Revista Idelcoop nº 235. Noviembre 2021 - ISSN Electrónico 2451-5418 / Sección Reflexiones y debates
Idelcoop Fundación de Educación Cooperativa
Las experiencias de la cooperativa El Hogar Obrero (Argentina) y la Federación Uruguaya de Cooperativas de Vivienda por Ayuda Mutua (FUCVAM): procesos con historia en miras al presente
Valeria Mutuberría Lazarini[1]
María Florencia Rodríguez[2]
Resumen
En este artículo nos proponemos reflexionar acerca de los aportes y las posibilidades que abren las experiencias autogestivas y cooperativas de vivienda en nuestro presente, entendiendo que el hábitat asume un papel relevante en el abanico de las problemáticas actuales. A partir de una actividad pública realizada en el Centro Cultural de la Cooperación, nos adentramos en las experiencias de la cooperativa El Hogar Obrero (EHO) y de la Federación Uruguaya de Cooperativas de Vivienda por Ayuda Mutua (FUCVAM) tomando en cuenta las miradas de Adriana Kreiman e Isabel Zerboni, ambas mujeres cooperativistas integrantes de estas organizaciones. Este trabajo recupera algunos elementos analíticos de ese encuentro, y reflexiona acerca del papel que asumen la vivienda y el hábitat en los procesos cooperativos, la articulación con el Estado, la formación y educación y las cuestiones de género que atraviesan a la organización y a los procesos de autogestión.
Palabras clave: El Hogar Obrero, FUCVAM, vivienda, hábitat.
Introducción
El presente artículo invita a repensar el papel que desempeñan las prácticas asociativas de producción del hábitat y la vivienda. Concretamente nos proponemos reflexionar acerca de los aportes y las posibilidades que abren las experiencias autogestivas y cooperativas de vivienda en nuestro presente, entendiendo que -en un contexto de pandemia y con marcadas desigualdades sociales, económicas, laborales-, el hábitat asume un papel relevante en el abanico de las problemáticas actuales.
El déficit habitacional en la Argentina no es un tema nuevo, surge a fines del siglo XIX con la llegada masiva de inmigrantes y se profundiza a partir de la década de 1970 con la instauración de políticas neoliberales. Esta situación recae fuertemente en los sectores de bajos ingresos, aunque también alcanza a sectores medios de nuestro país. Actualmente son 3,6 millones los hogares que padecen situaciones deficitarias en la Argentina (de los doce millones de hogares en total). Del universo de hogares en situación de déficit, dos millones necesitan mejorar, completar y/o ampliar sus viviendas, mientras que 1,4 millones de hogares residen en viviendas irrecuperables, por lo que es necesario el acceso a una unidad nueva.
Estos 3,6 millones de hogares representan más de 12 millones de personas. Si se hace un análisis sobre algunos indicadores vinculados tenemos que 1,5 millones de hogares están en situación irregular de tenencia, el 42,9% de la población aún no dispone de desagües cloacales, 16,1% de agua corriente, y 43,8% de redes de gas, entre necesidades habitacionales.[3]
Frente a este escenario, que afecta a la Argentina y se ha profundizado a partir de la pandemia aquí y en el mundo entero, resulta interesante visibilizar y considerar las formas de producción del hábitat y los modos de “hacer” ciudad de las organizaciones cooperativas; orientadas en sus experiencias a priorizar las necesidades de los hogares y a garantizar el derecho a la vivienda como valor de uso humano por sobre su valor mercantil.
Así como el déficit habitacional en la Argentina no es problema nuevo, las respuestas a esta cuestión a través de estrategias cooperativas vinculadas a la vivienda son de larga data. A modo de ejemplo, El Hogar Obrero se fundó en 1905, y fue la primera cooperativa de vivienda y la primera cooperativa en recibir la matrícula 1 de acuerdo a los registros del Instituto Nacional de Asociativismo y Economía Social (INAES).
Con ello sostenemos que la problemática habitacional nunca fue ajena al movimiento cooperativo, ya que históricamente desarrolló diagnósticos y propuestas para revertir esta situación. Desde los inicios del siglo XX y con fuerza en la década de 1970, el cooperativismo evidenció el déficit habitacional, cuyos problemas centrales eran el hacinamiento, estado de precariedad de las viviendas, encarecimiento del costo de la construcción, desigualdad en la ocupación del suelo, inadecuada organización institucional que funcionara en forma articulada entre los sectores públicos y privados, dificultades para conseguir financiamiento adecuado que garantizara la accesibilidad a la vivienda.[4]
Dada la relevancia que tiene el cooperativismo y la autogestión para satisfacer las necesidades habitacionales, en el presente trabajo recuperamos la experiencia de la cooperativa El Hogar Obrero (Argentina) y la Federación Uruguaya de Cooperativas de Vivienda por Ayuda Mutua (FUCVAM, Uruguay).
Como anticipamos, “El Hogar Obrero - Cooperativa de Consumo, Edificación y Crédito Ltda.” fue la primera cooperativa de vivienda en la Argentina. Creada en julio de 1905 por iniciativa de los dirigentes Juan B. Justo y Nicolás Repetto tuvo un claro sello de las ideas socialistas. Esta cooperativa surgió al calor de las necesidades habitacionales de los/as trabajadores/as obreros/as, por lo que la vivienda constituyó el objetivo central de su creación, construidas mediante créditos hipotecarios y a través de las cajas de ahorro y aportes de sus asociados/as.[5] Al presente, El Hogar Obrero (EHO) lleva construidas alrededor de 5000 viviendas en más de 110 edificios colectivos. En 1970, por su parte, se crea en Uruguay la Federación Uruguaya de Cooperativas de Vivienda por Ayuda Mutua, conocida como FUCVAM. Esta Federación, que recupera la lucha de los/as trabajadores/as del campo popular, y las ideas anarquistas y de izquierda, actualmente congrega a más de 550 cooperativas bajo el modelo de Producción Social del Hábitat basado en la autogestión, la ayuda mutua y la propiedad colectiva.
