Revista Idelcoop nº 238 - Noviembre 2022 - ISSN Electrónico 2451-5418 / Sección Experiencias y Prácticas
Idelcoop Fundación de Educación Cooperativa
20 años del Centro Cultural de la Cooperación
NUESTRA APUESTA POLÍTICA Y CULTURAL, SOLIDARIA Y EMANCIPADORA[i1]
Juan Carlos Junio, Juano Villafañe, Pablo Imen, Luis Pablo Giniger, Antoaneta Madjarova y Natalia Stoppani[1]
Resumen: El 22 de noviembre de 2022 el Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini cumple 20 años en la avenida Corrientes de la Ciudad de Buenos Aires. En estas páginas recorremos parte de la historia y de la génesis de este proyecto político cultural que nace del movimiento cooperativo de crédito. El artículo está acompañado de las voces de las y los compañeros a cargo de la gestión de este espacio que es una referencia regional de la cultura del pensamiento latinoamericano.
Palabras clave: Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini, 20 aniversario, cultura, cooperativismo transformador.
El 22 de noviembre de 2022 el Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini (CCC) cumple 20 años en la avenida Corrientes y, aunque su origen inmediato pueda ubicarse unos pocos años antes en el edificio de Maipú 73, es necesario tender un puente temporal con la Primera Caja Mercantil, cooperativa de crédito creada el 2 de febrero de 1918.
La primera sede del CCC estaba ubicada en el mismo sitio donde se había establecido, en 1978, la primera Casa Central del Banco Credicoop. El propio Banco Cooperativo era y es, al mismo tiempo, albacea de la Primera Caja de Crédito Mercantil.
Es preciso por tanto hacer un breve rodeo histórico: la Primera Caja Mercantil fue el hito fundacional de las múltiples entidades crediticias solidarias que fueron constituyendo el cooperativismo de crédito nucleado, desde el 23 de noviembre de 1958, en el Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos (IMFC). Existe, por tanto, un hilo histórico, pues hay luchas y creaciones que otorgan sentido, identidad y proyecto a nuestro cooperativismo, nacido y desplegado a partir de ingentes desafíos y convites en nuestro devenir como país y como sociedad desde 1918 al presente.
En esta sede del CCC comenzaron a gestarse los primeros ensayos de una apuesta colectiva para la cual no había recetas ni experiencia específica como movimiento cooperativo. Sin embargo, que no haya habido un Centro Cultural Cooperativista desde nuestros orígenes no significa que no haya existido un bagaje cultural, organizativo y político sobre el cual nos apoyamos para dar cauce a esta nueva apuesta colectiva.
¿Cuáles son los rasgos centrales de nuestro modo de ser cooperativistas?
En primer término, el encuentro y la creación de la cooperativa nace por una necesidad compartida, hay allí un requerimiento práctico: se trata de dar solución colectiva a la provisión de crédito. En este sentido, un primer rasgo de la empresa colectiva es asegurar la eficacia y eficiencia en la gestión de esa necesidad a resolver. En el caso del CCC, la necesidad que nos interpeló fue la de la creación: el trabajo interdisciplinario y colectivo en torno a las artes, las letras y las ciencias sociales en el marco de tiempos históricos de grandes batallas culturales.
En segundo lugar, tal necesidad económica muy tangible no es satisfecha de cualquier modo, sino a través de un modelo de gobierno participativo en línea con una perspectiva solidaria y radicalmente democrática del cooperativismo transformador. Así, la solución colectiva de problemas comunes significa una gran diferencia con los bancos entonces existentes. El objetivo de la banca cooperativa no es el lucro, sino la provisión de crédito a los y las asociadas y asociados. Y el gobierno y gestión de estas entidades – las casi mil cajas de crédito que se desplegaron en las décadas sucesivas- se fundaron en un modelo que hacía de la participación un fin en sí mismo. No el único, pero sí uno muy importante. La “participación plena y pertinente” es un concepto acuñado en el Banco Credicoop, pero recoge un largo recorrido compartido: en nuestras entidades debían construirse ámbitos colectivos de decisión genuinos en los cuales ir acompañando la vida diaria, haciendo consistentes los valores democráticos y emancipadores con las prácticas, las estructuras, las relaciones, las palabras. En definitiva, abonar a una trama asociativa y organizacional que se propone un determinado modo de leer el mundo y de estar en él, para transformarlo. Tales ideas fueron aplicadas de manera muy significativa en el CCC, logrando imbricar la tradición y la perspectiva que trae nuestro movimiento centenario con la perspectiva de cada generación y de cada disciplina en la construcción de una dirección democrática y participativa.
