Revista Idelcoop, nº 216, julio 2015. ISSN 0327-1919 / Sección Reflexiones y Debates
Instituto de la Cooperación. Fundación de Educación, Investigación y Asistencia Técnica- IDELCOOP
La autogestión obrera y la propiedad colectiva de los medios de producción: el dilema de la tecnología como materialización de las relaciones de producción capitalistas
Roberto Fernando Marino1
ARTÍCULO ARBITRADO:
Fecha de recepción: 10 de mayo de 2015
Fecha de aprobación: 16 de junio de 2015
Resumen
Con frecuencia se piensa que la tecnología es neutral, libre de toda ideología e incluso que sigue sus propias reglas de evolución independientemente de la sociedad en la cual tuvo lugar. Pensado desde el marxismo, si la función que la tecnología juega dentro del desarrollo de las fuerzas productivas efectivamente es neutral, los mismos métodos productivos del capitalismo podrían ser implementados directamente, por ejemplo, en un sistema socialista. No obstante, desde una mirada más crítica, el artefacto tecnológico es también considerado portador de ideología, pues impone una determinada manera de organización del proceso del trabajo, que es funcional al modo de producción vigente.
Palabras claves: autogestión, fetichismo de la tecnología, complejo sociotécnico, determinismo tecnológico
Worker's self-management and collective property of the means of production. The technology dilemma as a materialization of the capitalist production relations
Abstract
It is frequently thought that technology is neutral, free from ideologies, and even that it follows its own evolution rules, regardless of the society in which it was created. From the Marxist point of view, if the role played by technology in the development of the productive forces is truly neutral, then the same capitalist productive methods could be directly implemented, for example, in a socialist system. However, from a more critical stance, the different forms of technology are also considered to carry an ideology, since they imply a certain way of organizing a work process, which serves the purpose of the current form of production.
Key words: self-management, technology fetishism, socio-technical environment, technological determinism
A autogestão obreira e a propriedade coletiva dos meios de produção. O dilema da tecnologia como determinação das relações de produção capitalistas.
Resumo
Com frequência consideramos que a tecnologia é neutra, liberada de toda ideologia, e incluso que segue a suas próprias regras de evolução, independentemente, da sociedade que a viu nascer. Da ótica do marxismo, se a função que a tecnologia tem dentro do desenvolvimento das forças produtivas de trabalho fosse neutra mesmo, a implementação dos métodos da produção do capitalismo num sistema socialista, por exemplo, seria possível. Porém, de uma visão mais crítica, toda artilharia tecnológica é, também, considerada portadora de ideologia, pois impõe uma determinada maneira de organização do processo de trabalho, conformada de modo funcional às políticas de produção em vigor.
Palavras-chave: autogestão, feiticismo da tecnologia, complexo sociotécnico, determinismo tecnológico
Introducción
Las empresas recuperadas por los trabajadores (de aquí en más ERT) surgieron como actores sociales de peso sobre todo después de la crisis del modelo neoliberal en Argentina y Latinoamérica (caracterizado entre otras cosas por la hegemonía del capital financiero y la precarización y flexibilización del mercado laboral). Este fenómeno atrajo la atención de la comunidad académica y se empezó a producir un corpus importante de trabajos alrededor de estos nuevos actores sociales donde se examinaban las potencialidades y alcances del nuevo fenómeno de producir sin patrón. El motivo del presente trabajo es hacer una aproximación general a la relación de la tecnología con los emprendimientos productivos autogestionados. La hipótesis que se va a sostener es la siguiente: la autogestión necesita de una tecnología adecuada para esos fines, con el objeto de que sea totalmente viable como sistema de producción. Esta hipótesis se apoya en la perspectiva de que la tecnología no es un dominio autónomo de la actividad humana libre de ideología, y por lo tanto no es neutral. De forma más general, este trabajo va a hacer foco en el papel de la tecnología dentro del desarrollo de las fuerzas productivas2 y su relación con la autogestión llevada a cabo por los propios trabajadores de empresas recuperadas. El análisis que sigue a continuación es de índole teórico y cualitativo, apoyándose principalmente en los debates sobre ciencia y tecnología y su relación con la sociedad generados por intelectuales provenientes de diversos campos, más concretamente del marxismo, y de la reciente sociología de la tecnología.
1. Concepciones sobre la tecnología
La ciencia y la tecnología constituyen un fructífero campo de reflexión, alrededor del cual se erige una extensa bibliografía en la cual podemos encontrar polémicos debates sobre su naturaleza y fines respectivos. Aquí interesa examinar dos tendencias contrapuestas respecto a los artefactos y dispositivos tecnológicos: a) la tecnología es un producto objetivo y neutral, cuyo uso es apto en cualquier contexto social; b) la tecnología no es neutral, es resultado de un determinado contexto socio-histórico y, por lo tanto, portadora de valores e ideologías.