En estas páginas nos adentramos en las experiencias de EHO y FUCVAM tomando en cuenta las miradas de Adriana Kreiman e Isabel Zerboni, ambas mujeres cooperativistas integrantes de estas organizaciones. Adriana ha sido la primera mujer presidenta de EHO y actualmente se desempeña como tesorera de la cooperativa. Isabel es integrante de la Dirección Nacional de FUCVAM y referente del Área de Género. A partir de los intercambios que tuvimos con ellas -en el marco de una actividad pública organizada desde el Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini en julio de 2021, titulada “Cooperativismo de vivienda. Mirar el presente con perspectiva histórica. Recorridos y desafíos actuales del cooperativismo de vivienda”-[6] en este artículo nos proponemos recuperar algunos elementos analíticos y reflexivos acerca del papel que asumen la vivienda y el hábitat en los procesos cooperativos, la articulación con el Estado, la formación y educación y las cuestiones de género que atraviesan a la organización y a los procesos de autogestión.
La vivienda como proceso social y humano
La vivienda asume un papel central como componente necesario en la reproducción de la vida cotidiana.[7] En ella desarrollamos nuestros vínculos más personales e íntimos, desplegamos nuestros hábitos diarios, nos manifestamos tal cual somos. En modalidades de hábitat popular la vivienda posibilita además otras relaciones que exceden el marco privado, ligadas a atender las problemáticas barriales –mediante reuniones y espacios de encuentro con vecinos/as, intercambios con otros actores públicos y organizativos, desarrollo de actividades comunitarias-, y también como medio de supervivencia, a través de actividades productivas y comerciales impulsadas por los/as propios/as habitantes. Así, los sentidos y concepciones de la vivienda y el hábitat suelen ser distintos según quiénes desarrollan y participan del proceso constructivo de las unidades habitacionales y de las prácticas cotidianas que se despliegan en ellas.
Los aportes de Enrique Ortiz (2012) son interesantes para pensar estas cuestiones. En uno de sus libros, el autor señala que la vivienda puede ser entendida como un “producto terminado” -construcciones masivas, industrializadas-, que a la vista de los gobiernos, constructoras y organismos financieros tienen la función de resolver cuantitativamente el déficit habitacional existente; o puede ser concebida “como acto de habitar” en tanto producto cultural que se articula con el lugar y con su historia y el entorno social, natural y construido. Se refiere a un producto “vivo” que deja marcas, huellas, arraigos y se adapta a la vida de las familias y a las transformaciones del contexto, e implica una relación afectiva entre el/la habitante y el lugar donde se encuentra.
La diferencia entre la noción de vivienda como “objeto” y “como acto de habitar”[8] es clave para pensar el papel de los y las usuarios/as en el acto creativo de construcción de sus viviendas, y el carácter distintivo que asume en ellas la autogestión. Ortiz (2012) y Rodríguez (2007) coinciden al entender la autogestión como un proceso colectivo de producción del hábitat sostenido y conducido por organizaciones sociales, sobre la base de prácticas comunitarias centradas en la capacitación, participación, y solidaridad de los/las integrantes que, de manera explícita, persiguen la construcción de poder popular. A través de la autogestión, el hábitat y las viviendas que lo conforman son concebidos de manera planificada y, las fases del proceso productivo (diseño, ejecución, distribución y uso) son dirigidas y controladas por sus propios/as usuarios/as-destinatarios/as.[9]
El control de todo el proceso hace posible comprender la relación intrínseca que se genera entre las personas usuarias y las viviendas que habitarán, tomando en cuenta los sentidos de apropiación de las mismas, la belleza y calidad constructiva que las caracteriza. Estos aspectos han estado presentes desde los inicios de las experiencias cooperativas en nuestro país, tal como ha sucedido a comienzos del siglo XX, con El Hogar Obrero:
La novedad que aporta El Hogar Obrero [es que] comenzó a construir viviendas que eran muy novedosas para lo que era la construcción de la época. De hecho, una de las novedades era que las viviendas tenían cocina propia. Las describe Juan B. Justo como “casas de tipo nuevo y económico, con mucha higiene, comodidad y buen gusto”, que también fue un factor muy importante, porque si pensamos en lo que es la vivienda social… (Adriana Kreiman, ex presidenta y actual tesorera de la cooperativa El Hogar Obrero).[10]
En este fragmento aparece un aspecto profundamente distintivo en torno a la particularidad que infunden los procesos autogestivos de producción de vivienda con respecto a las características constructivas impulsadas por la política habitacional estatal. A diferencia de las viviendas sociales “llave en mano” –con fuertes rasgos de deterioro edilicio y de mantenimiento, segregación y un diseño arquitectónico poco ajustado a las necesidades y usos cotidianos de las familias- el cooperativismo y la autogestión posibilitan en cambio construcciones de calidad, con un sentido estético agradable sin perder de vista las condiciones de salubridad y sanitarias (aspectos relevantes si tomamos en cuenta el contexto de pandemia que atravesamos). Sobre este punto y en referencia a la cooperativa EHO, Kreiman agrega:
La característica que quiero destacar, siempre ha sido la construcción de viviendas en terrenos de amplias dimensiones, bien orientados, con grandes espacios libres, designados al uso común, y la mayor cantidad posible de luz, aire y sol dentro de la vivienda. Hoy en día, frente a la pandemia, frente a las necesidades, vemos que se construyen viviendas mínimas, microscópicas, ya el Hogar Obrero pensaba en las cuestiones de la ventilación y la iluminación como algo saludable para la familia trabajadora. (Adriana Kreiman, ex presidenta y actual tesorera de la cooperativa El Hogar Obrero).
