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REFLEXIONES Y DEBATES
Condiciones y procesos en que los y las jóvenes dinamizan el cooperativismo de la agricultura familiar
Número 227 / Año 2019 / Por Mendoza Vidaurre, René
La paradoja de los últimos treinta años es que el campesinado, a pesar de tener hijos e hijas con más educación formal, vive una crisis económica y social que amenaza su misma existencia. El cooperativismo podría ser su “barco” para resistir y llegar a buen puerto. Para ello, ese cooperativismo cooptado por las elites económicas y políticas, necesita “cambiar la dirección de sus velas” y reorganizarse. Esto es posible si las y los jóvenes son partícipes de ese proceso. Entonces, ¿bajo qué condiciones pueden las y los jóvenes rurales participar de ese proceso de reinvención de las cooperativas para viabilizar la agricultura familiar? Este artículo lidia con esta pregunta y llega a una conclusión: cuando el campesinado, en espacios cooperativos, estudia las duras reglas, autoestudia su mentalidad y se moviliza para innovar en función de las familias campesinas que se organizan, aquella crisis puede volverse una oportunidad para mejorar nuestras sociedades.
Conditions and processes used by young people to make family agriculture co-operativism more dynamic. The paradox of the last thirty years is that, in spite of the fact that farmers’ children have more access to formal education, they are living in an economic and social crisis that threatens their very existence. Co-operativism could be the “ship” that may allow them to resist and reach a safe harbor. To do so, this co-operativism coopted by the economic and political elites needs to “adjust its sails” and reorganize itself. This is possible if the young get involved in that process. So, under what circumstances can the young men and women from rural backgrounds take part in the co-operatives reinvention process in order to make family agriculture viable? This article analyses this question and arrives at a conclusion: when farmers of cooperative settings study the rigid rules, are self-aware, and organize to innovate based on the farmer families that get together, then that crisis can turn into an opportunity to improve our societies.
Condições e processos nos quais os jovens e as jovens deem força ao Cooperativismo da Agricultura Familiar. O paradoxal dos últimos trinta anos é que o campesinato apesar de ter filhos e filhas com maior educação formal vivem uma crise econômica e social que ameaça a sus existência mesmo. O Cooperativismo poderia ser o seu “barco” para resistir e chegar a bom porto. Para isso, esse cooperativismo cooptado pelas elites econômicas e políticas precisa de “mudar a direção das velas” e se reorganizar. Isso é possível caso as jovens e os jovens sejam partícipes desse processo. Então, ¿quais as condições para as jovens e os jovens camponeses participarem desse processo de reinvenção das cooperativas e tornarem viável a agricultura familiar? Este artigo se liga com essa pergunta e atinge uma conclusão: Se o campesinato, dentro de espaços cooperativos, estuda as regras inflexíveis do capitalismo, auto estuda a sua mentalidade e se movimenta para conseguir uma inovação, fazendo as famílias camponeses se organizarem, aquela crise pode virar uma oportunidade para melhorar nossas sociedades.

Revista Idelcoop, nº 227, marzo 2019. ISSN 0327-1919 / Sección Reflexiones y Debates

 IDELCOOP Fundación de Educación Cooperativa

 

Condiciones y procesos en que los y las jóvenes dinamizan el cooperativismo de la agricultura familiar

 

René Mendoza Vidaurre[1]

 

Artículo arbitrado

Fecha de recepción: 09/07/2018

Fecha de aprobación: 16/01/19

 

No puedes guiar el viento, pero puedes cambiar la dirección de tus velas.

Proverbio chino

 

Dime algo y lo olvidaré, enséñame algo y lo recordaré, hazme partícipe de algo y lo aprenderé.

Confucio

 

 

Resumen

La paradoja de los últimos treinta años es que el campesinado, a pesar de tener hijos e hijas con más educación formal, vive una crisis económica y social que amenaza su misma existencia. El cooperativismo podría ser su “barco” para resistir y llegar a buen puerto. Para ello, ese cooperativismo cooptado por las elites económicas y políticas, necesita “cambiar la dirección de sus velas” y reorganizarse. Esto es posible si las y los jóvenes son partícipes de ese proceso. Entonces, ¿bajo qué condiciones pueden las y los jóvenes rurales participar de ese proceso de reinvención de las cooperativas para viabilizar la agricultura familiar? Este artículo lidia con esta pregunta y llega a una conclusión: cuando el campesinado, en espacios cooperativos, estudia las duras reglas, autoestudia su mentalidad y se moviliza para innovar en función de las familias campesinas que se organizan, aquella crisis puede volverse en una oportunidad para mejorar nuestras sociedades.

 

Palabras clave: jóvenes rurales, agricultura familiar, reorganización cooperativa, innovación

 

Introducción

En los últimos treinta años, el campesinado ha enfrentado mayores crisis por los cambios climáticos, el despojo sistemático desde las elites y porque ya no hay tierra virgen para “colonizarla”. Un modo de resistencia ha sido organizarse en cooperativas, pero estas suelen ser cooptadas por el Estado, los mercados y la cooperación internacional. Al mismo tiempo, como nunca antes en la historia rural, hay más jóvenes rurales con educación superior, pero que se alejan de la agricultura y emigran a las ciudades y al exterior. De continuarse esta situación, además de recrudecer la desigualdad y el déficit de democracia de nuestras sociedades, afectaría la alimentación mundial que depende en buena medida de la agricultura familiar que, según CEPAL, FAO e IICA,[2] representa más del 75% de las unidades de producción en casi cada país de América Latina.

Si los y las jóvenes graduados y graduadas son partícipes del cambio de “dirección” de las “velas” del cooperativismo, estas pueden como nunca antes en la historia rural viabilizar la agricultura familiar –también llamada campesinado y pequeños productores–. ¿Bajo qué condiciones pueden los y las jóvenes rurales participar de ese proceso de reinvención de las cooperativas para viabilizar la agricultura familiar? Respondemos esta pregunta a través de cinco secciones. En la primera sección reviso experiencias históricas en Europa, en los Estados Unidos y en América Latina para mostrar, a pesar de la heterogeneidad de la ruralidad en América Latina y la variedad de contextos históricos, ciertos patrones comunes que han adversado la agricultura familiar. Tras comprender esos patrones, en la segunda sección discuto cómo se ha enfrentado esa crisis campesina (agricultura familiar), para ello resumo la idea del “voluntarismo heroico” que ha prevalecido generalmente con resultados adversos, regreso a ver la experiencia de la juventud productora en los Estados Unidos durante 1870 y 1910, y resumo el camino de cómo innovar basado en Albert Einstein, método que si se utiliza por los y las jóvenes podría contribuir a resolver la crisis de la agricultura familiar. Después de recuperar respuestas históricas a las crisis y un marco referencial para innovar, en la tercera sección discuto las condiciones bajo las cuales los y las jóvenes y sus padres podrían construir puentes en pos de esa innovación. En la cuarta sección, muestro casos concretos del tipo de innovaciones que llevan a reinventar el cooperativismo. Y en la quinta sección, listo pautas de cómo generar un movimiento cooperativo de la mano de los y las jóvenes.

 

1. Crisis en la agricultura familiar

Las olas del mar y la corriente de agua debajo de las olas suelen ir en direcciones opuestas. Así va el crecimiento económico y la democracia representativa en América Latina, donde las dictaduras militares quedaron en el pasado, mientras las familias productoras son jaladas por la “corriente” del despojo. Una y otra vez el campesinado (actualmente llamado agricultura familiar) en el mundo ha estado a punto de triunfar ante ese despojo. ¿Qué ha hecho inexpugnables a las leyes de las elites? ¿Qué ha impedido que el campesinado haga su propio camino agrícola e industrial? En esta sección revisamos brevemente la situación del campesinado (o agricultura familiar) en Europa, Estados Unidos y en América Latina. Lo hacemos para sorprendernos de que coinciden en las condiciones que adversan al campesinado a través del sistema de habilitación, la usura y la intermediación comercial, que los y las va despojando de sus recursos, los y las proletariza y los y las expulsa de sus lugares.