A la vez, estas cajas de crédito tenían una intensa vida cultural: no había cooperativa que no tuviese una biblioteca, ni faltaba la parrilla para los asados solidarios que configuraban la significación del encuentro y la labor colectiva.
Y, en tercer lugar, la eficacia y eficiencia, así como el gobierno participativo de las cooperativas, debía ir más allá de un servicio eficaz democráticamente gestionado, comprometiéndose, como se señaló anteriormente, con un proyecto de sociedad determinado. Uno que estuviera acorde con los principios de igualdad, solidaridad, justicia, reconocimiento, participación y emancipación de todo modo de opresión. En este marco, la política, entendida como participación en y construcción de un espacio común es consustancial con este modelo de cooperativismo. También las áreas de artes, letras y ciencias sociales guiaron sus recorridos a partir de estos compromisos identitarios de nuestro cooperativismo transformador.
Este origen es una marca del Centro Cultural de la Cooperación como de la significativa cantidad de entidades cuya invención se fue sucediendo en el siglo XX: las Cajas Cooperativas de Crédito, el Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos, el Periódico Acción, la fundación educacional Idelcoop, la tarjeta de crédito Cabal, Residencias Cooperativas de Turismo, el Instituto Argentino para el Desarrollo Económico (IADE), Turismo Cabal, el Banco Credicoop. Todas ellas tuvieron y tienen un mismo anclaje filosófico, ético-político, cultural y organizativo.
Por esto podemos decir que el Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini es la continuidad, condensación y apuesta de una creación colectiva fundada en la solidaridad y la transformación emancipadora de la sociedad inaugurada hace más de un siglo. A la vez, el CCC contiene elementos que hacen a su propia especificidad y a su historia como entidad con objetivos claramente definidos desde sus orígenes.
Los contextos de creación del CCC
Fue Floreal Gorini - gran soñador y constructor de nuestras organizaciones solidarias- el que sostuvo en los desangelados años noventa la necesidad de crear un espacio capaz de librar la batalla de ideas. Floreal[GP2] analizaba la victoria cultural del neoliberalismo y, con ello, la instalación de un sentido común celebratorio del egoísmo, del mercantilismo, de la desigualdad y de otros valores legitimadores de relaciones sociales injustas.
Esa victoria cultural consumada -transitoriamente- tras la caída de la URSS y la disolución del “socialismo real” requería una respuesta, pues, como dijo acertadamente Bertold Brecht, “quien lucha puede perder, quien no lucha ha perdido ya”. El desafío era mayúsculo: el escepticismo y la resignación cundían, aunque nunca cesaron muchas formas de resistencia y respuestas a la utopía reaccionaria neoliberal. En este punto nuestro cooperativismo es portador de una gran tradición de resistencia y, sobre todo, de generación de una alternativa económica, cultural, organizativa y política. Teníamos un acumulado desde el cual seguir la senda para construir proyectos signados por nuestra visión del mundo.
Otra victoria parcial del orden capitalista neoliberal fue la fragmentación de las luchas: las defensas del medio ambiente, las luchas contra el patriarcado, las oposiciones a la explotación del capital o las luchas anti-imperialistas se desplegaban con escasa articulación en torno a un proyecto compartido capaz de fundar un nuevo orden. Más aún, las militancias se miraban entre sí con recelo y desconfianza. Se instaló la narrativa conocida como el “fin de la Historia”, según la cual la Humanidad había llegado al fin de su evolución con las economías de mercado y las democracias formales parecían configurar un sentido común generalizado (Fukuyama, 1992). Para su consolidación y despliegue confluían las grandes usinas mediáticas, académicas y culturales, que se solapaban con la aparente desaparición de las alternativas post-capitalistas, se llamen estas socialismo real, comunismo u otras variantes igualmente convocantes. Como queda dicho, esta “teoría” era un nuevo intento conceptual del sistema por reciclarse, abonando a su clásico avance contra las fuerzas populares en general, y de izquierda en particular.
En aquel clima de época se sitúa la fundación del Centro Cultural de la Cooperación.
