Las Expediciones pedagógicas: reflexión educativa y unidad latinoamericana
Natalia Stoppani[1]
CONDICIONES DE POSIBILIDAD Y SOLIDARIDAD INTERNACIONAL
Desde algunas miradas, Nuestra América vive un cambio de época; desde otras, vive una época de cambios. Para algunos jefes de estado, los cambios vividos en los últimos largos quince años en buena parte de nuestros países son producto de la lucha social y se proponen avanzar hacia mayores conquistas populares que dignifiquen a sus pueblos; para otros, esos cambios son meras intentonas que no logran trastocar los basamentos de un modelo societal que plantea perpetuarse, aggiornándose según la circunstancia. Para algunos movimientos sociales, sindicatos y partidos políticos, vivimos un momento histórico en el que la disputa principal supone avanzar hacia mayores niveles de dignidad o retroceder hacia los oscuros años neoliberales; para las fundaciones noventosas, las empresas transnacionales y los grandes financistas internacionales, vivimos una época de confusión social que precisa ser encausada y, para ello, los países deben potenciar las instituciones de la democracia burguesa, refundar las repúblicas y predicar las prácticas del llamado “consenso” (forma sutil con la que se impone un presunto acuerdo de las minorías contra las mayorías sociales).
Desde ya que no pretendemos hacer de estas breves líneas un análisis dicotómico de la realidad social. Por el contrario, queremos insertar la reflexión sobre el sentido de las Expediciones pedagógicas en particular y de la educación en general, en el marco del “análisis concreto de una situación concreta”, parafraseando a Lenin. La discusión sobre qué proyecto educativo necesitamos se enmarca en un proyecto político más general, el cual, a su vez, está inmerso en un escenario local, regional y mundial determinado. Las Expediciones pedagógicas son parte de toda una batería de propuestas e iniciativas de movimientos y organizaciones políticas, sociales y gremiales, y también de ámbitos del Estado que colaboran en esta línea. Dichas propuestas ppuntan al análisis, reflexión y construcción de la educación que tenemos y la que queremos. Son parte de un proceso complejo que incluye decisiones políticas pertinentes y proyectos políticos populares capaces de incorporar en sus agendas las demandas de las sociedad; el cuestionamiento al neoliberalismo como forma de vida que irradia los valores del individualismo y el consumo; una mayor visibilización de ciertos conflictos y tensiones en el seno de los sistemas educativos pensados hace más de cien años; el reconocimiento de las conquistas sociales que permitieron comenzar a poner en discusión el esquema excluyente de la escuela media y los resabios aristocráticos y excluyentes de una universidad hecha para una elite; y un profundo cuestionamiento al carácter lucrativo de la educación en algunos países o a los diversos intentos de privatización educativa, entre otros elementos.
Y si se trata de pensar los escenarios en los cuales las Expediciones se insertan, bien vale destacar que no es lo mismo haber viajado a Venezuela en enero de 2013, con el comandante Hugo Chávez Frías como líder de este proceso colectivo revolucionario, profundamente de pie y con una situación económica menos caótica que la de hoy; que haber viajado en 2014 hacia allí. No solo el pueblo venezolano tuvo que aprender a defender la revolución y a seguir adelante con la partida física de Chávez, sino que hoy Venezuela vive una verdadera guerra financiera y mediática que se debe resolver con los lazos internacionales para beneficio de Venezuela y de toda la región. Debido a esta crisis en el país hermano, la asistencia del colectivo docente de Venezuela a la Expedición realizada entre mayo y junio del presente año,[2] fue muy difícil de concretar por la dificultad en la compra de los pasajes y el cambio de las divisas. Hasta algunos días antes de su llegada, desde Argentina esperábamos ansiosamente la concreción de los vuelos, con todas las rutas ya montadas y las escuelas con las puertas abiertas. Las opciones que teníamos como organizadores eran dos: suspender la expedición como máximo una semana antes del arribo o esperar hasta último momento. Optamos por la segunda vía, asumiendo los costos organizativos y de logística que ello implicaba. ¿Por qué no estábamos dispuestos a suspender la Expedición? Porque suspenderla era “hacerle el juego” a los sectores que pugnan por destruir los vínculos integracionistas que, de la mano de Chávez, se volvieron a reconfigurar; porque implicaba tomar una decisión a espaldas de las ganas de aquellos docentes que, tanto como nosotros, anhelaban viajar, conocerse, reflexionar y vivir unos días de trabajo educativo aquí; porque teníamos que ir a las escuelas y comunidades a comunicar que “los venezolanos no vienen”, truncando la preparación previa realizada con cada una de ellas; porque decidimos que el principio que debía primar era la solidaridad latinoamericana, sabiendo que corríamos al filo, que podía venirse abajo una organización que nos había llevado meses. La decisión fue política y pedagógica: recibir a los y las compañerxs era una forma de mostrar hermandad, cooperación, camaradería.