 

1.1. En Europa y en los Estados Unidos

En Europa, el capitalismo industrial se impuso y despojó a las familias campesinas de sus tierras, lo que las proletarizó para que trabajaran en las industrias, ante lo cual opusieron resistencia de miles de maneras. Parte de esa resistencia fue la emergencia de las cooperativas en Inglaterra con los obreros de la hilandería, así como las cooperativas de Alemania en la década de 1840 con Hermann Schulze-Delitzch, en la década de 1850 con Friedrich Raiffeisen y en la década de 1860 con Wilhelm Haas, cooperativas que en parte fueron una reacción a la fallida revolución de 1848-1849 en ese país y mayormente ante las leyes económicas asfixiantes. Raiffeisen, por ejemplo, encontró una relación entre pobreza y dependencia ante la usura y ante la intermediación comercial, y argumentó que para superar la pobreza había que superar esa dependencia, por lo que fomentó cooperativas bajo el triple A: autoayuda, autogobierno y autorresponsabilidad.[3]

Un cuadro más cercano lo tenemos en los Estados Unidos. Allí, luego de la Guerra Civil (1861-1865), la elite industrial y comercial –entre 1870 y 1930– destruyó las esperanzas de un campesinado organizado en cooperativas. ¿Cómo pasó eso? Lawrence Goodwyn[4] describe que a la Guerra Civil, acompañada de “prosperidad” económica, le siguió un período de estrés bajo las “nuevas reglas” del comercio. Ante esos “tiempos duros”, el campesinado tuvo que “trabajar aun más duro”. Como eso no resultó, millones de familias migraron al oeste del país creyendo que con “trabajo duro” en tierras vírgenes generarían más ingresos que deudas. Tampoco resultó. Se dieron cuenta que las reglas del comercio en Kansas y Texas eran las mismas de Ohio, Virginia y Alabama. Rosa Luxemburg[5] describe lo que pasaba en Estados Unidos:

 

Tales son los rasgos de la dominación del capital en el mundo. Expulsó al campesino de Inglaterra (después de haberle dejado sin tierras) al Este de los Estados Unidos; del Este al Oeste para convertirlo, sobre las ruinas de la economía de los indios, en un pequeño productor de mercancías; del Oeste volvió a expulsarlo, nuevamente arruinado, hacia el Norte; ante él iban los ferrocarriles, y tras él la ruina: le antecedía siempre el capital, como guía, y le seguía el capital para rematarle. La carestía general de los productos agrícolas ha sucedido a la gran bajada de los precios del último decenio del 1800, pero el pequeño granjero norteamericano ha obtenido tan pocos frutos de ella como el campesino europeo.

 

Figura 1. Entramado del sistema de habilitación en los EE.UU. (1860-1930)

 

Fuente: Elaboración propia a partir de lo encontrado en Goodwyn (1978).

 

¿Cuáles reglas? El crop lien system (sistema de habilitación) respaldado por las leyes y el poder económico del país. Esto es, un comerciante manejaba dos precios, venta al contado y al crédito; una familia productora no lograba comprar al contado, por lo que el comerciante le proveía al crédito alimentos, insumos y herramientas, a pagarse con la cosecha del algodón con tasas de interés implícito entre el 100% y el 200%. Llegada la cosecha, el comerciante se pagaba con el algodón y la familia quedaba generalmente con saldo rojo. En caso de que la familia productora careciera de tierra y/o mulas, el terrateniente se las alquilaba y, en coordinación con el comerciante, se pagaban con la cosecha. Para la siguiente cosecha, el comerciante volvía a darle crédito, esta vez la familia dejaba su propiedad hipotecada. En el segundo, tercer o quinto año, el comerciante se pagaba con la propiedad.

Ese sistema era parte de la estructura de intermediación y de la industria nacional. La industria proveía insumos y herramientas a la intermediación y esta al productor bajo crédito. Aquellos saldos rojos empeoraban porque el comprador del algodón, en Inglaterra, viró sus compras a Egipto y a India, o sea, la familia productora era ahogada por el nefasto “abrazo”: bajaban los precios del algodón y subían los precios de los insumos y herramientas para cultivar algodón. Si la familia no cultivaba algodón, no le daban crédito; si sembraba algodón, tenía que depender de agroquímicos. Ese sistema, además, estaba respaldado por las leyes del Estado y por el poder económico de las elites detrás de la industria y del comercio.

Con estos mecanismos aumentaba la concentración de la tierra y de la industria, así como la centralización corporativa y la política de los Estados Unidos con el motete “democrático”. Algo parecido se había dado en Europa, por un lado, extraían riqueza de los campesinos y los proletarizaban para convertirlos en sus obreros, porque aguantaban más que los urbanos el duro y extenso trabajo de las industrias y, por otro lado, moldeaban una conducta resignada en la población, al hacerles creer que esas realidades eran naturales, que su suerte se debía a que eran “flojos”, “inseguros” y “atrasados” y que las cosas no se podían cambiar.

 

1.2. En América Latina

Aunque los mecanismos de despojo varían de región en región y al interior de cada país, hay ciertos patrones comunes. “Los campesinos somos como las piedras, vamos rebotando guindo abajo”, expresó Félix Meza, campesino de frontera agrícola en 1991 (Wiwilí, Nicaragua). Ese “rebote” es consecuencia del “efecto dominó” de la compra de tierras en cascada, del más rico al menos rico, un efecto de las duras reglas del comercio, desde las metrópolis que demandan carne, madera o azúcar, hasta las montañas. Esto hace que una familia campesina aguante en un lugar un promedio de veinte años; luego heredan la tierra a sus hijos, quienes la venden y se adentran más a la montaña para ampliar su área de tierra. Esta historia repetida de generación en generación se ha recrudecido en los últimos treinta años porque las “tierras vírgenes” han empezado a escasear dramáticamente, lo que ha expulsado a los y a las jóvenes rurales hacia las ciudades y al exterior.

 

Figura 2. Entramado del sistema de habilitación en América Latina, siglos XX y XXI

Fuente: Elaboración propia en base a observaciones de campo en países de Centroamérica.

 

Al parecer ese sistema anticampesino de Europa y Estados Unidos es bastante similar en América Latina, con las variantes respectivas que cada contexto imprime. Lo explicaremos en torno a productos, trabajos y tierra. En productos, el comerciante compra café “a futuro” en “tiempos del silencio” (meses de escasez) y a mitad de precio del mercado, a ser pagado con café cuando llegue la cosecha.[6] En trabajos, los hacendados y las empresas tienden a endeudar a los trabajadores permanentes y asegurarse de trabajadores temporales para la siguiente cosecha. Por ejemplo, una familia recibe crédito durante el “tiempo del silencio” por el que la mujer (madre soltera o esposa del campesino) cocinará en la hacienda para los trabajadores 16 horas al día por un promedio de 6 dólares por día durante la cosecha de café; en cambio, sin esa deuda, ella puede lograr 6 dólares trabajando 8 horas al día en la misma cosecha. En tierra, las empresas en rubros como el maní, el tabaco y la caña de azúcar tienden a alquilar tierras campesinas, así les es más rentable porque pueden aprovecharlas al máximo con tecnología mecanizada y agroquímicos, sin preocuparse por dejarlas inservibles después de unos años. Es un sistema que provee recursos para el corto plazo y erosiona en el largo plazo, hace que los pagos se evaporen rápidamente, y las familias se endeuden y sean despojadas sistemáticamente.

