Revista Idelcoop nº 238 - Noviembre 2022 - ISSN Electrónico 2451-5418 / Sección Editorial
Idelcoop Fundación de Educación Cooperativa
Editorial
El final de este 2022 tiene – como ocurre en todo escenario histórico- oscuridades y luces que revelan la disputa entre proyectos civilizatorios y sujetos colectivos que los encarnan.
La continuidad de los escenarios de guerra y las formas de transitar hacia la postpandemia dejan entrever todavía una creciente desigualdad social con sus contracaras de exclusivismo y exclusión de los bienes que la humanidad produce como proyecto colectivo.
Un informe del Credit Suizze -una institución global financiera cuya voz es escuchada con mucha atención por bancos e inversores- ha elaborado un informe con conclusiones contundentes. Para esta organización a la que nadie podría acusar de posiciones igualitaristas, el cuadro de fines de 2021 expresaba una escandalosa inequidad en la distribución del ingreso: mientras un 1,2% de la población controla el 48% de la riqueza del mundo, el 53% de las personas tienen un 1,1% de los recursos totales. Tal estado de cosas -que se agudiza de manera sostenida- se complementa con la depredación del medio ambiente generando un proceso inviable e inaceptable a corto plazo.
Es imperioso ir hacia un modelo de organización social que ponga en el centro de las ocupaciones colectivas la defensa del bien común y el cuidado de las actuales y próximas generaciones, hoy en riesgo de subsistencia.
En este contexto de urgencias y emergencias, se van desplegando dos tendencias culturales de signo antagónico.
De un lado, la exacerbación de la violencia, la intolerancia, el intento de cancelar la diferencia y la disidencia, la profundización de prejuicios racistas, sexistas, ideológicos, culturales en su más amplio sentido. Así, no solo existe una suerte de violencia estructural de un modelo de desarrollo predador y desigualador que multiplica la crisis multidimensional -ecológica, energética, cultural y social-, sino que se configuran subjetividades, discursos y modos de vínculo que retroalimentan la espiral de violencia simbólica y material.
Del otro, se amplían las apuestas y experiencias solidarias, que ofrecen otra cara, humanista, sensible, fértil, fraterna y sorora, de la justicia en sus dimensiones de la redistribución, del reconocimiento y de la participación.
Dicho de otro modo, como siempre, pero a la vez de modo mucho más exacerbado y riesgoso, confluyen y confrontan modelos de vida colectiva antagónicos que son expresados de distintos modos por múltiples sujetos colectivos. Y este marco de visiones encontradas ocurre en una coyuntura de transición civilizatoria, aún brumosa y cuyo final está abierto.
Es aquí el punto en el que queremos hacer visible la importancia que adquiere la activa difusión de nuestro modo de ver las cosas, de sostener y expandir nuestros valores profundamente democráticos y de inspiraciones emancipadoras. Vale tanto para nuestro desenvolvimiento interno como para nuestro trabajo en las comunidades en que nuestro cooperativismo transformador habita.
La Revista Idelcoop ha ocupado un lugar relevante en la difusión de nuestras ideas-fuerza, en la recuperación de nuestra memoria histórica, en la socialización de experiencias fértiles y potentes nacidas en el seno de distintas expresiones de la economía social y solidaria. Esperamos que, en la actual coyuntura, donde tanta falta hace la comprensión e intercambio de puntos de vista argumentados y fundados, nuestra publicación pueda jugar un papel relevante. Con esa convicción vamos construyendo número a número.
En este caso, las distintas secciones ofrecen valiosas producciones para contribuir a la creación fundada y a los intercambios respetuosos apoyados en conceptualizaciones sólidamente expuestas.
Un muy interesante artículo titulado “Identidad y supervivencia de las organizaciones de la economía social y solidaria” plantea la tensión entre preservar la identidad solidaria y la inserción en un medio cuyas reglas de juego se sustentan en valores diferentes e, incluso, antagónicos. Es preciso así continuar un proyecto que es económico, pero también cultural, político y organizativo frente a un contexto de promoción del individualismo y la competencia.
