Revista Idelcoop, nº 227, Marzo 2019. ISSN 0327-1919 / Sección Reflexiones y Debates
IDELCOOP Fundación de Educación Cooperativa
Miradas feministas sobre la economía social y solidaria en Uruguay
Anabel Rieiro,[1] Gabriela Veras Iglesias[2] y Adriana Andrade Martínez[3]
Artículo arbitrado:
Fecha de recepción: 05/09/2018
Fecha de aprobación: 01/02/2019
Resumen
Diversos enfoques sobre la economía social y solidaria (ESS) y la economía feminista (EF) comparten fundamentos teóricos que diferencian dichas economías de la economía hegemónica. La crítica común entre ambas corrientes apunta al tipo de relaciones sociales que se producen actualmente, basadas en un sistema patriarcal y una racionalidad utilitarista que prioriza la maximización de la ganancia sobre la reproducción y sostenibilidad de la vida.
Nos proponemos en el presente artículo: 1) retomar algunos conceptos útiles para pensar la relación entre ambas corrientes; 2) presentar datos generales que nos permitan conocer la distribución por sexo en los distintos sectores de la ESS en el Uruguay contemporáneo; y 3) sistematizar incipientes debates acerca de las relaciones de género que comienzan a darse desde las organizaciones de la ESS.
Palabras clave: economía social y solidaria, economía feminista, trabajo
Introducción
La eficacia de las propuestas de economía popular solidaria, por limitadas que sean, ha ido ganando –a paso lento– un espacio en el imaginario de lo alternativo y lo posible.[4] La organización autogestionaria, asociativa y colectiva que supone la economía social y solidaria (ESS) plantea rupturas con la organización clásica laboral basada en las relaciones de propiedad. Con lo cual, parece pertinente indagar sobre los posibles cambios que podrían generarse sobre las relaciones entre hombres y mujeres. El interés es comprender las modificaciones en las relaciones de género que podrían darse, tanto en cuanto a las representaciones de poder como en la transformación del vínculo entre lo productivo y lo reproductivo.
El artículo se estructura en tres partes. En la primera, retomamos algunos conceptos y rupturas pertinentes para pensar el posible carácter antisistémico de la economía feminista (EF) y la ESS para lo cual recurrimos a dos aportes fundamentales: por un lado, los de Silvia Federici[5] en cuanto a la relación entre esferas productiva y reproductiva, y por otro lado, los de Rita Segato[6] que nos permiten pensar la solidaridad económica en cuanto a la decolonialidad del poder.
En el segundo apartado, analizamos la distribución por sexo que caracteriza la ESS actualmente a partir de cuatro fuentes de información producidas durante los últimos años en el contexto nacional. Así, partimos de datos generales del cooperativismo proporcionados por el Instituto Nacional del Cooperativismo (Inacoop)[7] en 2017 y el Censo Cooperativo de 2009.[8] Dichos datos son complementados para la economía solidaria desde el mapeo realizado por la Unidad de Estudios Cooperativos (UEC) en 2014-2015.[9] Por último, retomamos para el mundo de quienes se autodenominan autogestionados y autogestionadas el mapeo sobre las empresas recuperadas por sus trabajadores y trabajadoras realizado en el contexto de la tesis doctoral de una de las autoras.[10]
En la tercera parte del artículo, sistematizamos algunas discusiones emergentes en el contexto nacional, a partir de talleres sobre la temática de género, organizados en el II Encuentro Regional de la Economía de los/as Trabajadores/as (PTI, Uruguay, 2016), el espacio preparatorio para el Encuentro Internacional de la Economía de los/as Trabajadores/as (Cooperativa Caminos,[11] Uruguay, 2017) y en el propio Encuentro Internacional (Textiles Pigüé, Argentina, 2017).
El artículo es producto de las primeras reflexiones del trabajo que las autoras venimos realizando hace dos años en el eje de género del Centro de Formación y Documentación en Procesos Autogestionarios (CFDPA).[12]
1. El mundo del trabajo: reproducción del capital y reproducción de la vida
Frente a la reificación de las relaciones humanas y la crisis de reproducción actual del sistema capitalista, tanto la EF[13] como la ESS[14] se proponen como economías antisistémicas por parte de algunos y algunas autores y autoras. En primer lugar, se trata de comprender el trabajo en sentido amplio, sin reducirlo a la esfera laboral, ni al empleo formal.[15] Partimos de una concepción del trabajo integral que incluye todas las tareas que implican la reproducción social y no únicamente las que forman parte del mercado formal.
Para acercarnos al mundo del trabajo abordando la relación entre la reproducción del capital y la reproducción de la vida, recurrimos a dos aportes teóricos esenciales. En primer lugar, algunos conceptos aportados por Silvia Federici fueron considerados para comprender cómo la separación de estas esferas en el capitalismo logra invisibilizar y subordinar lo reproductivo a lo productivo. En segundo lugar, se presentan algunos conceptos planteados por Rita Segato, los cuales nos permitieron retomar el modelo del “patriarcado salarial”[16] desde realidades locales y relaciones coloniales que las caracterizan. Finalmente, tomamos la idea de Joan Wallach Scott sobre la categoría de género[17] como un elemento constitutivo de las relaciones sociales desde una perspectiva sistémica, para abordar las interrogantes presentadas.
1.1 El mundo del trabajo, la esfera productiva y reproductiva de la vida
El mundo del trabajo, generalmente reducido al empleo o a la actividad económicamente rentada monetariamente, se encuentra conformado por relaciones sociales jerarquizadas según criterios de propiedad y género. Existe la tendencia cultural de reproducir relaciones sociales que refuerzan las desigualdades de clase y género como dimensiones que se superponen en un mismo patrón, consolidando a su vez representaciones sociales que legitiman y normalizan las jerarquías existentes.
Platero[18] entiende la interseccionalidad de dimensiones que estructuran las relaciones de poder y las distintas desigualdades como una maraña: “Un conjunto de ejes que se entretejen y que generan situaciones y experiencias concretas”.[19] La maraña se ha analizado muy frecuentemente desde las ciencias sociales, las cuales conciben cada eje por separado, como si fueran acumulables. Lo cierto es que el movimiento de dicho entramado solo se explica a través del abigarramiento de sus componentes y sus ejes que actúan mutuamente.
