modos representativos directos e indirectos, porque la participación y las decisiones deberían ser vinculantes como proceso cooperativo de radicalización y profundización democrática local, regional e internacional.
  5. Recentrar desde una racionalidad cooperativa y ecológica los costos, los beneficios y los desafíos sin reproducir esquemas hegemónicos coloniales, de subordinación de fuerza militar-económica, ligados a la geopolítica hegemónica eurocentrada. Las objeciones políticas a esta propuesta son tan obvias como los prejuicios filosóficos que reproducen, a modo de complicidad, los esquemas de destrucción ambiental y sometimiento masivo a las ambiciones financieras-económicas (que implican devociones fanáticas y deseos dignos de interpretar en sentido filosófico, antropológico y psicológico, como lo ha hecho Amselm Jappe (2017).
  6. La transformación del modelo productivo y de consumo, la ampliación de lo común en su uso, acceso y usufructo es un imperativo que implicará el debate de los conceptos de propiedad, igualdad, libertad y solidaridad. Un nuevo paradigma o “nuevas luces” se abre en el horizonte intelectual. Por esto, los activos y pasivos económicos deben reevaluarse en función de los objetivos a mediano y largo plazo. Los efectos externos deben evaluarse como costo al tiempo que se deberá definir quién se hace cargo de daños y perjuicios a corto y mediano plazo. Reorientar el consumo y las elecciones de vida a un modo compatible para la mayoría. El 10 % de los más ricos del planeta es responsable del 50% de las emisiones de gas de efecto invernadero al año, el 1% más rico emite 110 ton de CO2 por año de media, el 50 % de los más pobres, el 1,6 ton, el 10 % más rico 31 ton, según el informe de Chancel & Picketty (2022) en World Inequality Report.
  7. Los precios deben contribuir a orientar las decisiones de producción y consumo, en referencia a las prioridades de la transición ecológica. Los efectos y costos externos no deben ser absorbidos impunemente por la sociedad, sino más bien deben ser impedidos o minimizados al máximo.
  8. La publicidad debe ser reorientada por la transición, abandonando los criterios de la sociedad de consumo.

 

Lo cierto es que la transición ecológica nos muestra nuestra dependencia de las energías fósiles, así como de las “materias raras” (scandium, antimonio, disprosium, tungsteno, indium) que se usan para pantallas táctiles e instrumental de alta complejidad, coches eléctricos, torres eólicas, lámparas de bajo consumo, etc.; de la que China es el actor y productor principal (la Unión Europea depende en un 98% de China para estos materiales). La materia prima en forma de energía y minerales es una adicción insuperable en el corto plazo, según los imperativos actuales macroeconómicos: el crecimiento es un imperativo interno de la mundialización económica.  Para esto hacen falta más materias primas y más energías (carbón, petróleo), situación antagónica con los compromisos y consejos científicos para no superar los 2° centígrados en las próximas décadas. Ni las innovaciones tecnológicas ni los sistemas políticos modernos salvíficos parecen venir al auxilio que demanda la situación, sabiendo que en 2019 las emisiones de GEI fueron 12% más elevadas que en 2010 y 54% más que en 1990, según Nadia Maïzi, miembro del GIEC (2022).[18] Es momento entonces de abrir nuevos horizontes civilizacionales, ya que mientras más demoremos en tomar y operativizar las decisiones democráticas más duro será el aterrizaje a la comprensión en “carne propia” de lo que ya los informes del GIEC dejan entrever. ¿Cuán lejos o cuán cerca estamos en lo que necesitamos y queremos para nuestras sociedades, para el futuro de nuestres hijes y de todo lo viviente en los relatos, discursos y promesas de les candidates presidenciales actuales en América Latina y el mundo?[19]

 

 

 2. ¿Qué es posible pensar y hacer en América Latina con las promesas electorales de desarrollo, crecimiento económico y de mayor capacidad de consumo en tiempos de recalentamiento planetario?