En la página web del CCC[2] se describe así el sentido de su creación:
Nuestro Centro Cultural fue creado teniendo en cuenta la experiencia desarrollada en el seno del movimiento cooperativo, con el objetivo de fomentar una práctica social que promueva la transformación cultural, social y política a partir de la interacción de las Ciencias Sociales y las Ciencias del Arte. Desde el inicio hemos promovido un espacio de construcción, formación y organización de un colectivo político cultural que, en tanto integrado por intelectuales orgánicos del movimiento social y político nucleado en el IMFC, albergue sus inspiraciones y prácticas humanistas y emancipatorias para constituirse en una referencia local, nacional y nuestroamericana en los campos de las artes, las letras, las Ciencias del Arte y las Ciencias Sociales. En ese sentido es un desafío dialogar con el conjunto de la sociedad desde nuestra cosmovisión popular, progresista y de izquierda para transformar pensamientos y prácticas instalados por las concepciones neoliberales.[3]
Desde el fondo de nuestra historia, en ese contexto desafiante y en una apuesta en la que mucho estaba por inventarse, nos lanzamos a la creación del Centro Cultural de la Cooperación.
Un balance de dos décadas en Avenida Corrientes
Todo balance requiere clarificar los objetivos planteados, pues eso es, justamente, lo que está sometido a evaluación. A la vez, tales objetivos no son meras formulaciones volcadas en un papel, sino que expresan la lectura de una determinada coyuntura histórica y se va modificando con las transformaciones que ocurren en el tiempo. Así lo afirmó Floreal Gorini en el discurso de inauguración del edificio de la avenida Corrientes de nuestro CCC, el 22 de noviembre de 2002:
El Centro Cultural será importante por lo que sus integrantes realmente hagan y no por sus intenciones. (…) El sentido del Centro Cultural de la Cooperación será hacer su aporte a la fundación de una cultura solidaria, emancipadora. Unidos a las luchas populares y a otras fuerzas populares y políticas, construyamos todos una alternativa. Estamos convencidos de que será la manera de ser verdaderamente libres (Gorini, 2008).
El momento de creación del CCC – con los primeros departamentos de artes y ciencias sociales a fines de los noventa- estaba signado por una aparente soledad que incluso se expresó en el plano material. En efecto, hacia el año 2000 se inició la construcción del edificio de la avenida Corrientes y la crisis era de tal magnitud que fue la única obra en esa larguísima avenida en ese año. Tal soledad tenía un aparente correlato en lo político, si bien la resistencia existió siempre. Pero la fragmentación se fue superando muy gradualmente hasta culminar con la eclosión del 19 y 20 de diciembre de 2001, en el capítulo argentino de una insurrección continental.
El clima de época del fin de siglo estaba atravesado por la resignación y el conformismo. Sin embargo, subterráneamente, procesos silenciosos iban madurando y el 2001 del que hablamos arriba fue el fin de una época de resignada aceptación de lo existente y se abrió paso a un momento histórico de novedades impensadas pocos años antes.
Los primeros años del siglo XXI expresaron un nuevo escenario regional, y también mundial, con la temprana configuración de BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), la aparición de gobiernos populares y el reimpulso de la unidad nuestroamericana. La luminosa sepultura del ALCA en 2005 fue un nuevo punto de inflexión que se expresó en las ciencias sociales, las artes y las ciencias, empujando y profundizando enfoques desde el Sur y en clave emancipatoria.
Nuestro Centro Cultural de la Cooperación recibió el influjo de esta nueva época y también aportó a los nuevos vientos que azotaron a nuestro continente.
En esos años de grandes avances de los proyectos populares emancipadores – a contraviento de los primeros años fundacionales del CCC- se fue construyendo, con otras condiciones contextuales, la identidad de la institución y las formas de producción del trabajo intelectual en el CCC. En este sentido, se fue gestando un muy interesante proceso de creación organizacional y un modelo, por decir de algún modo, de intelectual, de creador con rasgos no muy habituales. Ese proceso fue impulsado por varios factores convergentes: la tradición de nuestro cooperativismo, los rasgos generacionales y culturales de las y los miembros del CCC, las particulares circunstancias históricas de las que el CCC fue arte y parte.
Un modelo organizativo novedoso y una propuesta de intelectualidad orgánica
Si, como dijimos, la creación de un Centro Cultural era una iniciativa inédita de un movimiento cooperativo que tuvo a la cultura como un bastión de su construcción y de su historia, era menester encontrar el equilibrio entre el acervo acumulado y la apertura a la invención. Asumir que no se partía de cero, pero que era preciso arriesgar, experimentar, equivocarse y acertar.