Cuando pensamos sobre el eje de género, es necesario relacionar a las desigualdades de género que se producen en el mercado formal con la invisibilización del trabajo doméstico y reproductivo. Ambas desigualdades recaen en general sobre el cuerpo de las mujeres, lo que retroalimenta las jerarquías patriarcales. Al no concebirse como parte del trabajo, las tareas relacionadas al trabajo doméstico, a lo reproductivo y a tareas del cuidado en general, se invisibilizan y se establece así un doble eje de dominación. La falta de salario opera para la mayoría de las mujeres como un dispositivo de no reconocimiento de su función social, un disciplinamiento que Federici nos invita a pensar como “patriarcado del salario”.[20] Abordar la relación entre la esfera productiva y reproductiva para analizar el trabajo femenino en la sociedad se convierte en un eje de análisis clave. Para la autora, la separación clásica entre las dos esferas reforzó la ubicación desprivilegiada de las mujeres en la esfera productiva. De esta manera, se construyeron representaciones sociales que asocian la esfera pública y productiva a atributos masculinos, mientras se asocia el trabajo doméstico y la esfera privada a lo femenino. El ámbito de la reproducción donde se establecen relaciones de reciprocidad, cuidado y solidaridad es desvalorizado y no reconocido como trabajo y aporte a la economía.
Al caracterizar lo que se entiende por economía feminista, Amaia Pérez Orozco[21] señala tres claves centrales: 1) critica al mercado como epicentro de la economía y regulador de la vida, lo que contribuye a la consolidación del homo economicus, para ella, la sostenibilidad de la vida debe ocupar el rol central de la dinámica económica; 2) cuestiona las desigualdades referentes a las relaciones de género en la economía heteropatriarcal, sobre todo en cómo se dan las divisiones entre los trabajos productivos y reproductivos mencionados anteriormente; y 3) establece un compromiso de la teoría con la transformación social: la EF se propone comprender las relaciones socioeconómicas y busca cambiarlas, para la autora “se trata de salir de sí para no quedarse en sí, para politizar la existencia (y) salir de sí”.[22]
Sin embargo, el sistema productivo sigue basado en los criterios de propiedad privada con modelos organizacionales que configuran relaciones de trabajo jerarquizadas verticalmente, que subordinan a su vez el sistema reproductivo según sus propios intereses. Las organizaciones cooperativas y las pertenecientes a la ESS se plantean una estructura organizacional donde se reconstruyen espacios asamblearios y gestiones colectivas entre los trabajadores y las trabajadoras. Se propone partir del reconocimiento del trabajo oculto en la esfera productiva como eje fundamental de la reproducción de la vida y para la organización del trabajo capitalista, ya que garantiza la reproducción de la fuerza de trabajo y toda la organización social.
La ESS en general, y en Uruguay en particular, cuenta –como se presentará más adelante– con una presencia importante de mujeres. Nuestra pregunta se dirige al impacto del trabajo reproductivo en las relaciones establecidas en el interior de las experiencias de ESS. ¿Encontramos en la economía social y solidaria el reconocimiento del trabajo reproductivo? Nos moviliza pensar el potencial deconstructivo de las fronteras entre ámbitos productivos y reproductivos que podrían desarrollarse desde las experiencias de la ESS y la búsqueda por regular la economía al poner la vida en el centro de las preocupaciones.
1.2. Solidaridad económica y decolonialidad
En otro nivel de preocupaciones teóricas, nos planteamos comprender la situación regional partiendo de la construcción de relaciones de producción con características coloniales específicas. Segato observa en el contexto latinoamericano el pasaje de las luchas “contra el sistema”, que caracterizaron los años 60 y 70, a las “luchas por la inclusión en el sistema”[23] posteriores a los años 80. Siguiendo con la perspectiva interseccional y decolonial[24] las identidades actuales deben comprenderse como identidades dinámicas, precarias, siempre en construcción, dados los múltiples conflictos que las atraviesan (clase, raza, género, relación con la naturaleza, etcétera).
Segato plantea que la intervención colonial ultramarina y luego republicana tuvo un rol disruptivo respecto al tejido de relaciones sociales anteriores en Latinoamérica.[25] A nivel político, la organización comunitaria y colectivista se vio enfrentada a la ciudadanía, impuesta como el único camino democrático y universal. Las transformaciones instauradas atañen directamente a las relaciones de género, en donde los contratos sociales caracterizados como un “patriarcado de baja intensidad” son capturados y reorganizados por el nuevo orden colonial moderno y por el “contrato ciudadano”.[26]
Además, con la administración de raza blanca arriban a nuestro continente la universalización de la esfera pública (con un sistema de representación masculina) y la privatización de la esfera doméstica (fuertemente femenina). La intervención colonial ha terminado por minimizar[27] la representación y posición de las mujeres en el pensamiento social. El “entronque de patriarcados”[28] deja al margen, y desprovisto de toda politicidad, al espacio doméstico, subordina y le otorga un valor residual a la esfera pública.
Dentro de las experiencias actuales de la ESS en la región, encontramos que en gran medida la búsqueda por construir organizaciones comunitarias y colectivistas frente a la economía hegemónica retoma la cuestión colonial a modo de deconstruir algunos supuestos y restablecer imaginarios solidarios posibles. En el caso de Uruguay, su historia marcada por el genocidio indígena,[29] el estadocentrismo y la construcción de un imaginario de excepcionalidad frente a la región[30] constituye identidades fuertemente vinculadas e identificadas con Occidente, más específicamente con sus raíces españolas e italianas.
De esta manera puede comprenderse que históricamente las experiencias de la ESS recurran a las experiencias solidarias de origen europeo como los pioneros de Rochdale y las cooperativas. De todas formas, lejos de ser un país europeo en territorio latinoamericano, las relaciones coloniales estructuran nuestra economía y nuestros imaginarios sociales, políticos y culturales. Nos preguntamos entonces si las experiencias de la ESS son procesos asociativos con capacidad para constituirse en espacios colectivos en donde se retome la esfera del trabajo en su sentido amplio, abordando de manera crítica la relación entre lo productivo y lo reproductivo, las relaciones de género y las relaciones de representación establecidas.