 

Seis orientaciones para ensayar otra praxis y una nueva gestión de la biodiversidad[20]

Ya no es tiempo de lamentos ni de lágrimas, ni de permitir deprimirse porque estas actitudes y comportamientos no resuelven los desafíos y dificultades que tenemos por delante, en los que se juega la vida de todos los Terrestres en las décadas y siglos que vienen, según nos alertan los científicos del GIEC y el IPCC.[21] Muy específicamente, desafíos que tienen como tema la responsabilidad de la muerte de millones de seres, tanto humanes como no humanes, en un plazo insignificante a nivel geológico, es decir hasta fin de este siglo (Henry, 2023). Por esto pensamos que se está dando una ampliación ética-estética-política de la sensibilidad humana con todo lo viviente, que ha abierto la crisis ecológica producida por el paradigma moderno eurocentrado en los últimos siglos. Por esto, sostenemos que es tiempo de utopías concretas, plausibles y factibles (las que ya he adelantado en el libro Ecoocreatividad. Utopías concretas para tiempos inciertos).[22] Partimos de que ya hay consenso en las instituciones mundiales en que es necesario crear y ampliar los espacios protegidos, como ayuda a todo lo viviente para la restauración de los ecosistemas destruidos. La protección y el cuidado sin ambigüedades son acciones básicas para hacer frente al declive ecológico acelerado y sus dramáticos efectos a largo plazo para todos les vivientes de este planeta.

¿Qué hay de previsión expresa y factual en las perspectivas políticas electorales en toda América Latina a partir del 2020? Cuidado y protección que son urgentes no solo porque los tiempos apremian, también debido al fracaso de las políticas de preservación, según muestran los datos del IPBES (la versión del GIEC que mira la biodiversidad y el estado de los seres vivientes) en sus informes sucesivos. Tres mil quinientas millones de personas se encontrarán en las próximas décadas en contextos altamente vulnerables induciendo a migraciones climáticas, el 25 % de las especies animales y vegetales están ya en peligro de extinción. Los escenarios previstos por el GIEC para el calentamiento varían entre los más optimistas desde 1,5° c hasta 4°c a fin de siglo, lo cual resultaría en un planeta invivible para las condiciones actuales de les terrestres. Por esto es por lo que los imperativos políticos deberán regular la ampliación de lo común y la planificación del cuidado que restaure e impida nuevas degradaciones. Esto será un límite a los criterios mercantilistas de la mundialización económica-financiera, es decir a los sistemas que tienen el laissez-faire y el “libre mercado” como modelo economicista de funcionamiento que no han incluido la segunda ley de la termodinámica (la entropía) a sus marcos teóricos (Giraud & Sarr, 2022: 119).

.[23] Mientras más demoren las instituciones internacionales en custodiar los intereses y objetivos de acumulación de ganancias de las empresas en sus dogmas actuales, más virulentas serán las confrontaciones y conflictos entre bloques geopolíticos, países, regiones, clases y grupos sociales.

Por esto es por lo que -sabiendo de los conflictos que se avecinan y los inevitables enfrentamientos políticos ya sea por seguir con más de lo mismo o por dar un golpe de timón hacia políticas ecoocreativas-, la propuesta que sigue aquí abajo es un punto de partida sugerido en donde deberían encontrarse las diferencias y desacuerdos de las intencionalidades político-filosóficas de cada región y territorio.  Los criterios políticos de base (ecológicos, cooperativos e innovadores) para cualquier gestión gubernamental (territorial, provincial, regional, nacional) deberían ser al menos próximos a estas seis variables, según proponen algunes especialistas (Grandcolas, 2023: 115).

de los más reconocidos:

  1. La abundancia de lo viviente, la biomasa y las funciones ecológicas que cumplen en territorios sin limitarse por las fronteras de los Estados-Naciones.
  2. La cantidad de las especies amenazadas.
  3. Procesos bióticos (sitios de migración y/ o de reproducción) que deben respetarse y protegerse como condición indispensable de la salvaguarda de especies que deben tener un mismo marco regulatorio humano, independientemente de los países y regiones.
  4. Originalidad de las comunidades (animales, vegetales y microrganismos); hay especies que se encuentran solo en determinadas regiones haciendo muy pequeño el margen de espera e intervención de la protección.
  5. Rol del canal o corredor entre especies protegidas, situación en la que la propiedad privada debe ser puesta profundamente en consideración por el derecho internacional, al igual que la importancia de lo común intergeneracional.
  6. Escasa modificación hecha por les humanes. Los lugares vírgenes y de escaso impacto humano son en porcentaje demasiado ínfimos e incluso, en algunas regiones, inexistentes.