La Alianza Cooperativa Internacional viene trabajando de manera sostenida en los debates acerca de la identidad del movimiento solidario. Por un lado, no hay identidades eternas: estas se reconfiguran al paso de los contextos históricos y el equilibrio, en este caso, es sostener la identidad sin renunciar a cambios necesarios. En nuestro número 237 compartimos aportes sobre este tópico y en las páginas del número 238 se profundizan y enriquecen aquellas reflexiones iniciales. Contamos con distintos artículos referidos a una revisión de los valores cooperativos; otros textos sobre el mismo tema presentados por la Confederación Cooperativa de la República Argentina (COOPERAR) y, finalmente aquí, un artículo con 12 propuestas para orientar las políticas cooperativas hacia una transición respetuosa de los impostergables imperativos ecológicos.
Otro aporte muy importante para nosotros y nosotras viene de la mano de un artículo que está acompañado de opiniones y entrevistas con motivo de los veinte años del Centro Cultural de la Cooperación en la avenida Corrientes de la Capital Federal. En esas páginas recorremos la génesis e historia de ese proyecto político-cultural, así como su vigencia y perspectiva en las voces de referentes/as de la entidad cultural.
Hay artículos relacionados a experiencias, muchas de las cuales son respuestas a ingentes requerimientos de una formación histórico social en crisis. La entrevista a Helena Arancio Sidoti, integrante del Colectivo Agroecológico de Río Negro pone en agenda esta importante cuestión de la agroecología.
Otro de los textos trabaja sobre la experiencia de la Cámara de Apicultores Pampero y la Cooperativa de Trabajo Apícola Pampero Limitado. Allí se describen las estrategias asociativas como formas de empoderar el proyecto solidario desplegadas en la última década con productos de excelencia a nivel internacional que lograron ocupar nichos de mercado.
Se incluye finalmente la reseña de libro “Por un futuro en común. Diálogos sobre economía cooperativa, popular, social y solidaria” que incorpora entrevistas a importantes figuras del campo de la economía de la vida y para la vida en sus diferentes expresiones.
Este 9 de noviembre se cumple un año de la partida de Edgardo Form, un dirigente cooperativista reconocido por su trayectoria extensa, fértil, lúcida, amorosa y coherente. Alguien que transitó por muchos de los caminos y las apuestas de nuestro cooperativismo transformador –desde la representación institucional como vicepresidente y presidente de Cooperar hasta su rol como legislador en la CABA. Su memoria –repleta de futuro- nos convida a tener presente su legado no solo como afectuoso recuerdo, sino como guía para sentir, pensar y actuar en nuestra construcción colectiva solidaria y comprometida con la construcción de un mundo más justo, libre, democrático y emancipado de toda forma de opresión.
Como anunciaba Floreal Gorini el 22 de noviembre de 2002, en el marco de la instalación del CCC y del IMFC en avenida Corrientes:
Esta inauguración significa para nuestro Instituto poner en práctica una nueva forma en su constante preocupación para contribuir a que los sectores populares puedan reforzar su lucha por un mundo mejor. Otro mundo es posible. Debemos hacerlo entre todos, y es imprescindible comenzarlo ya. (…) Desde el Centro Cultural nos proponemos acompañar las necesidades y sufrimientos de nuestro pueblo, reflexionar juntos y ser parte de esa construcción de la salida común. (…) Debemos construir una teoría que surja de las protestas, que ayuda a articular las luchas, a unificar al pueblo. (…) Las ciencias sociales no son neutras, dependen de las visiones del mundo, de intereses. Nuestra intención es aportar al desarrollo de las mismas desde la óptica de los dominados, de los oprimidos. (…) El Centro Cultural será importante por lo que sus integrantes hagan y no por sus intenciones.
Esta apuesta que expresan las palabras de Floreal Gorini hace dos décadas han dejado de ser ya un deseo, una imprescindible voluntad política fundacional para convertirse en una construcción genuina, fértil y reconocida en todo nuestro país y en nuestra América. El camino es largo y nada está concluido -ni ahora, ni nunca-, pero el CCC –cuyas dos décadas en avenida Corrientes se celebran en estos días, abreva en la rica historia del cooperativismo transformador y su recorrido expresa una valiosísima creación en el campo de las artes, las letras y las ciencias sociales.
Mucho hay, pues, para seguir batallando y desplegando, mucho para seguir creando y hoy mismo, en tiempo de la celebración de nuestros logros, seguir la huella secular emprendida, con los pies en la tierra y los ojos en las estrellas.
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