Revista Idelcoop nº 236. Marzo 2022 - ISSN Electrónico 2451-5418 / Sección Historia del Cooperativismo
Idelcoop Fundación de Educación Cooperativa
Articulo arbitrado
Fecha de recepción: 04/02/2022
Fecha de aprobación: 25/02/2022
“Cooperar como una mujer”.[1] El lugar de las mujeres en la cooperativa El Hogar Obrero a lo largo de su historia
Natalia Casola[2]
Natalia Rabasa[3]
María Millán[4]
Resumen: Este trabajo realiza un recorrido por la historia de la cooperativa El Hogar Obrero con el objetivo de rastrear el lugar de las mujeres en la entidad; qué expectativas sociales existieron acerca de su participación a lo largo del tiempo, qué discursos y representaciones se construyeron sobre ellas, qué espacios y roles ocuparon efectivamente y en qué momento comenzaron a enunciar demandas con perspectiva de género.
Hasta épocas muy recientes existió una tensión entre un discurso igualitario que teóricamente las incluía y una participación real que las marginaba de los espacios de deliberación y representación. Se fue consolidando el lugar que ocupaban en la cooperativa a partir de las actividades que podían realizar determinadas según un criterio basado en la división sexual. Las mujeres, consideradas naturalmente consumidoras y responsables por el bienestar del hogar, debían ser las primeras en interesarse en el mundo cooperativo, sacar provecho del ahorro y participar construyendo una sociabilidad familiar basada en valores solidarios y cooperativos.
A partir de la década de 1980, en el marco del nuevo ascenso del movimiento de mujeres, se producen algunos cambios en la matriz discursiva original. Sin embargo, será recién en los últimos años que las demandas con perspectiva de género ingresaron en la cooperativa, poniendo de relieve que el protagonismo del movimiento de mujeres fue fundamental en los procesos de politización de las cooperativistas.
Palabras clave: género, movimiento de mujeres, historia, cooperativismo, El Hogar Obrero.
¿Dónde están las mujeres?
En los últimos años las mujeres se han abierto paso en la arena política del movimiento cooperativo en la mayoría de los países del mundo. En nuestra región, por ejemplo, son muchas las que en la actualidad ocupan espacios de dirección en las distintas escalas de organización, y, a nivel mundial, este fenómeno llega hasta la propia Alianza Cooperativa Internacional (ACI).
También en el campo de la reflexión académica existen numerosos estudios centrados en la participación política de las mujeres en el ámbito cooperativo y de la economía social.[5] En general, estas investigaciones suelen centrarse en las últimas décadas, coincidiendo con la expansión y los consensos construidos socialmente en torno a la perspectiva de género.
Sin embargo, ese impulso no fue análogo en el campo historiográfico. El desconocimiento acerca del lugar y el papel que han tenido las mujeres en el movimiento cooperativo continúa siendo notorio. Esto sucede a pesar de que en nuestro país el campo de la historia de las mujeres se encuentra muy consolidado. [M1] Es posible que la puesta en pie del Archivo Histórico del Cooperativismo Argentino (AHCA) contribuya a revertir esta situación echando luz sobre algunas preguntas iniciales, por ejemplo: ¿qué lugar han ocupado históricamente las mujeres en el movimiento cooperativo?, ¿cómo se las interpeló?, ¿qué expectativas sociales existían sobre su participación en el movimiento y qué lugares y prácticas encarnaron?
Baste repasar velozmente la documentación institucional referida a diferentes ramas del cooperativismo en distintas épocas para encontrar una primera certeza: las mujeres muy excepcionalmente han ocupado espacios de representación en consejos de administración y espacios de decisión en entidades de primero, segundo y tercer grado. Y, si bien es cierto que la exclusión de los ámbitos de la representación política y la restricción práctica del ejercicio de la ciudadanía política han sido una característica predominante en prácticamente todas las organizaciones sociales y políticas en el siglo XX, el movimiento cooperativo fue fundado a partir de una concepción de igualdad amplia que, al menos teóricamente, abarcaba también a las mujeres (incluso en épocas en las que no existían derechos políticos para ellas). Esta tensión entre un discurso pionero de tintes igualitaristas y la ausencia de mujeres en espacios de decisión hasta tiempos muy recientes, merece consideraciones especiales.
Somos conscientes de que la afirmación anterior conlleva una pretensión generalizante que aún debe ser verificada por la investigación histórica, que debe especificar procesos propios del cooperativismo, identificando a las mujeres que se han destacado por una actividad pionera y comparando expectativas sociales en torno a las formas de participación femenina en distintas ramas del cooperativismo, entre otras cuestiones.
En este trabajo no ambicionamos resolver dicha vacancia, sino aportar a la apertura de lo que promete ser una línea de investigación de largo plazo que tiene el objetivo de analizar históricamente las relaciones de género y la participación de las mujeres en el ámbito cooperativo.
Para ello vamos a centrarnos en un caso emblemático: la cooperativa de consumo y vivienda El Hogar Obrero (EHO). Las razones por las cuales tomamos este caso son varias. En primer lugar, porque su larga historia[6] nos permite abordar la problemática en forma panorámica abarcando distintos períodos desde su fundación hasta la actualidad. En segundo lugar, porque en EHO han gravitado mujeres socialistas destacadas por la defensa de los derechos de las mujeres como Alicia Moreau de Justo. En tercer lugar, porque nuestro trabajo con el archivo histórico de EHO desde el Archivo Histórico del Cooperativismo Argentino[7] nos posibilita tomar contacto con una amplia variedad de fuentes primarias que nos permite pensar a las mujeres en distintos momentos y posiciones dentro de la cooperativa y analizar los discursos hilvanados sobre ellas como cooperativistas.
Dos argumentos rectores organizan el trabajo. Con relación a la participación y representación de las mujeres, constatamos que han estado presentes desde el inicio de EHO como asociadas y hasta las décadas de 1980 y 1990, en menor medida, como participantes en las Asambleas ordinarias y extraordinarias. Aunque hubo algunas experiencias aisladas anteriores, es una novedad de los últimos años que las mujeres de la cooperativa formen parte del Consejo de Administración y ocupen cargos en ese órgano, a pesar de que nunca estuvo restringido su acceso (Mutuberría Lazarini y Rodríguez, 2021: 27). Sin embargo, sólo excepcionalmente, han conseguido escalar posiciones en espacios de dirección. Nuestra hipótesis al respecto es que la democracia cooperativa fue sostenida sobre la base de un ejercicio del asociativismo patriarcal,[8] que excluía a las mujeres en la práctica de los ámbitos de decisión y representación. El temprano reconocimiento discursivo del derecho a la participación política femenina, y el aporte progresivo que implicó en el contexto de las luchas por la ampliación de los derechos políticos, luego sirvió para enmascarar lugares de subordinación, pretendiendo participar “como si estuvieran dentro, pero en realidad estando fuera” (Lagarde, 2018: 277). Sin importar los marcos legales de actuación, el asociativismo patriarcal procedía considerando únicamente las condiciones para la participación masculina, proyectada, a su vez, como universal. Solo en tiempos recientes y en consonancia con el ascenso del movimiento de mujeres y de los feminismos, las cooperativistas han conseguido instalar y revertir parcialmente esa desigualdad.