 

Es de prever que estos criterios serán más que todo un nuevo problema, aunque arrime sugerencias de expertes científiques en políticas ambientales. Evidentemente, estos seis criterios de acción traerán nuevas conflictualidades políticas novedosas, porque aproximadamente dos mil millones de humanes son presentes en estos espacios planetarios. Habría que proponer modos de progresar con la biodiversidad en complementariedad con la protección de los ecosistemas, que deben ser simbióticos y empáticos con lo viviente (CEPAL, 2020; Descola & Pignocchi, 2023; Escobar, 2016). Por esto es por lo que habrá que encontrar las maneras de reducir los antagonismos políticos canalizándolos institucionalmente en democracias radicales y agonales como proponen las reflexiones de Ernesto Laclau & Chantal Mouffe (1987) para, por un lado, intentar disminuir el impacto de nuestras sociedades en todos sus niveles y dimensiones en los ecosistemas. Por el otro, para evitar el ecofascismo. Habrá, en concreto, que reintroducir especies salvajes para restaurar los procesos ecológicos desaparecidos que a la vez reactualizaran viejos problemas (como la reintroducción de lobos, linces y animales en serio riesgo de extinción).[24] Por lo dicho anteriormente, los sistemas eco/sociológicos deberán estar alertas a la rapidez y la brutalidad de los cambios globales, que obedecen a tiempos y lógicas económicas-productivas y geopolíticas. Produciendo el problema mayor o el riesgo de una degradación aún más acelerada de los vivientes y de las culturas, si no se ponen en claro las prioridades ambientales en sus tiempos y magnitudes. “La declaración de Bogotá[25] es un claro ejemplo de la toma de consciencia y de propuestas urgentes para toda la región, formulada por una red de investigadores y activistas sociales de varios países de América Latina.

Resoluciones prácticas para reducir las presiones sobre la biodiversidad

 

Harán falta nuevas instituciones internacionales, por ejemplo, una OME (Organización Mundial de la Ecología) que subordinen al FMI, al BM y al GATT. Dicho esto, muy rápidamente, la nueva institucionalidad deberá tener en cuenta al menos cinco variables medibles y planificables por gobiernos, agencias gubernamentales y administraciones públicas. Es de adelantar que los datos y las informaciones que se dispongan deben tener un carácter público, cooperativo, que debería trascender las fronteras e intereses geopolíticos y sectoriales. Estas cinco variables necesitarán de la inteligencia colectiva inter y transdisciplinaria, pensando como humanidad que asume ser parte integrante en igualdad de importancia con todo lo terrestre:[26]

  1. Las poluciones (análisis diacrónico y sincrónico, a nivel histórico y prospectivo).
  2. El cambio climático (en concordancia y complementariedad con las otras ocho variables que mide el GIEC).
  3. La sobre explotación de recursos bio-químicos y energéticos.
  4. Las especies exóticas invasivas (control riguroso a escala internacional).
  5. La destrucción de hábitats (en cantidades mensurables, analizando proyecciones temporales y objetivos enmarcados, con consecuencias jurídicas nacionales e internacionales).