Vale resaltar que además de nuestros hermanos venezolanos y venezolanas, fueron convocados y participaron docentes del Uruguay, en representación de la Federación Nacional de Educadores Secundarios (FENAPES), una compañera mexicana y otro compañero colombiano. Si bien Venezuela y Argentina, hasta aquí, constituyen el eje de este movimiento expedicionario, se han incorporados compañeros y compañeras de otros países de la región, e incluso se prevé una próxima Expedición a Colombia.
ENTRE LO COMÚN Y LO DIVERSO
A fines del 2011, en Bogotá, Colombia, fue lanzado el Movimiento Pedagógico Latinoamericano (MPL) por la Internacional de la Educación para América Latina (IEAL), federación que reúne a 36 organizaciones sindicales docentes en Nuestra América y 170 en todo el mundo. El llamado fue contundente: “Asumimos el compromiso de poner en marcha un movimiento pedagógico latinoamericano que dé direccionalidad político-pedagógica a los cambios educativos que se están produciendo en la región, de los cuales somos protagonistas, y potencie la construcción de una propuesta alternativa en aquellos países todavía anclados en la política educativa neoliberal”.[3] La declaración final de este encuentro describe a Nuestra América, no como un todo homogéneo, sino como una sumatoria de países con realidades actuales complejas y diversas que, en la tarea de desandar décadas de neoliberalismo, no están exentos de contradicciones y tensiones. Asimismo, identifica que, si bien el hito del No al Alca significó un quiebre respecto a la intromisión del imperialismo en nuestros países, aún subsisten serios “enclaves del modelo educativo neoliberal” y países que, a pesar de sus rasgos populares y democráticos, acarrean resabios de los proyectos pedagógicos pergeñados por los organismos internacionales de crédito.
Resulta interesante la manera en que el documento describe la heterogénea composición de la región, a la vez que manifiesta la necesidad de proyectos comunes de integración y de constitución de un nosotros capaz de defender la escuela pública, en articulación con las luchas de docentes, estudiantes y organizaciones sociales. Así lo expresa la declaración: “El movimiento pedagógico latinoamericano [es entendido] como un proceso democrático y en construcción, en el que se puedan expresar la diversidad de miradas y las particularidades inherentes a cada una de nuestras naciones”.[4] El nuevo tiempo inaugurado entre fines de los noventa y comienzos del nuevo siglo, para algunos países es analizado como un proceso en el que el Estado recuperó su rol como regulador de la economía, orientado a la ampliación de derechos y a la defensa de las soberanías nacionales. Mientras tanto, “en otros países, que aún se encuentran sometidos a las reglas neoliberales, esos avances se han constituido en referentes políticos y sociales que potencian la lucha libertaria y democrática de los pueblos que todavía pugnan por alcanzar su independencia y la construcción de gobiernos que asuman las demandas sociales y que no estén al servicio de las transnacionales”.[5]
Esta caracterización nos permite reflexionar acerca de la importancia de apostar a la constitución de proyectos políticos y educativos comunes sin simplificar la realidad latinoamericana ni pensar la región como un todo por encima de sus diferencias, no por abandonar el proyecto de pensar “lo nuestro” como latinoamericano, sino porque reducir la diversidad constitutiva de nuestros países pueden llevar a propuestas que nieguen las singularidades, que trasladen escenarios a lugares disímiles con realidades distintas y que invisibilicen actores y procesos locales. Ya lo decía José Carlos Mariátegui cuando reflexionaba en los años veinte sobre su querido Perú: “No queremos, ciertamente, que el socialismo sea en América calco y copia. Debe ser creación heroica. Tenemos que dar vida, con nuestra propia realidad, en nuestro propio lenguaje”.