En segundo lugar, buscamos demostrar que las expectativas sociales con las que históricamente EHO interpelaba a las mujeres no se construyeron sobre nociones de igualdad entre los sexos. Por lo contrario, se las interpelaba a partir de discursos que ponían énfasis en la diferencia sexual y el aporte que las mujeres podían hacer dentro de la cooperativa realizando actividades y ocupando espacios acordes con la naturalización de la división sexual del trabajo. Pensamos que estas expectativas sociales se vieron reforzadas por tratarse de una cooperativa de consumo y vivienda, dos espacios asignados socialmente al universo de lo femenino, es decir, al ámbito de la reproducción social.
Por lo tanto, analizar la participación femenina en el cooperativismo supone, necesariamente, tomar en cuenta cómo la diferencia sexual operó en los distintos roles asignados y/o efectivamente encarnados, poniendo en tensión o cuestionando abiertamente las nociones de igualdad y universalismo.
Las mujeres en los comienzos de El Hogar Obrero
El 30 de julio de 1905, por impulso de Juan B. Justo junto a un grupo de hombres vinculados al Partido Socialista (PS), -entre los que se encontraban Nicolás Repetto, Enrique Dickmann y Ángel Giménez-, se fundó en un pequeño local de la ciudad de Buenos Aires la cooperativa de crédito y edificación El Hogar Obrero. El objetivo era ofrecer créditos a sus asociades para la adquisición de sus viviendas, así como también la edificación de casas, y más tarde departamentos, para ser ofrecidos a la venta o en alquiler. Les socialistas buscaban ofrecer algún tipo de solución al grave problema habitacional que sufría la clase trabajadora.
Esta no era la primera cooperativa creada por Justo, pues en 1896 había fundado junto a Augusto Kühn la Cooperativa de Publicaciones, destinada principalmente a imprimir La Vanguardia -órgano oficial del PS-, y dos años después la Cooperativa Obrera de Consumo, sociedad que, si bien tuvo una breve existencia, se la ha tomado como antecedente de EHO.[9] Desde los comienzos del Partido Socialista, Justo impulsó la cooperación entendiéndola como una forma de lucha económica. En diciembre de 1897 ofreció una conferencia sobre esta temática en el Centro Socialista Obrero donde puso en evidencia un ideario cooperativo que, si bien se encontraba aún en formación, planteaba un avance teórico respecto a los inicios. Entre las ideas más relevantes podemos destacar dos: por un lado, su preferencia por las cooperativas de consumo a las que consideraba la manifestación más significativa del poder económico de la clase obrera; y por otro, la necesidad de hacer “cooperación por la cooperación misma, sin propósito partidista alguno, sin grandes segundas intenciones”.[10]
El Hogar Obrero se creó bajo esa concepción justista sobre cooperación, aunque cabe aclarar que a lo largo de la primera década del siglo XX Justo terminó de forjar su ideario siendo el concepto “cooperación libre” un posible reflejo de la condensación de ese recorrido. Él la definía de la siguiente manera:
Frente a la cooperación forzada que le impone la dirección capitalista, la clase trabajadora ejercita y desarrolla sus aptitudes para organizar y dirigir por sí sola la producción, practicando en escala creciente la cooperación voluntaria en la acción económica. La cooperación libre es la solidaridad para hacer y exige de lo de los asociados un grado mucho más alto de capacidad histórica que la acción gremial negativa en las huelgas; es el campo en que los proletarios adquieren derechos y contraen obligaciones entre sí, entre iguales; es para ellos, permanentemente sujetos a la relación extorsiva del salario, la primera ocasión de un verdadero contrato. Y si bien participan en la cooperación libre elementos de distinta posición social, ella es ante todo uno de los métodos de la emancipación obrera, una de las modalidades de la moderna lucha de clases. (Justo, 1948: 405).
En la asamblea constitutiva de El Hogar Obrero participó un núcleo de diecinueve hombres, a los que en el mismo día se sumaron una treintena de socies entre los que encontramos a una sola mujer: Libertad Baliño.[M2] Tal como indicaban sus estatutos, podía sumarse a la cooperativa cualquier persona que suscribiera una o más acciones y que “sea capaz de adquirir derechos y contraer obligaciones, y los incapaces por intermedio y bajo responsabilidad de sus representantes legales”,[11] sin mayores restricciones. La participación femenina fue algo que la cooperativa exaltaría tiempo después afirmando que “mucho antes de que las leyes argentinas concedieran los derechos civiles a la mujer, El Hogar Obrero admitía en su seno a las mujeres mayores de 18 años con igualdad de derechos que los hombres”.[12]
Fue recién hacia mediados de 1907 cuando El Hogar Obrero pudo comenzar sus actividades ya que previamente tuvo que sortear algunos obstáculos económico-legales. Al terminar aquel año la cooperativa ya contaba con poco más de 350 asociades, de les cuales alrededor del 5% eran mujeres. Si bien representaban un porcentaje muy pequeño, la cantidad de asociadas fue creciendo lentamente. Por ejemplo, hacia 1912, cuando la cooperativa contaba con alrededor de 2.500 socies, encontramos aproximadamente 300 mujeres. Para aquel entonces se comenzaron a registrar en las memorias de la cooperativa, las profesiones y oficios de les asociades entre los que se observan algunos ítems que refieren a labores feminizadas tales como parteras, planchadoras, lavanderas, modistas, costureras, servicio doméstico, a la vez que incluían como grupo aparte a las “casadas y viudas”.
Si bien las mujeres podían formar parte de la cooperativa, tenían voto en asamblea y podían ejercer cargos dirigenciales, en la realidad su papel no era problematizado. Esto comenzó a cambiar hacia 1910 cuando se proyectó y se llevó a cabo la ampliación de la cooperativa al área de consumo. Desde entonces, se las empezó a interpelar desde su rol de consumidoras, interpretado como una extensión de su función al ser las encargadas del hogar, es decir de “mujeres domésticas”: amas de casa, esposas y madres (Nari, 2004).
