Este número de nuestra revista llega en un mes de muchas novedades –unas de largo aliento, otras de cortísimo plazo– que expresarán un momento de inflexión en el país, como así también en el movimiento cooperativo y en el mundo.
El planeta está sacudido por la continuidad de la hegemonía neoliberal, aunque en condiciones muy diferentes a las de fines del siglo XX. En aquella coyuntura, la publicación del texto de Francis Fukuyama, primero como artículo en 1989 y más tarde como un libro en 1992, fue la contracara discursiva que acompañó la disolución del campo del socialismo real y de la Unión Soviética. Este trabajo planteaba que la economía de mercado y las muy limitadas democracias representativas eran las últimas estaciones de la historia humana. Sólo podía perpetuarse eternamente, según este punto de vista ciertamente interesado, el orden neoliberal-conservador.
Es claro que la pretensión de congelar la marcha de la Humanidad constituye una empresa destinada al fracaso, aunque estas tesis tuvieron y siguen teniendo una gran eficacia. Se fundan en la extendida difusión y aceptación de los cánones mercantilistas, autoritarios y tecnocráticos del credo neoliberal-conservador a lo largo y ancho del planeta. Ocurrió así en el plano de un difuso sentido común, de muchas conceptualizaciones promovidas por universidades, y de los fundamentos y contenidos de muchas políticas públicas.
La contundencia de esa victoria cultural, ideológica, política, económica, social e institucional se extendió unos pocos años pero sus consecuencias aún perduran en el tiempo. Aquel punto de inflexión histórico consagró el proyecto civilizatorio que impulsó el individualismo, el egoísmo, la competencia, el conservadurismo y la desigualdad como notas predominantes. Las consecuencias de un modelo de mundo sustentado en esos valores se ven hoy con claridad: la injusticia social, la exclusión, la violencia, constituyen verdaderas y oprobiosas marcas de época. El capitalismo especulativo se ha expandido de manera inédita, atentando contra la producción material de bienes y servicios. Por su parte, los modelos productivos vigentes buscan acelerar la productividad del trabajo, la creciente eficiencia tecnológica y la incesante búsqueda de ganancias, sin reparar en los costos ambientales y ecológicos de tales elecciones productivistas.
Mas esta es apenas una de las caras de un mundo y una Humanidad que son arena de disputa en las cuales coexisten conflictivamente distintos proyectos, modelos y alternativas sociales. Así, frente a los riesgos epocales a que nos somete el neoliberalismo, emergen promisorios fenómenos de resistencia.
En América Latina se avanzó en un proceso inédito de integración regional a partir de cambios de gobiernos, muchos de los cuales han asumido programas transformadores y profundamente democráticos, con sus matices.
La emergencia de nuevos bloques de poder mundial –BRICS, o ASEAN más China–, la construcción de UNASUR y la CELAC van configurando plataformas de oposición a la perspectiva unipolar sostenida por EEUU y Europa.
Estos procesos, con sus sujetos sociales y políticos y sus disputas, se proyectan a la región y al país. Tales realidades interpelan a nuestro movimiento cooperativo de crédito.
En el plano político organizativo del Movimiento Cooperativo Internacional también asistimos a un cambio de presidencia de la Alianza. En estos años se desplegaron intensos y respetuosos debates alrededor del papel del cooperativismo en el mundo actual que no cesan y que, seguramente, irán acompañando las complejas circunstancias de época que nos interpelan y desafían.
El mundo, decididamente, está cambiando hacia un orden diferente. La hipótesis es que, dada la inviabilidad fáctica de su organización actual, generará indudables transformaciones en los próximos treinta o cincuenta años que harán al mundo irreconocible. Sin embargo, no estamos en condiciones de afirmar si la nueva configuración planetaria será mejor o peor que la actual. La de hoy –en que ochenta ricos tienen la misma riqueza que la mitad de la población mundial– es ecológica, social y políticamente inviable.
En este contexto de batallas transicionales, el número 217 de la Revista Idelcoop aborda tópicos poco visitados en el campo del cooperativismo: las vinculaciones entre las entidades solidarias y el territorio; la subjetividad de los miembros de la cooperativa como trabajadores y usuarios; la recorrida por experiencias valiosas y poco conocidas; los desafíos del cooperativismo en Cuba; temas institucionales como la elección del nuevo presidente de la Alianza; o reflexiones sobre la actualización de sus principios; entre otros temas.
La educación y la educación cooperativa tienen un espacio significativo en esta edición, tanto en una descripción del Congreso de Rulescoop, como en la reflexión revisitada de las Expediciones pedagógicas, en tanto instrumentos de integración de nuestros pueblos y sus educadores y educadoras.
Hay un aporte sobre historia del cooperativismo de crédito y sobre aspectos normativos que impactan en la vida de las empresas recuperadas a partir del análisis de jurisprudencia en CABA.
Entre las reseñas bibliográficas, cabe consignar dos aportes relevantes: el primero referido a “La trama social de la economía popular”, y el segundo que analiza –a diez años del No al ALCA– los desafíos actuales de nuestra región.
Así, en tiempos intensos en que lo viejo no termina de morir y lo nuevo no termina de nacer –pero está naciendo–, la Revista Idelcoop se propone contribuir a la batalla de ideas. Esperamos, en esta oportunidad, cumplir a cabalidad con la misión cultural de denunciar un orden cada vez más injusto a la par de anunciar la posibilidad de un futuro de dignidad y justicia sin exclusivismos inaceptables ni exclusiones inadmisibles.
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