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REFLEXIONES Y DEBATES
Mujeres y economía social en los tiempos del “Ni una menos”
Número 222 / Año 2017 / Por Idelcoop
En el marco de la presentación de la edición Nº 221, Revista Idelcoop propuso un debate sobre mujeres y economía social en el contexto actual, o en tiempos del “Ni una menos”. Se realizó el miércoles 21 de junio en el Centro Cultural de la Cooperación y contó con una amplia participación de público que se acercó para sumarse al debate. Las invitadas (y el invitado) a abrir el debate fueron: Gabriela Nacht (cooperativista, investigadora y docente de Idelcoop), Paula Aguilar (investigadora CONICET-Instituto de Investigaciones Gino Germani y coordinadora del espacio de géneros del CCC Floreal Gorini), Daniel Plotinsky (editor de Revista Idelcoop) y la economista feminista (e investigadora CONICET-Centro Interdisciplinario para el Estudio de Políticas Públicas), Corina Rodríguez Enríquez. En este artículo se trasladan, a modo de registro, los debates y las exposiciones que se presentaron en esa ocasión.
Women and social economy in the times of “Ni Una Menos”. For the release of issue No. 221, Idelcoop Mazagine encouraged a debate over women and the social economy today, that is, in the times of “Ni Una Menos” (Not One Less) demonstrations. The debate was held on Wednesday, June 21, at Centro Cultural de la Cooperación, and was attended by a wide audience. The guest speakers who were invited to start the debate were: Gabriela Nacht (co-operativist, researcher and teacher at Idelcoop), Paula Aguilar (researcher at CONICET – Instituto de Investigaciones Gino Germani and coordinator of the gender area of the CCC Floreal Gorini), Daniel Plotinsky (editor of Idelcoop Magazine) and the feminist economist (and Conicet researcher - Centro Interdisciplinario para el Estudio de Políticas Públicas), Corina Rodriguez Enriquez. This article collects and records the debates and opinions brought to the table for that occasion.
Mulheres e economia social nos tempos de “Nem Uma Menos”. No marco da apresentação da edição da Revista Idelcoop, N.°221, foi feita uma proposta de debate sobre mulheres e economia social no contexto atual, em tempos de “Nem Uma Menos”. Foi realizado em 21 de junho, quarta-feira, no Centro Cultural da Cooperação e teve uma ampla participação de público que veio para se somar ao debate. “As convidadas (e o convidado)” a abrir o debate foram: Gabriela Nacht (cooperativista, investigadora e professora do Idelcoop), Paula Aguilar (investigadora CONICET – Instituto de Investigaciones Gino Germani e coordenadora do espácio de gêneros do CCC Floreal Gorini), Daniel Plotinsky (editor da Revista Idelcoop) e a economista feminista (e investigadora Conicet - Centro Interdisciplinário para o Estudo de Políticas Públicas), Corina Rodriguez Enriquez. Nesse artigo foram transcritos (a título de registro) os debates e as exposições que se apresentaram nessa ocasião.
Revista Idelcoop, nº 222, julio 2017. ISSN 0327-1919 / Sección Reflexiones y Debates
Instituto de la Cooperación. Fundación de Educación, Investigación y Asistencia Técnica- IDELCOOP
 
Mujeres y economía social en los tiempos del “Ni una menos”
 
Resumen
En el marco de la presentación de la edición Nº 221, Revista Idelcoop propuso un debate sobre mujeres y economía social en el contexto actual, o en tiempos del “Ni una menos”. Se realizó el miércoles 21 de junio en el Centro Cultural de la Cooperación y contó con una amplia participación de público que se acercó para sumarse al debate.
Las invitadas (y el invitado) a abrir el debate fueron: Gabriela Nacht (cooperativista, investigadora y docente de Idelcoop), Paula Aguilar (investigadora CONICET-Instituto de Investigaciones Gino Germani y coordinadora del espacio de géneros del CCC Floreal Gorini), Daniel Plotinsky (editor de Revista Idelcoop) y la economista feminista (e investigadora CONICET-Centro Interdisciplinario para el Estudio de Políticas Públicas), Corina Rodríguez Enríquez. En este artículo se trasladan, a modo de registro, los debates y las exposiciones que se presentaron en esa ocasión. 
Palabras clave: economía feminista, géneros, economía social, cooperativismo, debate
 
Resumo
Mulheres e economia social nos tempos de “Nem Uma Menos”
No marco da apresentação da edição da Revista Idelcoop, N.°221, foi feita uma proposta de debate sobre mulheres e economia social no contexto atual, em tempos de “Nem Uma Menos”. Foi realizado em 21 de junho, quarta-feira, no Centro Cultural da Cooperação e teve uma ampla participação de público que veio para se somar ao debate.
“As convidadas (e o convidado)” a abrir o debate foram: Gabriela Nacht (cooperativista, investigadora e professora do Idelcoop), Paula Aguilar (investigadora CONICET – Instituto de Investigaciones Gino Germani e coordenadora do espácio de gêneros do CCC Floreal Gorini), Daniel Plotinsky (editor da Revista Idelcoop) e a economista feminista (e investigadora Conicet - Centro Interdisciplinário para o Estudo de Políticas Públicas), Corina Rodriguez Enriquez.
Nesse artigo foram transcritos (a título de registro) os debates e as exposições que se apresentaram nessa ocasião. 
Palavra-chave: economia feminista, géneros, economia social, cooperativismo, debate.
 
Abstract:
Women and social economy in the times of “Ni Una Menos”
For the release of issue No. 221, Idelcoop Mazagine encouraged a debate over women and the social economy today, that is, in the times of “Ni Una Menos” (Not One Less) demonstrations. The debate was held on Wednesday, June 21, at Centro Cultural de la Cooperación, and was attended by a wide audience.