Había un importante acumulado en materia de gobierno y gestión de nuestras organizaciones cooperativas. Como señalamos arriba, los tres pilares de nuestro cooperativismo transformador eran eficiencia y eficacia en la vida de la entidad; democracia participativa y protagónica como forma de gobierno y compromiso militante con la transformación de la sociedad como proyección ético-política de nuestra apuesta cooperativista.
Estas ideas debían adecuarse a la lógica de las disciplinas – artísticas, de las letras y las ciencias sociales- y también a las nuevas generaciones de jóvenes que se incorporaban con entusiasmo a la vida del naciente CCC. De ese complejo de activos y desafíos se fue construyendo una trama institucional, estructuras cambiantes, relaciones y subjetividades que alimentaron una cultura del encuentro, del respeto, del cuidado, del trabajo colectivo, de la esforzada creación diversa en un proyecto común.
Se fueron desplegando sucesivos ámbitos de participación, estructuras de dirección y coordinación que mutaron a lo largo del tiempo en la medida en que la propia evolución organizacional requiere revisiones permanentes. Asimismo, tales estructuras expresaron distintos momentos de la organización y, con ello, asumieron las contradicciones, las tensiones y los avances de la misma. En efecto, no son ni fueron siempre necesariamente aciertos. Así es, por lo demás, cómo se despliega la experiencia humana: a partir de un hacer reflexivo, de la invención, la ratificación de lo que funciona y la rectificación de aquello que no se adecúa a los objetivos y las formas de concretarlos.
Cada Departamento o Área tiene una coordinación y una asistencia que tienen responsabilidades institucionales y operativas para que cada ámbito se integre con una cantidad de personas que llevarán adelante proyectos de producción de conocimiento, de actividades diversas, de vinculación con otras organizaciones y con las propias entidades del movimiento cooperativo o, también, de intervención en distintos campos de la realidad externa al CCC.
Se propone una concepción del trabajo intelectual y artístico colectivo e integral. Esto supone, por ejemplo, que se busque la construcción de cuadros organizativos y políticos, que puedan desplegarse tanto en su campo de desarrollo particular como en la institución, con roles distintos y asumiendo distintas tareas. Por caso, el/la artista debía ser de gran calidad en su disciplina, pero se lo/la interpelaba para que compartiera la gestión de su ámbito de trabajo y asumiera su parte en los compromisos políticos del CCC. Lo político, cabe consignar, puede incluir lo partidario, pero lo rebasa claramente: nuestro cooperativismo tiene una activa participación en la defensa del bien común, del derecho de todas y todos, de una ciudadanía plena, de una democracia protagónica y participativa.
A la vez, la gestión colectiva era y es un gran desafío cotidiano. Lo colectivo – cabe acotar- no implica que todos/as resolvemos todo, sino que, sobre aquellas decisiones que nos afectan, tenemos algún poder de decisión o de participación. El concepto de “participación plena y pertinente” apunta a una idea compleja, pero eficaz, en una organización donde hay distintos niveles de responsabilidad y de poder de decisión, y en donde cada miembro es fundamental para el proyecto común, para el funcionamiento de la totalidad.
La tarea de investigación es acompañada por la Secretaría de Estudios e Investigaciones, que además es el área que se ocupa de la producción de información sobre el CCC en materia de integrantes y proyectos.
Tal como señala la “Secre”, como la conocemos internamente:
Pensamos la investigación de un modo amplio, como un proceso de producción de conocimientos, esto es, un trabajo sujeto a ciertas modalidades imperantes, a determinados instrumentos a o mediaciones, a ciertas materias primas y formas de organización de la actividad. Investigamos con palabras y con sonidos, con argumentos lógicos, y con el cuerpo en movimiento. Y los resultados/productos de nuestra investigación son muy diversos: desarrollos tecnológicos, dispositivos de intervención, papers especializados para ser leídos y discutidos por colegas, libros de divulgación, ponencias para congresos. Pero también son proyectos de ley, manifiestos, contenidos audiovisuales, novelas, artículos periodísticos, poesías, discos u obras de teatro. En el CCC “Floreal Gorini”, además, nos reconocemos como investigadorxs situadxs, dándole un sentido político y comprometido a nuestro trabajo, alejándonos al mismo tiempo del anhelo de objetividad/neutralidad y de un relativismo abstracto. Nuestra labor está atravesada por las preguntas acerca de quiénes somos, desde dónde investigamos, dónde y qué disputamos, por qué y para qué.[4]
Por el CCC han pasado camadas de generaciones de las diversas disciplinas. Se han llevado seguramente en su mochila muchos elementos valiosos para su propia vida laboral y militante y, sobre todo, han dejado una huella en ese gran proyecto colectivo que es el CCC.