1.1 La tecnología desde una valoración neutral
La tesis que le asigna un valor neutral a la tecnología suele ser denominada “determinismo tecnológico”. Las bases las podemos rastrear en el pensamiento iluminista, para el cual “la evolución tecnológica es concebida como inexorable e imparable y se desarrolla de modo inmanente y de manera lineal regida por leyes internas, en aras de una eficiencia técnica creciente, que incrementa sucesivamente el progreso”.3
A pesar de que no constituye una visión monolítica pues en el interior de esta concepción hay varias líneas (como por ejemplo la perspectiva artefactual y la perspectiva cognitiva), las une un común denominador: la tecnología constituye un conjunto de instrumentos neutrales compatibles con cualquier meta o propósito de cualquier sociedad. Esto es así porque se piensa a la tecnología dentro de un esquema evolucionista lineal donde una tecnología más eficiente llega para reemplazar a otra que queda obsoleta.
En esta perspectiva que estamos analizando, el desarrollo tecnológico responde a una lógica que le es propia según leyes inexorables más allá del control humano, estableciendo una relación unidireccional con la matriz social: la tecnología impacta directamente sobre la sociedad, pero no al revés. En antropología, este aspecto aparecía fuertemente en los viejos modelos evolucionistas organizados de forma lineal (que van de los más simple a lo más complejo, generalmente de tres etapas). Por ejemplo, en el modelo elaborado por Lewis Henry Morgan, la incorporación de nuevas tecnologías en lo que llamaba “las artes de subsistencia”4 impactaba en la organización social y por lo tanto se producía una evolución y/o cambio de estadio (por ejemplo, de la barbarie a la civilización). Se deriva de esta postura que la tecnología posee solamente una lógica funcional ajena a factores culturales, económicos o políticos o al menos estableciendo una autonomía respecto a estos factores.
Este enfoque determinista de la tecnología fue incluso tomado por ciertas líneas del marxismo ortodoxo. Algunas interpretaciones de la obra de Marx, en efecto, ponen a la tecnología como elemento sine qua non en el desarrollo de las fuerzas productivas, debido principalmente a que se identifica a estas últimas con la tecnología misma. Esto tiene una derivación interesante: la neutralidad asignada a la tecnología la ubica más allá de la lucha de clases y por lo tanto los métodos productivos del capitalismo pueden ser apropiados y aplicados en el socialismo.5 Esta idea presente en el marxismo ortodoxo también la encontramos en economía social, en quienes abogan por un uso social de la tecnología, pero la idea subyacente es la misma, el complejo tecnológico-organizacional capitalista puede ser aprovechado en otra sociedad sin modificaciones significativas.
1.2 La mirada crítica al determinismo tecnológico
Existe una crítica a la tecnología que se basa generalmente en juicios morales y políticos que culpa a esta última por los problemas de la precarización del empleo, de la educación y por supuesto del medio ambiente, comúnmente instalándose en la dicotomía entre sociedad y tecnología que implica la lucha entre la racionalidad técnica y los valores humanitarios. En términos más académicos, la idea general sobre la que se apoya la crítica al determinismo tecnológico es la siguiente: el desarrollo tecnológico es producto de un contexto socio-histórico concreto, contexto dentro del cual la tecnología no es neutral ni resultado de la mejor solución posible, y su viabilidad depende de aspectos culturales, ideológicos y políticos. Esta perspectiva también presenta en su interior diferentes líneas, para el presente trabajo hemos considerado principalmente la desarrollada por la teoría crítica y la sociología de la tecnología.
Thomas Hughes, uno de los autores emblemáticos de la sociología de la tecnología, sugiere que la carrera tecnológica no es un proceso natural e inexorable, esta obedece a lo que él denomina complejo socio-técnico en los cuales confluyen la inversión de recursos económicos, habilidades prácticas y formas organizativas; por lo que las tecnologías existentes generan núcleos cerrados donde se encuentran intereses económicos y políticos.6 Andrew Feenberg, quien esta enrolado en la teoría crítica, niega el carácter neutral de la tecnología en función de considerar que esta incorpora los valores de la sociedad industrial7 y, por lo tanto, la ideología y los valores de las elites dominantes, que adquieren la apariencia de simple racionalidad técnica pero que también constituyen una racionalidad política: los valores de un sistema social especifico y los intereses de sus elites dominantes se instalan en el diseño de las máquinas y sus protocolos de procedimientos y uso.