La experiencia de FUCVAM se desarrolla también sobre la base de estas nociones. Isabel Zerboni, integrante del movimiento cooperativo de Uruguay, enfatiza estas diferencias entre la concepción de vivienda y las prácticas que despliegan como cooperativistas, y lo que se edifica en el marco de las intervenciones públicas:
La pelea, como decía Adriana, no es solo por un techo y cuatro paredes, sino por una vivienda digna y de calidad. Combatir esa idea de que el Estado tiene que construir viviendas para pobres. Nosotros no construimos viviendas para pobres, nosotros construimos nuestras viviendas y las hacemos dignas con servicios de buena calidad, con buenos espacios, con espacios colectivos que nos sirvan también para crecer, pensando que hacemos barrio, en las escuelas, en la salud, en el acceso a servicios más allá de alumbrado, energía, agua. En la construcción de ciudad, en ese sentido tenemos la misma lucha vinculada a construir vivienda de calidad. (Isabel Zerboni integrante de la Dirección Nacional de FUCVAM y referente del Área de Género).
Como puede verse, la producción autogestionaria del hábitat no se limita a una cuestión meramente viviendista –centrada solamente en la estructura física/material-, más bien consiste en un proceso amplio que supone la construcción -y todas sus etapas-, en permanente diálogo con el entorno natural, social y territorial. La autogestión como práctica colectiva (y política) incide en los procesos de configuración y producción de ciudad, en donde las viviendas son pensadas de manera integrada a la vida educativa, comunitaria, laboral, familiar, barrial, cultural. A través de la modalidad de producción social del hábitat, las cooperativas despliegan un conjunto de actividades sociales y comunitarias -jardines de infantes, bachilleratos, colonia de vacaciones, merenderos, talleres de formación, capacitaciones de oficios, proyectos productivos y de la economía popular- que contribuyen a generar servicios urbanos y espacios abiertos de sociabilidad en articulación con el barrio y su entorno inmediato.[11]
Estos procesos son posibles a través de la participación y la toma de decisiones colectivas de los/as destinatarios/as, aspectos clave, en la definición de la configuración de un hábitat más integrado a las necesidades vitales y humanas. La participación de los y las usuarias en el proceso de diseño y edificación de las viviendas posibilita una mejor adecuación de lo construido a las necesidades habitacionales familiares (en un sentido funcional, espacial y estético), y con ello también una mayor apropiación (emocional, afectiva, subjetiva) de la vivienda y del entorno barrial-social. En palabras de Adriana:
[…] la economía social y el cooperativismo son la respuesta social a las necesidades de vivienda de las familias trabajadoras. Se puede encarar la construcción según las necesidades de las familias, respondiendo a principios de calidad constructiva de habitabilidad, de higiene, de confort, demostrando que la vivienda social no es sinónimo de una construcción pobre y fea, sino un lugar lindo, digno, habitable y que fomente el ahorro popular y la reinversión e inversión en la vivienda propia. (Adriana Kreiman, ex presidenta y actual tesorera de la cooperativa EHO).
Existe así una relación entre participación - belleza – apropiación,[12] conceptos que se conjugan además con la idea de la realización “del ser”. Pues, siguiendo a Heidegger (1951) construir es propiamente habitar, y el habitar -como condición propia y exclusiva del ser humano- está anclado en la esencia, en lo que somos en la tierra (nuestra estancia en el mundo, nuestro “ser ahí”). A la vez, estos sentidos de apropiación y manifestación del ser (de los/as usuarios/as) se sostienen sobre la base de un “compartir y habitar” un lugar que les es común, cuyas prácticas conjuntas y de participación asamblearia inciden en la subjetividad y los/as transforma (entendiendo a la subjetividad como proceso colectivo nunca netamente individual):
[…] la vivienda no es solamente donde nos resguardamos del frío o el calor, o donde llegamos después de un día de trabajo, tiene que ser algo confortable, un lugar donde nosotros podamos ser nosotros mismos, y desarrollarnos nosotros y nuestra familia como personas, un lugar donde tener nuestros sueños, donde cultivar nuestras esperanzas y nuestras ilusiones y nuestros ideales. (Adriana Kreiman, ex presidenta y actual tesorera de la cooperativa El Hogar Obrero).
El proceso de pasar por una cooperativa, desde el punto de vista humano, nos cambia, nos transforma y nos genera la herramienta de la discusión colectiva y de pensar juntos. (Isabel Zerboni, integrante de la Dirección Nacional de FUCVAM y referente del Área de Género).
Sobre estos fragmentos, en 1951 Heidegger planteaba que el “construir” y el “pensar” son elementos ineludibles del “habitar”. Entre sus aportes ha sostenido que la auténtica penuria del habitar no es la carencia de viviendas, sino que los y las seres humanos deben volver a buscar la esencia del habitar; que esto será posible sólo cuando construyan desde el habitar y piensen para el habitar.[13] La autogestión viene a plantear un “habitar y pensar” con otros/as.