 

Una segunda dimensión por analizar sistémicamente podría ser la reorganización de la economía y los sistemas productivos. Por ejemplo, si analizamos la agricultura, habría tres variables como la producción por los recursos e insumos, lo alimentario como efecto concreto en lo humano, y lo energético, no solo en relación con la descarbonización de hábitos de vida y productivos, sino en sentido más integral y holístico en el horizonte de los objetivos globales asumidos intergubernamentales por la COP 27 (Climate Change Conference) y las expectativas que se abren para la COP 28, en noviembre del 2023. Para analizar esta segunda dimensión, proponemos los siguientes ejes:

  1. De producción, cambiar de un modelo extractivista e industrial de monocultivos y uso intenso de nutrientes y de pesticidas para fumigar a uno más simbiótico, donde la agroecología y la permacultura sean la clave, no utilizando pesticidas, promoviendo la diversidad de cultivos y su rotación, con parcelas más pequeñas y con la inclusión de bosques, pantanos y animales.[27]
  2. Alimentarios, con un fuerte impacto en la salud, recuperando sabidurías de medicina milenaria como el ayurveda, el taoísmo, la experticia de chamanes amazónicos en el conocimiento de plantas (entre tantas otras perspectivas).
  3. Energéticos, descarbonizando tanto la producción y los hábitos de vida (transporte, alimentación, habitación). Esto implica un cambio de paradigma, un nuevo imaginario. Es decir, donde la reducción economicista, mecanicista, materialista y química deje lugar también a interpretaciones holísticas, intégrales y energéticas de carácter sistémico.

 

 

3. Los paradigmas ecoocreativos en formación, ¿se traducirían en una nueva clase ecológica que enfrente otras formas de acumulación y dominación?

 

Lo que hemos esbozado en nuestro enfoque prospectivo para una etapa ecoocreativa en los puntos 1 y 2 son orientaciones generales para tener en cuenta en el debate actual como utopías concretas iniciales, no radicalizadas a la altura de los desafíos urgentes que nos alertan los datos del GIEC. La cuestión podría ser entonces cómo promover la profundización del diálogo político como modo discreto de incentivar mucho más la transición ecológica justa y solidaria en América Latina que implicará, entre muchas otras cosas, un cambio conflictivo de paradigma en lo educativo y cultural. Porque afectará los imaginarios sociales y los mitos que sustentan los imaginarios culturales e históricos. Por esto, serán necesarios nuevos horizontes educativos y nuevas formaciones laborales para un saber actuar y transformar adecuado.[28] Será el momento para desplegar nuevos contenidos para las orientaciones de la gestión de lo público, para los actores que requerirán, muy probablemente, estar preparades para los cambios socio- económicos ya en marcha. Estamos demorades por la ignorancia de las elites en pleno auge de la Inteligencia Artificial (IA) y por las dirigencias políticas eurocéntricas que parecen no haber alertado que estamos en el siglo XXI. Los esfuerzos de quienes comprendan el sentido de estos cambios transformadores deberán ser reconocidos e incentivados como ejemplos de conducta y actitudes para aprender críticamente. Esto no implica que no haya lugar para el error y el cambio de orientación. Solo señalamos que estamos en épocas extremadamente creativas e innovadoras en lo conceptual, de migraciones masivas y cambios de las condiciones y variables biológicas para todas las especies.

Para François Hartog (2021) y Jerome Baschet (2018) estamos en un cambio de régimen histórico de temporalidad. Se necesita para esta etapa experimental e incierta líderes pensantes y formades, que sean talentoses por la imaginación y la creatividad. Los efectos en los modos de vida serán fruto, en parte, de reorganizaciones económicas en donde le consumidore debería dejar el lugar de la docilidad de víctima cautiva y la sumisión como ciudadanes, apoyándose en instituciones políticas robustas, que sepan canalizar y contener los antagonismos de intereses y expectativas (Mouffe, 2019). En democracias que le permitan decidir qué quiere, como lograrlo, cuándo y para qué poniendo en subordinación al mercado económico y financiero. Porque no basta el mercado, ya que éste debe adaptarse a los requerimientos del ciudadane autónome y soberane. La sobriedad deberá recurrir a las sabidurías antiguas y modernas de diferentes aires culturales e históricos. En donde la cooperación, la caridad, la generosidad, el amor y la compasión no solo con lo humano nos harán actuar en el entramado viviente, mezclando la política, las ciencias y las espiritualidades en las decisiones tanto personales como comunitarias,[29] en un horizonte de “Nouvelles Lumières” (Pelluchon, 2021). Dicho de otro modo, en un horizonte “Transmoderno” (DUSSEL, 2005; 2020), que llamamos “ecoocreativo”, a lo largo de este escrito y en las publicaciones precedentes como propuesta concreta de orientación filosófico-política.