Como nos plantea Segato, “tenemos que retirar del gueto el problema de la mujer, pensarlo entrelazado como cimiento y pedagogía elemental de todas las otras formas de poder y subordinación: la racial, la imperial, la colonial, la de las relaciones centro-periferia, la del eurocentrismo con otras civilizaciones, la de las relaciones de clase”.[31]
2. Las mujeres en la economía social y solidaria uruguaya
A continuación, intentaremos reconstruir la distribución por sexo que se encuentra en las distintas corrientes que incluimos dentro del campo de la ESS del Uruguay contemporáneo. Para Pablo Guerra, el fenómeno de la ESS trataría de un conjunto de experiencias económicas fundadas en valores solidarios que en los últimos años dio lugar al surgimiento de nuevos actores, quienes sumados a otros de mayor tradición (cooperativas, mutuales, asociaciones) caracterizan un sector de la economía particular.[32]
A la diferencia estudiada e identificada por varios autores entre la economía social y la economía solidaria,[33] agregamos en Uruguay al sector que se ha dado en llamar de los autogestionados y de las autogestionadas, compuesto por las empresas recuperadas en alianza con la central sindical PITCNT. En este sentido, nos interesa rescatar al menos tres sectores que atraviesan el campo de la ESS, que si bien comparten en gran medida sus bases sociales y sus emprendimientos, pueden identificarse y diferenciarse dinámicamente a nivel de las agendas que caracterizan a las organizaciones de segundo grado y tercer grado.
Retomaremos entonces dentro del campo de la ESS uruguaya contemporánea: a) la economía social, asociada mayormente al largo desarrollo y los principios del cooperativismo; b) la autogestión obrera que emerge con el resurgir de las empresas recuperadas y retoma el discurso de clase en alianza con el movimiento sindical; c) la economía solidaria, asociada mayormente con nuevas redes emergentes en los albores del Foro Social Mundial y los nuevos movimientos contrasistémicos de inicios del siglo.
Reconstruir este campo de estudio para analizar la distribución sexual a la interna no es una tarea sencilla: no existe una sistematización global, los datos están fragmentados y hacen referencia a realidades sectoriales. La propuesta de este artículo consiste en hacer dialogar estas distintas realidades para lograr una primera aproximación acerca de la presencia de las mujeres en dichos campos. No se trata de un estudio exhaustivo sino de un esfuerzo de visualización de la participación femenina a través de la recopilación de fuentes secundarias. Comprender el campo de la ESS de manera inclusiva, se justifica si lo abordamos como una heterogeneidad de economías desde donde se debilita la separación entre el capital y el trabajo,[34] separación característica del sistema de producción capitalista.
Las tres modalidades planteadas (economía social, economía solidaria y autogestión obrera) muestran novedosas formas de organización entre los y las que ejercen el trabajo y los medios de producción. Desde los heterogéneos territorios económicos, se declara generalizadamente que el objetivo central de las actividades es el bienestar de todos sus participantes. En este sentido, hombres y mujeres estarían en el centro de la economía y no el capital. Al igual que en la EF, este desplazamiento permitiría politizar lo económico.
Por supuesto, la cooperación, la solidaridad y la autogestión son ideas que funcionan como principios inspiradores en las diversas experiencias de la ESS, y se ponen en juego con cierta flexibilidad y adaptación a la realidad de los territorios en juego. Poner en práctica estos aspectos es un desafío que genera algunas contradicciones y conflictos en la cotidianidad de los emprendimientos, en la medida que tienen que convivir y sobrevivir bajo las reglas de la “sociedad del mercado”.[35] El contexto de la cultura individualista que impera en la sociedad también opera como un factor de dificultad al momento de organizarse como colectivos, dadas las relaciones reificadas de “la razón neoliberal”.[36] En este sentido, no es propicio encarar las experiencias de ESS como algo “puro”, sino comprenderlas desde las contradicciones que generan al construir otras formas de relacionarse en el ámbito de la producción, dentro del sistema y de la cultura hegemónica.
2.1. ¿Cómo se distribuyen los sexos en este campo de estudio según las tres vertientes mencionadas de la ESS?
2.1.1. Economía social
El sector de la economía social está fuertemente asociado con el desarrollo del cooperativismo en Uruguay. Sin duda, se trata del sector que posee mayor trayectoria histórica, así como experiencias asociativas actualmente. Según el estudio histórico de los orígenes nacionales del cooperativismo,[37] se identifican antecedentes ya en el año 1870, en general desde organizaciones colectivas impulsadas por oleadas de inmigrantes, y en 1920 se institucionalizan las primeras experiencias que adoptan en sus documentos fundacionales los principios cooperativos internacionales.
Las experiencias cooperativas desarrolladas desde finales del siglo XIX en Uruguay se caracterizan por su diversidad de formas y ritmos de crecimiento, y es reconocida por varios autores[38] la oleada que se vinculó claramente al final del período de sustitución de importaciones. Alfredo Errandonea y Marcos Supervielle interpretan, en ese entonces, que “el cooperativismo llegó a constituirse en un modo de amortiguar la desaparición del Estado batallista de bienestar, y logró crear las condiciones para negociar sus espacios con los nuevos actores emergentes”.[39]
En estos últimos treinta años, podríamos reconocer dos nuevas etapas.[40] La primera estaría marcada por la primavera democrática, donde el movimiento cooperativo crea en 1984 la Mesa Nacional Intercooperativa, que se concreta en 1988 con la conformación de CUDECOOP. En este período, no se destacan las políticas públicas hacia el sector. La segunda etapa estaría ubicada a principios del nuevo siglo, cuando explotó la crisis socioeconómica que se produjo en el 2002. En este contexto, el movimiento cooperativo fue revalorizado en el Uruguay poscrisis. Por último, podríamos decir que, a partir del 2005, con la llegada del Frente Amplio al Gobierno, se abre una nueva etapa de políticas públicas dirigidas al sector, todo lo cual ha llevado a que en los últimos diez años las cooperativas se hayan triplicado, como muestra la tabla a continuación.
En cuanto a la distribución por sexo en las cooperativas, los últimos datos existentes se remontan al Censo Cooperativo (INE, 2010).
Como nos muestra la tabla anterior, según el último Censo Cooperativo la distribución entre los sexos es casi paritaria a nivel global (51% hombres y 49% mujeres), aunque encuentra diferencias por modalidad.