Esas reglas se endurecen más por el nefasto “abrazo” de precios de productos campesinos que bajan y de los agroquímicos que suben, y por el efecto “alicate”, de un lado, el sistema comercial y, por el otro lado, el sistema extractivista de recursos naturales que en muchos casos va de la mano con organizaciones del crimen. Esta situación es aprovechada por la intermediación para endeudarles en torno a un solo rubro, con tecnología crecientemente mecanizada y dependiente de insumos químicos. Es un sistema que encamina al monocultivismo. De hecho, por siglos, las grandes empresas se han movido en esos rieles, primero con la caña de azúcar, luego con el algodón, el ganado, el café, el maní, el girasol, la soya, la palma africana… Ese sistema de monocultivo ha ido penetrando en las familias campesinas porque la industria financiera y la de los agroquímicos también las condiciona a ello. Lo llamativo es que buena parte de las cooperativas y del llamado “comercio justo” se han movido en esos mismos rieles.

En consecuencia, la concentración de la tierra, de los recursos naturales, de las industrias y del comercio, al igual que las concesiones extractivas se acrecientan. Lo hacen respaldadas por el Estado, legitimadas por la Iglesia y con universidades que educan a los hijos y a las hijas del campesinado de espaldas a la agricultura familiar. De este modo, las estructuras jerárquicas combinadas ahora con el neoliberalismo imprimen una mentalidad resignada, providencial y con una consciencia de creerse libres. Este es el orden del cual emanan orientaciones para las familias campesinas.

 

2. Voluntarismo heroico, pensado e innovador

¿Cómo enfrentar y superar estas “duras reglas” erigidas por las elites e interiorizadas por las familias? Para los últimos treinta años, Raúl Zibechi[7] describe varios movimientos sociopolíticos que han emergido en América Latina con ciertas características diferenciadoras: asamblearias, juveniles, comunitarias y con mayor flujo de personas en sus liderazgos, y en lo referido a lo rural se trata de movimientos contra el extractivismo y el monocultivismo –herencias coloniales–. Años después, sin embargo, el mismo Zibechi[8] critica a algunos de ellos que llegaron a asumir Gobiernos y se volvieron en contra de sus orígenes, y aboga por movimientos que sean alternativas al Estado. En retrospectiva, la historia de la humanidad está llena de revueltas y movilizaciones, por ejemplo, el movimiento estudiantil de los años 60 en que los y las estudiantes creían influir en las estructuras de poder y privilegios heredados,[9] revueltas rurales en siglos pasados en Europa,[10] rebeliones que fueron aplastadas por la violencia institucionalizada o cooptadas por las elites.

¿Por qué fracasaron estas rebeliones? En la sección anterior, discernimos el sistema que adversa a las familias rurales. Ahora captaremos, en el lado de las familias rurales, las estructuras que sostienen su resignación y describiremos un sobresaliente movimiento campesino cooperativo.

 

2.1. Voluntarismo heroico

Andrés Pérez-Baltodano[11] describe que los y las jóvenes del nuevo milenio en Nicaragua repiten a los viejos de los años 80, y discierne que, después de doscientos años de guerras y revoluciones, Nicaragua sigue siendo una de las sociedades más atrasadas del continente. Esa historia de fracasos, según el autor, es explicable a través de una trinidad de nociones: el padre Dios providencial, el vástago pragmatismo resignado y el espíritu voluntarista heroico (ver figura 3).

 

Figura 3. Pilares del comportamiento societal

 

 

Fuente: Elaboración propia en base a las ideas planteadas por Pérez-Baltodano (2013).

 

La noción providencial ofrece una visión de la historia como un proceso controlado por un Dios que decide todo, donde las personas niegan la necesidad de lo político: decisiones humanas que generan cambios. Pérez-Baltodano marca la diferencia entre providencialismo general y el meticuloso. El primero explica la historia de Europa en la que primó la idea de un Dios como una fuerza que no impide el ejercicio de la libertad y que existe el “libre albedrío”. Es un proceso a través del cual se puso fin al absolutismo de Dios en la historia y en el que la Ilustración del siglo XVIII expresa la idea de que las personas hacen su historia y su destino. El providencialismo meticuloso, en cambio, era una visión que primó en la Edad Media, cuando se creía que Dios decidía todo y nada escapaba a su control. El autor concluye que esta última noción domina a la sociedad latinoamericana de hoy en día.

La noción del pragmatismo resignado viene de la cultura providencial y hace percibir la historia como un juego de azar donde solo queda responder intuitivamente. Es una visión de la política como la habilidad de acomodarse a las circunstancias definidas por el poder, aceptar esa realidad, no escandalizarse ante las injusticias y abandonar cualquier voluntad de transformar esa realidad.

Finalmente, la noción del voluntarismo heroico da una visión del activismo (acción sobre la razón) para transformar la realidad. Se concibe que los hechos resultan por causas fortuitas y que la voluntad prima sobre el entendimiento. Es un voluntarismo emocional irreflexivo que depende de la fuerza física para determinar la historia, como copiar mecánicamente ideologías políticas europeas sin conocer las filosofías que le dieron origen. Es lo que Edelberto Torres Rivas[12] llama “activismo sin teoría” en su revisión de las revoluciones y de las democracias en Centroamérica.

Desde esa trinidad de nociones, se explicarían las revueltas y los movimientos fallidos. Con una mentalidad providencial, en la cual negamos las decisiones humanas como motoras de cambio, nos adaptamos a la realidad impuesta por el poder y reaccionamos espontáneamente a los hechos. La ausencia de reflexión y de estudios habría llevado a nuestras sociedades a no transformar sus realidades y a que las distintas expresiones de resistencia resultaran fallidas. La consecuencia de ello sería que se acentúe aún más la mentalidad providencial y resignada.

 

2.2. Desafío a la estructura centenaria

Probablemente esa trinidad de nociones también influyó en lo descrito sobre Estados Unidos, particularmente lo del pragmatismo resignado y del voluntarismo heroico. De hecho, Goodwyn[13] nota que la primera reacción de los productores fue la insurgencia política: no les resultó. Aprendieron esa lección y organizaron un movimiento basado en el cooperativismo. ¿Cómo fue?

Dijimos que luego de la Guerra Civil (1861-1865), la migración campesina al oeste del país fue víctima de las duras reglas del comercio imperantes en todo el país. Ante ello, en la década de 1870, algunos productores compartían sus problemas y varios y varias jóvenes, con y sin educación formal, comenzaron a leer libros sobre economía para explicarse por qué los “tiempos eran duros” cuando el país entero creía estar viviendo una época de “progreso económico”. Entonces, algunos y algunas jóvenes comenzaron a hablar fuerte sobre su “derecho” de decir que las cosas que pasaban eran “incorrectas”. Así formaron la Alianza de Productores y desde ahí fueron formando organizaciones económicas de autoayuda, cooperativas y, con los años, hasta un partido político.

Ese movimiento era notorio para la década de 1880, aunque sus efectos no se sentían en el cambio del sistema de habilitación descrito, más bien la crisis se recrudecía. Sin embargo, las familias productoras no se rindieron, multiplicaron las organizaciones y crecieron en un movimiento masivo y coordinado que se difundió a todo el país. Millones de personas creyeron que el “nuevo día” vendría, que el cooperativismo les llevaría a democratizar la economía. Ese es el movimiento que en la década de 1890 fue conocido como la “revuelta populista”.

A sabiendas de que las revueltas agrarias habían sido abortadas por las sociedades industrializadas, ¿cómo lograron ese carácter masivo y sostenido por alrededor de dos décadas? Según Goodwyn,[14] fue un proceso secuencial. Primero, la formación del movimiento: estudian sus realidades y tienen interpretaciones contrarias a la narrativa dominante. Segundo, la inscripción al movimiento: se crean maneras para que las personas de forma masiva se sumen a las diferentes formas de organización cooperativa que creaban. Tercero, la educación del movimiento: realizan un análisis social del proceso que genera autoconfianza colectiva y comunicación interna. La base principal de la educación era el experimento cooperativo en sí mismo y en contra de las tiendas comerciales, distribuidoras, banca, ferrocarriles, compañías de tierras, etc. La idea era cooperar, no competir. Cuarto, la politización del movimiento: el proceso de educación les llevó a generar nuevas ideas, compartirlas masivamente, y a organizar acciones políticas independientes como una realidad posible, que les llevó a proponer la democratización del sistema monetario nacional.