The guest speakers who were invited to start the debate were: Gabriela Nacht (co-operativist, researcher and teacher at Idelcoop), Paula Aguilar (researcher at CONICET – Instituto de Investigaciones Gino Germani and coordinator of the gender area of the CCC Floreal Gorini), Daniel Plotinsky (editor of Idelcoop Magazine) and the feminist economist (and Conicet researcher - Centro Interdisciplinario para el Estudio de Políticas Públicas), Corina Rodriguez Enriquez.
This article collects and records the debates and opinions brought to the table for that occasion. 
Key words: feminist economy, gender, social economy, co-operativism, debate. 
 
 
Introducción
Desde el comité editorial de la Revista Idelcoop se viene trabajando fuertemente en la incorporación de artículos que aborden temáticas de género desde la economía social y para sumar esta perspectiva de manera transversal a toda la publicación. Por eso, se tomó la decisión de que el eje de la presentación de la edición Nº 221 se centrara en esta área al intentar aportar la visibilización y el intercambio de ideas a partir de los trabajos publicados.
La actividad se denominó: “Mujeres y economía social en tiempos del ‘Ni una menos’”. Se realizó el miércoles 21 de junio en el Centro Cultural de la Cooperación “Floreal Gorini” (CCC) y fue coorganizada con el Departamento de Economía Social, cooperativismo y autogestión del CCC. De la mesa de debate participaron: Daniel Plotinsky (editor de Revista Idelcoop), Paula Aguilar (investigadora CONICET-Instituto de Investigaciones Gino Germani y coordinadora del espacio de géneros del CCC), Gabriela Nacht (cooperativista, investigadora y docente de Idelcoop) y Corina Rodríguez Enríquez (economista feminista e investigadora CONICET-Centro Interdisciplinario para el Estudio de Políticas Públicas).
Daniel Plotinsky fue el encargado de dar inicio a la charla debate al dar la bienvenida en nombre de la Revista Idelcoop y realizó un recorrido de cómo a lo largo de los 43 años de la publicación se fue abordando la temática de distintas maneras y de qué forma fue atravesada claramente por los debates de la época. A su turno, Paula Aguilar destacó que el armado de la edición Nº 221 se dio justamente al calor del 8M, de las discusiones en torno al paro, de las manifestaciones multitudinarias y de los debates que atraviesan a los colectivos en el contexto actual. Y todo esto pensado desde la economía social. 
Gabriela Nacht se centró en ciertas preguntas apuntadas especialmente a pensar qué pasa en la cotidianidad y en las decisiones de las cooperativas en materia de igualdad de género, en la distribución sexual del trabajo y las tareas de cuidado. Finalmente, Corina Rodríguez Enríquez abordó su intervención desde su campo que es la economía feminista e hizo cruces ideológicos, políticos y analíticos con la economía social y solidaria.
A continuación, trascribimos cada una de las intervenciones.
 
Daniel Plotinsky (editor de Revista Idelcoop)
Esta actividad es una presentación de la Revista Idelcoop que desarrolla una temática significativa de este último número. En este panel, mi rol consiste en hacer una breve introducción al porqué, desde la Revista, presentamos este tema. En realidad, tiene que ver con un interés que se tiene en la publicación desde siempre en torno al papel y a la participación de la mujer en el cooperativismo y, en este sentido, hay una larga preocupación al respecto.
Voy a citar algunos fragmentos de un artículo que dan cuenta de esto: 
 
Siendo que la división de funciones que ha creado la diferencia de sexos, el campo de acción del hombre pareciera ser la productividad y el de la mujer el consumo, y es que, en general, el primero tiene por atributo el trabajo útil, mientras que la segunda, la canasta familiar. Más aún, un teórico del cooperativismo planteó que “la cooperación está muy vinculada al ritmo del hogar, lo cual hace un poco más extraño que la mujer tenga poca participación en el cooperativismo. En este sentido, uno puede intentar analizar el porqué de esa escasa participación y plantearse que puede ser por la actitud de algunos de los responsables del movimiento cooperativo, pero que también es bueno preguntarse sobre la responsabilidad del comportamiento de la mujer, en general, y frente a la cooperación en particular (…).
(…) Finalmente, alguna breve cuestión de por qué es tan preocupante que las mujeres tengan una escasa participación en el movimiento cooperativo. Primero, por su influencia moralizante en los hombres, segundo por su influencia en la formación de los hijos, y tercero por su natural preocupación por la paz mundial.
 
Esto que leí expresa, de alguna manera, la preocupación histórica de la Revista por el tema, en un artículo publicado en el Nº 5, en el año 1975, bajo el subtítulo “Año Internacional de la Mujer” (planteado por Naciones Unidas). 
Pero ¿por qué empezar desde acá? La Revista tiene 43 años, nos parece que es un dato a tener en cuenta, es la más antigua sobre cooperativismo (originalmente) y hoy sobre cooperativismo y economía social. Lamentablemente, ahora, además de ser la más antigua, es una de las pocas que existe. 
Desde muy temprano, hubo preocupación sobre el tema, y durante casi 25 años, esa preocupación fue la subrepresentación de las mujeres, fundamentalmente en los órganos de dirección de las entidades cooperativas, incluso en la masa societaria y aun en aquellas cooperativas donde el grueso de la operatoria era realizada por mujeres. Por ejemplo, en el caso específico del Hogar Obrero, eran más los socios varones que las mujeres: ellas compraban, pero el asociado era el hombre. 