Sin embargo, es importante tener en cuenta que en general, a través de la construcción de estos datos, existe una subrepresentación de la participación real que tienen las mujeres en las cooperativas. El caso más claro quizás sea el de las cooperativas de vivienda, contexto en el que en la mayoría de las veces el titular cooperativista es el hombre, a pesar de que se trate de un proyecto familiar de hombres y mujeres. En estas situaciones, algunas de las mujeres cooperativistas de vivienda están invisibilizadas.
2.1.2. Economía autogestionaria
Recientemente, se ha dado una corriente mayormente articulada en base a la autogestión obrera, que retoma la importancia sindical. Emerge a partir de la crisis del 2002, desde las empresas recuperadas por sus trabajadores y trabajadoras y desde la Asociación Nacional de Empresas Recuperadas por sus trabajadores (ANERT) en donde los trabajadores y las trabajadoras se nuclean y articulan con la central única el PIT-CNT. En este sector, encontramos que, en el 2016, de 41 empresas encuestadas que comprenden 2.751 trabajadores y trabajadoras, el 72% eran hombres y el 28% mujeres.[41]
La participación femenina se encuentra mayoritariamente en los sectores de servicios más que en los sectores industriales (típicamente masculinos), y los rubros más feminizados son los de mantenimiento-limpieza, textiles y educación. Es justamente en dichos contextos donde se observan algunas innovaciones relacionadas a los cuidados domésticos y a la actividad productiva.
Como ejemplo de ello, encontramos en una textil recuperada la transformación de una oficina, desde la cual se ejercía anteriormente el control del trabajo, en un espacio de cuidado infantil que permitiera compatibilizar los horarios fluctuantes de la producción y el cuidado de los hijos y de las hijas. Una trabajadora comenta: “Era lindo ver ahí a nuestros niños, porque un espacio desde el cual nos sentíamos vigiladas empezó a simbolizar un espacio de juego y un espacio a ser cuidado por nosotras”.[42]
2.1.3. Economía solidaria
En tercer lugar, encontramos que en las últimas décadas emergieron nuevas experiencias asociativas vinculadas al campo de la economía solidaria, fenómeno relativamente nuevo en el país y que adquiere un importante crecimiento según los datos recabados en el mapeo 2014-2015.[43] Aparecen nuevas organizaciones donde las experiencias comienzan a agruparse. Si bien varias de las experiencias de base son cooperativas, esta figura no es lo central a la hora de agruparse. En este sector de la economía, aparecen mayormente como temáticas rectoras la sustentabilidad del medioambiente y la sostenibilidad de la vida.
A la Coordinadora de Economía Solidaria, la Asociación de Mujeres Rurales del Uruguay, la Red de Agroecología y la Red de Semillas Criollas, se han ido sumando nuevas experiencias en los últimos años, como el Mercado Popular de Subsistencia, entre otros. La economía solidaria todavía se ubica como un sector incipiente que busca su consolidación. Según los datos del mapeo 2014-2015, la mayoría de las integrantes de los emprendimientos encuestados son mujeres. Este perfil feminizado de la ESS se debe, entre otras cuestiones, a actividades productivas mayormente asociadas con dicho sexo.
Entre las personas consultadas en el mapeo 2014-2015, se registraron 310 mujeres y 281 hombres, lo que indica una mayoría de mujeres que dinamizan la cotidianidad de las experiencias de ESS. Sin embargo, notamos que el sector de autogestionados –como se mostró anteriormente, fuertemente masculinizado– se incluye como parte de la ES. Si, como proponemos en el presente trabajo, dejamos aparte dicho sector, encontramos que el campo de la ES encuentra una aun mayor tendencia a caracterizarse por una mayoritaria participación femenina.
La creación en 2008 de la Coordinadora Nacional de Economía Solidaria (CNES) tiene por objetivo fortalecer el sector y generar un espacio de articulación entre las expresiones existentes. Está integrada por diversos colectivos y organizaciones y funciona como una plataforma que las coordina. Posee la finalidad de promover y divulgar las nociones, los conceptos y los principios de la ES; construir agendas comunes; generar espacios de comercialización, el apoyo a ferias y a otras actividades de comercialización comunitarias; organizar acciones educativas sobre el comercio justo, el consumo responsable y las finanzas éticas; favorecer experiencias de autogestión colectivas y asociativas.[44] Desde la creación de la Coordinadora, la ES ganó más espacio en el ámbito público y se organizaron diversas instancias de comercialización colectiva, debates y encuentros, pero todavía posee dificultades a la hora de desarrollar sus objetivos y divulgar su propia existencia. Según los datos del mapeo, podemos trazar un breve perfil de las mujeres que forman parte de los emprendimientos integrantes de la Coordinadora. Los gráficos abajo ilustran que la mayoría de las mujeres son blancas, mayores de 50 años y cursaron o están cursando la secundaria. En estos casos, el emprendimiento se torna una alternativa laboral para mujeres mayores y de baja escolaridad.
Ante este contexto, nos volvemos a preguntar si tiene la ESS un especial potencial para generar distintas relaciones sociales desde la perspectiva de género. Nos interesa percibir si realmente se construyen otras formas de relacionarse y si se transitan procesos que rompan con las representaciones de poder cristalizadas.
La participación de las mujeres en la ESS está relacionada con el rehacer de las formas de vida, el reconstruir comunidad y la construcción de economías arraigadas a las redes y tramas locales, lo cual se opone al desarraigo y a la desposesión que caracterizan a la economía guiada únicamente por el capital. Desde las experiencias actuales de la ESS, ¿puede reinventarse la politicidad de lo doméstico, propia de la vida comunal, o sigue reproduciéndose la separación y subordinación de la esfera reproductiva a la esfera productiva?
3. La economía social y solidaria en perspectiva feminista. Sistematización de algunos debates emergentes
Con el objetivo de mantener un diálogo con los y las integrantes de la ESS de Uruguay y Argentina, se retoman las discusiones realizadas en los Encuentros de la Economía de los/as Trabajadores/as llevados a cabo entre 2016 y 2017, así como en el taller “La economía social y solidaria en perspectiva feminista” (Cooperativa Caminos, Montevideo, 2017), en donde participaron personas pertenecientes a diversas experiencias del campo de la ESS.[45] A continuación, sistematizamos algunas discusiones que se dieron entre quienes participaron en base a tres preguntas que funcionaron como estímulos transversales al debate de los distintos talleres.