En esta perspectiva crítica, la tecnología está íntimamente ligada a las relaciones sociales de producción existentes8 eso explicaría en parte por qué en la carrera de la innovación tecnológica la inserción en el aparato productivo solo se da en contextos históricos determinados, antes que por una mera consecuencia de darwinismo tecnológico en el cual impera la mejor implementación. La historia de las innovaciones tecnológicas y de los inventos desmiente aunque más no sea en parte las perspectivas deterministas, teleológicas y neutrales de la tecnología. Por ejemplo, la primera máquina de vapor, según parece, fue inventada por Heron de Alejandría (ca. 10–70 d. C.) y se llamaba eolipila (una suerte de primer prototipo de una turbina de vapor), no obstante las fuerzas productivas imperantes en aquel momento estaban basadas en la mano de obra esclava, por lo que no encontró un uso apropiado en el esquema productivo y hubo que esperar hasta el siglo XVIII para que las máquinas de vapor se insertarán en el proceso de la naciente Revolución industrial. Esto nos hace pensar que es probable que una tecnología no se termine incorporando a un proceso productivo solo por sus cualidades intrínsecas de mayor eficiencia, mejor aprovechamiento de la energía, etc., sino que más bien esto está subordinado a los requerimientos de un marco más general y abarcativo que son las relaciones de producción. En suma, las diferentes líneas de indagación crítica en ciencia y tecnología coinciden en negar la neutralidad postulando el carácter ideológico, histórico y contextual de toda configuración tecnológica. Feenberg, en analogía al concepto desarrollado por Marx de fetichismo de la mercancía, acuñó el de fetichismo de la tecnología9, que consiste entonces en la negación de la trama social- histórica detrás del artefacto tecnológico y de su rol en la lucha de clases.
2. Autogestión y propiedad colectiva de los medios de producción
Si la tecnología fuera neutral, como se manifiesta desde las posturas deterministas, sería viable para ser aplicada en diferentes contextos y para diferentes propósitos, para el caso que nos ocupa, en las ERT, su apropiación por los trabajadores en teoría debería revertir el proceso de alienación y explotación que significan las relaciones de producción capitalistas. La autogestión ha llegado a ser propuesta como una alternativa al capitalismo e incluso como la forma que debería tomar la producción bajo el socialismo. Cuando hablamos de autogestión desde un punto de vista teórico nos referimos a la gestión del proceso productivo bajo control de los mismos trabajadores, donde priman relaciones de igualdad y democracia entre estos, tanto en la toma de decisiones colectivas, como en la asignación igualitaria de los recursos producidos. El autor húngaro de extracción marxista Istvan Mészaros10 define la autogestión en los siguientes términos:
[...] la construcción permanente de un modelo de socialismo, en que diversas palancas de poder, los centros de decisión, de gestión y control, y los mecanismos productivos sociales, políticos e ideológicos, se encuentran en las manos de los productores, ciudadanos, organizados libre y democráticamente, en formas asociativas creadas por los propios productores-ciudadanos, basándose en el principio de que toda organización debe ser estructurada desde la base hasta la cúpula y de la periferia hacia el centro, en las cuales se implante la práctica de la democracia directa, la libre elección y revocación, en cualquier momento de las decisiones, de los cargos y de los acuerdos.
La autogestión pensada desde lo teórico va más allá de una forma de propiedad de los medios de producción y por lo tanto de una connotación puramente económica. Siguiendo a Humberto Miranda Lorenzo, la autogestión es un paradigma “de corte emancipatorio integral”11, según sus propias palabras, combina factores “económicos, políticos, psicológicos, afectivos, volitivos”.
No obstante, en la experiencia práctica de los trabajadores, la opción por la autogestión fue resultado de una alternativa posible ante la pérdida del empleo por el vaciamiento y quiebra de fábricas y empresas. Por ello es difícil establecer una generalización pues la trayectoria recorrida por las ERT en Argentina (pero que podemos suponer comunes a otras experiencias en otros países) constituye una experiencia heterogénea, marcada por la condición de tener que funcionar hacia afuera con las reglas del mercado capitalista. El tema de la tecnología no es algo que pase desapercibido para los trabajadores, como lo señala Marcelo Vieta. La realidad de la gran mayoría de las ERT es que la maquinaria con la que cuentan es obsoleta, antigua y en mal estado, lo que lleva a los emprendimientos autogestionados a la subproducción respecto de los niveles de producción originales12 y la respuesta a esto se traduce en la necesidad de financiamiento para adquirir maquinaria nueva.