Esto me sirve como argumento, entonces, para ver cómo ha ido evolucionando esa preocupación de la publicación. Los primeros 25 años están centrados en la poca o nula participación de las mujeres, pocos años después aparece un artículo específico sobre un seminario al que convoca la misma Revista, cabe destacar que el artículo está firmado por una mujer, que además firma como “señora de su esposo”. En el año 1979, ya encontramos un artículo donde la discusión aparece vinculada a las que participan, y que lo hacen además en las “comisiones de damas de las cooperativas”. Diez años después, en 1989, se publica una entrevista colectiva a seis mujeres que sí tienen un nivel de participación importante, específicamente en el Banco Credicoop. En esta entrevista, por un lado, hay una crítica a este tema de la comisión de damas, pero cinco de las seis destacan que empezaron participando en las respectivas comisiones, que ya para esa época se habían transformado en comisiones de asociadas (un poquito menos problemático). Más aun, tres de ellas aclaran que se habían sumado a partir de la incorporación de sus esposos, y otras dos, que habían empezado junto a sus esposos; solo una de las seis lo había hecho individualmente.
Hay que esperar a fines de los noventa para que aparezca la reedición de un artículo, que en realidad viene de una revista de la Alianza Cooperativa Internacional, cuyo título es “Género y cooperativa desde una perspectiva de la masculinidad”. Y recién en el 2008 aparece claramente un documento de género y cooperativismo. 
La invitación que queremos hacer desde la publicación es que se apropien de la Revista. A fines del 2012, la relanzamos, siempre tuvo continuidad, pero a lo largo de estos años fue cambiando algún enfoque, las periodicidades, el estilo. Cuando en el 2012 la relanzamos me llegó un comentario: “Es una revista urbana y masculina”. Sin mucha más reflexión que esto, quedaba claro que todas las experiencias referían al cooperativismo urbano, el sector agrario no estaba, y que no había mujeres en la Revista. Fue bastante más sencillo incorporar trabajos respecto al cooperativismo agropecuario, de economía familiar, pero sobre géneros fue mucho más problemático por varias cuestiones. Primero, porque nos llevó todo un tiempo pensar el cómo. En ese sentido, tuvimos varias discusiones –especialmente durante el 2014, cuando aparecen los primeros artículos–. En 2015 fuimos perfilando algunas cuestiones, con la participación activa de las compañeras integrantes del equipo y allegadas que desde lugares distintos fueron aportando al debate. Hasta que a partir de ese año empezamos a tener una política más general. Primero pasó por un debate sobre si tener una sección específica o no, y nos decidimos por que fuera un tema transversal y por incorporar la cuestión del lenguaje no sexista como una perspectiva que se tradujo en unas recomendaciones para los y las autoras (que hasta ahora cuesta que se tengan en cuenta). 
La otra cuestión pasa por tratar de fomentar la publicación de investigaciones sobre el tema y de visibilizar experiencias cooperativas y del ámbito de la economía social que tengan en cuenta esto. Finalmente, además de instalar la temática, intentamos incorporarla de una manera más general a la Revista al buscar crear agenda. En ese sentido, entendemos que es un camino que todavía es dificultoso y por eso las y los invitamos a apropiarse de la Revista para aportar todo lo que puedan en este aspecto. 
 
Paula Aguilar (investigadora CONICET-Instituto de Investigaciones Gino Germani y coordinadora del espacio de géneros del CCC)
Esta edición (Nº 221) aparece y se cocina –como metáfora– al calor de un montón de discusiones y de procesos internos y de coyuntura. Venimos llevando un proceso como revista muy interesante: el armado de las sugerencias de escritura no sexista, la gran discusión sobre si publicar un dossier específico donde los artículos de género fueran una parte que todos podían saltear y seguir leyendo el resto, o una mirada transversal; el trabajo específico de las convocatorias, de direccionarlas a grupos y a espacios donde supiéramos que se estaba haciendo no solo investigación, sino también sistematización de experiencias. Y sobre esto último también pensamos qué dimensiones del hacer cooperativo se enfatizan cuando se cuentan esas experiencias porque, en este sentido, parte de eso aparece en el trabajo colectivo que está publicado en este número sobre la participación desde espacios del cooperativismo en el Encuentro Nacional de Mujeres (ENM) de Rosario en octubre de 2016.
Entre varias compañeras que fuimos al ENM, elaboramos de manera cooperativa un texto  y relatamos esa experiencia desde un “nosotras”. Pero lo que me interesa destacar es que esto se inscribe en un proceso más general, que tiene que ver con la construcción y consolidación de la Secretaría de Género del Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos o el Espacio de Género del CCC, y también un espacio que surgió al calor del 8M, que es el de las propias trabajadoras del Instituto, del CCC y de Idelcoop, que tuvo que ver con encontrarse y juntarse cuerpo a cuerpo, a partir de ciertos problemas, y de poner en común toda una perspectiva respecto de qué nos afectaba como mujeres, como trabajadoras y qué se podía hacer. Ese proceso también está y también fue parte del momento en el que se estaba haciendo la Revista.
La edición Nº 221 también tiene otra perspectiva, una más institucional, de esa trama de cuestiones que se visibilizaron con mucha potencia en ese 8M, y ahí aparecen las declaraciones del IMFC, de Cooperar y otras sobre el Día Internacional de las Mujeres. Pero esto de cocinar un número al calor del 8M nos trae también la figura del paro y todas las discusiones que implicó para todos nuestros espacios de trabajo. ¿Qué era parar? ¿Por qué parar? ¿Qué era parar en la economía social y solidaria? ¿Qué era parar para las trabajadoras de un espacio que se considera empresa y movimiento social? ¿Qué era parar en la batalla cultural? Muchas de esas discusiones también se plasman en la anchura de este número. Pero, además, es parte de un debate más amplio sobre la reproducción ampliada de la vida, sobre la reproducción social, que en esta coyuntura está cobrando una relevancia muy importante. 