El cooperativismo de vivienda y el Estado. Posibles formas de articulación
Históricamente el Estado desempeña y ha desempeñado un papel importante en el proceso de construcción de viviendas, con incidencia en el hábitat, dada la complejidad de los procesos y la diversidad de actores que alcanzan las actividades de la construcción.
A nivel mundial, se han firmado tratados internacionales que dan cuenta de la relevancia del acceso a la vivienda como condición básica del ser humano. En las constituciones de los Estados, la vivienda también es reconocida como un derecho, tal como podemos verlo en el artículo 14 bis de nuestra Constitución Nacional. También existen leyes específicas, como es en Uruguay la Ley 13728 y, en la provincia de Buenos Aires, la Ley 14449 de Acceso Justo al Hábitat. Asimismo, en el marco de las políticas públicas, algunos países tienen en su estructura orgánica Ministerios que abordan la problemática. La Argentina por ejemplo, cuenta con el Ministerio de Desarrollo Territorial y Hábitat; sin embargo, existen grandes limitantes para garantizar un acceso digno a la vivienda y al hábitat, para muchos hogares.
Mencionada la ingeniería institucional que aborda los temas del presente artículo, las experiencias cooperativas de vivienda nos invitan a pensar acerca del papel relevante que asume el “construir en conjunto”. Un “construir” que no se traduce en términos materiales - físicos - edilicios únicamente sino en “clave humana”; como grupo, como colectivo, impulsando otras formas de socialización, donde el elemento base de esa comunidad es la participación democrática y asamblearia que posibilita la toma de decisiones de manera colectiva y autónoma sobre modalidades y formatos de vivienda, de construcción, de organización y de gestión del hábitat, incluso de incidencia en la normativa regulatoria sobre la temática.
No obstante, aparece de manera permanente la pregunta acerca del rol del Estado y, teniendo en cuenta a las organizaciones que participaron de la actividad impulsada por el Centro Cultural de la Cooperación que dio lugar a este artículo, nos preguntamos: ¿qué papel ha jugado el Estado en el despliegue de estos procesos autogestivos?, ¿cuáles son las articulaciones que se tejen?, ¿qué políticas y normativas existen en pos de contribuir u obstaculizar las experiencias cooperativas de vivienda?, ¿qué desafíos presenta la articulación con el Estado?
Estas preguntas no son estáticas, ni unívocas, sino que, a lo largo de la historia del cooperativismo de vivienda y de las experiencias que nos acompañaron en la actividad, la relación con el Estado ha sido muy dinámica. En sus testimonios, Adriana e Isabel dan cuenta de la presencia que, de algún modo, ha tenido el Estado en torno a las experiencias cooperativas y/o problemáticas que abordan. En el caso de EHO, Adriana menciona:
Un aporte importante de El Hogar Obrero es que, al involucrarse la cooperativa, no solamente empezó a involucrarse el Estado, ya que en 1915 se creó la comisión nacional de casas baratas, sino que también las universidades empezaron a estudiar el problema de la vivienda obrera, que hasta ese momento tampoco formaba parte de sus estudios (Adriana Kreiman, ex presidenta y actual tesorera de la cooperativa EHO).
El Hogar Obrero fue una experiencia que incidió en las políticas de vivienda para la clase obrera desde principios del siglo XX, pues frente a las acciones que llevaba adelante la cooperativa, el Estado decidió tomar injerencia en los asuntos de las viviendas para la clase trabajadora; y no queremos dejar de mencionar que, por su orígenes enmarcados en el Partido Socialista, referentes de EHO presentaron propuestas legislativas y participaron activamente en materia de legislación cooperativa desde los inicios de la organización.[14] Es así que, tal como menciona Adriana Kreiman, en el año 1915 se crea la Comisión Nacional de Casas Baratas -Ley 9677 - con el objetivo de abordar la problemática habitacional de la época desde una perspectiva integral, una de las acciones que llevó adelante esta comisión fue la construcción de barrios de viviendas individuales y colectivas.[15] A la Comisión les siguieron otras iniciativas normativas y de políticas públicas dirigidas a los sectores populares y, también, la conformación de estructuras gubernamentales que abordaban las políticas habitacionales que convivieron con el desarrollo de EHO en la construcción de viviendas. Sin embargo, en esas políticas públicas, no se le dio centralidad a esta cooperativa, por ello las tensiones que observamos respecto a la relación entre el Estado y el cooperativismo de vivienda estuvieron presentes desde los inicios de estas experiencias.
En el caso de FUCVAM, la incidencia del Estado a través de normativas y políticas públicas es bien interesante para comprender el contexto de surgimiento de la Federación. Su origen se produce en Uruguay en un escenario particular; en 1968 se había aprobado la Ley Nacional de Vivienda (13.728) que promovía la autoconstrucción de vivienda autogestiva, la propiedad colectiva (aspecto no contemplado en la Argentina), y una línea de financiamiento para la construcción de viviendas por vía estatal. Esta normativa surge además en un momento histórico y social de fuerte movilización y organización, que permitió crear las condiciones para que el cooperativismo esté presente en la norma, escenario que abrió paso a la conformación de la Federación:
(…) había un auge del movimiento popular, politización, radicalización de los sindicatos, con una resistencia al gobierno de Pacheco Areco del momento. Había movilización, había demandas, había inflación, había crisis económica, entonces había una izquierda organizada, politizada, haciendo planteos de transformación social muy profundos, y una de las formas que encuentra el gobierno de Pacheco Areco (colorado de derecha) fue lanzar una ley de vivienda que empezaba a atacar el problema de la vivienda de los sectores más humildes. [...] Ya estando en dictadura es que se construyen grandes complejos habitacionales. [...] Muy irónicamente, de los momentos que se construye más es a comienzo de la dictadura, lo cual a veces no se dice, pero entre el 70 y el 75 la construcción fue muchísima de vivienda cooperativa (…) (Isabel Zerboni, integrante de la Dirección Nacional de FUCVAM y referente del Área de Género).