[6] El cómo construir ese “nosotros” en grande, más allá de las fronteras geográficas, no es una invención de los procesos sociales de la última larga década, sino que en otros momentos de la historia también aparecía como un proyecto (no siempre con la misma intensidad ni con el mismo protagonismo social). Sin analizar aquí si efectivamente la letra y el discurso de algunos personajes, intelectuales o actores fueron representativos de una visión hegemónica en su época, sí podemos rastrear la mención a la idea de la unidad de América Latina en Simón Bolivar, José Marti, San Martin, la Reforma Universitaria de 1918, los partidos comunistas y socialistas de los 20 y 30, José Carlos Mariátegui, Ernesto Che Guevara y Fidel Castro, los nacionalismos populares de varios de nuestros países, las diversas organizaciones políticas de los años 60 y 70, algunas vanguardias culturales en sus manifiestos públicos y en varios de los procesos políticos abiertos desde fines de los 90 en la región. En ellos, aparece la cuestión de América Latina como un espacio común, unidad de lo diverso, proyecto a construir, antiimperialista, características estructurales similares, dependientes, enemigos compartidos, entre otros rasgos. Si bien el discurso acerca de la unidad y lo común se hacía visible de diversa manera en cada uno de estos actores y procesos, América Latina aparece como una unidad problemática[7] en todos esos relatos. Esto nos obliga a repensar cómo hacer para reflexionar sobre la unidad latinoamericana tomando en cuenta las singularidades históricas y sociológicas de cada país y “la presencia de un terreno histórico común que se remonta a una matriz contradictoria pero única”.[8]
Sin duda alguna, el desafío de pensar lo común y lo diverso entre nuestros pueblos en general y en las prácticas educativas en particular es retomado por el MPL desde su constitución y se replica en los modos de concebir organizativa y políticamente el armado de las Expediciones. Se parte de la certeza de que no todos los países tienen la misma historia ni los mismos actores respecto a la constitución de los sistemas educativos, las disputas internas sobre el conocimiento, los conflictos entre lo público y lo privado, la organización del colectivo docente, las luchas por el derecho a la educación. Asumiendo esta diversidad, se afirma que es tarea de los pueblos latinoamericanos pensar proyectos pedagógicos que estén en sintonía con la época de cambios que vive la región, asumiendo que todo proyecto político conlleva necesariamente una definición acerca del sentido de lo educativo. En palabras expedicionarias:
Las expediciones suponen un primer reconocimiento propio y colectivo: que es preciso construir una educación emancipadora a tono con los vientos que recorren Nuestra América y que dicha tarea tiene como protagonistas centrales –pero no excluyentes– a los trabajadores de la educación.
En el actual contexto de las múltiples batallas por reafirmar nuestra identidad, nuestro proyecto, nuestra historia y nuestro porvenir, desplegamos en el campo pedagógico nuestro aporte al proceso liberador que preanuncia un verdadero campo de época.[9]
América Latina está obligada a reconquistar sus territorios y su imaginario usurpado, así como botar el cuerpo y el espíritu ajeno que la habita. Nosotros contribuiremos a esta concreción cada vez que le ganemos espacio al neoliberalismo, desde las posibilidades que nos da el encuentro, la juntura y la unidad en la lucha. No podemos optar entre vencer o morir, ¡necesario es vencer![10]
Los documentos de las Expediciones hacen un llamado constante a la construcción de espacios de intercambio y reflexión entre docentes, estudiantes y movimientos sociales, entendiendo que otro aspecto común es la existencia de experiencias que, dispersas y mayormente silenciadas, se proponen hacer de la escuela un espacio de disputa, de construcción de una ciudadanía crítica y reflexiva, y de recuperación del saber pedagógico de quienes nos precedieron. Claro que esta perspectiva no aspira a recluirse en cada escuela, sino que apunta a consolidar un fuerte movimiento pedagógico que influya en las políticas educativas en nuestros países.
Hay una alusión a lo nuestro en cada escrito, sea en los documentos generales de cada expedición o en los elaborados por quienes expedicionan en cada territorio. Y eso “nuestro” es diverso porque remite a lo específico de cada provincia o Estado que se visita, y es común porque el horizonte es la construcción de una educación para la emancipación, de una pedagogía nuestroamericana. Es diverso porque cada experiencia no es ni calco ni copia de otra y es común porque hay condiciones de vida, de historia y de lucha que nuestros pueblos compartieron y que hacen posible el hilado de relatos similares.