3.1. ¿Se transforman las relaciones de género en los espacios de la ESS? ¿De qué manera?
Ante la pregunta de si se transforman las relaciones de género en los espacios de ESS, existe entre las y los participantes de los talleres un primer acuerdo en que de forma generalizada se reproducen las relaciones de género de la economía imperante.
En el taller del Encuentro Internacional de 2017, dos trabajadores uruguayos plantean: “En nuestras cooperativas no existe discriminación; sin embargo, son las propias compañeras las que no quieren participar en los órganos de dirección”. Ciertamente se observa que, de 41 casos encuestados,[46] únicamente en cuatro hay mujeres en las direcciones de las empresas recuperadas en Uruguay.
El comentario fue estructurador del debate y fuertemente cuestionado por participantes de distintas experiencias regionales, quienes plantearon numerosas anécdotas vividas en lo cotidiano, que ejemplificaban los desestímulos operantes y concretos que existen en las organizaciones, muchas veces invisibilizados por los dirigentes. Como resultado, a la hora de ejercer tareas de representación y decisión, la baja participación femenina suele atribuirse a la falta de interés personal de las mujeres y no a causas estructurales u organizacionales. Luego del largo diálogo se llegó a un cierto consenso del grupo para trasladar al plenario:
Más allá de la propia organización, la violencia de género es un asunto sistémico que, si los emprendimientos económicos solidarios no se plantean revertir abordando y deconstruyendo las relaciones de género explícitamente, estas tenderán a reproducirse.[47]
La consigna trasladada al plenario reconoce la existencia de leyes u ordenamientos según conexiones invisibles que son parte del gobierno cotidiano en los contextos de la ESS, pero a su vez plantea la posibilidad de retomar y revertir dichas relaciones desde el trabajo colectivo. A lo largo del debate encontramos cómo en el “imaginario social”,[48] planteado inicialmente por dos trabajadores, se encuentra una “dimensión efectiva”[49] que tiende a reproducir significaciones anudadas al poder y una “dimensión radical”[50] que habilita nuevas significaciones posibles.
En los tres contextos observados se percibe, a lo largo de los talleres, un desplazamiento. La constatación de que no se modifican las relaciones de género luego se relativiza, y se plantea que hay potencialidad, que existen las condiciones para que se transformen dadas las características y principios que los rigen: el impulso para una mayor participación, democracia y solidaridad. El tema de género es retomado, entonces, para trazar el camino de la ESS hacia el bienestar de las personas, de la garantía de la protección de la vida y la promoción de la autonomía individual y colectiva. Si el patriarcado naturalizado en nuestras sociedades no es trabajado por las organizaciones de la ESS, estas tenderán a reproducirlo. No hay nada de espontáneo en abordar y deconstruir organizacionalmente las relaciones de poder, dado que estas se establecen bajo un sistema de violencia simbólica específico.[51]
Es muy común que algunas mujeres y hombres integrantes de distintos espacios de la ESS no visualicen las formas de violencia sutiles que viven hasta que se problematizan sus relaciones sociales desde espacios colectivos. En general, estos procesos de desplazamiento y deconstrucción de lo instituido no se observan de forma generalizada en la actual ESS y cuando suceden se desencadenan a partir de la acción de las mujeres que integran las organizaciones, desde espacios informales o comisiones de trabajo. Aun así, se ve que las mujeres siguen siendo minoría en los órganos de decisión, con lo cual se explica el lento proceso de deconstrucción observado en los contextos de la ESS.
Amaia Pérez Orozco plantea que, si lo deseable es la colectivización de la responsabilidad de sostener la vida, es necesario aprehender las expresiones colectivas existentes sin idealizarlas y “atendiendo a las desigualdades que puedan estarse re-produciendo”.[52]
Las experiencias solidarias recorren trayectorias no lineales, encuentran transformaciones que se derivan de las propias contradicciones y se vivencian simultáneamente atravesadas por rupturas y continuidades. Por ejemplo, en el taller nacional de 2017, algunas participantes plantean la reproducción en el Movimiento Cooperativo de Vivienda por Ayuda Mutua (FUCVAM) a la hora de constatar que las mujeres ocupan generalizadamente los espacios de la casa y los hombres participan mayormente de las asambleas. La práctica se relaciona fuertemente con la estructura patriarcal que confiere al hombre los espacios relativos a la esfera productiva-pública y a la mujer la reproductiva-privada.
Sin embargo, las mismas participantes que detectan relaciones de reproducción retoman algunas acciones transformadoras vivenciadas en la misma FUCVAM con la “Guía contra la violencia sobre la mujer”,[53] que elaboró la Comisión de Género. Las representantes de la federación plantearon que la Guía fue una intervención ante la constatación de casos de violencia en algunos hogares. De esta manera, la federación colectiviza el problema que antes se manejaba como doméstico e intenta actuar como colectivo ante él. La elaboración de la Guía y su posterior presentación en distintas cooperativas desencadena numerosas consultas que permiten retomar el tema de la violencia desde los propios colectivos. Desde entonces apoyan y dan seguimiento a las compañeras que se contactan. En la Guía, se trabaja la concepción de género desde una perspectiva antipatriarcal. Se problematiza la construcción de los roles de género para contextualizar y explicar las distintas formas de violencia. Se presentan orientaciones para diagnosticar y actuar ante una situación de violencia vivida y el marco jurídico y las instituciones que amparan a las mujeres en estos casos.
En definitiva, en una misma organización de la ESS, como es la FUCVAM, podemos encontrar prácticas que reproducen los roles de género –como la tendencia a que sea la mujer la que se encargue de los cuidados mientras el hombre participa de las asambleas– pero otras que innovan en la relación entre lo colectivo y lo privado a la hora de establecer acciones contra la violencia doméstica.