En este marco, mientras se llevaba adelante el debate por la Ley Nacional de Vivienda, la Federación accedió a fondos de la cooperación internacional para financiar lo que denominan “los primeros tres pilotos”. Estos proyectos fueron exitosos y permitieron que en la Ley se incorporen las características del cooperativismo de vivienda y con ello la línea de financiamiento para garantizar la construcción de viviendas. Cabe mencionar que diversos movimientos sociales y corrientes políticas ejercieron presiones que allanaron el camino para la promulgación de una ley que permitiera generar las herramientas acordes para el desarrollo del cooperativismo de vivienda, y que al presente resuelve gran parte del acceso a la vivienda del país.
La existencia de estas cooperativas no se produce al margen de los contextos históricos y políticos de cada país, como tampoco de los conflictos y tensiones en la relación con el Estado. Aunque las intervenciones estatales y normativas existentes influyeron en el proceso de surgimiento de las experiencias, y éstas, a su vez, inciden en las agendas públicas vinculadas a las problemáticas de la vivienda, son varias las dificultades que ambas organizaciones deben afrontar con respecto al posicionamiento del Estado.
Adriana menciona que,
(…) las dificultades siguen siendo las mismas, las mismas que en aquella época [referida al momento en que surgió la cooperativa], que es la falta de recursos y de financiación, tanto para las familias que quieren adquirir sus viviendas, como para las cooperativas para poder financiar esta construcción. Es fundamental que el Estado se involucre y apoye el financiamiento del movimiento cooperativo de viviendas. Mientras tanto nosotros lo que hacemos es utilizar nuestros recursos de la manera más eficiente posible. [...] para construir viviendas dignas y para aplicar el retorno de ese capital a nuevos emprendimientos (Adriana Kreiman, ex presidenta y actual tesorera de la cooperativa EHO).
El acceso a recursos y financiamiento público es fundamental para la construcción de viviendas debido a los altos costos que implica llevar adelante estas acciones y gestiones: compra de terrenos para construir, materiales para la vivienda, conexiones y tendidos de redes de infraestructura, como así también los gastos de escrituración de los terrenos y las viviendas, pago de impuestos, entre otros. En este sentido, Adriana refuerza la idea de que:
(…) si no hay un financiamiento extra-cooperativo, ya sea porque los asociados no pueden por sí mismos porque no califican para un banco, porque son familias que no califican para un crédito bancario y si no hay fondos estatales tampoco, entonces el proceso se hace muchísimo más lento, eso es lo que pasa (…) (Adriana Kreiman, ex presidenta y actual tesorera de la cooperativa EHO.
Esta situación tensiona en distintos niveles: se ralentiza el acceso a la vivienda, aspecto que impacta en la calidad de vida de las personas; dificulta la planificación económica y financiera de las organizaciones cooperativas debido a los vaivenes del sector de la construcción; y complejiza la sostenibilidad de organizaciones autogestionadas. Por su parte, Isabel, desde la experiencia de FUCVAM, menciona la importancia de la injerencia del Estado en materia de vivienda, y resalta elementos claves a considerar como parte de las políticas públicas y marcos normativos para hacer posible el desarrollo del cooperativismo de vivienda:
Para nosotros hay tres elementos que garantizan que en Uruguay se consolide el modelo de vivienda cooperativa, y que, un poco lo mencionaba Adriana, tiene que ver con, en primer lugar, el financiamiento estatal de la vivienda popular, con el acceso a la tierra y con las herramientas legales. Nosotros consideramos que, si esos tres pilares no son garantizados desde el Estado, es imposible que explote el modelo cooperativo como explotó en Uruguay (…). (Isabel Zerboni integrante de la Dirección Nacional de FUCVAM y referente del Área de Género).
Las integrantes de EHO y FUCVAM sostienen la importancia de un rol activo del Estado para promover, desarrollar y consolidar las experiencias cooperativas. Aunque también reconocen el dilema y el gran desafío que les genera a las organizaciones cooperativas recibir financiamiento y recursos del Estado, y, al mismo tiempo, mantener su autonomía en la toma de decisiones y en el desarrollo de prácticas colectivas que disputan poder. En este sentido, Isabel arriba a la siguiente reflexión, en cuanto a tener cierta vigilancia respecto al rol del Estado y el cooperativismo de vivienda,
La presencia del Estado tiene que estar, es imposible pensar que realmente sea una alternativa popular sin un apoyo estatal importante. Nosotros después de 50 años de experiencia el problema que vemos es cómo te institucionalizas. Porque la presencia de un Estado fuerte genera marco jurídico, acceso a tierras y la financiación, pero eso también te genera tensión de que alguna forma te imponga lógicas institucionales y eso de alguna forma nos impide pensar más allá de lo que hoy está establecido, y pensar propuestas realmente transformadoras. El riesgo de la institucionalización es muy fuerte. [...] Es esa tensión que manejamos, entre la necesidad del Estado y la vocación de transformación de la sociedad (…). (Isabel Zerboni integrante de la Dirección Nacional de FUCVAM y referente del Área de Género).