 Por esto, en las ciencias sociales y políticas hay diversos temas y preguntas relacionados con los contextos presentes y los futuros posibles, como tendencias que ya se manifiestan en los estudios de Prospectiva Estratégica. Futuros posibles a los que deberemos apuntar como intencionalidad de causalidad futura, tanto individual como colectivamente, preservando institucionalmente y ampliando la democracia a todos los dominios importantes de decisiones (CEPAL, 2016). La democracia radical deberá llegar políticamente al corazón de las decisiones económicas, afectando el concepto mismo de propiedad privada. De todos modos, no es una reflexión de futuros posibles como ejercicio de la imaginación abstracta; es de importancia estratégica pasar a la acción, tanto en EEUU en la Global Trends 2040 de la Oficina de Inteligencia Nacional,[30] así como lo hacen China, Japón y la Unión Europea.

 Asumimos estos temas tratados de manera superficial -porque evidentemente están aun con demasiadas lagunas epistémicas y heurísticas-, aunque es de esperar que prometerán más conflictos novedosos e intensos en al menos las cinco perspectivas simples, factibles y orientadoras del debate propuesto abajo. Estas orientaciones deberían ampliar lo común y lo público, limitando deliberadamente las desigualdades perturbadoras, producidas con la transferencia de beneficios hacia ínfimas minorías privilegiadas, extremadamente contaminantes (Pickety, 2019):

  1. La creación y consolidación impostergables, sin demora, en América Latina de contextos económicos favorables para la transición ecológica a mediano plazo en relación con los compromisos acordados en la COP. Estos acuerdos son indispensables en el continente, en esta primera etapa, en la que algunas regiones están mucho más avanzadas en la puesta en marcha (China, U.E y los EE.UU), donde hay países que tienen ya experiencia a compartir, como casos de éxito y errores a prevenir que deberían ser tenidos en cuenta en su adopción y adaptación.
  2. Reducción del consumo de energía por habitante, dando como modo transitorio hasta 2030, una “carta de crédito de emisiones de carbono”, como forma de justica social y económica distributiva entre clases y regiones. Quién contamina más de lo permitido y asignado (viajes, objetos), transfiere en lo económico a los que son más sobrios o pobres (se permite una media de contaminación por habitante a escala mundial). Medida que replica la lógica financiera actual que, si bien responde con la lógica del modelo imperante, enfoca en el “fetiche de adoración”, el dinero, funcionando como penalización liberal. Por esto, debería ser solo temporaria (2030), hasta encontrar nuevas formas de regulación.
  3. Reducir el consumo de proteínas animales, para ir circunscribiendo la superficie de tierras cultivables delegadas a la alimentación animal, disminuyendo así la cantidad de alimentos destinados a los animales de crianza. Desviándolos a estos alimentos (soja, maíz, trigo, etc.) a paliar el hambre de millones de personas y de regiones, afectadas por el cambio climático.
  4. Fuertes cargas fiscales y restricciones legales para incentivar la reducción material -energética del consumo ligado al ocio y al lujo (jets privados, gastos y prácticas muy costosas en lo energético como pistas de sky en zonas sin nieve, terrenos de golf en zonas muy secas, etc.)
  5. Reforzar la presencia de vegetación, de alimentos y recursos en las ciudades y en todo espacio común.