Formando, sumando, educando y politizando es cómo formaron esa masiva revuelta agraria. La gradual evolución de la cooperativa fue la base de esa revuelta. Así, la Alianza de Productores pudo comprar y vender algodón, multiplicar conferencistas itinerantes, formar diversas expresiones cooperativas, adquirir maquinarias e infraestructura para escalar económicamente, tener periódicos y partido político. Fue una fábrica de líderes indignados con capacidad de articular sus ideas y de comunicarse con los productores en su propio lenguaje.

Ese movimiento masivo, a pesar de cosechar éxitos y durar más de veinte años, al final sucumbió. Fracasaron sobre todo por ir cayendo en la misma lógica liberal de entonces, en economías de escala, en monocultivismo y por la tendencia a la jerarquización del movimiento. Nos quedan algunos aprendizajes: un movimiento generado por los y las jóvenes y las mismas familias productoras, y el despertar político desde los y las jóvenes en la medida que fueron estudiando sus realidades, experimentando formas cooperativas y reflexionando sus procesos, elementos que les permitieron construir una visión compartida de democratizar la economía a través del cooperativismo –sin usar la violencia–.

 

2.3. Innovación posible desde la juventud

Si volvemos a la América Latina actual, que es testigo del boom de jóvenes con mayor educación formal a la vez que del mayor recrudecimiento de las reglas del sistema comercial-financiero y extractivas adversas a la agricultura familiar, ¿cómo puede la juventud reinventar el cooperativismo que transforme las realidades agrarias?

Comenzamos con la crisis de la agricultura familiar en América Latina, e incluimos la emigración de la juventud de áreas rurales. Luego identificamos las “duras reglas” comerciales y extractivas en la historia de Europa y de Estados Unidos, así como en la América Latina actual. Constatamos que esos procesos fueron resistidos, pero que al final el capitalismo se impuso. A la pregunta de por qué fracasaron las revueltas agrarias, además de la dureza del sistema adverso, con el foco en América Latina, argumentamos que se debe a una mentalidad providencial y resignada y el querer cambiar el sistema a pura voluntad. Sin embargo, encontramos la revuelta agraria de los Estados Unidos basada en cooperativas, donde estudiaron y se autoestudiaron (no solo voluntarismo), visionaron democratizar la economía (superaron la resignación) y construyeron su propia historia (no providencial). Sobre esta base, ahora trabajamos el rol innovador de la juventud.

 

Figura 4. Capacidad innovativa

 

Fuente: Thorpe (2000).

 

Damos este paso apoyados en Scott Thorpe.[15] Él analiza cómo el genio del siglo XX, Albert Einstein, descubrió la teoría de la relatividad. Einstein tenía 23 años cuando, mientras trabajaba como electricista de lavadoras, observó que la velocidad de la luz y el tiempo parecían ir a la misma velocidad relativa del observador. Ese problema no había sido resuelto porque Isaac Newton, tres siglos atrás, había decretado la regla del tiempo absoluto: el tiempo no va rápido ni lento, es lo constante del universo –porque Dios está detrás del universo–. Los científicos nunca desafiaron esa regla. Einstein, en cambio, la quebró. Thorpe halla algo más, después de esa innovación: Einstein pasó su vida consolidándola y no logró otra innovación, cayó en la regla de la certidumbre. Así el viejo Einstein dijo: “Dios no juega a los dados con el universo”. Lo de Einstein no es una excepción: mientras más joven es la persona, menos sabe y más capacidad de resolver problemas tiene (ver figura 4).

Lejos del voluntarismo, el cuadro 1 resume una metodología para innovar, lo que nos interesa para los y las jóvenes. Un “problema” es estructural, cuyo planteamiento busca satisfacer necesidades reales y sentidas. De Einstein aprendemos que cada detalle puede ser espacio de grandes ideas (por ejemplo, cuando se repara una lavadora). Si ese problema no fue resuelto es porque hay reglas que impiden que sea resuelto, por eso es que, como dice Einstein, un problema no puede ser resuelto con el mismo pensamiento que lo generó. Al identificar esas reglas, las discernimos en nuestra propia mente. Las quebramos. Entonces, las condiciones estarán dadas para que emerjan las soluciones.

 

Cuadro 1. Metodología para innovar

 

 

Fuente: Basado en Thorpe (2000).

 

El desafío en América Latina es que los y las jóvenes empujen la quiebra de reglas, y generen nuevos pensamientos para encontrar soluciones a la viabilidad de la agricultura familiar. Vamos hacia allá (ver cuadro 2).

 

Cuadro 2. La innovación que la juventud puede trabajar

 

Fuente: Elaboración propia.

 

La agricultura familiar está en crisis, cada vez más acorralada por el sistema económico, las políticas fiscales, las haciendas y las empresas que alquilan y compran tierras para expandir el sistema monocultivista, y por el extractivismo. Las familias podrían revertir ese acorralamiento si se organizan en cooperativas, pero estas se han vuelto funcionales al sistema que adversa al campesinado; se parecen a la empresa privada que responde a los mercados, mientras obvian su lado asociativo; apuestan al monocultivo; asumen una racionalidad de maximizar ganancias y obvian la redistribución de sus ganancias; tienden a concentrar inversiones físicas y a centralizar decisiones; son guiadas por estructuras jerárquicas de elites que maniobran mercados y Estados.[16] Este tipo de cooperativas son legitimadas por los organismos de la cooperación, por el Estado, por el comercio justo y por la Alianza Cooperativa Internacional que enfatiza a las mega cooperativas. La regla que los mueve: “Los cambios vienen de arriba”.

Sin embargo, si estas cooperativas se reinventan y recuperan su sentido original de adversar al capitalismo industrial (Inglaterra) y a la usura (Alemania), al apostar por democratizar la economía (Estados Unidos entre 1870 y 1910), en la medida que sus asociados y asociadas las gobiernen a través de sus órganos, podrían ser el mejor medio para viabilizar la agricultura familiar diversificada y en consecuencia de una nueva sociedad con menos desigualdad. Eso es posible si los y las jóvenes contribuyen a su reinvención. ¿Cómo? De eso trata las secciones siguientes.

 

3. Des-encuentros generacionales

Si una mayoría creciente de jóvenes tienen estudios superiores y capacidad para innovar, ¿por qué los y las jóvenes aún no son partícipes de ese proceso de reinventar cooperativas? Hay tres condiciones estructurales en disputa que lo explican.

La primera refiere a la actual generación de padres a hijos. En Europa, hablan de jóvenes “ni-ni”: ni estudian ni trabajan. Zygmunt Bauman,[17] en sus estudios sobre desigualdad, observa que las generaciones de Europa después de la Segunda Guerra Mundial, apoyadas por políticas de redistribución, miraban hacia adelante para mejorar, mientras que hoy en día los y las “ni-ni” son la primera generación que no gestiona los logros de sus padres como el inicio de su carrera, que más bien se preguntan cómo hicieron sus padres para mejorar. Esos y esas jóvenes no ven hacia adelante, sino hacia atrás.