La sociedad de consumo no se construyó de un modo natural, sino que requirió de claves de aprendizaje, educación y seducción permanente que tuvieron a las mujeres como un engranaje central. Las mujeres fueron construidas socialmente como el sujeto consumidor por antonomasia en oposición al supuesto rol de productor asociado con lo masculino. En ese sentido, EHO forjó una visión donde el varón debía asociarse desde un papel de proveedor del hogar: “hacer acto de adhesión a la cooperativa es el primer deber que un padre de familia debe hacer en su propio interés”.[13] En paralelo, eran las esposas-amas de casas las que tenían que organizar las compras en la cooperativa por ser quienes administraban el presupuesto familiar, por lo que se las invitaba a participar en esos términos:
Hasta ahora, vosotras, “reinas de la casa”, habéis tomado poca o ninguna participación en el movimiento cooperativo, despreocupándoos completamente de la práctica de la cooperación. Bien es verdad que esto se debe, en gran parte, a que la propaganda cooperativa se ha dirigido principalmente al llamado “sexo feo”. Sin embargo, es un error no dar toda la importancia que se merece al factor femenino por múltiples y poderosas razones. Vosotras, amas de casa, que sois la que manejáis el presupuesto doméstico, tenéis el deber y el interés de dar la mejor inversión a los recursos que os trae vuestro esposo a costa de tanta fatiga. Este, muchas veces no se interesa por los asuntos domésticos porque tiene otras ocupaciones y por ser además de vuestra incumbencia lo relacionado con los gastos de la cocina. Bien entonces, ¿os habéis preocupado alguna vez de comparar, no solo los precios, sino la calidad y el peso de los comestibles que os trae el almacenero de la esquina, con los que expende la cooperativa? (...) Amas de casa, favoreced siempre a la cooperativa porque es vuestro interés. (...) La cooperativa os espera.[14]
De todas maneras, este tipo de discurso coexistió con uno más peyorativo: el de la irracionalidad femenina como posible causa del fracaso cooperativo. El francés Charles Gide fue uno de los promotores de esta postura siendo sus textos publicados en más de una oportunidad en La Cooperación Libre, órgano oficial de EHO que comenzó a editarse en noviembre de 1913. Para él, las mujeres, a las que calificaba de “enemigos naturales”[15] de la cooperación, eran más susceptibles a los artilugios de los comerciantes y preferían las tiendas elegantes y de venta al público que al local cooperativo [M3] donde debían registrar en sus libretas cada uno de sus gastos. Desde su óptica, “las mujeres, salvo notables excepciones, no se interesaban en las cuestiones sociales”[16], de ahí la hostilidad hacia el cooperativismo. Como ellas “gobernaban las casas” había que influenciarlas para que se volcasen a las tiendas cooperativas. De todas maneras, agregaba:
Si las sociedades tuvieran la buena idea, muy pocas la tuvieron, hay que admitirlo, de nombrar a mujeres en su consejo de administración y asignarles un cargo en la dirección y vigilancia del local de venta, se descubrirían mil maravillas.[17]
Resulta interesante que el mismo Gide plantease una solución a la supuesta indiferencia femenina: incluirlas en ámbitos de dirección. Respecto del caso de El Hogar Obrero, esos espacios siempre estuvieron abiertos a las mujeres, pero en la práctica fueron muy pocas las que accedieron. Por caso, al momento que se publicó ese artículo sólo Sara Justo había ocupado un cargo en el Directorio, el de vocal, por el corto período de seis meses. Como varias investigaciones han mostrado, durante los años 20 y 30 destacadas mujeres socialistas, como Alicia Moreau de Justo y María Luisa Berrondo, formaron parte de un movimiento feminista que planteaba la necesidad de ampliar los derechos políticos de las mujeres y mejorar su situación como trabajadoras y madres (Barrancos 2005 y 2008; Valobra 2013). Muchas de ellas participaron de la vida de EHO e intentaron instar a las mujeres a incorporarse a la vida cooperativa. Aunque los porcentajes nunca fueron elevados, muestran una incorporación femenina pionera comparada con otros espacios de la sociedad civil y en sintonía con un discurso que apoyaba la extensión de los derechos de las mujeres. Sin embargo, la promoción de la igualdad de derechos políticos no eliminaba la diferencia sexual en los discursos. En ese sentido, las mujeres serían convocadas por lo que podían aportar al movimiento desde su rol femenino. Como señala Verónica Ronchi (2016: 94), las mujeres principalmente se volcaron dentro de la cooperativa a labores vinculadas a la educación, la recreación y al cuidado de niñes y jóvenes en actividades organizadas por EHO (Rochi, 2016: 94).
Visita de la Comisión de Cultura de EHO al Museo de Higiene.
Fuente: Archivo Histórico de El Hogar Obrero.
En agosto de 1933 apareció en escena Vida Femenina, una revista editada por el Partido Socialista que, como sugiere su nombre, estuvo dirigida a mujeres. Esta publicación, que se editó ininterrumpidamente hasta septiembre de 1943, puede pensarse como expresión de la vitalidad alcanzada por el movimiento de mujeres en esa década. Los temas que abordaba eran muy diversos. Muchos artículos versaron sobre política y economía, nacional e internacional, aunque la mayoría del material publicado en la revista se refería a la vida cotidiana de la estereotipada mujer: maternidad, economía doméstica, mujer y trabajo (Manzoni, 2017). Como señala Ana Lía Rey (2011), la revista tuvo el objetivo de ofrecer a la mujer las herramientas y los conocimientos necesarios para atravesar una época de cambios, marcada por la variación de las preocupaciones feministas. Recordemos que en 1926 se había sancionado la Ley 11.357 sobre los derechos civiles de la mujer, la cual modificaba su situación de inferioridad jurídica. Restaba poseer la ciudadanía plena, y por eso necesitaban prepararse. Debían estar formadas para participar en política, pero también, para ocuparse de los problemas cotidianos (Rey, 2011).
A lo largo de sus diez años de existencia, Vida Femenina divulgó, de diversas maneras, la teoría cooperativa. Encontramos varios artículos que tienen por objeto explicar qué es, cómo funciona y dónde surgió el cooperativismo. Lo que tienen en común estos textos es su poca complejidad. Suelen ser cortos, con formato pregunta/respuesta, incluso algunos incluyen algún relato fantasioso. Ese es el caso de “Doña Juana y la Cooperación Libre”, escrito por Alicia Moreau de Justo, donde en formato de cuento con diálogos, se presenta a una señora -Juana- quien realiza sus compras en la tienda regular y se topa con una amiga cooperativista. Entre ellas se entabla una conversación donde dicha mujer le explica de una manera muy amena qué son las cooperativas de consumo, los beneficios de pertenecer a una y los orígenes del cooperativismo, relatando incluso la historia de los pioneros de Rochdale.[18]
Asimismo, nos encontramos con artículos en sintonía con las ideas que ya hemos enunciado de Charles Gide. Por tomar un ejemplo, un texto del socialista Bernardo Delom titulado “Apoyo femenino en las cooperativas” afirmaba que el accionar de las mujeres era una de las causas del lento desarrollo de la cooperación en Argentina. Incluso, señalaba que, si bien las mujeres estaban obteniendo derechos, seguían presas de otras “dictaduras”, como la moda. En esa línea, recalcaba que la mayoría de las mujeres padecía de cierta “debilidad”, y era eso lo que contribuía a que no encontrasen en las cooperativas algún tipo de seducción (vidrieras elegantes, empleados que las halaguen, liquidaciones). Él señalaba:
Por su función biológica, la mujer será siempre la que tendrá a su cargo, no la servidumbre, pero sí la dirección interna del hogar. En esa misión, ella es quien debe conocer más que el hombre la calidad y el precio de los artículos necesarios para la alimentación y vestimenta de los suyos. (…) El concurso de la mujer como consumidora sería valioso y como directora daría resultados admirables. Si bien en numerosas cooperativas del país la mujer no puede intervenir por no formar parte del gremio que las ha fundado, hay en cambio, muchas otras, libres, abiertas a todas las profesiones, entre las que se destaca “El Hogar Obrero” donde las mujeres podrían dar su apoyo y aportar sus actividades. ¿No es una vergüenza que hombres que en su casa no se “meten en los trapos” tengan que ser los que controlan y dirijan las secciones de mercería y artículos para señoras? [19]
De la cita se desprende que por aquel entonces el papel que debían tener las mujeres en las cooperativas era un tema por lo menos problematizado. El lugar que discursivamente Delom, dirigente del PS y presidente de la Federación Argentina de Cooperativas de Consumo, les otorgaba a las mujeres dentro del ámbito cooperativo, más allá de su papel de consumidoras por ser las encargadas del hogar, era dentro de secciones “femeninas” como el de mercería. Esa ausencia de mujeres realizando tareas que supuestamente le correspondían por su propio género degradaba a los varones y los emasculaba. La necesidad de sumar mujeres a la cooperativa operaba entonces también en resguardo de la masculinidad.