 

La configuración de clases sociales como las que hemos visto en la época de la industrialización de los dos últimos siglos y la presencia de Estados soberanos en América Latina en siglo XX, parece haber dejado claro que las nostalgias épicas de tendencia revolucionaria clásicas (“luchistas”, escenográficas) para asaltar el “palacio de invierno”, han terminado.[31] El frente de lucha se ha modificado según Bruno Latour (2017; 2021; 2022) implicando la obligación de redefinirse por fuera del imaginario moderno con las tendencias de cambio social. Reconfigurándose en relación con el contexto de desafíos y situaciones climático-planetarias (Bourg, 2020). La nueva clase ecológica y/o ecoocreativa supone ser pensada en transiciones societales para las que no tenemos ninguna orientación previa ya lograda, donde las ideologías conocidas no nos sirven de mucho para entender o justificar las situaciones conflictivas y antagónicas. Por esto es por lo que habrá que pensar desde las ciencias sociales, desde otro lugar que lo meramente moderno, porque las formas que podría tomar una nueva clase ecológica no son las de una clase progresista, moderna y productivista (Latour & Schultz, 2022).

 La competencia neoliberal, en cuanto palabra clave de su nomenclatura ideológica, será suplantada por la cooperación experimental ecológica. Creada por actores que participan activamente como ciudadanes autónomes y libres, en democracias radicales postneoliberales emancipadas en su intencionalidad de utopía concreta de la tiranía del “presentismo” (Hartog, 2021; Baschet, 2018). La “clase ecoocreativadeberá comprender qué lugar ocupa y el modo en que lo hace en el proceso de producción material de subsistencia humana, así como conocer su responsabilidad en la destrucción de la biodiversidad y las posibilidades ecoocreativas de cambio. Por esto no será una clase social soberanista ni nacionalista, cuyo foco esté puesto en la pertenencia imaginaria a la identidad del Estado-Nación, dado que desde la ecología los problemas y desafíos al igual que las respuestas políticas posibles y deseables son y serán planetarios, integrales y sistémicos en su enfoque. Las democracias deberían ser regionales en los territorios cuya continuidad bio-ecosistémica sea coherente científica, cultural y políticamente.

 Tampoco la clase social marxista sería adecuada como referencia para pensar la clase ecoocreativa en su comprensión teórica, ya que el concepto de trabajo debe ser resemantizado en contextos donde la Inteligencia Artificial y las nuevas condiciones de producción y consumo cambiarían radicalmente. Esto es, escapando a las determinaciones inherentes a las revoluciones industriales precedentes, para pensarse en el presente en su devenir a fin de siglo (Sloterdijk, 2023; Latour, 2022).  El frente de lucha de la nueva clase ecoocreativa sería amplio, en formación de campos de poder de modo permanente y en delimitación política constante.

Por esto dicho anteriormente, lo moderno progresista democrático-liberal es lo viejo: es el antiguo régimen por superar, como lo fue la monarquía para el liberalismo en la modernidad europea, la burguesía para los partidos comunistas del siglo XX, así como las colonias monárquicas eurocéntricas para las burguesías criollas de América Latina. Los riesgos políticos democráticos son ya presentes: por un lado, seguir con “más de lo mismo” de orientación neoliberal, siendo lo que se niega a dejar lugar a otras experiencias por fuera de su imaginario. Una segunda tendencia podría ser también un híbrido “ecofascista” como reacomodo institucional de espacios de poder de la nueva derecha, en tanto que la ecología no es ni patrimonio ni exclusividad de izquierda política (Dubiau, 2022). Como tercera perspectiva, visualizamos el horizonte ecoocreativo (decolonial y transmoderno), del que lo más visible por ahora es la incertidumbre a la que invoca, por la creatividad que incentiva y los temores que moviliza en los sectores que no quieren ni pueden abandonar sus privilegios económicos-patrimoniales ni el sistema extractivista y depredador hegemónico de un modo de vida ya insostenible.[32]