Las expediciones tienen como objetivo conocer, saber qué se alberga en cada lugar y compartir con otros/as esos encuentros. Las expediciones pedagógicas surgen en ese interés por reconocer lo propio y lo nuevo; pero lo nuevo como lo desconocido, como lo que estaba y no había sido visto ni reconocido. Las experiencias que emergen en los diversos lugares son pertinentes, significativas y dan cuenta de la construcción propia de docentes y comunidades, en lugares donde nunca nadie reconoció que existían.[11]
EL DESAFÍO DE LA UNIDAD
Cómo hacemos nosotros, en cuanto organizaciones sindicales de los trabajadores
de la educación de todo el país, para aportar nuestro granito de arena
en este inédito y extraordinario proceso de transformaciones
que está viviendo nuestra América, para que desde la educación podamos
ir acompañando este momento histórico.
Stella Maldonado, CTERA.[12]
Uno de los mayores desafíos que nos propone el MPL en general, y la organización de las expediciones es una de las tantas herramientas de despliegue de ese movimiento, es con quiénes reflexionar sobre la educación que tenemos y la que queremos. En el apartado anterior, analizamos la importancia de pensar un proyecto pedagógico propio, latinoamericano, en un contexto en el que emergieron nuevas y mejores condiciones para ello. Es en este mismo contexto en el que podemos reflexionar sobre con quiénes es posible ese proyecto, atendiendo a los desafíos de nuestra época y también teniendo en cuenta el despliegue de determinados actores en cada territorio, pueblo o comunidad.
Los sistemas educativos de buena parte de los países de la región atravesaron algunos momentos históricos que los vuelven comparables: la constitución de los estados nacionales; los debates sobre la necesidad de una educación para generar una masa obrera calificada y para formar una elite gobernante; el rol de la Iglesia y los sectores liberales; la masificación paulatina de la educación primaria y media; la educación pensada como libertad de enseñanza; la concepción de la educación como derecho humano; el embate neoliberal de los 90. Y la actualidad (entendiendo por ello los últimos 15 años aproximadamente) encuentra en nuestra región a algunos países que pugnan por el sentido gratuito y libre de la educación en el medio de vientos políticos conservadores y con unas historias educativas caracterizadas por la privatización y el lucro, como es el caso de Chile y Colombia; otros que están pensando la educación para el socialismo del siglo XXI o para el Buen Vivir, como Venezuela, Ecuador (aunque con grandes tensiones en su interior) y Bolivia; y un tercer grupo de países que han desarrollado rupturas significativas respecto a los 90 en materia de política educativa y con una agenda de temas sobre la cual es preciso seguir profundizando (el gobierno del sistema educativo, la estructura universitaria y el tipo de universidad que necesitamos, cómo construir un proyecto pedagógico propio), como nuestro país.
Este escenario de diversidad y de puntos en común es el que encuentran las Expediciones y el que permite pensar la cercanía de trayectorias que nuestros países poseen. Pero claro que, además de atender a los proyectos de gobierno, que siempre que sean democráticos expresan el estado de las relaciones de fuerza de cada lugar, es importante pensar qué actores disputan el sentido de esos proyectos. Y en este caso, estos mismos países tienen experiencias distintas respecto al rol de los sindicatos docentes, de grupos de maestros y maestras, de la organización estudiantil y de los movimientos sociales.
Las Expediciones se proponen construir redes de organizaciones, docentes, estudiantes, movimientos y organizaciones sociales, según cada espacio geográfico, así como influir en la política pública. La experiencia indica que depende de cada lugar, del desarrollo de tales actores en sus comunidades/pueblos y de la agenda de acciones que tenga cada organización, que podremos acercarnos cada vez más al desafío de la unidad planteada para la construcción del MPL desde la Declaración de Bogotá. Por ejemplo, en Argentina el rol de los sindicatos docentes y de la federación más grande que existe, la Central de Trabajadores de la Educación de la República Argentina (CTERA), es fundamental a la hora de pensar en armar un movimiento grande que se proponga discutir cuestiones pedagógicas y que hacen a la educación en general. La CTERA reúne a un sindicato de base por cada provincia de Argentina y la Ciudad de Buenos Aires, e integra la Central de Trabajadores de la Argentina (CTA), siendo una de las federaciones con mayor cantidad de trabajadores y trabajadoras afiliados del país. El caso venezolano presenta algunos matices respecto a nuestro país en términos de organización del colectivo docente a lo largo del siglo pasado. Si bien se destacó la Federación Venezolana de Maestros Luis Beltrán Prieto Figuero en los años 40, hoy Venezuela vive un proceso de reconfiguración y disputa en varios ámbitos, lo cual incluye la discusión sobre el rol de los sindicatos en el marco de la revolución bolivariana y muy especialmente de aquellos que representan a los docentes.