Hasta hace unos años en la América Latina rural, los padres recibían la herencia de los suyos y se adentraban hacia la montaña para ampliar su área (comprar tierras más baratas o carrilear tierras vírgenes) para, más tarde, heredarlas a sus hijos, y estos a los suyos. La herencia era el punto de partida para cada nueva generación. Pero ahora la frontera agrícola llegó a su límite. Entonces, por un lado, los padres no amplían sus áreas para heredar ni inculcan su cultura agrícola a sus hijos porque estos, a diferencia de los años anteriores a 1980 en que los hijos crecían trabajando en sus fincas y casas, pasan su infancia, adolescencia y parte de su juventud estudiando, y por otro lado, ese grupo de jóvenes no encuentra trabajos en sus carreras ni les gusta la agricultura de sus padres, y en caso de que les guste se topan con un muro: “No me heredan porque dicen que ‘chancho suelta la manteca hasta que muere’”.[18]

 

Cuadro 3. Rentabilidad del maíz en dólares (Honduras, 2017)

Fuente: Elaboración propia en base a casos de productores de Honduras.

 

La segunda condición refiere a la perspectiva del conocimiento adquirido por los y las jóvenes en la educación superior. Para 2015, según un informe de la UNESCO, el 98% de los y las jóvenes de América Latina estudian. Cuando regresan con sus padres, muchos y muchas hacen cálculos económicos y concluyen que lo que sus padres cultivan no es rentable (ver cuadro 3 para el maíz). En ese saber adquirido subyace una perspectiva contraria a la economía campesina: toman el rubro como mercancía aislada del sistema de producción donde crece y al margen de la racionalidad de la familia que la produce. Lo mismo pasa con otros rubros, por ejemplo, estudian el café o el cacao y obvian los cítricos, las musáceas y los árboles forestales que están en la misma área del café o del cacao. Esos supuestos van en sintonía con la perspectiva de las empresas que abrazan el sistema del monocultivo, apuestan por el volumen en base a tecnología intensiva y maximizan sus ganancias. Es decir, las universidades, a pesar de que el 75% de las unidades productivas son de agricultura familiar, enseñan la racionalidad y las tecnologías de ese restante 25% de la agricultura moderna, por lo que la juventud sale sorda y ciega a ese 75%. La paradoja es que el campesinado paga los estudios de sus hijos y estos aprendieron cómo desvalorizar la cultura de sus padres –“cría cuervos y te sacarán los ojos”, dice una expresión popular–.

Estos hechos son disputados en las familias. Los hijos aman a sus padres, como toda hija o hijo, pero no comparten sus decisiones y acciones. Padres e hijos están atrapados por una vieja creencia que ellos mismos repitieron: “Hijo, vete a estudiar para que no seas como yo, campesino” y “un lápiz pesa menos que una pala”, dicen los padres; “no estudié para volver al monte”, dicen los hijos y las hijas. Por “monte” entienden agricultura familiar equivalente a “atraso”, una semilla que la universidad sembró en sus mentes. Por “pala” suponen que la agricultura es cosa de fuerza física, de músculos. Cuando los hijos no encuentran trabajos en las carreras que estudiaron, los padres se frustran al no poder encaminarlos hacia su futuro, como hicieron sus padres con ellos cuando les inculcaron cómo pensar y trabajar en la finca (granja). Ahora el mundo de la tecnología digital en el que los y las jóvenes nadan les es ajeno a los padres: “Más estudiados, más enredado me hablan”. La juventud y sus padres no captan que en la agricultura familiar de hoy en día el músculo más importante es el cerebro. La desconfianza hace nido en sus mentes: “Si le heredo, no sabe trabajar, venderá la tierra y se irá, es como con los bueyes, si no sabemos manejarlos se abrocan” y “mente desocupada, taller del diablo”, dicen los padres; “si me quedo con mis padres, para nada estudié” y “los viejos no cambian”, dicen los hijos y las hijas. La paradoja es que los y las jóvenes rechazan las decisiones verticales (voluntarismo heroico) de sus padres, pero en el tiempo las reproducen (pragmatismo resignado) para sus propios hijos, como les pasó a sus padres.

Si los y las jóvenes junto a sus padres se cargan de mutua paciencia, un diálogo podría ser de ayuda, como el que reproducimos a continuación, con una familia hondureña. La pregunta es: “¿Por qué se empeñan con el maíz y el frijol?”. Con paciencia milenaria, la familia deshoja la tuza. “Sembramos maíz, frijol, chicoria… porque lo aprendimos de nuestros padres para alimentar a nuestras familias, no para amontonar dinero”. Sí, los tiempos han cambiado y hay que cultivar lo que es rentable. Ellos siguen: “Sembrando maíz comemos tamalitos, montucas, atol, elotes, chilotes, riguas, wirila, ¿acaso podríamos comer todo eso si dejamos de sembrar maíz?”, “las proteínas de un maíz recién arrancado no se comparan con ese maíz anémico importado”, “las tortillas que comemos, nada que ver con esas tortillas de maceca que parecen orejas”, “con el frijol comemos bichuela (frijol en vainas), sopa de frijol, frijol en bala…”. Se entiende que el maíz es más que la tortilla y el frijol más que el frijol molido. Ellos siguen: “Cuando ya tenemos maíz y frijol nos sentimos aliviados, entonces buscamos plátanos, huevos… Vamos bocado a bocado”. Y luego: “El frijol que no vamos a consumir lo vendemos, igual que otros productos, para comprar otras necesidades y pagar los estudios de los hijos”.

¿Y la rentabilidad? Con la mirada fría y la piel curtida por el sol y el frío, la familia hondureña explica: “Si no sembramos maíz, tendríamos que comprar tortilla. Somos seis en la casa y necesito treinta tortillas para cada comida, eso es 15 lempiras (L); si siembro comemos veinte tortillas porque son gruesecitas las tortillas que hacemos”. Hora de hacer números para que convenzamos a nuestros padres: 1) de 1 libra salen veinte tortillas, 3 libras por día para las tres comidas, 90 libras por mes, o sea, 10,8 qq por año, el restante 13,2 qq del cuadro 3 son para la semilla, las gallinas y los cerdos, de las gallinas vienen entre 6 y 10 huevos cada día y 2 cerdos cada 6 meses; 2) de no sembrar maíz, una familia de seis personas necesita 16,425 libras ($714 dólares) para comprar tortillas en el año, otro monto para atol, huevo y carne de cerdo. Comprendemos que en el cuadro 3 falta explicar que el maíz está ligado a ganado menor y faltan también los elotes, chilotes, wirila…

Para salvar lo que las universidades nos han enseñado, preguntamos: ¿y si solo siembras maíz como los ricos? “Para comprar tortillas y lo que te dije, más en meses cuando el dinero escasea, tendría que endeudarme. Eso quieren los ricos para contratarme como peón y pagarme el salario que ellos quieran. Terminaría vendiendo estas tierras, y todos los árboles desaparecerían, a como ves donde hay girasol, soya, caña de azúcar…”. “Dicen que no da, pero da”. ¿Dónde aprendieron esto? “Escuchando y trabajando en la finca con mis padres”.

La tercera condición refiere a las organizaciones rurales que tienden a expresar las reglas excluyentes y la mentalidad de las elites. Es común encontrarnos con cooperativas cuyos miembros promedian los cincuenta años de edad. Si la esperanza de vida en los países de América Latina ronda los 75 años, la paradoja es que las organizaciones envejecen mientras se cierran a los y a las jóvenes –particularmente a las mujeres–, les condicionan tener tierra, les apoyan solo en un rubro y solo en actividades agropecuarias. Una regla tácita es: “Organízate para que cuando seas viejo evites a los jóvenes”. Además, los organismos de la cooperación internacional promueven la idea del “relevo generacional”, un enfoque que supone “sustituir a los viejos”, lo que choca contra la cultura casiquista de las organizaciones, donde los hombres “relevan” a sus esposas (cultura del descarte), pero como elites no aceptan ser “relevados”. Explicitar estas reglas puede llevar a que la cooperativa y las familias asociadas se repiensen a sí mismas.