Publicidad de EHO, Vida Femenina n°74, septiembre 1939, p.42
Fuente: Archivo Histórico de El Hogar Obrero.
Tras cuatro décadas de existencia, El Hogar Obrero había logrado hacer frente a las diversas crisis económicas del país y ya contaba con siete casas colectivas edificadas, una en vías de construcción – aquella que sería una de sus obras más emblemáticas, el edificio de la avenida Rivadavia 5126, inaugurado en 1955- y cuatro barrios de viviendas individuales. Los discursos en torno a la vivienda también estuvieron impregnados de una mirada sobre el rol femenino en el hogar. A comienzos de la década de 1940, EHO señalaba que una “vivienda ideal” individual[20] debía tener ciertos espacios, como un amplio dormitorio, un comedor cómodo, un hall que pudiese usarse de escritorio. A la vez, añadía la importancia de un pasillo que sirviese para “independizar el dormitorio (lugar de reposo) de la cocina (lugar de trabajo)”, relevante porque “la señora de la casa trabaja en la cocina en horas que el bebé duerme”.[21] En esa línea, Nicolás Repetto haciendo referencia a la tercera casa colectiva señalaba:
Queremos enseñar a amueblar la cocina, y tenemos alguna autoridad para ello [...] aplicaremos a las cocinas un mobiliario suficientemente adecuado a todas las necesidades del hogar. Y pusimos en ellas repisas, ganchos metálicos, filtros, mesas de mármol, en una palabra, una instalación completa [...]. Tiempo es que adoptemos un buen mobiliario de cocina porque ello, al enseñar a cocinar, nos enseña también a comer. Las comidas deben ser de una preparación rápida, pues hay que alivianar también el trabajo de las señoras. [...] Hay que ir evolucionando para simplificar las cosas y reducir la penosa tarea de la cocina que se impone hoy a las amas de casa.[22]
Estos ejemplos nos permiten inferir que las concepciones ligadas a los roles de género fueron materializadas en las construcciones realizadas por la cooperativa.
Al finalizar el año 1945 EHO tenía alrededor de 14.000 asociades, número que fue creciendo de manera constante. Como señala Carlos Herrera (2016), con la llegada del peronismo el PS encontró en el cooperativismo una forma de expresar su prédica opositora (Herrera, 2016). A pesar del fuerte rechazo del Partido Socialista al flamante gobierno que, en terreno de los derechos de las mujeres se tradujo en el intento por parte del PS por disputar su autoridad en materia de lucha por el sufragio femenino, confluía con él en la visión que establecía que la mujer estaba culturalmente más preparada que el hombre para resolver problemas cotidianos y prácticos. Siguiendo a Carolina Barry (2009: 272): “Dentro de la concepción doctrinaria peronista [...] ellas eran quienes mejor pueden cumplir con una política en materia de ahorro y restricción al consumo [...] No discutirían sobre la tercera posición ni sobre la economía justicialista sino que necesitaban ser movilizadas para el cumplimiento de acciones muy concretas” (Barry, 2009: 272).
Como ya hemos dicho, desde la representación política fueron excepcionales las mujeres que lograron ocupar cargos de dirección dentro de El Hogar Obrero. Por aquel entonces, Alicia Moreau de Justo fue vocal entre 1948 y 1949, en consonancia con el lugar que también ocupaba dentro del Partido Socialista.[23]
Mujeres consumidoras y cooperativistas: el ahorro como mandato
Durante las décadas de 1950, 1960 y 1970 la reflexión teórica se retrajo en consonancia con el declive experimentado por el movimiento de mujeres luego de la sanción de la Ley de Sufragio femenino. Por caso, en estos años, no vemos reeditarse nada parecido a Vida Femenina. Sin embargo, existieron varias acciones para promover la participación política de las mujeres dentro de la cooperativa. En continuidad con el periodo anterior, los discursos hacia las mujeres siguieron haciendo hincapié en su lugar predilecto como consumidoras y responsables por la economía y el ahorro familiar.
En aquellas décadas, el mercado de consumo dirigido a las mujeres diversificó los canales de divulgación de la economía doméstica. Además de aprenderse en la escuela, también sumaron programas de televisión y revistas especializadas para las amas de casa.[24]
En el caso del cooperativismo el diferencial estuvo puesto en la noción de ahorro en el marco de una economía estructuralmente inflacionaria. La operación discursiva consistía en postular al movimiento como un aliado del ahorro familiar y a las mujeres como las principales intermediarias. Paradójicamente, para el cooperativista y socialista Bernardo Delom, si las mujeres no compraban en EHO ni participaban del mundo cooperativo se debía precisamente a su propensión como consumidoras, “sensibles” a la propaganda privada y su seductora publicidad.
Tenemos que convenir que el comercio privado desarrolla una táctica habilidosa para embaucar y atrapar al consumidor. La mujer, generalmente, es más sugestionable que el hombre. Ocupada en su hogar en las tareas domésticas, no está como el hombre en continuo contacto con las injusticias. [...] Es fácil presa de la charlatanería radiotelefónica y más coqueta que el hombre es seducida por las continuas modas que imponen los industriales para aumentar sus ventas.[25]
Para contrarrestar esta situación, durante los años de la década de 1950, La Cooperación Libre[26] inició una campaña de publicación de testimonios de mujeres, generalmente amas de casa, esposas de cooperativistas reconocidos o simplemente asociadas que contaban su experiencia e intentaban demostrar que la cooperativa se había transformado en una aliada de la economía hogareña. Comprar en El Hogar Obrero era sinónimo de confianza frente a un mercado privado plagado de prácticas de usura: “¿Dónde compraré las cosas indispensables para mi hogar sin que me engañen en el peso o en la calidad? Verdadera campaña heroica ésta del ama de casa en lucha con un menudo ejército de comerciantes: vigilando y discutiendo continuamente erizada ante la perspectiva de ser engañada”.[27]
La voz de las mujeres de cooperativistas ilustres legitimaba la confianza en el consumo justo, y les decía a las otras mujeres que barato no debía ser sinónimo de mala calidad.