Y, en este sentido, sobre el 8M, las discusiones eran mucho más amplias que eso: hablábamos del ajuste y de las consecuencias diferenciales que tiene para varones y mujeres y para las distintas posiciones en el mercado del trabajo la violencia laboral, en todas sus formas; la necesidad de poder contemplar igualdad de condiciones para mujeres lesbianas, travestis, trans; la denuncia fundamental de la brecha salarial; la discriminación laboral en general; reconocer el aporte económico a la vida social del trabajo doméstico; discutir las licencias de paternidad y maternidad, y las asignaciones por violencia de género; discutir la paridad gremial; discutir la presencia de las mujeres no solo en las cooperativas y en las comisiones de asociados y en las distintas instancias directivas del movimiento, sino también en las cúpulas sindicales, que es donde las chicas que están militando dentro de los sindicatos tienen también mucha lucha al respecto; y yo agregaría otra cuestión: la discusión de la reapropiación de ciertos temas de discusión como puede ser la participación de mujeres y varones en los paneles de debates de ciertos temas. Por ejemplo, hicimos una charla que fue súper interesante, pero los varones de ese espacio se sintieron totalmente autorizados a no ir ese día, pero sí a venir a la mitad del encuentro, a ver de qué estábamos hablando las chicas en el salón. Es muy interesante y muy sintomático todo lo que queda de batalla por dar en esos espacios, respecto de la participación simbólica.
Por otra parte, considero que se trata de una coyuntura de problematización fuerte de la reproducción social, que alcanzó una masividad que en otro momento –como fines de los sesenta, hasta mediados de los setenta– no se hubiera imaginado nunca. Me parece que es un momento para pensar esta visibilización como potencia, y la potencia que nosotras tenemos es parecida a lo que relata Silvia Federicci , que ya en 1975 decía: “Estamos en una batalla sumando herramientas clásicas, de la crítica, de la propia construcción del movimiento feminista”. En ese sentido, me parece que parte de esa posibilidad de lucha, como se dice “en las casas y en las camas, en las calles”, tiene que ver con una micropolítica cotidiana, que es la experiencia acumulada y lo que empezó a surgir a partir de estas discusiones respecto del paro. Eso nos juntó en un mismo tiempo y espacio, juntó cuerpos, puso a gente a discutir, que no se veía porque simplemente sus tareas, en una organización, eran de distinto orden, y eso me parece muy importante. Entonces, destaco esa masividad, esa potencia y me pregunto sobre cuáles son las herramientas que nos da y, al mismo tiempo, qué desafío político nos impone. 
Uno de los slogans fue: “El 8M la tierra tiembla”, entonces ¿cómo hacer que ese temblor se mantenga? En muchas organizaciones, lo que está pasando es, justamente, que ese fue el espacio de la organización por abajo, de la excusa para juntarse. Y en esto de pensar estas cuestiones al calor de “Ni una menos” no quiero dejar de resaltar una de las frases más potentes de esas masivas movilizaciones: “El Estado es responsable”. Entonces, hay una parte de ese desafío político que tiene que ver con el traslado de estas cuestiones, no solo a su visibilidad política, sino también a las políticas públicas. Y ahí, hay todo un mapa de políticas y demandas que se pueden pensar. También creo importante resaltar esta idea de que, para sostener el temblor, “ahora que sí nos ven” como dice la canción, es necesario profundizar la sororidad y el lazo y la construcción, profundizar la formación, discutir permanentemente en todos los espacios. Para finalizar, me parece que lo más rico de esta edición es toda esa coyuntura y todas esas discusiones que suscitó, y que hace que el Nº 221 no diga las mismas cosas –por suerte– que el número de 1975.
 
Gabriela Nacht (cooperativista, investigadora y docente del CCC e Idelcoop)
La idea es poder pensar algunos cruces entre la economía social y la perspectiva de género, entre la economía social y la economía feminista, entre la economía social y el feminismo. Así de amplio porque, justamente, me parece que es un tema que está empezando a explorarse, aunque obviamente hay gente que la viene remando hace muchísimo más tiempo del que nos podemos imaginar en estos análisis. 
Pero este cruce posible de la economía social vista desde el género todavía es un terreno que se está explorando y además tiene que ver un poco con el gris de la economía social como práctica, la economía social como concepción de la economía, la economía social como militancia, la economía social como movimiento social.
Lo que traje hoy para compartir tiene que ver con esperar estos cruces, que también aparecen justamente en la Revista, y en particular en este artículo de este número que hicimos “al calor” de los preparativos del 8M, para visibilizar el Encuentro Nacional de Mujeres, visibilizar que allí se discute sobre economía social. Nosotros pensamos que esta es una revista que suele tener mucha más circulación en el mundo de la economía social, y queríamos dirigirnos hacia ese mundo, y decir que hay mujeres cooperativistas que estamos yendo, que nos estamos juntando y que estamos discutiendo estas cuestiones.
Un primer eje para pensar estos cruces tiene que ver con género y economía social, feminismo y economía social. La primera cuestión es pensar qué pasa en la vida cotidiana de las cooperativas, qué pasa con la cuestión de género ahí. Hay un primer punto que salta a la vista y que está estadísticamente revisado, y que tiene que ver con la participación de las mujeres en las asambleas, en la administración, en las sindicaturas, en la toma de decisiones, o dentro de lo que es el proceso de trabajo de cada cooperativa. 
En el caso del cooperativismo hay principios que tienen que ver con la igualdad, la democracia, la no discriminación y, en ese sentido, hacen que el cooperativismo sea un campo fértil para poder tener estas discusiones. Por lo menos la discusión del principio la tenemos ganada, hay algo ahí, en un punto, que no nos pueden discutir. Pero hay otros temas que también saltan a la vista y están en la vida cotidiana de las cooperativas. 
Otro tiene que ver con esta sobrecarga de tareas de cuidado en las mujeres (y esto está vinculado a la poca participación en los órganos de gestión), que son trabajos no remunerados, que están invisibilizados, que ni siquiera están reconocidos socialmente, que recaen en la carga horaria laboral de las mujeres, que hacen que tengan menos posibilidades de participar en una asamblea, en un concejo. Imagínense, en el caso de las fábricas recuperadas ¿qué mujer puede sostener una toma, en esas condiciones, cuando tiene un montón de otras tareas de las que se está haciendo cargo?