En un contexto nacional caracterizado por el “Ni una menos”,[54] el tratamiento de la violencia doméstica desde los colectivos –más allá de las políticas públicas contra el feminicidio– abre una esfera con particular potencial para trabajar la consigna “lo personal es político” o, en todo caso, lo personal es colectivo. En el debate sobre “los comunes”,[55] se plantea la tensión entre lo público y lo común, donde lo público es presentado como algo que se estructuró a lo largo de la historia como privado de la gente, de forma ajena a las poblaciones reales, aunque abstractamente pertenezca a todos y todas. Por otro lado, se entiende lo común como prácticas construidas de forma horizontal y que en cierta medida suelen ganar carácter público. Federici ubica las prácticas de lo común como una estrategia recurrente del movimiento feminista de ayuda mutua. ¿Cómo operan o podrían operar estas estrategias en el campo de la ESS?
3.2. ¿Cómo se relaciona la esfera productiva con la reproductiva en la economía social y solidaria?
Si, como nos plantea Federici, los sistemas de género se han organizado a partir del “patriarcado del salario”[56] y las tareas mayormente invisibilizadas son las atribuidas a las mujeres, ¿se constituyen nuevas relaciones de género entre las esferas productiva-reproductiva desde las economías no salariales? Como primer diagnóstico, quienes participaron de los tres talleres llegaron a un rápido acuerdo en que actualmente –al igual que en el sistema capitalista– la esfera reproductiva se subordina a la productiva en la ESS. Sin embargo, se advierte una potencial ruptura en el hecho de que en la ESS lo productivo priorice la vida y no el capital.
Los cuidados emergen como un fuerte eje de debate para pensar lo productivo en relación a lo reproductivo. En cuatro puntos se pueden sintetizar las cuestiones más relevantes emergentes sobre todo en el Encuentro nacional de 2017 y el regional de 2016: 1) la demanda de cuidados y la organización colectiva; 2) la oferta de cuidados y la ESS; 3) las políticas públicas actuales que abordan la esfera de los cuidados; y 4) los cuidados dentro de la esfera productiva.
Como síntesis podríamos destacar, en cuanto a la demanda de cuidados, que las organizaciones de la ESS han colectivizado poco el problema, y en general es tomado como un problema familiar/individual que cada participante debe solucionar en base a su situación particular. Una cooperativista de vivienda[57] plantea la necesidad de cuidados como generalizada en las cooperativas de vivienda. Observa que las cooperativas históricas presentan necesidades de características de población en general envejecida, mientras que en las cooperativas jóvenes la necesidad de cuidados es mayormente para la primera infancia. De todas maneras, concluye que pocas veces se colectivizan las necesidades para encontrar soluciones en conjunto.
En cuanto a la oferta de cuidados, varias participantes de la Cooperativa Caminos plantean en el Encuentro regional de 2016 la importancia de retomar los cuidados como derechos. “Cuando nosotras ofrecemos cuidados, tratamos de pensarlos como un derecho de las personas y no como una mercancía, aunque sepamos las fuertes restricciones que tienen aquellos que hoy no los pueden pagar… ahí se necesitan políticas públicas que los garanticen”.[58] También se plantea desde este colectivo la dificultad para que los varones se involucren más en la esfera de los cuidados. “En la casa ni que hablar, pero aun de manera tercerizada, los cuidados siguen estando en manos de las mujeres (…) nos cuesta mucho contar con trabajadores hombres en esta cooperativa”.[59]
En relación a los cuidados y a las políticas públicas, se debate el impacto que podría tener la salarización del trabajo doméstico. La mayoría de las participantes toman dicha política como una herramienta potente para la visibilización y rejerarquización del trabajo reproductivo que en general recae sobre las mujeres. Sin embargo, algunas plantean la compleja y contradictoria situación de estar buscando la no salarización de la esfera productiva a través de la ESS y tener que salarizar la esfera donde se concentran la mayor parte de las tareas reproductivas.
Por último, en cuanto a los cuidados en la propia esfera productiva, quienes participaron del taller en la Cooperativa Caminos acuerdan que la dimensión afectiva y reproductiva dentro de los emprendimientos recae en gran medida sobre las mujeres. A nivel organizativo se percibe una relación más estrecha para las mujeres entre lo productivo, lo político y lo doméstico. Una cooperativista de trabajo plantea: “Por ejemplo, para nosotras es normal preguntarle al compa cómo sigue su hijo o algún familiar que esté enfermo… a ellos los sorprende… para ellos no es tan evidente que se hable en el trabajo de lo que sucede en el hogar”.[60] Sin esencializar ni absolutizar, la distribución diferencial del tiempo dedicado a dichas esferas podría explicar por qué existen tantas experiencias y prácticas cotidianas en la ESS en donde las mujeres son visualizadas con un rol fundamental en el fomento de una cultura vincular, menos competitiva y más solidaria.
3.3. ¿Cuáles podrían ser las luchas en común entre el feminismo y la economía social y solidaria?
Las marchas masivas de los últimos 8 de marzo, así como la popularizada consigna de “Ni una menos”, dan cuenta de un desborde social particular a nivel nacional, regional y mundial. Demuestran la importancia del feminismo y su creciente incorporación en la agenda pública, y cuestiona también su significación en las organizaciones sociopolíticas y su incidencia en las distintas esferas colectivas. En este marco se visualiza en quienes participaron de los talleres la compatibilidad entre varias prácticas o consignas del movimiento feminista y de los espacios de ESS, pero de forma paradójica se observa cómo aún estos espacios caminan en paralelo. Se evalúa que a pesar de percibirse como luchas que comparten formas de vivir y principios, en la práctica no suelen desarrollarse en conjunto. De todas maneras, las organizaciones detectan un cambio de contexto social que facilita retomar la temática de género, y las distintas experiencias empiezan a tomar parte en la Marcha del 8 de marzo y en otras redes de mujeres. La mayoría de quienes participaron del taller en la Cooperativa Caminos, relataron que habían participado de alguna actividad vinculada a las temáticas de género, aunque en algunos casos no se autodenominaran como feministas.