3. Hacia una tecnología no determinista
Los proyectos autogestionados en la práctica deben sortear muchos escollos a pesar de los importantes logros alcanzados13. Aun cuando los factores de índole política y legal pudieran ser superados,14 hay dos obstáculos importantes para subrayar. El primero es la creencia establecida de que la expropiación de los medios de producción es un fin en sí mismo. Para Meszaros la expropiación es “apenas un prerrequisito”, que en esencia no altera el proceso global del trabajo, cuyo control es necesario por parte de los trabajadores. El autor pone de manifiesto que el derecho de propiedad es un cambio reversible (testimonio de ello son los procesos de nacionalizaciones o privatizaciones sucesivas). En otros términos, con la mera expropiación todavía la estructura del capital sigue en pie,15 se debe ir más allá de un cambio en la propiedad de los medios, por lo que este autor plantea una propuesta radical, se necesitaría apuntalar los logros de las cooperativas y fábricas recuperadas a través de un cambio profundo, o sea, una revolución.16
El segundo obstáculo tiene que ver con el concepto reificado y fetichista de la tecnología. Andres Ruggeri sugiere que tanto en las ERT, como en otros emprendimientos de tipo cooperativo, la tecnología que los trabajadores disponen
está pensada para el sistema productivo del capitalismo y su uso tiende a reproducir prácticas laborales que organizan la forma en que los trabajadores se mueven dentro de la planta, las relaciones entre estos en el curso del proceso de trabajo e incluso cómo y cuándo y quiénes deben tomar las principales decisiones que afectan a la producción.17
Es por ello que, yendo un paso más allá de los dilemas que deben enfrentar las ERT en el día a día, el problema no pasa solamente por la falta de créditos blandos para que los emprendimientos autogestionados renueven la maquinaria. Tanto la tecnología de última generación, como la obsoleta, fueron diseñadas en función de una forma de encarar la producción que en última instancia es ajena a los ideales democráticos y emancipadores que implica la autogestión. Una tecnología adecuada a los procesos autogestionados se vuelve necesaria pues las técnicas de producción capitalistas, tanto en el diseño tecnológico, como en su aspecto organizacional, traen consigo la marca de las relaciones sociales de producción que le son propias. Nuevas relaciones de producción entonces serán posibles de lograr con un cambio en las técnicas de producción.18 En suma, para que la autogestión se desarrolle en toda su potencialidad debe permitir a las unidades productivas tener el control de su desarrollo técnico, o sea, desarrollar una tecnología cuya distribución y protocolos de uso en la unidad de producción no reproduzca las relaciones de desigualdad, explotación y alienación.
4. El difícil camino hacia una tecnología no determinista
Para Andrew Feenberg la solución pasa por una democratización profunda del complejo tecnológico-industrial. Nos dice al respecto que “reducidos a pasivos robots en el trabajo, los miembros de la sociedad industrial improbablemente adquieran la calificación educacional y caracterológica para ejercer una ciudadanía activa”.19 Con esto viene a significar que el problema está en el carácter antidemocrático que adquirió el desarrollo del complejo tecnológico, de cuya participación está excluida buena parte de la sociedad en cuanto los trabajadores son suprimidos en sus potencialidades y capacidades y se convierten en apéndices de la máquina, condición necesaria, según Antunes, para extraer el exceso de plustrabajo.20 Este aspecto de la organización productiva es lo que caracterizó al binomio taylorismo-fordismo, que suprime la dimensión intelectual del trabajo manual, transfiriéndola a la órbita de la gerencia científica. Marx, al proponer una economía controlada por los trabajadores, creía necesario recalificar la mano de obra, lo que operaría cambios en la educación, la política y la vida social. Este camino está más claro en la concepción marxista de Meszaros, que, como ya vimos antes, plantea cambios profundos teniendo en cuenta un proceso que necesariamente debe ser revolucionario, que en la de Feenberg, cuya propuesta democratizadora es un tanto programática. En cuanto a lo que este trabajo pretende problematizar, debe mirarse en ambas direcciones, es decir, no solo en el impacto tecnológico sobre lo social, sino también en el impacto social sobre la tecnología, como afirma Aibar, “lo técnico está socialmente construido y lo social está técnicamente construido”, las personas y las tecnologías se complementan evolutivamente hablando, ya que somos los únicos animales que dependen estrechamente de ella para su desarrollo y supervivencia y la manera en la que se articulan personas y tecnologías en las fuerzas productivas generan diferentes maneras de subjetividad en cuanto a sus relaciones sociales. Superar el fetichismo de la tecnología implica una conceptualización nueva del dispositivo tecnológico, es poder entenderlo dentro de una red de relaciones heterogéneas, en la cual actores, máquinas e ideologías en pugna están íntimamente relacionados. Desarmar ese complejo sociotécnico funcional a las relaciones de explotación y desigualdad para tejer otra red afín a los intereses de la autogestión es, en definitiva, la meta, y en ella la restructuración del papel que juega el dispositivo tecnológico no se puede soslayar. La emancipación humana que propone la autogestión no solamente se alcanzara por medios políticos y morales, muchos investigadores de ciencia y tecnología siguen considerando a los artefactos tecnológicos como una forma de control del entorno del ser humano antes que dispositivos que portan y contienen valores de la sociedad industrial.