Otra cuestión en la vida cotidiana de las cooperativas tiene que ver con la división sexual del trabajo, básicamente con la división cultural de para qué somos más aptas las mujeres y para qué son más aptos los varones. En ese sentido, suele pasar que, en las cooperativas de trabajo, muchas veces son las mujeres las que toman las tareas administrativas y los varones llevan las tareas más duras. Y es interesante porque uno podría decir: “Ah, bueno, la tarea administrativa, de última, es una tarea de gestión, es una tarea donde hay ejercicio”, y sin embargo está conceptualizada como una tarea administrativa más del orden de lo auxiliar, de lo asistencial, de la secretaria. 
Los trabajadores de las cooperativas de trabajo no reciben un salario en relación de dependencia, porque son trabajadores de una cooperativa. Eso nos lleva a preguntarnos cómo se asignan los retiros en función del trabajo para varones y mujeres. Si se hacen en proporción a las horas dedicadas a trabajos, las mujeres también (que tienen otro trabajo no remunerado en sus hogares) están en desigualdad por no poder dedicarle más tiempo a la cooperativa. 
Hay experiencias, dentro de la economía social, donde se asume cierta responsabilidad en la organización por hacer las tareas de cuidado. Hay alguna consciencia de eso. Tiene que ver con un ejercicio de pensar sobre lo común, de problematizarlo, entonces ahí suelen darse estas experiencias. Sin embargo, vale la pena prestarle atención a una tensión. Es interesante que las cooperativas o que las diferentes experiencias colectivas de la economía social asuman responsabilidades organizacionales sobre las tareas de cuidado de las diferentes personas que forman parte de la experiencia, o sus familias, porque implica una noción de responsabilidad social, de responsabilidad del orden de lo común. Cuando hablamos de que hay que tener responsabilidad sobre las tareas de cuidado, eso recae sobre las organizaciones, o recae sobre el Estado. Mientras tanto, también en el movimiento cooperativo se vienen dando debates sobre esta cuestión, puntualmente sobre el tema del gobierno de las cooperativas, y hay algo que se está discutiendo: si cupo, si paridad, si proporcionalidad. Y ahí hay varias posturas.
Respecto a la paridad, en el mundo somos mitad varones y mitad mujeres, y entonces todas esas tomas de decisión tienen que ser vinculadas a la mitad. Argumentos en contra de eso dicen que las cooperativas a veces tienen muchísima dificultad para formarse, puede ser que en una cooperativa donde son quince personas no haya mitad y mitad, además de que uno podría cuestionar esto de mitad y mitad. 
Existe esta otra propuesta de cupo o de la proporcionalidad. Algunos piensan que el cupo puede ser una medida transicional, pero que en realidad sería la proporcionalidad, otros piensan al revés… Son ideas posibles, se están discutiendo.
Quería recuperar dos entrevistas que se hicieron en la misma Revista Idelcoop, antes de este número: una es una entrevista Flavia Rodríguez, de la Cooperativa Gráfica Nueva Unión, en donde es la única trabajadora mujer que además realiza las tareas administrativas. Tomo una cita donde dice: “El tema de la discriminación de la mujer es un problema, incluso si por ahí también sos ‘buena onda’, se confunde con otra cosa, entonces tenés que tratar de separar y hacerles entender que sos mujer, que estás laburando, y que te traten como a un compañero más”. Interesante todo lo que hay alrededor de esa sola frase.
Hay otra cuestión que también se piensa mucho en el cooperativismo: el caso de cooperativas para mujeres que están en situación de violencia, y el caso de cooperativas para la población trans. Cada vez es un recurso más interesante la promoción de la creación de cooperativas porque tiene que ver con solucionar un problema a partir de la elaboración de un proyecto colectivo, siempre que la solución a un problema sea cooperativa, es interesante. La única aclaración que me parece que nos toca hacer, sobre todo desde acá, es que la opción de cooperativismo que tenemos acá, en esta casa donde estamos, es pensar que la economía social, en general, y el cooperativismo, en particular, son tareas para salir de determinadas problemáticas, no parches para solucionar problemas. Podemos tener una cooperativa para mujeres que están en una situación económicamente precaria porque viven violencia, pero eso no quiere decir que la cooperativa sea solo para eso, también podemos tener grandes cooperativas dedicadas a muchas actividades económicas masivas.
Igualmente, hecha esa aclaración, otra entrevista que también aparece en la Revista, en uno de los números anteriores, es a Soledad Molina de la cooperativa Estilo Diversa. Ellas y ellos se definen como “la primera cooperativa integrada de América Latina con población LGTBI”. En esa entrevista, Soledad recuerda que “en 1990, la Organización Mundial de la Salud recién ahí deja de calificar a la homosexualidad como una enfermedad (…). En 1996 este grupo intenta hacer una cooperativa para la población trans, y en el Ministerio de Desarrollo Social les dijeron: ‘Señora, los travestis están para puta’”. Por último, explican que en el 2013 la crean y, en 2015, crecieron mucho porque el Ministerio de Desarrollo Social creó el Ballet para la Inclusión, y la cooperativa podía realizar el vestuario para ese ballet. Lo que agregan –en esta entrevista de principios de 2016– es que en el contexto actual hay poco trabajo para el rubro textil, y hay muchas compañeras trans que están volviendo a la calle, aun las que no quieren. Y me parece que esto hay que rescatarlo porque es necesario que cada vez que hablemos de feminismo o de mujeres y de economía social, también visibilicemos la problemática trans. 