Las tres condiciones están relacionadas y en disputa. Estudiarlas es repensarlas para innovar en cualquier área de la familia, la finca, la casa, la cooperativa, las universidades, los organismos, etc. (ver cuadro 4). El desafío es explicitar esas reglas que sostienen los problemas y darnos cuenta que responden a un pensamiento jerárquico y neoliberal, identificarlas en nuestra mente y abrir una ventana hacia nuevas ideas más democráticas en las familias y en las organizaciones, y de ese modo vislumbrar soluciones de una agricultura familiar que no dependa de la tierra, que sea autónoma desde adentro y que considere a las cooperativas como espacios de diálogo.

 

4. La fuerza de los y las jóvenes y su importancia para reinventar el cooperativismo

Nuestra visión es democratizar la economía que expanda la agricultura familiar y para ello la estrategia es la reinvención de las cooperativas. Esto es, construir cooperativas que lidien con la economía en la medida que sean escuelas de aprendizaje para hacer reglas y cumplirlas, para innovar y para formarse como equipo. Es la ruta de la autonomía y de la ciudadanía, posible si los y las jóvenes son partícipes. Aquí punteamos modos de crear esos espacios desde las cooperativas hacia la juventud y viceversa.

 

4.1. Desde las cooperativas, espacios para los y las jóvenes

Partamos de una experiencia concreta. La cooperativa Colega de Colombia, con miembros ganaderos, acopia y comercializa leche. “Estamos en segundo lugar en productividad, detrás de Nueva Zelanda”, dicen. Estas palabras tienen respaldo: son eficientes, asociados y asociadas que innovan en el manejo de la ganadería, cuidan celosamente el bosque que les rodea y sus directivos administran la cooperativa como un servicio.

 

Esta cooperativa organiza dos grupos con los hijos de sus asociados y asociadas: los y las Coleguitas que son menores de catorce años y los y las pre-Colegas de entre quince y dieciocho años de edad. A cada Coleguita le dan una ternera para que la cuide, la cooperativa le da leche al niño (o niña) como provisión para la ternera, y la familia del niño o niña le provee insumos para la ternera. Cuando los y las Coleguitas llegan a ser pre-Colegas, porque cuidaron y multiplicaron sus terneras, la cooperativa les da becas de estudio y beneficios como si fuesen socios y socias, porque ya participan en la producción al igual que sus padres. Cuando cumplen 18 años se vuelven socios y socias (ver recuadro 2 sobre la experiencia de volverse socio o socia y la externalidad de seguridad que genera en la comunidad).

La cooperativa, además, busca crear un sentido de orgullo de ser cooperativista. En la escuela imparten un curso sobre cooperación. Cada año la cooperativa organiza eventos a los que invitan a los y las Coleguitas. Así, desde temprana edad van cultivando el ser “ganadero-asociado de futuro”.

¿Qué aprendemos de esta experiencia? Al contrario del “relevo generacional”, una cooperativa puede formar nuevos asociados con los hijos de sus asociados y concebir ese proceso como una inversión económica y social que dinamice a la cooperativa y a la comunidad donde se ubican. A diferencia de las grandes empresas donde se aprende a hacer un trabajo, en pequeñas organizaciones, como las cooperativas, los y las jóvenes aprenden a perseguir sus sueños con profunda pasión. De aquí, si una cooperativa, sin esperar a que los socios hereden tierras a sus hijos, dedica 1% de sus ganancias para proveerle un bien (una ternera, 1 dólar al mes de ahorro, un lechón o una pareja de aves de corral) como incentivo a un niño o niña para que, acompañados por la cooperativa y la familia asociada, se formen como personas comprometidas con la agricultura familiar y el ser cooperativista, esa cooperativa estará sembrando su propio futuro. Y si esa política es apoyada por las universidades que enseñan las perspectivas del 75% de productores de la agricultura familiar y del 25% de empresas, viraríamos la dirección de nuestras “velas”.

 

4.2. Desde los y las jóvenes que se abren espacio

También la juventud debe abrirse espacios. Son quienes, a pesar de tener menos conocimiento, poseen más capacidad de resolver problemas. Esos pasos, por lo que aprendimos, deben darse en la medida que descubrimos nuestra mentalidad providencial de “no es el rayo el que mata sino la raya”, el de adaptarnos resignadamente al poder de las estructuras en que “con el dinero hasta el mono baila” y el del impulso voluntarista que nos empuja a resolver duros problemas espontáneamente “a lo mero macho” (expresión mexicana) o a la “pura bulla” (en base a habladurías o amenazas de fuerza).

La experiencia campesina de Estados Unidos en el siglo XIX nos da una pauta. Su revuelta de largos años significó organizarse en diversas formas cooperativas. La iniciaron jóvenes que buscaron libros para leer y estudiar sus realidades, sobre esa base no se movilizaron contra el Estado frontalmente, sino que reflexionaron estratégicamente y organizaron cooperativas. Según Goodwyn,[19] casi lo lograron. Probablemente, la lógica de la economía de escala, de concentrar inversiones físicas, de competir con la empresa privada de tú a tú, de la estructura jerárquica que les invadía y tenía raíces en las familias, les terminó minando su camino. Pero constituye un buen punto de partida para los y las jóvenes de hoy en día: estudiar sus realidades, leer, organizarse y seguir reflexionando sobre sus perspectivas estratégicas.

En lo que sigue, damos algunos pasos más: recuperar la cultura escrita para el movimiento cooperativo, que la juventud se organice en diferentes formas cooperativas, innove en el área en que se encuentre y que difunda sus aprendizajes para generar un real movimiento.

 

4.2.1. Puentes entre la cultura oral y la escrita

Las familias campesinas se basan en la tradición oral, transmitida de generación en generación, mientras los y las jóvenes de hoy en día pasan por las aulas académicas basadas en la cultura escrita. Combinar ambas tradiciones, en lugar de que una releve a la otra, es una ruta prometedora.

Cuestionemos esa aparente dualidad: ni la tradición oral es tan oral, ni la tradición escrita es tan escrita. La tradición oral no es solo la transmisión de expresiones culturales de padres a hijos, sino de por qué y cómo producir los alimentos y mantener una familia. Esa tradición también se expresa como jeroglíficos vivos a través de una finca (cultivos diversificados, agricultura-bosque), huerta (“lo verde de mi mamá” referido a la horticultura y a las plantas medicinales), milpa, dieta, diseño de casa y expresiones idiomáticas que revelan perspectivas. La tradición escrita no parece encontrar casa en las universidades, porque la mayoría de las universidades en América Latina no hacen investigación para la formación que brindan, y porque, según Torres Rivas,[20] la “fe en la razón” del iluminismo es sustituida por “lo posmoderno y lo neoliberal” donde “de académico se camina hacia el papel de consultor”. En consecuencia, los y las jóvenes que se gradúan tienen poco de tradición escrita y de espíritu investigativo.

El que se combinen requiere des-aprender. El recuadro 3 es un diálogo del lado campesino. Hay tres momentos que los coloreamos para ayudar a su lectura. En el primer momento, está la creencia de que ser campesino es sembrar maíz y frijol, de creer que ese es el conocimiento heredado. Cuando la hija le cuestiona, su papá se cierra: “Yo soy campesino”. Esa creencia, reducido al “qué” (rubros), los bloquea al posible aprendizaje de ambos. En el segundo momento, la hija no se rinde, vuelve a preguntar. Ahí es cuando la familia despierta, se desbloquea: habían aprendido cómo cultivar autonomía, estudiar los suelos y experimentar. En el tercer momento, la tradición oral se desnuda: observación, conversación, curiosidad, experimentación, relación con la tierra. Este tipo de conversación estratégica está detrás de una variedad de fincas diversificadas o de un guiso de comida. Lo mejor de los abuelos es captar el “cómo” enseñaron y el cómo sus hijos aprendían. Y eso es revivirlos.