Por otro lado, Venezuela participa de las expediciones a partir de una organización social y política formada por docentes y educadores de diversos puntos del país que, sin ser sindicatos, discuten la educación que tienen, realizan propuestas de transformaciones, se relacionan con otros colectivos de maestros, tienen sus espacios de formación política y pedagógica, articulan con las representaciones educativas gubernamentales que tienen en cada estado e incluso alguno de sus miembros ha llegado a ocupar algún cargo público para su comunidad. Esta organización es el Movimiento Pedagógico Revolucionario (MPR) y es quien inició el camino de las Expediciones junto con nuestro país, ya desde el 2011, cuando se dieron los primeros encuentros con el Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini. El MPR fue un actor clave en el proceso de discusión y armado de la actual Ley Orgánica de Educación de Venezuela.[13] La CTERA en Argentina y el MPR en Venezuela son organizaciones, por su peso propio y su rol en la organización del movimiento obrero, ineludibles a la hora de pensar la construcción de algo llamado MPL. Son organizaciones representativas de su país, de su territorio, de su historia y, como tales, son claves a la hora de pensar en espacios de discusión sobre lo educativo. También, en este sentido, es insoslayable el peso que tiene la FECODE en Colombia y la cantidad de maestros y maestras que han sido cuna de expediciones en aquel país desde la década del 80. A esta federación, se le suma el rol que ha jugado la Universidad Pedagógica Nacional, ya que ha sido la impulsora de las expediciones a nivel nacional, tras haber presentado el proyecto al Ministerio de Educación hacia fines de los noventa y que este lo tome para la formación docente. En sentido complementario, la Federación Nacional de Profesores de Enseñanza Secundaria (FENAPES) de Uruguay expresa una corriente sindical significativa en la lucha por la democratización de la educación pública. Y por México, la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación opositora de Michoacán y Oaxaca también constituyen aportes en esta dirección. Ambas organizaciones han participado de las Expediciones pedagógicas realizadas y son los nexos a partir de los cuales buscar nuevas organizaciones que amplíen el movimiento pedagógico en nuestra región.
Volviendo sobre el caso Argentino, las Expediciones han sido impulsadas desde la CTERA y el Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini, organización político-cultural del movimiento de crédito de nuestro país. La relación entre ambas organizaciones resulta interesante puesto que acceden a diversos colectivos de docentes, investigadores y organizaciones sociales que, en conjunto, hacen a una importante diversidad política y pedagógica. El CCC, como integrante del Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos, aporta al MPL vinculaciones con cooperativas de todo el territorio nacional, así como con organismos de derechos humanos y con pequeños colectivos docentes con los que tiene lazos previos. La experiencia de unidad entre la CTERA, como entidad gremial representativa de los docentes, y el CCC, como un espacio de investigación de las artes y las letras y con una importante trayectoria en investigación y militancia en el terreno educativo es, sin duda alguna, algo singular y propio del aporte argentino al MPL.
En este escenario, un desafío que emerge es cómo generar raigambre no solo en las organizaciones de docentes que se comprometen con la construcción del MPL, sino con el colectivo docente general. Las expediciones realizadas muestran que hay muchos docentes y escuelas que se disponen a reflexionar sobre estas cuestiones, que las expediciones son una excusa para abrir las aulas a docentes de otras latitudes con el ánimo de mostrar lo que allí sucede, visibilizar prácticas y experiencias valiosas, y repensar aquello que con la mirada de un "otro" se puede potenciar. La pregunta sería cómo hacer para que el MPL tenga anclaje en quienes son sus actores protagonistas y no sea solo una cuestión discursiva y/o de las dirigencias de los sindicatos, las universidades, las organizaciones. Probablemente este sea un desafío siempre presente en cualquier espacio de construcción que tiene una base tan numerosa de integrantes, a lo que se le suma la intención de discutir cuestiones educativas que no siempre están en las agendas públicas y que no por ello son menos importantes. ¿Cómo instalar y convencernos de que es preciso reflexionar sobre lo que hacemos, aunque no sea algo a resolver en el corto plazo? ¿Cómo hacer para que los colectivos docentes que están imbuidos en su práctica cotidiana puedan tener espacios de encuentro para el estudio de las problemáticas que viven a diario? ¿Cómo convencernos de que, además de lo urgente, hay otros asuntos importantes que necesitan de la voz de los protagonistas? Se vuelve necesario, entonces, proyectar programas de acción comunes en base a la convicción política y pedagógica acerca de la importancia de reflexionar sobre qué educación necesitamos para los nuevos tiempos políticos que vivimos.