Activa, dinámica, el día resultaba corto; era ama de casa ordenada y esta condición imponíale obligaciones horarias. Supe entonces algo muy interesante […] supe que ella, Fenia Ch. de Repetto, encontraba en su cooperativa, El Hogar Obrero, un auxiliar eficacísimo que le ayudaba a resolver esta clase de problemas propios de toda ama de casa. No recuerdo las palabras. Basta, para el caso, que recuerde el sentido de estas palabras que me dictó Nicolás Repetto. “Fenia –creo que me dijo- me ha confesado que la cooperativa la libera de la preocupación y de la tarea, siempre fastidiosa, de verificar si las cosas que adquiere vienen en regla en cuanto a peso, calidad y precio. Su cooperativa no la engaña, ella lo sabe.[28]
De allí que la cooperativa se postulaba como una entidad pedagógica con las mujeres. Una organización que no solo les enseñaba a consumir mejor, sino más inteligentemente.
En términos de la representación las mujeres continuaron ausentes de los cuerpos directivos. Un homenaje realizado por La Cooperación Libre a la asociada María Teresa E. de López muestra cuál era el techo que las mujeres podían alcanzar. Había comenzado a trabajar en la cooperativa en 1939 realizando tareas administrativas y, luego de 22 años de servicio, había llegado a ser contadora, una posición considerada elevadísima tratándose de una mujer.[29]
Sin embargo, los años 60 trajeron algunos cambios. ¿En qué medida los procesos de modernización social que afectaron a las mujeres impactaron en el mundo cooperativo?
Existe cierto consenso en ubicar los años de la década de 1960 como el momento del inicio de un proceso de modernización social que afectó especialmente a les jóvenes y a las mujeres (Cosse, 2010; Manzano, 2017). Esta transformación que la historiadora Isabella Cosse denominó como “revolución discreta” se materializó en un aumento de la participación femenina en la matrícula universitaria y en el mercado laboral, situación que se combinó con cambios en las expectativas maternales gracias a la irrupción de las píldoras anticonceptivas. Dicho proceso produjo modificaciones en los ideales domésticos sin por eso destronar la división sexual del trabajo. La doble jornada fue la solución que las mujeres encontraron para escapar a un destino de ama de casa exclusiva.[M4] [30] Especialmente la modernización se produjo entre las mujeres de clase media, dado que las más pobres nunca habían podido dejar de trabajar para dedicarse con exclusividad a las tareas del hogar.
En el mundo de la cooperativa, notamos un aumento en la nómina de empleadas, en consonancia con el incremento de la participación femenina en el mercado de trabajo. Además, durante esa década se produjo una expansión que se tradujo en la apertura de los primeros supermercados de autoservicio. Esta transformación tendería a reemplazar paulatinamente los viejos almacenes y definitivamente a cancelar los sistemas de reparto. La apertura de supermercados significó un incremento de los puestos de trabajo femeninos como personal de cajas, atención al público (generalmente amas de casa) y personal de limpieza. Al finalizar la década EHO contaba con 6 supermercados, 15 almacenes y panaderías, 9 tiendas de venta de artículos para el hogar, 4 farmacias sociales, 1 salón de exposición de muebles, 1 planta panificadora, viviendas en obra y la elevada cifra de 280.000 asociades. El nivel de diversificación era muy importante y alcanzaba todos los ámbitos de la vida reproductiva, razón por la cual, las mujeres continuaron siendo interpeladas especialmente.
En ese contexto, La Cooperación Libre continuó dirigiéndose a amas de casas, pero sin desconocer las transformaciones que se venían produciendo entre las mujeres y el desplazamiento de los idearios domésticos como los únicos válidos. Desde la publicación, comenzaron a hacerse eco de las necesidades de las mujeres que se insertaban en el mercado de trabajo y de los apremios que generaba la doble jornada.[31] Por caso, los nuevos complejos habitacionales de la cooperativa contemplaban la construcción de guarderías, jardines de infantes, escuelas primarias, colonias de vacaciones y plazas para la recreación de las infancias.
Jardín de infantes “Los dos pinitos”.
Fuente: Archivo Histórico de El Hogar Obrero.
Escuela primaria “Juan B. Justo”.
Fuente: Archivo Histórico de El Hogar Obrero.
Esta tendencia también se verifica en el énfasis en la comercialización de los nuevos electrodomésticos como una ayuda para las mujeres de múltiples obligaciones.[32] Como ocurría en el mercado de electrodomésticos privado, desde La Cooperación Libre comenzaron a proponer publicidades con un giro innovador. El tiempo ahorrado gracias a la ayuda de la máquina era tiempo ganado para ser bellas, pero sobre todo, sexys. En los años 70, la feminista marxista Isabel Larguía afirmaba que:
La publicidad comenzaba a impulsar la convergencia de dos ideales: la mujer bella, a la moda y la buena ama de casa firmemente anclada en la cocina. Esta mujer sufre de una contradicción que sólo puede resolverse por la compra de aparatos de uso doméstico, pues debe proveer a un alto nivel de consumo en el hogar, sin adquirir jamás la apariencia de una trabajadora (Larguíares, Henaul, Morton, 1972: 106).
EHO interpelaba al segmento de mujeres trabajadoras y les aseguraba que ese destino de belleza también podía ser para ellas.
Publicidad en La Cooperación Libre.
Fuente: Archivo Histórico de El Hogar Obrero.
La revista aumentó su número de páginas, mejoró su estética y a partir de 1968 comenzó a editarse mensualmente. Ese cambio le permitió sumar notas de opinión que daban cuenta de las transformaciones sociales, incorporando temas como el divorcio, las infancias, los desafíos de las madres modernas e incluso el urticante tema de la “infidelidad femenina”.[33] En esos años, La Cooperación Libre menguó la prédica según la cual la cooperativa era el aliado perfecto del ama de casa, para adaptarse a las reglas de un mundo publicitario más competitivo. Sin embargo, en las actividades sociales que ofrecía, la cooperativa continuó convocando a las mujeres como administradoras del hogar.
Para hacerlo más efectivo, la cooperativa contrató a la ecónoma Emmy de Molina que desde 1974 estuvo a cargo de una columna fija en La Cooperación Libre sobre cocina y economía doméstica en la cual no solo les enseñaba a las mujeres a cocinar. También enseñaba roles de género y poder de clase interpelando fundamentalmente a las mujeres de clase media. Puede pensarse que Molina emulaba el modelo de “Doña Petrona” aunque despojada de las connotaciones patricias de la afamada ecónoma. Molina también se encargaba de patrocinar multitudinarios encuentros con mujeres en distintos salones de eventos y supermercados de la cooperativa. Daba clases de cocina y lecciones sobre cómo aprovechar los productos cooperativos. En rigor, los encuentros de mujeres sobre distintas temáticas fueron habituales y tenían como objetivo que pasaran de ser meras consumidoras a ser asociadas, una condición que suponía pertenencia e identificación con los valores solidarios que promovía la cooperativa. Eran las mujeres de más de 60 años las que solían concurrir a las charlas de Molina, lo cual refleja en qué segmento de la población continuaba predominando el ideario de mujer doméstica. Su permanencia en el tiempo da testimonio sobre la eficacia de las mismas y de una división sexual del trabajo a la que apenas rasgaba el incipiente feminismo.