Otra cuestión es que, desde el cooperativismo, puntualmente, se sostienen los principios de democracia y de no discriminación, con lo cual hay algo ahí que con el feminismo va de la mano. Pero después otra conceptualización interesante, para pensar cruces, tiene que ver con que la economía social, al igual que la economía feminista, también critica este sujeto supuesto universal, este homo economicus, que en realidad es un hombre sano, rubio, racional, podría decir autosuficiente, y que la economía social también está proponiendo la economía como una economía en función de las necesidades humanas para reproducir su vida, entonces ahí también hay una búsqueda de la concepción de lo económico que se relaciona. 
También, en este sentido, la economía social cuestiona el concepto de qué es productivo y qué no lo es, qué es suficiente y qué no lo es, en función de qué se produce, qué se distribuye y en función de qué se arma toda la economía, también cuestiona la economía social, el individualismo metodológico y el individualismo y la competencia como garantía de esto, de progreso económico. Y, por otro lado, también, la economía social, al igual que en la feminista, cuestiona el mercado como el único lugar por donde circula la economía, y como un encuentro de libres e iguales. 
Desde la economía feminista se aborda algo del orden de lo común, al igual que desde la economía social: todo lo que producimos y consumimos, cómo nos relacionamos con el tiempo de trabajo, con los procesos en el trabajo, cómo tomamos las decisiones, hay algo ahí del orden de lo común, y no de lo individual, y ahí también hay mucho para seguir explorando.
Cuando hablamos de experiencias concretas de la economía social, muchas veces son mujeres en su comunidad haciéndose cargo de la reproducción de la vida en sus comunidades, entonces hay algo ahí que no se está haciendo y aparece la economía social para resolver esas cuestiones, y vemos en concreto que muchas veces son mujeres las que asumen este rol. 
Sobre esto, me parece importante marcar una tensión, que efectivamente genera empoderamiento, mayor bienestar, que activa un montón de redes y se trata de todo lo que tiene que ver con microcréditos a microemprendedores. Ahí es interesante, porque desde el cooperativismo lo que proponemos es que se ponga sobre la mesa lo común, y que las cosas del orden de lo común se resuelvan al generar espacios colectivos. Pero también ahí aparece toda la cuestión del microemprendedor como algo que se empieza a mezclar porque también se le llama microemprendedor a una persona que sabemos que, en otro contexto, es un empresario capitalista. Entonces, es bueno distinguir qué pasa con la mujer en un barrio que recibe una máquina de coser para poder hacer determinadas cuestiones, o un horno, de un propietario de una cadena de restaurantes. 
Finalmente, sobre el debate del taller de economía social en el Encuentro Nacional de Mujeres, creo interesante recalcar que lo que sentimos es que no se estaba discutiendo la cuestión de género, estábamos ahí discutiendo cuestiones de economía social y cooperativismo, como en cualquier otro taller o reunión de economía social y cooperativas. Ahora, si lo miramos con un poco más de atención, y tratamos de pescar qué es lo que se está generando ahí, primero, hay una consigna del Encuentro Nacional de Mujeres que es: “El encuentro somos todas”, y en los talleres del Encuentro Nacional de Mujeres nos encontramos mujeres que tenemos trayectorias laborales y profesionales de las más diversas, de los sectores sociales que se nos ocurran, las que tienen un saber académico, o del barrio, o de la práctica, o cinco títulos, o mucha o poca plata, o de las cooperativas de crédito, o de la cooperativa textil. Se da un espacio donde se plasman discusiones que terminan interpelándonos a todas: la forma en la que la otra lleva esa otra economía, o la forma en la que vive, o lo que toma de esa otra economía. Nos está poniendo en cuestión todo, así que, celebrado ese espacio, y esperemos que se siga profundizando.
Me permito destacar algunos puntos para seguir pensando desde la economía social la cuestión de género, más hacia la acción. Primero, obviamente, profundizar la política de la economía social y solidaria, pero que en esa política estatal hacia la economía social y solidaria se labure más la cuestión de género, como, por ejemplo, todo lo que es educación cooperativa; meter más el tema de agenda de género en las centrales y en las federaciones de todas las cooperativas, en algunas es más complicado. A modo de ejemplo, y como ficción, detallo unos diálogos que se suelen dar, en donde se escuchan cosas como “pero, mamita, estamos peleando el tarifazo, no me vengas con esto ahora”, entonces es interesante porque, a medida que aparece el tarifazo, los chicos no pueden ir al jardín porque no tienen vacantes, o justamente, si hay alguien que está sufriendo el ajuste neoliberal hoy, son las mujeres que trabajan, al entender el trabajo en este sentido que lo entendemos acá.
Y, por otro lado, seguir teniendo espacios de encuentros de mujeres del mundo en la economía social. Está la cuestión de los comités y las secretarías de género. Es importante rellenar esos espacios, darles contenido, fortalecerlos, y siempre laburar la transversalidad, que es el gran desafío del movimiento feminista. 
 
Corina Rodríguez Enríquez (economista feminista e investigadora CONICET-Centro Interdisciplinario para el Estudio de Políticas Públicas)
Mi propuesta es compartir algunas reflexiones, en línea con lo que ya se fue diciendo, sobre qué puede aportar a esta conversación la mirada específica de la economía feminista o el diálogo entre la economía feminista y la economía social.
En el Nº 221, hay una reseña del libro que escribió Mercedes D’Alessandro sobre economía feminista llamado: Cómo construir una sociedad igualitaria sin perder el glamour, y creo que ya en esa reseña hay algunas pistas sobre de qué trata la economía feminista y en qué puede contribuir. 
Hay una enorme potencialidad en este diálogo entre la economía feminista y la economía social, fundamentalmente porque ambas perspectivas, ambos movimientos, buscan alternativas a un sistema excluyente y generador de desigualdades, ese es el punto básico de unión de estas miradas que permite este diálogo fértil y que puede derivar en cosas potentes.