Y no es que no hubiese conflictos, errores o malas decisiones: muchas de las acciones, estructuras o dispositivos fracasaron, debieron ser revisados, modificados o desactivados, como apuntamos anteriormente. Lo que caracteriza a esta “organización que aprende” es que la práctica reflexiva y colectiva permite volver la mirada sobre los pasos dados, ratificando lo que funciona y rectificando lo que sea necesario.
Hay unos valores que gozan de poca prensa y, en nuestros acervos racionalistas, ocupan un lugar periférico. Y es que en el CCC hay algo de la confianza, del afecto, de una hospitalidad esencial y existencial, una mano tendida y el abrazo dispuesto siempre, lo que hace mucho más sencillo procesar las malandanzas, desinteligencias o elecciones desafortunadas.
El campo de las artes
Por su parte, el aporte de las áreas y departamentos artísticos del CCC al arte contemporáneo, al debate epistemológico y a las políticas culturales es muy importante.
Hubo una activa participación en la creación de la Ley federal de las culturas y colaboramos en distintos sectores en el MICA (mercado de industrias culturales) del Ministerio de cultura de la nación, hoy. En términos de los principios de la cooperación, he aquí el correspondiente al “interés por la comunidad”
En los comienzos, con Floreal Gorini y los y las compañeras y compañeros de las áreas artísticas, nos hemos propuesto convocar y formar artistas e intelectuales críticos y críticas con espíritu cooperativista y que participen activamente en la vida social y política.
Algo inédito y novedoso es la figura de la o el artista- investigador/a- gestor/a cultural.
Se han creado dos áreas trasversales: el AICA (área de investigación en ciencias del arte) y el OCPPC (observatorio de culturas políticas y políticas culturales), que atraviesan y vinculan todas las áreas y departamentos de artes con los trabajos de investigación y la gestión cultural. Hay que agregar que en el CCC los/as productores/as de imágenes, metáforas, bienes culturales, pensamiento crítico, son a la vez también los/as propios/as gestores/as de la programación cultural y quienes definen el curso de las investigaciones en las ciencias del arte y en las ciencias sociales.
Cabe destacar, como principio organizador, la defensa de la excelencia artística de nuestra cartelera de espectáculos. Por los escenarios y los espacios de exposiciones del CCC han pasado muchos y muchas de las y los mejores intelectuales, artistas consagrados/as y también los/as más destacados/as de las nuevas generaciones: dramaturgas/os, actrices y actores, directoras/es, escenógrafas/os, cineastas, artistas plásticas/os, músicas/os, coreógrafas/os, titiriteras/os, periodistas, filósofas/os, etc.
La nueva programación artística y cultural en el Espacio Experimental Leónidas Barleta incluye un centro coreográfico para el trabajo de experimentación para las danzas.
Un elemento de la mayor relevancia fue el lugar de las infancias en el CCC desde su creación. Así, nuestra cartelera de obras para niñas y niños es una de las más importantes en la ciudad. Han pasado por las salas del CCC muchísimos elencos y algunas de las características de nuestra programación son la excelencia y la variedad de disciplinas artísticas, diferentes temáticas, estéticas y estilos.
En ese marco de la prioridad dada por nuestro CCC a las infancias, es importante reseñar el papel del Programa Arte en la Escuela, que existe desde el año 2006 y convoca por temporada teatral más de 22 000 alumnos y alumnas. Un programa artístico- educativo de inclusión y de integración para niñas y niños de las escuelas públicas a través del arte y la cultura, que además brinda talleres de formación cooperativa. Lo desarrollamos con la colaboración de las Comisiones de Asociados del Banco Credicoop para que las escuelas nos visiten de manera gratuita y con el transporte incluido.