Como forma de sistematizar la discusión, fueron identificados y debatidos distintos ejes de confluencia entre la ESS y el feminismo:
- Paridad de la participación: la paridad en los espacios de decisión es una práctica compartida en los dos ámbitos. Los espacios de decisión son esferas trabajadas desde lo colectivo y muy valorados, tanto por el movimiento feminista como en los espacios de ESS. En el caso de la ESS, se presentan como una centralidad en la organización colectiva propuesta. El tema de la paridad está presente y en la mayoría de los casos es reivindicado por las mujeres. En el movimiento feminista, los espacios internos suelen ser organizados por una mayoría de mujeres, así que el tema de la paridad no es una cuestión en sí misma, sin embargo, lo es para los espacios públicos, y se torna una bandera clásica de la lucha feminista.
- Ayuda mutua: las prácticas de ayuda mutua son un principio fundante de la economía solidaria y una práctica estratégica para el movimiento feminista. Como ejemplo, podemos nombrar algunos casos de cooperativas que reglamentaron a la interna del emprendimiento la prohibición de acceder a cargos de representación a personas que ejerzan violencia de género. Esta práctica de cuidado mutuo suele ser utilizada como herramienta de autorregulación y es una consigna de colectivos feministas que busca publicitar y denunciar la violencia de género sufrida por las mujeres, y al sujeto que la ejerce.
- Crítica a la coyuntura: a partir de los talleres, se plantea que las dos corrientes (feminismo y ESS) poseen una lectura del mundo que comparte la necesidad de luchar contra las formas de dominación en las relaciones sociales. Desde la ESS, es una consigna que atraviesa la forma de organizar los espacios de producción, circulación o comercialización de la mercancía. Y en el movimiento feminista la lucha contra las formas de dominación de género es una consigna central para la construcción de otras formas de relacionarse. “Lo personal es político” y “lo doméstico se colectiviza” son afirmaciones que politizan la dimensión personal y doméstica, y la tornan parte de un problema social.
- Lo personal es político, lo doméstico es político: romper con la dicotomía entre lo productivo y lo reproductivo es una idea que tiene potencia analítica ya que aclara cómo en la ESS y en el movimiento feminista están presentes los procesos de politización de los dilemas privados. Los problemas personales son redimensionados y enmarcados en la estructura del sistema capitalista, las problemáticas vividas desde lo personal también son parte de cómo se estructura la sociedad. En este sentido, podemos percibir, tanto a la ESS como al movimiento feminista, como frutos de prácticas de resistencia al sistema capitalista.
Reflexiones finales
Las experiencias de la otra economía en Uruguay se configuran como espacios posibles para repensar la sociedad y sus relaciones de explotación-dominación constitutivas, desde el mundo del trabajo. El objetivo del artículo fue retomar dichos espacios como contextos específicos desde los cuales emergen procesos colectivos de deconstrucción de las relaciones de género hegemónicas.
La primera dificultad para comprender la distribución por sexo encontrada en el campo de la ESS uruguaya es la falta de información global. Los datos aparecen fragmentados, lo cual dificulta comprender las distintas realidades sectoriales. A pesar de ello, hemos intentado acercarnos desde distintas fuentes de datos existentes y podemos concluir que algunos sectores encuentran proporcionalmente mayor participación femenina que otros. Por ejemplo, la economía solidaria se caracteriza por contar con un mayor número de participantes mujeres, especialmente si se contrasta con el sector mayormente masculinizado de los autogestionados. En cuanto a la economía social, encontramos un porcentaje de hombres y mujeres equitativo a nivel global, pero muy heterogéneo en sus diferentes modalidades. Como casos emblemáticos dentro del sector, se pueden señalar las cooperativas agrarias y sociedades de fomento como las experiencias mayormente protagonizadas por los hombres y las cooperativas odontológicas como las mayormente protagonizadas por las mujeres. Un desafío que emerge del análisis de las estadísticas existentes hoy es la reconstrucción global de la ESS, dado que los datos se encuentran fragmentados y superpuestos. Por otro lado, se hace necesaria la construcción de indicadores que logren captar con profundidad la existencia e importancia de las mujeres en la ESS.
Más allá de los datos cuantitativos, el análisis cualitativo desprendido de los debates entre distintos participantes de las experiencias de ESS muestra, por una parte, la tendencia práctica a la reproducción de las relaciones sociales dominantes, y por otra parte, la emergencia de experiencias en donde comienzan a trastocarse ciertas tendencias relacionales. En este sentido, las unidades de la ESS no son solo económicamente productivas, sino que se constituyen como expresiones colectivas y culturales con capacidad de producir prácticas e imaginarios sociales alternativos a las promovidas por la razón neoliberal. En todo caso, las transformaciones no son automáticas y sin duda develan la necesidad de crear planes de formación. Así planteado, se vuelve fundamental la visibilización y la sistematización de experiencias existentes que hayan logrado desencadenar procesos grupales reflexivos y performativos de nuevas relaciones sociales.
Para la construcción de nuevas relaciones entre las esferas de lo productivo y lo reproductivo, la visibilización del trabajo doméstico y de los cuidados en general emerge como un asunto central. Es necesario repensar el vínculo para dar cuenta del conjunto de procesos que sostienen al sistema actual. La expansión de las fronteras de lo que se considera económico, al ampliar las nociones del trabajo sin restringirlas al trabajo remunerado económicamente, abre nuevos ejes de discusión para abordar el bienestar de la población. El trabajo reproductivo organizado colectivamente proporciona aprendizajes específicos. Las experiencias pueden también aportar pistas a tener en cuenta en el diseño de las políticas públicas que se despliegan actualmente en Uruguay mediante el Sistema Nacional de Cuidados.
La sustentabilidad de la vida como apuesta política de la ESS y la EF no apunta, por supuesto, a asociarlas a economías de sobrevivencia y pobreza, sino todo lo contrario, permite abordar la economía desde el punto de vista de la calidad de vida al responder a las necesidades materiales y afectivas de las personas. Desde esta perspectiva, las personas están ubicadas como epicentro de la economía, es decir, los cuidados para la reproducción y manutención de la vida conforman el motor que dinamiza la propia economía. Así, todos los trabajos vinculados al ámbito de los cuidados, que sostienen la esfera reproductiva, son valorados como ejes esenciales de la economía y considerados importantes trabajos que garantizan nuestra vida. De esta forma, se amplía también la noción entendida por la categoría trabajo y se critica y resignifica el homo economicus.