La economía feminista se concentra en una dimensión específica de la desigualdad, que es la desigualdad económica de género, pero en su intersección con otras múltiples formas de expresión y de reproducción de la desigualdad (socioeconómica, racial, de generación, de lugar de residencia, etc.). Lo que quería traer a esta conversación es cuáles de estos señalamientos sobre la desigualdad económica de género pueden ser útiles de introducir, de mezclar con los debates de la economía social, solidaria, del asociativismo, del cooperativismo. 
El primer punto que me parece que es útil, de la contribución de la economía feminista, es resaltar que hay raíces económicas que se reproducen, especialmente o particularmente, en el marco del sistema capitalista de la organización económica y social, en la desigualdad de género. Y que muchas de estas raíces económicas de la desigualdad de género provienen de una de las contribuciones básicas de la economía feminista, que es la explicitación del modo producción/reproducción, y que tiene que ver con conceptos que ya se fueron compartiendo. El problema central es la división sexual del trabajo productivo y reproductivo, del trabajo de producción de bienes y servicios con valor de mercado y del trabajo de reproducción cotidiana de la vida, de sostenibilidad de la vida, y es la división sexual del trabajo productivo y reproductivo y de cada uno de estos dos ámbitos del trabajo, la que está en la base de la producción y la reproducción de la desigualdad económica de género. Y un aspecto central, en este nudo, es el rol sistémico del trabajo de reproducción cotidiana de la vida, un trabajo que definimos desde la economía feminista de esa forma, que tiene un rol sistémico esencial, y creo que una de las contribuciones básicas de la economía feminista es visibilizar el rol que el trabajo de reproducción cotidiana de la vida tiene en el funcionamiento del sistema económico, el rol que tiene en la reproducción de nuestras vidas y en la reproducción del sistema económico. El trabajo de reproducción cotidiana de la vida garantiza la reproducción del sistema, de la fuerza de trabajo, de la acumulación, y por eso desde la economía feminista decimos que el trabajo de cuidado (para ponerle un rótulo) contribuye a la acumulación capitalista. Si no existiese ese trabajo de cuidado, el sistema, tal como funciona, no podría funcionar y, por lo mismo, el trabajo de cuidado contribuye a generar valor económico, y tiene, en sí mismo, valor económico. Valor que debiera ser reconocido y compensado de alguna forma, y aquí entramos en debates amplísimos.
El punto que se deriva de esta visibilización del rol sistémico del trabajo de cuidado tiene que ver con las implicancias que tiene la manera en que este trabajo de cuidado se organiza. Y aquí nos sirve un concepto que se promueve desde la economía feminista, que es el de organización social del cuidado. Justamente, la división sexual del trabajo hace que el trabajo de cuidado, de reproducción cotidiana de la vida, se distribuya de manera muy desigual entre los actores que proveen el cuidado, y que los principales responsables del trabajo de reproducción cotidiana de la vida sean los hogares, y dentro de los hogares, las mujeres. Y es a esta desigual distribución de las responsabilidades de cuidado entre los hogares, el mercado, el Estado, la comunidad, y dentro de cada uno de estos actores, entre varones y mujeres, lo que nos permite calificar a la forma en que se reproduce cotidianamente la vida, como injusta. Injusta y vector de reproducción de desigualdad. Y esta idea de que la injusta organización social del cuidado es, a su vez, un vector, es injusta en sí misma, porque al mismo tiempo, contribuye a la reproducción de la desigualdad, se expresa en la relación que existe entre este espacio del cuidado y el espacio del mundo del trabajo productivo, del trabajo remunerado, porque la manera injusta en que se distribuyen estas responsabilidades sigue siendo el principal obstáculo a la participación de las mujeres en todos los demás ámbitos de la vida, entre ellos, el ámbito productivo, el ámbito económico, pero también el ámbito de la participación social, de la participación política. 
Entonces, este nudo producción/reproducción se expresa, por un lado, en la injusta organización social y, por otro lado, en las brechas de género que se reproducen y se sostienen, a pesar de todos los avances, en el mercado laboral. Y en esto de los avances me resultó súper lindo el racconto que hizo el hombre de la mesa sobre cómo se fue abordando este tema, esta idea de las comisiones de damas. Bueno, hemos “evolucionado”, ahora tenemos comisiones de género.
Yo creo que son procesos, que hay una dinámica, eso es innegable, y sin duda nuestra vida es diferente a la que han tenido nuestras abuelas y nuestros abuelos, pero los cambios van a velocidades desparejas. Uno de los cambios más sobresalientes se dio en el  mundo del trabajo productivo en la segunda mitad del siglo XX con la sostenida incorporación de las mujeres a las actividades económicas, a la participación al mercado laboral, pero este cambio no se dio a la misma velocidad que los cambios en la organización social. En ese sentido, también se registraron cambios, ya que hoy, es mucho más habitual encontrar hombres dispuestos a asumir algunas responsabilidades de cuidado. Pero, en una proporción mucho menor, también muy especializadamente, podríamos decir que hay hombres dispuestos a llevar y a traer a los chicos de la escuela, a quedarse a veces con ellos, a cambiar los pañales, a veces a cocinar, pero mucho menos dispuestos a hacer las tareas más pesadas del trabajo doméstico, a encargarse de otras dimensiones del cuidado de personas dependientes, como es el caso de personas mayores,  con discapacidad. La caracterización de todo esto como proceso dinámico me parece que es importante al igual que  la identificación de las distintas velocidades a las que van cambiando los distintos componentes de este proceso. 