De aquí la importancia de poner en diálogo distintas lógicas para desarrollar modalidades cooperativas de acuerdo a las decisiones colectivas de cada organización. Otro aspecto a resaltar en esta clave es la integración del sector. Aun en escenarios complejos, atravesados por los vaivenes económicos y políticos, estas experiencias han demostrado capacidad de organización de sus integrantes y estrategias de articulación conjuntas a través de redes con otras cooperativas, en pos de seguir impulsando otras formas de hacer viviendas, distintas a la lógica especulativa y de mercado. Un ejemplo de esto es FUCVAM, cuya entidad como Federación logra tener la fortaleza que le permite ser un actor importante en el campo político, además de ser un actor representativo no solo a nivel nacional, sino regional y mundial, permitiendo transferir conocimientos en materia de construcción, organización y gestión colectiva del hábitat.
Cooperativismo y formación: bases para la transformación
Las experiencias cooperativas que analizamos en estas páginas dan cuenta de otras formas posibles de acceso a la vivienda y de vivir en ellas (sin hacinamiento, ni alienación). Esto invita a deconstruir los sentidos acerca de la propiedad, de la capacidad creadora que tenemos como sujetos activos/as y de repensar formas de habitar por fuera de las vías segregatorias y expulsivas del mercado. Los procesos de formación y espacios educativos son clave para la transformación social y cultural, pues posibilitan otra forma de ver el mundo y de posicionarnos frente a él.
El cooperativismo intrínsecamente cumple una función educativa y de formación, dado que el “hacer juntes” se aprende en el diálogo de saberes, de experiencias, de trayectorias, de la producción, circulación y apropiación colectiva de los conocimientos.
En el caso de la cooperativa EHO, desde sus orígenes, las actividades educativas estuvieron presentes en organización; educación cooperativa dirigida a la formación de los/as trabajadores/as comprendidos/as como protagonistas del crecimiento y del fortalecimiento de la economía social. Las principales actividades vinculadas a la educación y la cultura en pos de fomentar el cooperativismo estuvieron relacionadas con la publicación de la revista La Cooperación Libre (herramienta de difusión de la filosofía del movimiento cooperativo). Otro hito en este sentido ocurrió en 1973 cuando se fundó el Instituto de Educación Cooperativa (IEC) cuya finalidad principal fue la difusión de los principios y valores del cooperativismo y la práctica de la cooperación en todo el territorio nacional. Este Instituto llevó adelante seminarios, cursos, conferencias, creación de bibliotecas, recitales, conciertos, exposiciones artísticas, actividades destinadas al personal, a los/as asociados/as y a la sociedad en su conjunto.
En el caso de FUCVAM, históricamente la Federación ha desarrollado actividades de formación y educación sobre diversidad de temáticas. Conformaron una Comisión de Educación, Fomento e Integración Cooperativa (CEFIC) cuyas funciones en esta materia son organizar y desarrollar programas de acción cooperativa y de carácter cultural en general, en beneficio de los/as asociados/as y de la comunidad; y fomentar iniciativas que fortalezcan los lazos entre los/as asociados/as y sus familiares. Todo ello con la finalidad de:
1. Difundir las bases del modelo: Autogestión, Ayuda Mutua, Democracia Directa, Propiedad Colectiva, Acción Gremial e Independencia Político-Partidaria.
2. Desarrollar socialmente conocimiento e intercambiar aprendizajes. Educar trazando acciones concretas desde lo comunicacional, la formación y la integración para generar sentido de pertenencia hacia la cooperativa y la federación.
3. Mejorar la calidad de vida de los/as asociados/as del movimiento, a través del desarrollo del hábitat, vinculando la familia y el barrio en el cual se inserta la cooperativa.
Sobre estos ejes imparten formación relativa a: “el proyecto constructivo y el proyecto social”, gestión cooperativa, principios y valores cooperativos, autogestión, aspectos normativos que alcanzan a las cooperativas asociadas a la Federación, organización política, entre otros aspectos.
También conformó la Comisión de Desarrollo Social y Fomento Cooperativo con la finalidad de difundir el cooperativismo a nivel local, nacional e internacional a través de programas que promueven un mejor nivel de vida para la familia cooperativa, abarcando distintas áreas como educación, recreación, salud, género, adulto mayor, biblioteca, etc. En el marco de su proyecto, FUCVAM lleva adelante escuelas de formación en distintos países (Argentina, Nicaragua, El Salvador), recibiendo a cooperativistas de otros países en sus organizaciones, cuyos intercambios habilitan la circulación de saberes referidos a la construcción y a la dinámicas de la organización cooperativa. En el caso de EHO, desde sus inicios propició la educación cooperativa, generó espacios de comunicación, de aprendizajes conjuntos, basados en la transformación cultural. La relevancia de ambas experiencias en materia de educación y formación, nos lleva también a reflexionar sobre cómo se piensa la construcción de las viviendas, las modalidades constructivas y de gestión que posibilitan la sociabilidad entre las personas y hacia el barrio.