 

Del otro lado, los y las jóvenes se mueven seguros y seguras por tener estudios universitarios. El recuadro adjunto expresa otros tres momentos. En el primero, mamá e hijo coinciden en que “agrónomo” busca trabajo, mientras en la finca se necesitan “brazos”. Esa idea de agrónomo bloquea la posibilidad de ver realidades contrapuestas como el campesinado versus hacendados, sistemas de producción en fincas versus monocultivo. En el segundo momento, la mamá pregunta y hace que el hijo desnude lo que aprendió en la universidad. En el tercer momento, se explicita lo que es la agricultura moderna y dramáticamente cae el telón: los “atrasados” pagaron los estudios para que las empresas tengan otro ingeniero más. La seguridad de ser ingeniero al inicio de la conversación es sustituida por la duda: “No sé qué decirte”. Madre e hijo van despertando.

Este des-aprender da lugar al re-aprender. En retrospectiva, partimos de la dualidad de la tradición oral-escrita, luego nos enrumbamos a sostener conversaciones estratégicas entre hijos y padres en las cuales ambas partes van despertando. Observemos, los dos recuadros son como las notas que tomamos en nuestros cuadernos, mientras el análisis es que a la par vamos escribiendo. Este re-aprender es el puente entre la cultura escrita y la oral que, argumentamos, es lo que la vía campesina en Europa y Estados Unidos adoleció y que en América Latina podemos asumirlo. Ese puente implica: observar, preguntar, conversar y analizar mentalidades en la otra persona y en uno mismo (para la juventud urbana estos pasos son posibles a través de la inmersión).[21] A esto sumamos lo aprendido de la revuelta agraria de los Estados Unidos: leer, estudiar las realidades de las reglas duras, reflexionar masivamente con el campesinado y organizar cooperativas como resultado de esos estudios.

Escribir es pensar, acumular saber y compartirlo. “Los papelitos hablan”. En este proceso suele aparecer la creencia “sin dinero no se hace estudios”, lo que supone encuestas, laboratorios y personal doctorado. Si hay ganas, hay maneras. Jóvenes y personas de cualquier edad pueden con 1 dólar comprar un cuaderno y un lapicero para tomar notas, encontrar vetas y seguirlas. Escribir es combinar lápiz y pala con la mayor terquedad del mundo. De aquí, lo escrito son jeroglíficos vivos: artículo publicado, finca, huerta, estado financiero, comunidad, plato de comida, página web… Tomar notas inicia el círculo de la innovación.

 

4.2.2. Rol innovador de los y las jóvenes en los detalles

El que los y las jóvenes construyan puentes entre la tradición oral y escrita les abre el campo a innovar en cualquier área –finca, huerta, tienda, comunidad, familia, cooperativa–. Aquí describimos dos grupos de ejemplos donde es necesario innovar.

El primer grupo es en la finca. Si la agricultura orgánica nos ahorra en insumos químicos y alimenta de forma duradera al suelo para una buena producción; si la apicultura, además de producir miel, contribuye a reordenar la finca y aumentar su productividad; si la combinación de agricultura y ganadería es una de las vetas exitosas; si agroindustrializar en comunidades agrega valor a los productos, saber a las familias y amplía relaciones sociales en la comunidad; si las aves de corral y los cerdos son una fuente alimenticia y generadora de ingresos; si la huerta con horticultura y otras plantas son alimentos y medicina para las familias; si las tiendas generan ingresos diarios y dan un servicio a las comunidades llevándoles productos y comercializando sus productos… ¿qué innovaciones pueden trabajarse en estos casos y bajo qué condiciones pueden expandirse? Si en los últimos treinta años los Gobiernos y los organismos internacionales han fracasado en su apoyo de huertos, apicultura, crianza de aves, agricultura orgánica, agroindustria y comercio, entonces el innovar en esas áreas es un desafío real.

El segundo grupo es en la familia. El campesinado es familia descentralizada y extendida, a la vez que jerárquica. Elizabeth Dore[22] habla del “patriarcado de abajo” y se refiere a que el hombre en la casa es el patriarca, quien guarda sus cuentas financieras y centraliza las decisiones. Esa relación patriarcal de “abajo” se ha trasladado a las cooperativas donde el presidente o el gerente guardan las cuentas financieras y centralizan las decisiones. También a la comunidad y a otras organizaciones. Si la familia se libera de la institución jerárquica que la moldea, la familia entera revisaría sus recibos y reconocería que en ello tiene un instrumento para reclamar sus derechos como asociados y asociadas.[23] Esto repercutiría positivamente en la familia, las cooperativas y en otros espacios donde los miembros familiares participan: Iglesia, deporte, Gobierno municipal… Contribuiría a la equidad social, económica y política. Miles de capacitaciones y prédicas no han hecho diferencia en las familias y en las organizaciones. ¿Cómo transformar ese patriarcado desde abajo que ya Jesús lo desafió hace dos mil años? ¿Cómo hacer que en la familia las cuentas financieras sean manejadas por toda la familia? Mencionamos esto de los recibos porque es un detalle para que, al igual que Einstein, los y las jóvenes se fijen en los detalles e innoven.

 

4.3. Jóvenes como contrapoder en el cooperativismo

Estas innovaciones pueden facilitarse en los espacios cooperativos. Hay algunas como la cooperativa Colega que incluyen a los y las jóvenes sistemáticamente (4.1), mientras que en la mayoría los y las jóvenes adolecen de instrumentos para insertarse en las cooperativas. Al proponernos reinventar o crear cooperativas con un nuevo diseño, sugerimos un rol de contrapoder para la juventud. Ese rol es un instrumento concreto para que facilite las innovaciones.

Las cooperativas pueden reinventarse si los y las jóvenes asumen el rol de contrapoder desde adentro. En Nicaragua, trabajamos en esa dirección. Entre una organización acompañante, como aquella a la que el autor de este artículo pertenece, y cooperativas, acordamos colaborar. La cooperativa reconoce que su lado empresarial absorbió el lado asociativo y que ello ha ocasionado quiebras, y acepta que su lado asociativo sea responsable de las decisiones estratégicas y su lado empresarial las operativice, a como dicen sus estatutos y la ley de cooperativas (ver figura 5).

 

Figura 5. Jóvenes como contrapoder

 

Fuente: Elaboración propia.

 

Primero, hay una relación tripartita de coordinación entre la cooperativa, los organismos financieros y los compradores, y la organización acompañante, para asegurar que la cooperativa sea tratada como cooperativa y no como empresa privada por los organismos. Segundo, en el marco anterior, la organización acompañante elabora instrumentos (guías) para que cada órgano funcione efectivamente, lo hace en la medida que lo estudia y es parte del proceso de cambio. Tercero, un joven por cooperativa tiene el rol de estudiar la cooperativa, acompañar a cada órgano al usar los instrumentos y garantizar que la información y su análisis fluyan del lado empresarial de la cooperativa al lado asociativo y viceversa. El estudiar la marcha de la cooperativa permite al joven detectar mentalidades en juego, visibilizarlas y proponer nuevas reglas innovativas. Cuarto, la organización acompañante crea espacios de talleres con los y las jóvenes que trabajan en estos arreglos, donde cada quien cuenta sus dudas y novedades, se intercambian ideas y se trabajan metodologías de cómo sostener conversaciones con las familias socias, innovar, escribir y compartir sus novedades.