 Oír o leer esto último, la ecoocreatividad, anuncia lo inesperado que resultará para nuestros imaginarios políticos y paradigmas civilizacionales los cambios inevitables, así como las situaciones irreversibles para las cuales no solo no estamos preparados, sino con las que será muy difícil convivir (sequía, falta de recursos energéticos, decrecimiento económico abrupto, impotencia tecnológica para afrontar las dificultades). Se calienta así no solo el planeta, se pone al rojo vivo la conflictividad política que se avecina en el corto plazo, sea cual sea el camino elegido. Clamando, lo que vendrá, por anticipar los acontecimientos terrestres de los que ya hay signos. Por esto habrá que ir trabajando desde ya en las dimensiones de previsión de catástrofes regionales y en la precaución de los escenarios sociopolíticos del futuro próximo, para los que la acción gubernamental debe activarse (si es que no es ya demasiado tarde). El resto se hará, muy probablemente, a los gritos (que les sordos y negacionistas ni escuchan, ni querrán oír). “El juego del avestruz” -el esconder la cabeza para no ver, irremediable, creyendo que por esto no existe- es cada vez más peligroso. La pregunta continúa aguijoneando la inteligencia colectiva y el entusiasmo filosófico que retorna herido a la búsqueda cooperativa de orientaciones epistémicas en formas de utopías concretas transmodernas, como principio activo de la esperanza terrestre.

 

 

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[1] Profesor en el departamento de Lengua y Cultura en ENSAE-Polytechnique y Arts & Métiers (París, Francia). Doctor en Filosofía (Paris 8-UBA). Correo electrónico: hugobussoformacion@gmail.com

[2] Ver referencias bibliográficas sobre estas discusiones y debates en Bourg (2020), CEPAL (2020), Delannoy (2021), Descola &Pignocchi (2022), Escobar (2014), Latour (2017), Lowy (2011), Norton (2021), Pelluchon (2022), Servigne (2018), Internacional Convivialista (2020), entre tantas más, desde donde hemos ensayado hacer una síntesis para el análisis prospectivo y las sugerencias de utopías concretas.

[3] En lo referente a la relación ecología y democracia, nos apoyamos en los siguientes autores: CEPAL (2020); Zask (2022); Servigne (2018); Barthélémy (2022); Cochet (2019); Bourg (2021). Descola & Pignocchi, (2022); Grandcolas (2023); Busso, (2022).

[4] DUBIAU (2022).

[5] Javier Lewkowicz (2023) muestra el debate dado en la OMC en 2023, en el cual adelanta los ejes políticos-ecológicos de EEUU, China y la Unión Europea, para entrever los efectos e impactos geopolíticos probables que podrían darse objetivamente en los países del capitalismo periférico y dependientes de la mundialización económica-financiera

[6] Ver Declaración de Bogotá (2023).

[7] Remito a BUSSO (2022, 2023), en donde me explayo sobre estos temas.

[8] Este concepto remite a Ernst Bloch, autor de El principio esperanza, para quién la utopía concreta busca a grandes rasgos combinar los ideales utópicos con la realidad práctica. Para el pensador francés de formación marxista, la praxis se da en ir buscando políticamente crear sociedades y sistemas sociales que se acerquen idealmente a la perfección, sin perder de vista las condiciones y limitaciones del mundo en el que vivimos concretamente. Ver también Wallerstein (1998) en donde las reflexiones ecoocreativas se encuentran de modo más próximo.

[9] La analéctica es un método creado por la Filosofía de la Liberación, desarrollado por pensadores como el teólogo Juan Carlos Scannone, el filósofo Enrique Dussel y el antropólogo Rodolfo Kusch. Dussel explica el método en su libro Filosofía de la liberación, como método adecuado para realizar la tarea filosófica. El término analéctica (en griego antiguo, ανωλεκτική) se forma con la unión de los términos griegos ανω anó, que significa "más allá", y λογιζομαι loguizomai, que significa "razonar". Para Dussel, la dialéctica considera la unidad de los diferentes, de los contrarios en la totalidad del ser. La analéctica significa ir más allá de la totalidad y encontrarse con el Otro, que es originalmente distinto y por tanto su logos irrumpe interpelante más allá de mi comprensión del ser, más allá de mi interés. Este método integra, al menos en su base, dos modos de análisis filosóficos ya tratados y utilizados por la tradición filosófica: la analogía (método clásico, bastante utilizado en el tomismo y otras escuelas de la escolástica), y la dialéctica (ya se la entienda en su vertiente platónica o en su vertiente hegeliana/marxista).