Para finalizar con este apartado, nos parece importante además resaltar aquellos aspectos vinculados a la educación, formación y cuidados de niños/as y adolescentes. El EHO desarrolló espacios lúdicos y jardines de infantes para los/as hijos/as de los/as asociados/as en edificios y/o complejos habitacionales construidos por la cooperativa (fue el caso del edificio de Giribone y Álvarez Thomas y el Complejo Habitacional de Villa del Parque, Ciudad de Buenos Aires). También contribuyeron al desarrollo de establecimientos educativos, entre los cuales se encuentran el Instituto Juan B. Justo (nivel inicial, primario y medio) y la escuela primaria Nicolás Repetto (Barrio Autopista de Provincia de Buenos Aires), a la vez que promovieron Profesorados de Educación inicial y nivel primario, formación para profesionales y técnicos/as, entre otras actividades educativas. Por su parte, en los complejos habitacionales de las cooperativas de FUCVAM se suelen ver espacios y actividades de cuidados de primera infancia, así como también para adultos/as mayores.
En ambas experiencias, la posibilidad de crear espacios de cuidado desde los orígenes ha tenido y tiene multiplicidad de propósitos, entre ellos: impartir y compartir contenidos sobre cooperativismo desde temprana edad; la participación activa de los/as asociados/as en actividades vinculadas a la construcción se hace posible gracias a la existencia de espacios donde poder dejar a los/as hijos/as; y, en cuanto a la perspectiva de géneros, dar relevancia a estos espacios comunitarios de cuidado para la realidad de las mujeres y diversidades que “salen a trabajar” fuera del hogar. Sobre este último punto, profundizamos acerca de las problemáticas y abordajes de géneros que se vislumbran en ambas experiencias.
Géneros y autogestión. El rol de las mujeres y las diversidades en las cooperativas de vivienda
Como hemos adelantado, las experiencias autogestivas no solo se limitan a resolver una necesidad habitacional sino que su horizonte va más allá: es la búsqueda hacia otras formas de vida en comunidad que habiliten una transformación de las relaciones sociales de poder.[16] Estas transformaciones implican otro modo de producir, de establecer vínculos laborales, de vivir con los/as demás, al mismo tiempo que suponen revisar los roles históricamente desiguales entre mujeres y varones.
Las experiencias autogestivas dan marco a que en el intercambio conjunto y en la toma de decisiones colectivas se generen transformaciones subjetivas e intersubjetivas de los/as integrantes.[17] Esto no es menor en las mujeres, pues siguiendo a Rodríguez, el espacio asambleario, tomar la palabra, compartir las situaciones que afectan la cotidianidad, llevar las experiencias propias marcadas por la desigualdad, posibilita a muchas de ellas construir una idea de lo común más sorora y lograr un cambio de percepción de sí mismas, de su autoestima y de sus capacidades.
Diversas experiencias demuestran que a partir de la inserción en cooperativas, compañeras de organizaciones lograron salir de vínculos atravesados por violencia de género, construir mayor confianza en sí mismas, reconocer sus derechos, aprender a reivindicar y exigir condiciones dignas, ya sea en un trabajo o frente a otras relaciones de poder.[18] También a ocupar espacios y áreas que eran fuertemente monopolizadas por los varones, pues la autogestión induce a que las mujeres aprendan oficios ligados a la construcción, desempeñando un rol activo en el desarrollo de las obras.[19]
El empoderamiento que otorga la incorporación de saberes a través de la participación y la práctica colectiva/política impulsa además a ocupar lugares clave dentro de la organización, como sucede en la Cooperativa EHO, que luego de 115 años, cuenta actualmente con mujeres en el consejo de administración.
Esto no significa que dentro de las cooperativas las lógicas de poder patriarcales no estén presentes, todavía hay grandes desafíos hacia el interior de las organizaciones cooperativas, porque la participación y las voces de mujeres y diversidades sexuales es un tema que debe trabajarse con mayor profundidad indagando sobre aquellos aspectos que las impiden.[20] Al respecto Isabel de FUCVAM comenta:
Lo que sí me parece que es un desafío es lo que considero un problema mundial y que nos viene a interpelar desde los feminismos y es cómo pensar nuestras cooperativas desde otra lógica […] Desde el área de género una de las cosas que hemos planteado es la necesidad de la cotitularidad en nuestro movimiento, hay un titular por familia y ese titular es quien tiene todos los derechos y deberes frente a la cooperativa. Por lo general era el varón, para empezar pensando en parejas heterosexuales, y era el hombre el “jefe” de hogar quien es titular de la vivienda. Eso a nivel de la FUCVAM rápidamente cambió por un montón de circunstancias, porque los hombres estaban en la fábrica laburando 8 horas y las que estaban construyendo en la cooperativa eran las mujeres, porque hubo muchos presos políticos y las compañeras se quedaron al frente de sus hogares de sus cooperativas, porque había jefas de hogar solas a cargo de sus hijos. Surge con esa idea, pero después la realidad nos tira enseguida otro modelo de familia. Entonces en el movimiento cooperativo conviven las dos cosas, ese ideal que igual seguíamos teniendo, matrizado culturalmente, pero la realidad con la que estamos todos los días era otra: más del 70% de las horas de ayuda mutua, o sea, las horas que ponemos para construir nuestras viviendas, son horas de trabajo femeninas. (Isabel Zerboni integrante de la Dirección Nacional de FUCVAM y referente del Área de Género).