Emmy de Molina en un encuentro con mujeres. 1978.
Fuente: Archivo Histórico de El Hogar Obrero.
En el año 1975, EHO se sumó a la difusión del Año Internacional de la Mujer, aunque sin que ocupe un lugar destacado.
Durante la última dictadura militar, la cooperativa moderó el tono de sus publicaciones. Si bien ni EHO, ni el Partido Socialista fueron objeto de la persecución estatal, el clima impuesto por el terrorismo de Estado se materializó en un repliegue sobre actividades netamente cooperativas o bien en eventos sociales y discursos políticos que no levantaran sospecha. Con todo, la vida la de la entidad continuó muy activa y pudieron realizar numerosas actividades públicas y hasta abrir una escuela primaria laica de nombre “Juan B. Justo”.
En el plano de los discursos sobre las mujeres registramos una ausencia en la problematización acerca de la transformación en sus roles sociales, rasgo que había sido característico en los años anteriores. Por el contrario, se refuerzan las interpelaciones a las amas de casa naturalizando los roles domésticos.
Desde el punto de vista de la representación política, las mujeres continuaron ausentes de los espacios de deliberación dentro de la cooperativa, con algunas notables excepciones como la de la abogada Alicia Kaplan de Drimer.
De los 80 a la actualidad. La irrupción de la marea verde
Hay cierto acuerdo en ubicar en la transición democrática el momento de ascenso del movimiento de mujeres y la irrupción del feminismo en nuestro país.[34] La revitalización del movimiento se expresó en el pluralismo de su composición y en la conformación de una agenda de demandas específicas de las mujeres que tenían como principal receptor al Estado. La solicitud de la patria potestad indistinta y el divorcio vincular fueron algunos de los derechos que mayor repercusión alcanzaron en aquellos años. La recuperación de la democracia creaba las condiciones para una mayor participación política y aumentaba las expectativas en la capacidad de reforma. Las mujeres fueron grandes protagonistas de esos cambios y su presencia fue importante en la mayoría de los movimientos sociales de la época, especialmente en el de derechos humanos. ¿Qué impacto tuvo en la vida de la cooperativa?
Contamos con la voz de una cooperativista, militante socialista, feminista que ha sido empleada –directora del Instituto de Educación Cooperativa de la sucursal Morón de EHO- y asociada de la cooperativa al tiempo que se ha desempeñado como la primera presidenta mujer de la entidad. Actualmente, Adriana Kreiman es tesorera en el Consejo de Administración. Gracias a una entrevista para el fondo de historia oral del Archivo Histórico del Cooperativismo Argentino (AHCA),[35] recuperamos parte de la historia de la cooperativa en estos tiempos pos dictatoriales y de auge del movimiento de mujeres, a través de su voz.
Su vínculo con la cooperativa y el cooperativismo se remonta a su militancia en el Partido Socialista, ex Partido Socialista Democrático que, junto con la Sociedad Luz y la Biblioteca Obrera Juan B. Justo, son instituciones ligadas a los fundadores de la entidad. Curiosamente, Kreiman narra que, en la década de 1980, llegó a ser empleada de la entidad junto con su esposo: “Mi esposo fue óptico de la cooperativa El Hogar Obrero más de diez años y yo fui directora del Instituto de Educación Cooperativa de la sucursal Morón de la cooperativa El Hogar Obrero”.[36]
Durante la década de 1980 la cooperativa se mantuvo muy activa y contaba con un prestigio y reconocimiento en la sociedad civil que se plasmaba en un vínculo afectivo que atravesaba generaciones: quienes habían podido acceder a la casa familiar o sostenían la economía del hogar comprando en los supermercados de la cooperativa mantenían una ligazón social y cultural con la entidad. Kreiman lo expresa claramente:
…una etapa de nuestra vida -mi esposo y yo, mi familia- que fue muy difícil y la cooperativa… no sé cómo decirlo, nos organizaba la vida porque nosotros trabajábamos en El Hogar Obrero, hacíamos las compras en El Hogar Obrero, las nenas iban a la colonia de El Hogar Obrero, y era todo, nuestra vida giraba alrededor de la cooperativa. Es una experiencia que yo la comparto con muchos otros ex empleados de la cooperativa que siempre tuvieron esa misma sensación de, digamos, de esa vinculación, no solamente ser empleados, sino también tener un vínculo muy fuerte, ¿no? cultural y afectivo con la cooperativa.[37]
Pese a las nefastas consecuencias económicas -además de las sociales provocadas por el terrorismo de Estado y las violaciones a los derechos humanos- que había dejado la dictadura, con un nivel de pobreza inédito, la entidad sostuvo sus actividades con éxito, llegando a miles de asociades, consumidores y empleades.
En los documentos y publicaciones de los años ´80 y los ´90 la cuestión de género no aparece al interior de la cooperativa a pesar del ascenso del movimiento de mujeres, de la organización de los primeros Encuentros Nacionales de Mujeres y de la participación socialista en ellos. Tanto en las memorias y balances como en las publicaciones[38] no se observan cambios tendientes a reflejar cuestiones vinculadas a género ni en cuanto a la participación femenina en las áreas de decisión dentro del Consejo de Administración.
En los números de La Cooperación Libre de 1990, sigue apareciendo la “cuestión femenina” ligada a los consejos de Emmy de Molina, en la misma clave que describimos para las décadas anteriores.
Sin embargo, encontramos en una publicación que no corresponde a la cooperativa,[39] que en el año 1990 la Secretaría de Cultura de El Hogar Obrero organizó unas jornadas por el Día Internacional de la Mujer, en cuyo programa se convoca a participar en diferentes actividades ligadas a temáticas tales como: la mujer en la plástica, la mujer en el cooperativismo, el encuentro internacional de mujeres, la mujer en el cine, la mujer en la sociedad, entre otros temas. Si bien no accedimos al contenido de las jornadas, su organización debe leerse dentro de un contexto de mayor ritualización del Día Internacional de Mujer. La entrevistada no recuerda haber participado ni haberse enterado de estas actividades, siendo que no eran temas que le fueran ajenos, dado que, además de ser empleada de la cooperativa y militante socialista, Kreiman militaba en el feminismo. Recuerda con emoción su participación en los primeros Encuentros Nacionales de Mujeres que se realizaron en los años ´80.
Fuente: Diario Sur. Suplemento especial. Jueves 8 de marzo de 1990.