Lo que quería señalar es que, en el mundo del trabajo remunerado, de la participación económica de los varones y las mujeres, ha habido progresos, si entendemos como progreso la posibilidad de que las mujeres también participemos, pero las brechas de género siguen siendo persistentes y, de hecho, esta característica de la mayor incorporación de las mujeres al mercado laboral, que ha sido el rasgo sobresaliente de la segunda mitad del siglo XX, hoy muestra un estancamiento. La tasa de actividades de las mujeres ha crecido y ha dejado de crecer. Y esto me parece que es una alarma que nos lleva a la discusión histórica sobre las razones de la dificultad de la participación de las mujeres en el mundo del trabajo productivo, del trabajo remunerado, que se expresa en brechas de participación,  de tiempo de trabajo, remunerado y no remunerado, en brechas en la calidad del empleo, sobre representación de las mujeres en empleos de menor calidad, sobre representación de los varones en empleos de mayor calidad, y en la persistencia de dinámicas de segregación vertical y horizontal en el mundo del trabajo remunerado, todo lo cual deriva en brechas de ingreso, la discusión de las brechas salariales o de ingresos laborales que ya se puso de manifiesto. Y que se expresa también en las brechas de género en el acceso y control de activos y recursos económicos, por eso aparece la discusión sobre los microcréditos como una veta de esta discusión, que tiene muchas aristas, creo yo, controvertidas.
Básicamente, estas son algunas de las principales cosas que la economía feminista señala como procesos sistémicos de reproducción de la desigualdad, y entonces la pregunta para conversar esta noche, y que un poco ya fue planteada, es: ¿Es el campo de la economía social propicio para enfrentar estos mecanismos de reproducción de la desigualdad, para transformarlos? Y mi primera respuesta, intuitiva, a esta pregunta, es que sí, y diría sí, pero. Diría que sí, un poco por las cosas que ya se señalaron, porque la economía social, al igual que la economía feminista, por lo menos al igual que algunas corrientes dentro de la economía feminista, desafía a la propia lógica de regulación del mercado, la propia lógica de la acumulación capitalista. Y la desafía porque la lógica del mercado, la lógica de las relaciones propias del sistema capitalista, es siempre más nociva para quienes se ubican en situaciones de subordinación. Entonces, creo que aquí hay un primer punto de encuentro que me permite responder afirmativamente a esta pregunta. Y el segundo es también este aspecto que ya se señaló, que es que quienes participan en la economía social comparten ciertos valores de solidaridad, de igualdad, de empatía, de preocupación por lo común, de preocupación por la reproducción social, que también son valores presentes y a los que adherimos quienes pensamos y vivimos desde la economía feminista. Y el pero refiere a que, si bien están estos puntos de partida, yo creo que son muy sustantivos, hace falta trabajo para que la fertilidad de este encuentro dé sus frutos. ¿Y qué hace falta? Yo diría, primero, visibilizar el problema. Este racconto de cómo, durante todos estos años y todos estos números, el tema estuvo… No es que el tema no estuvo, es imposible hablar de cualquier cosa sin que allí estemos las mujeres, sin que allí esté el patriarcado, y sin que allí estén las relaciones de género. Las mujeres y el patriarcado estamos en todos lados, los hombres también. Entonces, me parece que el punto es visibilizar, es hablar explícitamente de estas cosas. Que la economía social sea fértil para hablar de estas cosas, o incluso que en su práctica sucedan relaciones de género más paritarias, no hace que estas sucedan automáticamente, hace falta lo que ustedes están diciendo. De hecho, las pocas y embrionarias investigaciones que vienen apareciendo en el campo de este entrecruzamiento entre economía social y perspectiva feminista nos van demostrando que, en las prácticas de la economía social, se siguen repitiendo los roles estereotipados de género, se siguen repitiendo prácticas patriarcales, y es algo que no debería sorprendernos, porque la economía social se ubica en el mundo real donde estamos las mujeres, los varones y el patriarcado.
Las investigaciones ayudan a visibilizar esto, y lo que hay que hacer a partir del aprendizaje que nos brindan estas investigaciones es revisar las prácticas de la economía social y advertir aquellas prácticas que están consciente o inconscientemente reproduciendo la lógica patriarcal. Y creo que estas prácticas se reconocen en términos de acceso y control de los recursos, en los niveles de participación; que estas prácticas también se reconocen en los mecanismos de segregación, las mujeres que hacen el trabajo administrativo en las cooperativas, los hombres que ocupan más espacios de toma de decisión. Creo que el otro gran espacio donde la reproducción de la lógica patriarcal se pone en evidencia en el campo de la economía social como en otros es en el espacio de las estructuras de la toma de decisión. El día que hayamos avanzado sanamente va a ser el día en el que las comisiones de género desaparezcan, el día en el que no hagan falta, el día en el que lo que tratamos de mover, desde las comisiones de género, ya esté impregnado en todas las áreas de funcionamiento de las cooperativas, de los espacios de la economía social. Y, sin duda, creo que un aspecto que hay que poner muy de relevancia es cómo en el ámbito de las prácticas de la economía social se resuelve la cuestión de la organización de cuidado, qué elementos las cooperativas y las diferentes organizaciones de la economía social van desarrollando para redistribuir estas responsabilidades de cuidado y cómo la propia economía social se propone la corresponsabilidad del cuidado como uno de sus valores fundamentales. Y esto sin dejar de tener presente que el Estado es responsable, como aquí ya se dijo, que el Estado debe proveer condiciones para que en el ámbito productivo y también en el ámbito de la economía social específicamente, estos mecanismos de redistribución puedan llevarse adelante.
¿Cómo hacer esto que hay que hacer? Me parece que el ejemplo son ustedes mismas. Investigando, difundiendo, concientizando, organizándose, siendo perseverantes, siendo creativas, y a pesar de que esta es una coyuntura hostil, yo comparto la presunción que también se sugirió en la mesa, de que es un buen contexto. Yo creo que la movilización y la persistencia del feminismo están en un punto muy alto, y que tenemos que aprovechar este contexto de movilización y de apropiación más ciudadana de las aspiraciones feministas para mover esta agenda, y para que la economía social sea también economía feminista.