Algunos aprendizajes de esta experiencia. En la medida que los y las jóvenes estudian el porqué un órgano no funciona y el cómo puede funcionar, en lugar de solo ceñirse al qué (estatutos y ley de cooperativas), los asociados y las asociadas ven que la cooperativa es un camino diferente a la empresa privada. Cuando los y las jóvenes perciben que el lenguaje técnico es un muro en su comunicación, captan que se comportan como tecnócratas creyendo tener la solución sin estudiar las realidades, entonces, la humildad gana espacio, estudian los detalles de la estructura jerárquica y el cómo ceden ante el cooperativismo. Por ejemplo, captan la regla tácita de los asociados y las asociadas de que “el crédito lo decide el mero mero”, no las reglas acordadas en la asamblea, por lo que estudian qué hace que esa regla informal persista –¡siempre hay razones!–. Esta ruta de hacer que los órganos funcionen según reglas acordadas por la asamblea de asociados evita el resultado común del trabajo de las ONG que suelen capacitar líderes y jóvenes “relevos” que, al asumir cargos, se vuelven en el “mero mero” bajo la regla de “quítate tú para ponerme yo”. En la medida que los y las jóvenes se dediquen a ese rol de contrapoder, la creencia de que “son vagos e incapaces” cede lugar a una mayor confianza.

También hay jóvenes que prefieren crear nuevas cooperativas. La ventaja es que no van a ser “organizados” por el Estado o por algún organismo externo, nacen con autonomía. La desventaja es que no cuentan con recursos externos para sus primeros pasos. Pueden ser duraderos si nacen en base a innovaciones que solo entre varias personas pueden ser llevadas a cabo. ¿Cómo acompañarlos? El cuadro 5 provee los pasos, trabajados hasta aquí. En cada uno de ellos se requiere tomar notas y analizarlos. Es circular: después del primer ciclo de estudiar, autoestudiarse, innovar, (re) organizar y compartir, el siguiente ciclo vuelve al estudio de realidades cambiantes, esta vez autoestudiarse es sobre la marcha de la cooperativa, de reflexionar y mirar el mundo sin dejarlo pasar, así sucesivamente. René Mendoza va desarrollando instrumentos de cómo observar, conversar, analizar notas, analizar datos secundarios y de cómo innovar junto con los y las jóvenes, textos que, aunque están como borradores, la juventud puede descargarlos.[24]

 

5. Compartir en la era digital

Más que reinventar una cooperativa, se trata de generar un movimiento de reinvención del cooperativismo. En este texto nos centramos en lo agrario, pero igual es necesario hacerlo en otras áreas. ¿Cómo generar movimiento? Los pasos del cuadro 5 son básicos. Planificar cada innovación como nos enseña Pep Guardiola, y compartirla a través de diferentes medios a como nos enseña el chef Acurio.[25] En ello el uso de la página web y las redes sociales, además de otros medios escritos y videos, pueden ser rutas a explorarse.

Inti Mendoza[26] encuentra que el uso de la página web es aún limitado en las organizaciones. Son pocas las cooperativas que tienen página web, y de las que la tienen son pocas las que la usan. Innovar en esta área para usarla como medio de aprendizaje es una tarea abierta. En Nicaragua, estamos experimentando combinar página web[27] y murales en las cooperativas: la misma información (actas de reuniones, estado financiero, cartera de crédito, innovaciones) difundida en página web mes a mes, también se presenta en el mural de la cooperativa. En la misma página web, se van difundiendo artículos, bases de datos, guías para el funcionamiento de la cooperativa, guías de aprendizaje para los y las jóvenes, software contables, historias de cómo se organizan cooperativas, conversaciones estratégicas, y se brinda información básica de cooperativas con las que se colabora. Buscamos que estudiantes de diferentes universidades del mundo estudien a las cooperativas a través de la página web, por la información que allí encuentran y porque puede contactarse directamente con las cooperativas.

Las redes sociales son otro medio para discutir temas difíciles de las cooperativas. Si una cooperativa es presa de estructuras jerárquicas, puede ser discutida en redes sociales. Igualmente, el cómo una cooperativa construye su autonomía, o las condiciones bajo las cuales las mujeres se organizan o son excluidas de la cooperativa; el porqué una cooperativa abraza el monocultivismo; si las cooperativas tienen políticas excluyentes de los y las jóvenes (por ejemplo, tener tierra) o políticas en contra del machismo (por ejemplo, expulsión de un asociado que maltrata físicamente a su esposa); si los organismos internacionales tratan a las cooperativas como cooperativas o solo como empresas; si las cooperativas distribuyen sus ganancias; si las cooperativas de segundo grado concentran inversiones y centralizan decisiones o si facilitan el que las cooperativas de primer grado escalen. Estos temas pueden ser debatidos en las redes sociales bajo la pregunta de ¿qué es ser cooperativa y cómo la cooperativa ayuda al bienestar de sus asociados y asociadas?

En la era digital los y las jóvenes pueden innovar vías de compartir sus reflexiones y éxitos. La página web es un medio de análisis y las redes sociales un medio para informarse y debatir.

 

A modo de conclusión

Hay tres maneras en que la juventud se moviliza por el cambio social. Una es confrontarse al Estado en las calles de forma violenta, generalmente en reacción coyuntural a políticas, acciones de corrupción o ante actos de represión. Otra es aquella en que el campesinado estudia las duras reglas (comerciales y/o extractivas) pero olvida estudiar su propia mentalidad, es el caso del movimiento populista cooperativo de los Estados Unidos entre 1870 y 1910. La tercera modalidad es cuando el campesinado estudia las duras reglas (comerciales y/o extractivas), autoestudia su mentalidad y se moviliza no para confrontarse al Estado sino para innovar en función de las familias campesinas que se organizan.

A lo largo de este texto trabajamos en función de la tercera modalidad de movilización de jóvenes que llevan a reinventar el cooperativismo como medio para viabilizar la agricultura familiar. Según L. David Covey, “estamos en medio de uno de los más profundos cambios en la historia de la humanidad, donde el trabajo principal de la humanidad está pasando de la era industrial de ‘control’ al del trabajador del conocimiento”.[28] La viabilidad de la agricultura familiar es posible hoy en día, basada no en la fuerza y en la tierra virgen como en el pasado, sino en el conocimiento y la innovación, en la que los y las jóvenes sean el motor principal. El músculo más importante en la agricultura familiar actual es el cerebro.

 

Bibliografía

 

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[1] Doctor en Estudios del Desarrollo, investigador asociado de IOB-Universidad de Amberes (Bélgica), colaborador de Wind of Peace Foundation (http://peacewinds.org/research) y miembro de la cooperativa COSERPROSS RL. Correo electrónico: rmvidaurre@gmail.com.

[2] CEPAL, FAO e IICA (2014).

[3] Pineda et al. (1994).

[4] Goodwyn (1978).

[5] Luxemburg (1913), 201.

[6] Ver Mendoza et al. (2013).

[7] Zibechi (1997, 1999, 2006).

[8] Zibechi (2015, 2016).

[9] Ver Barker (2008).

[10] Ver Munck (1990), Wolf (1982).

[11] Pérez-Baltodano (2013).

[12] Torres Rivas (2015).

[13] Goodwyn, op. cit., 26.

[14] Goodwyn, op. cit.

[15] Thorpe (2000).

[16] Mendoza (2017, 2018).

[17] Bauman (2014).

[18] Se saca la manteca del cerdo (o chancho) una vez que ha muerto (se destaza). En áreas rurales de Centroamérica, se usa esa expresión para indicar que los padres en el campo esperan hasta morir para que sus tierras sean heredadas a sus hijos y a sus hijas.

[19] Goodwyn, op. cit.

[20] Torres Rivas (2001).

[21] Ver Mendoza (2015).

[22] Dore (2008).

[23] Cuenta Edgar Fernández, asesor de cooperativas, que visitó a un socio de una cooperativa en crisis. Fernández preguntó si tenía recibos. El socio mostró sus recibos y comenzó a temblar: “Por favor no le diga al gerente que yo le mostré recibos”. El extremo en algunas cooperativas es que subordinan tanto a sus asociados, que estos llegan a creer que dejar de encubrir los actos de corrupción es “traicionar” a su cooperativa, que “reclamar es de cobardes”. Un recibo es un detalle. ¡Cuán importante son los detalles!

[25] Oppenheimer (2014).

[26] Mendoza (2018).

[28] Covey (2012), xiii.