A través de la voz de Adriana sabemos que algunas dirigentes y asociadas eran activistas en el movimiento de mujeres, como Elsa Cuesta o Alicia Kaplan de Drimer. Adriana recuerda especialmente a una compañera de Ramos Mejía, que fue defensora del pueblo en Mar del Plata, Beatriz Arza, cooperativista, socialista y militante en el movimiento de mujeres. Estos cruces entre cooperativismo, movimiento de mujeres y feminismo, empiezan a verse más claramente.
Por fuera de EHO, cabe mencionar que existen antecedentes en el mundo cooperativo: en 1973 se realizó el Primer Encuentro de Mujeres Cooperativistas en la ciudad de Rosario, organizado por la Caja de Crédito de Rosario y se creó una Comisión de Promoción de la Participación de la Mujer del Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos. En 1979 se llevó a cabo un seminario sobre la participación de la mujer en las cooperativas en la ciudad de Córdoba y en 1989 se organizó un Encuentro de Mujeres del Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos en Rosario (Idelcoop, 2020).
A principios de la década de 1990, EHO vivió una grave crisis económica, que se profundizó a partir de 1991 con las políticas llevadas a cabo por el gobierno de Carlos Menem. En este contexto, EHO estuvo intervenido judicialmente durante varios años. Las discusiones sobre cuestiones relacionadas con el género y la representación femenina quedaron en pausa, a contramano de lo que sucedía en el escenario nacional, especialmente en el marco de la sanción de la Ley de Cupo Femenino en 1991.[40]
Tendremos que esperar a las primeras décadas del siglo XXI para ver más claramente al interior de la cooperativa EHO la aparición de temas relativos a violencia de género, protocolos, diferencias en el cupo, entre otros. La introducción de estos temas parece provenir más bien por influencia externa a la cooperativa y desde sus empleadas.[41] El proceso de ingreso de las temáticas de género en EHO se profundiza con la elección en el Consejo de Administración de Adriana Kreiman como presidenta. En el año 2016, Kreiman ingresa como suplente al Consejo y en el 2017, le ofrecen ocupar el cargo de la presidencia, justo dos años después del auge del movimiento #NIUNAMENOS. Se trata de la primera presidenta mujer de la entidad en 114 años.
En la actualidad, Adriana Kreiman forma parte al Movimiento de Mujeres y Cooperativistas e integra el comité de género de COOPERAR, vinculando su actividad como cooperadora a su militancia en el Movimiento Nacional de Mujeres, del cual, como vimos, forma parte desde los primeros encuentros en los años 80.
Pese a todos los avances producidos, ante la pregunta de cómo es ser militante feminista, socialista y cooperativista en la actualidad, Kreiman comenta que:
…de parte de El Hogar Obrero, bueno, no es fácil, pero yo creo que es parte de un proceso que inclusive empezó antes de mi llegada al Consejo de Administración, de un recambio en la cooperativa, de una nueva actitud y de una mayor incorporación de mujeres, no solo al Consejo de Administración, sino también en la parte operativa en los distintos niveles jerárquicos. De hecho, en este momento hay más, digamos, en un nivel gerencial son más las gerentas que los gerentes. Y hay más mujeres que varones empleados en la cooperativa. En el Consejo de Administración que somos nueve titulares, somos cuatro mujeres. Y los cargos de la comisión directiva que son cuatro, somos dos mujeres y dos varones. (…) Porque también pienso yo que nosotras, las mujeres feministas o las del movimiento de mujeres que siempre estamos diciendo que tenemos que llegar a los lugares a donde se deciden las cosas, una vez que estamos en esos lugares lo que tenemos que hacer es impulsar que otras mujeres también estén. Si no te quedás sola. Y después mirás para atrás y notás que no hay nadie atrás.[42]
Esta situación, según Kreiman, es novedosa y debe comprenderse a la luz de los procesos protagonizados por las mujeres en los últimos diez años. En este sentido, refuerza la idea de que lo que pasa en EHO es reflejo de lo que pasa en el mundo cooperativo en general y en otras organizaciones políticas, sindicales y civiles de la sociedad.
En los últimos años, la cooperativa, desde el Consejo, realiza seminarios de formación en temas relativos a violencia laboral que, según Kreiman, es, en última instancia, violencia de género porque lo común es que se ejerza contra las mujeres. También, la cooperativa, a partir de la acción de la actual tesorera y ex presidenta, tiene una importante participación en el Comité de Género de COOPERAR, y en la elaboración del protocolo contra la violencia de género de la entidad.
En la actualidad, si bien se han dado grandes pasos, Adriana comenta que queda mucho por hacer en variados aspectos, que la lucha es permanente; los desafíos se pueden sintetizar en la cotidianidad de las entidades, en el día a día del trabajo en las cooperativas:
…cuando hablamos de participación de las mujeres surgen estas barreras a la participación que generalmente están relacionadas con el trabajo de la vida doméstica. Porque no tengo tiempo, además, muchos hombres manipulan estas cuestiones poniéndote horarios de reuniones que vos, obvio, no podés ir, porque a esa hora tenés que estar en casa dándole la leche a los chicos, o ir a buscar a los chicos al colegio, o vos salís del trabajo a esa hora en donde te esperan cuatro o cinco horas más de cosas para hacer ¿cuándo vas a la reunión? En cambio, ellos llegan, dejan las cosas, “bueno, me voy a la reunión”.[43]
Reflexiones finales
En este artículo nos hemos propuesto realizar un recorrido panorámico por la historia de la cooperativa El Hogar Obrero con el objetivo de rastrear el lugar de las mujeres en la entidad; qué expectativas sociales existieron acerca de su participación a lo largo del tiempo, qué discursos y representaciones se construyeron sobre ellas, qué espacios y roles ocuparon efectivamente y en qué momento comenzaron a enunciar demandas con perspectiva de género.
A modo de síntesis, hemos demostrado que hasta épocas muy recientes existió una tensión entre un discurso igualitario que teóricamente las incluía y una participación real que las marginaba de los espacios de deliberación y representación. El igualitarismo, sostenido tanto en los valores del cooperativismo como en el discurso socialista se tradujo en mecanismos de incorporación femenina con exclusión de la representación. Mostramos cómo a lo largo del tiempo se construyó y cristalizó una apelación a su participación que hacía énfasis en el aporte que podían realizar a partir de la diferencia sexual. Las mujeres, consideradas naturalmente consumidoras y responsables por el bienestar del hogar, debían ser las primeras en interesarse en el mundo cooperativo, sacar provecho del ahorro y participar construyendo una sociabilidad familiar basada en valores solidarios y cooperativos. Esa matriz fue muy potente y tendió a estabilizarse a lo largo del tiempo e incluso adaptarse a los cambios suscitados por los procesos de modernización social que se activaron a partir de la década de 1960. Así, si en los primeros decenios del siglo XX tales discursos bastaban para erigirse pioneros, al menos en comparación con lo que ocurría en el resto de la sociedad, una vez conquistados los derechos políticos para las mujeres, devinieron vetustos en cuanto no se tradujeron en una promoción real de la representación femenina.