[10] «La» política en sentido policial en el que ya han sido asignados los lugares y recursos, que niega los cambios y sostiene las decisiones; lo político como espacio vacío y condición de posibilidad de las transformaciones fruto de las luchas y del devenir político de la sociedad en sus desacuerdos y debates democráticos. Seguimos la idea de Jacques Rancière (1996) en su clásico libro El desacuerdo. Filosofía y política.

[11] La CEPAL (2020: 35) define este concepto de la siguiente manera: “En ese contexto, el bienestar o el buen vivir de la humanidad debe ser el fin último de las estrategias y los planes nacionales de desarrollo, o de las orientaciones de mercado, del estilo de desarrollo. Al reconocer la complejidad de la realidad, los enfoques se orientan a robustecer las capacidades de hombres y mujeres para enfrentar la incertidumbre. […] Lo económico es apenas una de las aproximaciones al buen vivir (como ejemplo de la complejidad y multidimensionalidad del problema, sobre la relación entre la droga y la sostenibilidad). Los economistas deben unirse a otras disciplinas, como la filosofía, la psicología, la ecología, las ciencias políticas y las otras ciencias sociales, que han tratado de descifrar el comportamiento humano.“

[12] “Ecoansiedad” es un concepto nuevo que se refiere al miedo, ansiedad o preocupación excesiva relacionada con los cambios climáticos y sus impactos en el medio ambiente. Suele manifestarse en les individuos como una forma de preocupación generalizada o en modo de trastornos mentales específicos, por ejemplo, el trastorno de ansiedad o el trastorno de estrés postraumático. La ecoansiedad también puede manifestarse en forma de comportamientos, relacionados con horizontes ideológicos como la obsesión por reducir la huella de carbono, el deseo de vivir en lugares menos urbanos y llevar una existencia cotidiana de manera más sostenible.

[15] Lander (2001); Mignolo (2001); Grosfoguel & Losaco (2009); Dussel (2020).

[16] Ver el sitio de CLAES: http://extractivismo.com/ 

[17] Es obvio que esto supone además de muchos inconvenientes, muchas dudas e incertidumbre en todos los niveles de análisis y acción concreta. Tomamos como referencia teórica diversas perspectivas: Bourg, D. & Chapotot, J. (2022); Henry (2023); Descola & Pignocchi, A. (2022); Fassin (2022); CEPAL (2020); Escobar (2016); De Santos Sousa (2006).

[18] Siences Humaines (2022: 46-47).

[19] Ver para abordar y abrir estas problemáticas el libro de reportajes a especialistas del mundo entero, VVAA (2021). También Truong (2023); Latour (2018); Descola & Pignocchi (2022); Fassin (2022).

 

[22] Editado por la editorial de la Universidad de Villa María, EDUVIM, Argentina. Una versión inicial puede leerse en mi artículo (2021 a) desde una perspectiva en debate con La Filosofía de la Liberación, en particular con Enrique Dussel.

 

[24] Ver Truong (2023).

[26] Ver el libro colectivo de La Internationale Convivialiste (2020).

[28] Hemos tenido en cuenta las reflexiones de Santos Sousa (2006); Escobar, (2015); Baschet (2018), Servigne (2018); Cochet (2019); Fassin (2022); Descola & Pignocchi (2022), Delannoy (2021); Norton (2021); Pelluchon (2021), Giraud & Sarr (2022); Grandcolas (2023); Henry (2023) entre otras publicaciones.

[29] Lowy (2011); Baschet, (2018); Gorz, (2019); Bourg & Chapoutout (2022); Bidar, (2023).

[31] Ver el artículo “Classe”, de Hugree y Penisant en Fasin (2022: 757-775), además de Latour & Schultz (2021).

[32] Busso & Montoya, 2022; Busso, 2021 a; 2022; 2023.