Bibliografía
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Antunes, R., Los sentidos del trabajo: Ensayo sobre la afirmación y la negación del trabajo. Taller de estudios laborales, Herramienta ediciones, 2005.
Faria, M., Autogestao, Cooperativa, Economía Solidaria: avatares do trabalho e do capital. Tesis presentada en el programa de posgrado en Sociología política de doctorado, Florianapolis, 2005.
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Marx, K., Introducción general a la cíitica de la economía política / 1857. Buenos Aires: Siglo XXI Editores, 1989.
Miranda Lorenzo, H., “Cooperativismo y autogestión en las visiones de MARX, Engels y Lenin”, en Las Cooperativas y los pensadores socialistas, parte 2, tema 3. La Habana: Editorial Caminos, 2011.
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Ruggeri, A., Las empresas recuperadas en la Argentina. Informe del segundo relevamiento del Programa Facultad Abierta. Buenos Aires: SEUBE-FFYL-UBA, 2005.
--- Las empresas recuperadas: autogestión obrera en Argentina y América Latina. Buenos Aires: Facultad de Filosofía y Letras, 2009.
Vieta, M., Las empresas recuperadas: autogestión obrera en Argentina y América Latina, cap. 10. Buenos Aires: Facultad de Filosofía y Letras, 2009.
Referencias
1 Programa Facultad Abierta (Facultad de Filosofía y Letras, UBA). Correo electrónico: etnofer@hotmail.com
2 “(…) las materias que brinda la naturaleza, las maquinarias e instrumentos de la producción, sus métodos y técnicas, los hombres y su experiencia, son fuerzas productivas”. Diccionario de Marxismo, disponible en: http://www.apocatastasis.com/diccionario-glosario-marxismo-marxista.php#fuerzas_productivas%23ixzz21seit2TM
3 Aibar E (1996).
4 Lewis H Morgan (1987), 91.
5 De hecho la Revolución rusa aplicó métodos como el taylorismo en las fábricas colectivizadas de la URSS.
6 Aibar: (1996), 149.
7 Feenberg: (2002).
8 "A lo largo de la producción social de su vida, los hombres contraen unas relaciones determinadas, necesarias, independientes de su voluntad; relaciones de producción que son el resultado de un determinado grado de evolución de sus fuerzas materiales de producción. La totalidad de estas relaciones de producción constituye la estructura económica de la sociedad, su base real, sobre la que se levanta una superestructura jurídica y política, y a la que corresponden unas determinadas formas sociales de conciencia. El modo de producción de la vida material condiciona de un modo general el proceso social, político y cultural de la vida". Marx (1989).
9 Novaes (2007), 75-76.
10 Novaes, (2011), 99.
11 Miranda Lorenzo (2011), 4.
12 Vieta (2009).
13 La recuperación de fábricas por los trabajadores marca un capítulo importante en la reciente historia del movimiento obrero en Argentina y Latinoamérica, con innovaciones en la organización como la horizontalidad y la toma de decisiones por asambleas así como la colectivización de los medios de producción expropiados. Es de destacar también el papel de la “innovación social”, donde la unidad productiva autogestionada se “abre” a la comunidad a través de diferentes actividades sociales y culturales.
14 Su status legal es nebuloso, por ello mayoritariamente adoptan el formato de cooperativa de trabajo.
15 Eso puede ser visto, por ejemplo, en el caso de la Revolución rusa, donde los medios de producción fueron afectados pero las relaciones de producción capitalistas se reprodujeron bajo un nuevo ropaje. Novaes op.cit., 175.
16 Novaes op. cit., 176.
17 Ruggeri (2009).
18 Novaes (2007), 101. En la interpretación ortodoxa del marxismo, las fuerzas productivas sólo podrán seguir su desarrollo cuando las viejas relaciones de producción sean cambiadas por unas más evolucionadas. Esto da paso al nacimiento de una nueva sociedad, pues al cambiar la estructura económica, se revoluciona la superestructura erigida sobre ella.
19 Fennberg (2000), 13.
20 Antunes (2005), 23.