A partir de los años 1980, en el marco del nuevo ascenso del movimiento de mujeres y del feminismo de la segunda y tercera ola, registramos algunos desplazamientos sin llegar a reemplazar la matriz discursiva original. La crisis de la cooperativa en la década de 1990 paralizó su actividad cultural y educativa permitiendo explicar la ausencia de debates sobre la temática. Fue solo en los últimos años -y al calor de la llamada cuarta ola del feminismo- que las demandas con perspectiva de género ingresaron en la cooperativa, poniendo de relieve que el protagonismo del movimiento de mujeres fue fundamental en los procesos de politización de las cooperativistas.
Con este artículo no buscamos agotar la temática, sino todo lo contrario. Esperamos que contribuya e impulse la multiplicación de estudios que repongan, con las herramientas de la historia, el lugar que las mujeres han tenido en el movimiento cooperativo.
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Documentos Históricos
Acta de Asamblea de El Hogar Obrero N°1, julio 1905. Archivo Histórico de El Hogar Obrero.
Entrevista a Adriana Kreiman. 16 de julio de 2019. Entrevistadoras: Paula Topasso y María Millán. Archivo Histórico del Cooperativismo Argentino. Archivo Oral.
Folleto “El Hogar Obrero. Medio siglo de cooperación libre”. 1955. Archivo Histórico de El Hogar Obrero.
[1] En este estudio nos enfocamos particularmente en la historia de las mujeres en la cooperativa EHO. Sin embargo, nos parece importante remarcar la importancia de ampliar el campo de las investigaciones relativas a géneros y cooperativismo desde una mirada que incluya a las disidencias, asumiendo que, si ya las mujeres estamos invisibilizadas en la documentación que pueda sostener las investigaciones, mucho más difícil -o, casi imposible- es encontrar rastros de colectivos también discriminados y sometidos a violencia por cuestiones relativas al género. Sostenemos que será necesario acudir a la historia oral para reponer el pasado de las mujeres y disidencias dentro del movimiento, tarea que deberá ser tomada por espacios como el Archivo Histórico del Cooperativismo Argentino (AHCA) y el Archivo Histórico del Cooperativismo de Crédito (AHCC).
[2] CONICET/Instituto de Investigaciones en Estudios de Género (IIEGE), UBA. Centro de Estudios de la Economía Social (CEES), UNTREF. Correo electrónico: ncasola@untref.edu.ar
[3] CONICET/ Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani, UBA. Correo electrónico: mnrabasa@gmail.com
[4] Archivo Histórico del Cooperativismo de Crédito y Archivo Histórico del Cooperativismo Argentino. Correo electrónico: millanmaru@gmail.com
[5] Véase sobre el tema: Cascardo (2018); Habichayn (2008); López y Mutuberría Lazarini (2015); y Pousada (2003).
[6] La cooperativa fue fundada en 1905.
[7] El proyecto de creación del Archivo Histórico del Cooperativismo Argentino (AHCA) tiene su origen en la necesidad de reunir, dar a conocer y vincular los acervos documentales que constituyen el patrimonio histórico del movimiento cooperativo en nuestro país. COOPERAR junto con la Universidad Nacional de Tres de Febrero y el Archivo Histórico del Cooperativismo de Crédito, impulsaron este proyecto para constituir un centro documental y guía de archivos de cooperativas que sistematice, localice y colabore en la conservación de la documentación existente y la memoria histórica del movimiento.
[8] Este concepto lo construimos en analogía al de “democracia patriarcal” de Lagarde (2018, 277): “Las democracias han sido concebidas por los hombres, aunque las mujeres hayamos luchado por ellas; y el desarrollo ha sido una clave de horizonte, de futuro, pensado por los hombres y para categorías sociales que no contemplan a las mujeres. [...] Este es el paradigma desde el cual podemos analizar la participación social y política de las mujeres. Y nos permite reconocer que siempre hemos participado desde la marginalidad democrática, desde la periferia de la democracia, o desde los ´no lugares´”.
[9] Folleto “El Hogar Obrero. Medio siglo de cooperación libre”. 1955. Archivo Histórico de El Hogar Obrero.
[10] La Vanguardia (1898), 3.
[11] Acta de Asamblea de El Hogar Obrero N°1, julio 1905. Archivo Histórico de El Hogar Obrero.
[12] Folleto “El Hogar Obrero. Medio siglo de cooperación libre”. 1955. Archivo Histórico de El Hogar Obrero.
[13] La Cooperación Libre (1915), 2.
[14] La Cooperación Libre (1919).
[15] La Cooperación Libre (1918a), 5.
[16] La Cooperación Libre (1918b.), 6.
[17] Ídem.
[18] Vida Femenina (1935), 12-13.
[19] Vida Femenina (1937), 7.
[20] En 1934 EHO organizó la exposición “La vivienda ideal” basada en la tipología de casa individual, en contraposición a la casa colectiva. Véase Ballent (2014).
[21] La Cooperación Libre (1942), 6.
[22] Citado en Dunowicz y Villaveirán (2013), 71.
[23] De acuerdo con Valobra (2013:117), para los años 40, dentro del PS existía un índice de masculinidad notable, sobre todo en áreas de decisión donde Moreau de Justo era la única líder que podía mencionarse en un puesto de envergadura.
[24] Véase, Pite (2016).
[25] La Cooperación Libre (1958), 1.
[26] Durante las décadas de 1940 y 1950, La Cooperación Libre se publicó de manera bimensual y estaba centrada en la publicidad de los productos que comercializaban, además de algunas notas que buscaban la divulgación de la doctrina cooperativa. En aquellas décadas comenzó una transición entre la venta de productos a través del sistema de reparto hacia un modelo de multiplicación de almacenes y despachos de pan.
[27] La Cooperación Libre (1959a), 6.
[28] La Cooperación Libre (1959b), 7.
[29] La Cooperación Libre (1961), 11.
[30] En la medida en que el trabajo doméstico continuó siendo considerado como una característica sexual, atada a la biología, varones y mujeres continuaron percibiendo lógico que la mujer trabajadora cargara con la segunda jornada.
[31] La Cooperación Libre (1972).
[32] Véase, Perez (2012).
[33] La Cooperación Libre (1971), 28.
[34] Véase, Tarducci, Trebisaccea y Grammático (2019).
[35] Entrevista a Adriana Kreiman. 16 de julio de 2019. Entrevistadoras: Paula Topasso y María Millán. AHCA. Archivo Oral.
[36] Ídem.
[37] Ídem.
[38] AHCA. Sección Federaciones. Consumo. El Hogar Obrero.
[39] Diario Sur, Suplemento especial, jueves 8 de marzo de 1990.
[40] La Ley 24.012 de cupo femenino fue una legislación argentina que determinó que al menos el 30% de las listas de candidatos que presentan los partidos en las elecciones estuviera ocupado por mujeres. La ley fue sancionada el 6 de noviembre de 1991, durante la presidencia de Carlos Menem.
[41] Entrevista a Adriana Kreiman. 16 de julio de 2019. Entrevistadoras: Paula Topasso y María Millán. AHCA. Archivo Oral.
[42] Ídem.
[43] Ídem.
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