Pensar qué educación precisa Nuestra América hoy resulta una necesidad histórica. Las organizaciones tenemos que organizarnos en niveles cada vez mayores, partiendo de lo que tenemos y lo que hacemos, para seguir generando las redes para discutir, debatir, reflexionar, estudiar y repensar. Siempre decimos que las expediciones no solo visibilizan las prácticas y pensamientos que están un tanto ocultos o poco vistos por otros (y por nosotros mismos), sino que también construyen nuevos sentidos e imaginarios. Es decir, las Expediciones tienen que ser una herramienta más del colectivo docente y de las organizaciones políticas, educativas y sociales en el camino del pensar esa educación a construir. Solo es posible seguir haciendo Expediciones y confluir en la organización del movimiento si seguimos buscando espacios de unidad del campo educativo y del colectivo docente en vistas de abonar a una educación emancipadora y liberadora.
Cerramos con unas líneas de Stella Maldonado que grafican el espíritu que subyace a la necesidad histórica de la que hablábamos:
Tenemos que pensar que cada día, cuando entramos a nuestras escuelas con el colectivo de nuestros compañeros y compañeras, es una apuesta que hacemos al futuro y que en el presente está sustentada en esos pibes y pibas que nos miran todos los días expectantes, que llegan con sus historias, con sus problemas, con sus saberes previos, con sus culturas y sus amores. Somos maestros porque estamos convencidos de que hay un futuro mejor para ellos y que somos parte de esa construcción. Si no pensamos que hay un futuro mejor para ellos, no podemos enseñar.[14]
BIBLIOGRAFÍA
Aricó, José. “América Latina como unidad problemática”, en La hipótesis de Justo. Escritos sobre socialismo en América Latina. Buenos Aires: Editorial Sudamericana, 1999.
Declaración de Bogotá, Primer Encuentro Hacia un Movimiento Pedagógico Latinoamericano, Bogotá, 5 a 7 de diciembre de 2011. Disponible en: http://www.filosofia.org/cod/e2011bog.htm
Expedición Pedagógica Argentina 2015, "Documento para expedicionarios", Argentina, 2015.
Expedición Pedagógica Venezuela 2014, "Rutas Expedición Venezuela - Enero 2014", Venezuela, 2014.
Lowi, Michael. “Ni calco ni copia: Che Guevara en búsqueda de un nuevo socialismo", Conferencia anual de la Fondazion Ernesto Che Guevara. Italia: s/e, 2001. Disponible en: http://www.pucsp.br/neils/downloads/v9_artigo_lowy.pdf
Maldonado, Stella. "El aporte del movimiento sindical a una pedagogía latinoamericana para la emancipación", Encuentro Nacional “Hacia un Movimiento Pedagógico Latinoamericano”. Buenos Aires: s/e, 2012.
NOTAS
[1] Coordinadora Departamento de Educación del CCC. Licenciada y profesora en Ciencias Políticas (UBA). Correo electrónico: natstoppani@gmail.com
[2] Sugerimos ver el artículo publicado en el número 215 de esta revista por Pablo Imen (Idelcoop/CCC) acerca de las características de las expediciones pedagógicas.
[3] Declaración de Bogotá (2011).
[4] Idem.
[5] Idem.
[6] Mariátegui en Lowi (2001), 1.
[7] Aricó (1999).
[8] Idem, 1.
[9] Documento Expedición Pedagógica Venezuela (2014), 2.
[10] Rutas Expedición Venezuela - Enero 2014 (2014), 2.
[11] Documento para expedicionarios - Argentina 2015 (2015), 4.
[12] Maldonado (2012).
[13] Sugerimos ver la grabación de la promulgación de la LOE donde Mirna Sojo, referente de la ESRLC le habla al ex presidente Hugo Chavez Frías. Diponible en: https://www.youtube.com/watch?v=Kakzeo73bzI
[14] Maldonado (2012).