También es importante dar cuenta del Premio nacional Javier Villafañe para Teatro de títeres y objetos, fundado por la dirección del CCC a propósito del 10° aniversario (año 2012), un premio federal y único por sus características en todo el continente.
El breve retorno neoliberal-conservador y los desafíos hacia la pospandemia
Hasta 2015 nuestro CCC hizo un desarrollo intenso y fértil en todos los planos. Fuimos un Centro de clara orientación nuestroamericanista. Las presencias luminosas de Hugo Chávez, Rafael Correa, Evo Morales, Abel Prieto, Camila Vallejo, Karol Cariola, Álvaro García Linera; los festivales latinoamericanos de poesía; las expediciones pedagógicas Simón Rodríguez; los Congresos de Economía Política; la diversidad y excelencia de las puestas teatrales, musicales, coreográficas, plásticas y visuales; las Jornadas de Historia; los distintos paneles para el debate teórico intelectual o de coyuntura electoral o de luchas, apuestas en todos los campos de la vida colectiva social y política. Hay que agregar el gran debate epistemológico entre las ciencias del arte, las ciencias de la cultura y las ciencias sociales, para definir la forma en que se produce conocimiento hoy en nuestro mundo cultural contemporáneo. Esta agenda marca el sesgo y el sentido de una apuesta político-cultural transformadora. Estos son apenas algunas construcciones y eventos de una amplísima gama de espacios y proyectos creados, implementados y sostenidos en el tiempo.
La victoria electoral de Mauricio Macri en 2015 planteó un nuevo escenario tras más de una década de avances populares en Argentina y en la región. Esa realidad exigió reacomodamientos que permitieran sostener la idea de una fragua crítica del quehacer artístico y de las ciencias sociales en un contexto hostil.
La derrota [GP3] electoral de 2019 del proyecto macrista, seguida de la pandemia abrió un nuevo desafío en todos los sentidos de nuestro Centro Cultural, como en todas las organizaciones e instituciones. Así, podríamos afirmar que, si bien todas las dinámicas de trabajo se vieron trastocadas de alguna u otra manera, para nada fueron homogéneas las experiencias. Asimismo, aun en un tiempo tan aciago, hubo formatos, relaciones y prácticas que pudieron continuar. En nuestro caso, se desarrollaron actividades públicas en formato de ciclos, se ofrecieron contenidos audiovisuales sobre distintas temáticas de las ciencias sociales, así como se colocaron en forma gratuita obras de teatro y títeres que, siendo filmadas, podían disfrutarse desde los hogares. La Unidad de Información se convirtió en otra gran usina de generación de contenido para las redes.
Muy tímidamente en 2021, y un poco más fuertemente en el año en curso, se fueron retomando las iniciativas presenciales. La apertura del Espacio Experimental Leónidas Barletta – con sus nuevas puestas en escena y la idea de un lugar de experimentación, interdisciplina, transdisciplina y, claro, indisciplina- marcó un nuevo piso en las aspiraciones del CCC a irradiar la cultura popular y liberadora.
En este tiempo de incertidumbres y transiciones queda habilitada la pregunta acerca de qué es preciso revisar de la marcha de nuestro Centro Cultural de la Cooperación.
La construcción de este proyecto político cultural hunde sus raíces en una rica historia de resistencias y creaciones solidarias, dialoga con las jóvenes generaciones actuales y se dispone a profundizar un modelo cultural, político y organizativo.
Mucho que celebrar, en las dos primeras décadas de historia y mucho que reinventar. Y, de cara al futuro, mucho para crear. “Inventamos o Erramos”, invitación permanente de Simón Rodríguez, sigue siendo nuestra principal tarea en tiempos en que lo nuevo no termina de nacer, pero está naciendo.
Bibliografía
Fukuyama, F. (1992) El fin de la historia y el último hombre, Editorial Planeta, Barcelona
Gorini, F. (2008) “La responsabilidad de la inteligencia”, en La batalla cultural. Discursos 1991-2004, Ediciones Instituto- IMFC, Buenos Aires
Sitios web
-------------, “Investigar en el Centro Cultural de la Cooperación”, en https://www.centrocultural.coop/secretaria-investigaciones
-------------, “Objetivos del Centro Cultural de la Cooperación”, en https://www.centrocultural.coop/objetivos-del-ccc
[1] Integrantes de la Dirección del Centro Cultural de la Cooperación.
[2] Ver en: www.centrocultural.coop