Claramente el proceso de deconstrucción incluye a la sociedad en general y a los/las propios/as integrantes en particular, aun dentro de las propias cooperativas.[21] Así todo, el debate y la discusión interna están presentes con el horizonte puesto en potenciar la vida comunitaria, en clave más humana desde la comunidad y de forma colectiva, por fuera de la lógica de la producción patriarcal, mercantil y capitalista. En sintonía, Isabel agrega:
Que todos tengamos voz y voto es importante para nosotras. Tenemos que pensar también lo internacional. No hay sociedades justas aisladas del resto, la construcción es colectiva. (Isabel Zerboni integrante de la Dirección Nacional de FUCVAM y referente del Área de Género).
Reflexiones
En este artículo nos propusimos abordar acerca de la importancia que asumen las experiencias cooperativas y autogestivas de producción de vivienda y hábitat. A partir de los intercambios con Adriana Kleiman de El Hogar Obrero e Isabel Zerboni de FUCVAM pudimos reflexionar sobre los aportes que estas experiencias nos brindan para hacer frente a la problemática habitacional tanto a nivel local como regional, poniendo relevancia en las condiciones habitacionales dignas, humanas, y comunitarias. La participación de los/las usuarios/as y asociados/as en los procesos de construcción habilita a pensar en viviendas cómodas, amplias, de calidad, y bellas, sin perder de vista las condiciones de salubridad y sanitarias, aspectos clave en tiempos de pandemia, y muy presentes en las ideas de Juan B. Justo a principios del siglo XX.
La toma de decisiones colectivas bajo procesos participativos y asamblearios posibilita una configuración del hábitat más integrado a las necesidades vitales y humanas, que incluye a su vez, el desarrollo de actividades sociales, políticas, comunitarias y educativas. Tanto FUCVAM como El Hogar Obrero tienen un amplio recorrido en el desarrollo de proyectos de formación y capacitación vinculados a la transmisión de los valores del cooperativismo y la autogestión. La construcción de vivienda dentro de estas experiencias es parte de un proyecto más amplio: es la búsqueda de otro modo de habitar, de relacionarse con los y las demás, de construir otras vías de sociabilidad, otra forma de producir y trabajar, de disputar poder y sentidos en torno a la vivienda y el hábitat. Es por ello que asume un papel relevante la transformación cultural.
Una transformación cultural que imprime saberes cooperativos, populares y cotidianos y también el desafío de deconstruirse en clave de géneros. Estas organizaciones cooperativas posibilitaron que muchas mujeres pudieran revertir situaciones de opresión y violencia, reforzar su autoestima, afianzarse con otras, aprender nuevas tareas y actividades ligadas a la construcción como también a ocupar lugares clave de liderazgo. Situaciones que aún implican un gran desafío frente a los compañeros varones.
En el marco de los desafíos, cabe señalar también la relación con el Estado. Si bien las integrantes de EHO y FUCVAM señalan la importancia de un Estado activo dispuesto a promover normativas, financiamientos e intervenciones que promuevan y consoliden experiencias cooperativas, no dejan de mostrar las dificultades y tensiones en esa interacción, en pos de mantener la autonomía colectiva. Una de las cuestiones que surgió en los intercambios es el desafío de contar con recursos del Estado y mantener a su vez la independencia y autonomía que procuran estas experiencias, nutridas de las ideas socialistas, anarquistas y de izquierda que acompañaron sus orígenes.
En un contexto de tanta dificultad para acceder al suelo y a una vivienda en condiciones acordes a las necesidades de las familias estas experiencias cooperativas dan cuenta de que son una alternativa vigente: la expresión histórica de la lucha por una sociedad más justa pero también la construcción de un modo de vivir, habitar y ser distinto, que transforme y humanice nuestro presente. En este sentido, si bien el cooperativismo de vivienda tiene larga data en nuestro país, donde ha demostrado una capacidad admirable de construcción, de gestión y organización, aún está muy ausente en la normativa y las políticas públicas habitacionales. Con ello, sostenemos que se hace imperioso que el modelo cooperativo sea parte de la co-producción y co-construcción de las políticas públicas habitacionales.
Bibliografía
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[1] Cooperativista. Economista. Magíster en Economía Social. Departamento de Economía Social, Cooperativismo y Autogestión. Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini. Correo electrónico: valemutu@gmail.com
[2] Socióloga. Doctora en Ciencias Sociales. Investigadora CONICET. Departamento de Economía Social, Cooperativismo y Autogestión. Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini. Correo electrónico: mafloro@gmail.com
[3] Degano (2014).
[4] Del Barco Herrera (1979); IMFC (1973); Cracogna (1977); Cravino y Mutuberría Lazarini (2012).
[5] Rodríguez (2021a).
[6] Para ver la actividad: https://www.facebook.com/watch/live/?ref=watch_permalink&v=251774243086421
[7] Rodríguez (2021b).
[8] Ortiz (2012), 33.
[9] Rodríguez et. al. (2007).
[10] Los testimonios son extractos de la actividad pública organizada desde el Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini en julio de 2021, titulada “Cooperativismo de vivienda. Mirar el presente con perspectiva histórica. Recorridos y desafíos actuales del cooperativismo de vivienda”.
[11] Procupez (2019).
[12] Rodríguez (2021a).
[13] Heidegger (1951).
[14] Rabasa (2021).
[15] Cravino (2009).
[16] Rodríguez (2013).
[17] (Rodríguez (2009); (2019).
[18] Rodríguez (2021c).
[19] Rodríguez y Arqueros (2020).
[20] Boronat Pont y Mutuberría Lazarini (2021).
[21] Rodríguez (2021c).