Tanto la ESS como la EF buscan politizar la economía al restablecer relaciones sociales más solidarias. Se trata de planteos que poseen un compromiso con la transformación social, que busca politizar la propia existencia. En un clima nacional, regional y mundial caracterizado por la emergencia de nuevas organizaciones y luchas feministas, abrir las puertas de la ESS a las ideas de la EF parece revitalizante. Lo que está en juego no es simplemente lograr la participación igualitaria de las mujeres en la ESS, sino transformar las relaciones sociales existentes, teniendo a la equidad como principio articulador. Se trata entonces de despatriarcalizar la organización laboral para desplazar el centro del análisis económico de los mercados hacia las personas, y priorizar la reproducción y la vida humana, más allá del capital.
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[1] Doctora en sociología. Asistente de investigación y docente efectiva de Dedicación Total en el Departamento de Sociología. Área de Sociología Política y Economía Social y Solidaria, Facultad de Ciencias Sociales, Udelar. Investigadora Nivel I de la Agencia Nacional de Investigación e Innovación. Ex-coordinadora y actual integrante del Centro de Formación y Documentación en Procesos Autogestionarios (CFDPA). Correo electrónico: anabel.rieiro@cienciassociales.edu.uy.
[2] Licenciada en Ciencias Sociales por la Universidad de San Pablo (USP), maestranda de la Maestría Estudios Latinoamericanos de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación. Docente asistente del Área de Estudios Cooperativos y de Economía Social y Solidaria de SCEAM-Udelar. Co-coordinación del Centro de Formación y Documentación en Procesos Autogestionarios (CFDPA). Integrante del colectivo feminista Minervas. Correo electrónico: gv.iglesias@gmail.com.
[3] Licenciada en Psicología. Maestranda en Psicología Social (Facultad de Psicología, Udelar). Co-coordinadora del Centro de Formación y Documentación en Procesos Autogestionarios (CFDPA). Correo electrónico: amandrademartinez@gmail.com.
[4] Coraggio (2017).
[5] Federici (2004, 2018).
[6] Segato (2011, 2017).
[7] https://www.inacoop.org.uy, última fecha de acceso: 24 de enero de 2019.
[8] INE (2010).
[9] Torrelli (2016).
[10] Rieiro (2016).
[11] Caminos es una cooperativa uruguaya dedicada a los cuidados y a la salud integral.
[12] El Centro de Formación y Documentación en Procesos Autogestionarios (CFDPA) es un espacio de articulación creado en el año 2013 con el objetivo central de potenciar aprendizajes, procesos de formación y coinvestigación. Han confluido en este espacio trabajadores y trabajadoras, colectivos y organizaciones sociales: Asociación Nacional de Empresas Recuperadas por sus Trabajadores (ANERT), Espacio Autogestión del Plenario Intersindical de Trabajadores, Convención Nacional de Trabajadores (PIT-CNT), Federación de Cooperativas de Producción del Uruguay (FCPU), Federación de Cooperativas de Vivienda y Ayuda Mutua (FUCVAM) y la Coordinadora de Economía Solidaria (CES), así como organizaciones técnicas-académicas relacionadas a dicha temática (Instituto Cuesta Duarte y la Red Temática de la Economía Social y Solidaria de la Universidad de la República (Udelar).
[13] Moreno (2013), Federici (2018), Pérez Orozco (2014).
[14] Mamani (2012), Coraggio (2018), Singer (2002).
[15] Fouquet (1998), Moreno (2013).
[16] Federici (2004, 2018).
[17]Scott (2008).
[18]Alonso Álvarez (2014).
[19] Ídem, 258.
[20]Federici (2004, 2018).
[21] Pérez Orozco, op. cit.
[22]Ídem, 27.
[23]Segato (2010), 14.
[24] Quijano (2000), Mignolo (1996).
[25]Segato (2011).
[26] Segato (2017).
[27]Ídem, 91.
[28] Paredes (2010).
[29]El genocidio de Salsipuedes de 1831 es tomado como un importante hecho que justifica la escasa presencia de la identidad indígena en la cultura uruguaya. Sin embargo, actúan otros factores, como la falta de legado de los pueblos originarios y una trama cultural donde no se valora la presencia de sus costumbres. La acción de colectivos autodeclarados descendientes charrúas, unificados en el Consejo de la Nación Charrúa (CONACHA), que luchan por el reconocimiento de la población indígena actual, han generado nuevos elementos para reflexionar sobre la perspectiva indígena en la construcción de la identidad uruguaya. Se trata de un tema complejo que no pretendemos profundizar en el artículo.
[30]Barrán (1989, 1990).
[31] Segato (2017), 98.
[32] Guerra (2012), 2.
[33] Véase Razeto (1997), Laville (2004), Schmidt (2008).
[34]Singer, op. cit.
[35]Polanyi (1989).
[36]Gago (2014).
[37] Terra (1986).
[38]Véase Errandonea y Supervielle (1992); Terra, op. cit.
[39]Errandonea y Supervielle, op. cit., 93.
[40] Isola y Martí (2015).
[41]Datos de Rieiro, op. cit.
[42]Trabajadora textil, entrevista, en Rieiro, op. cit.
[43]Torrelli, op. cit.
[44]Romero y Méndez (2011), 46.
[45] El II Encuentro Regional de la Economía de los/as Trabajadores/as se llevó a cabo en Montevideo en el año 2016, donde participaron investigadoras, investigadores, trabajadoras, trabajadores y organizaciones de distintos países: Argentina, Brasil, Chile y Colombia. En dicha ocasión, la temática aparece de forma latente en las discusiones realizadas pero sin prioridad en la agenda del Encuentro. A mediados de 2017, se organiza desde el CFD/PA el taller “La economía social y solidaria en perspectiva feminista”, preparativo para el Encuentro Internacional (realizado en el mismo año en Argentina). El taller tuvo lugar en la Cooperativa Caminos y contó con la participación aproximadamente cuarenta personas, entre trabajadores, trabajadoras, estudiantes, investigadores e investigadoras procedentes de Uruguay y un compañero de una fábrica recuperada por sus trabajadoras y trabajadores de Argentina. Como disparador se presentó una mesa donde expusieron tres invitadas: dos compañeras de la comisión de género de FUCVAM y una integrante del colectivo feminista Minervas. En el VI Encuentro Internacional de la Economía de los y las Trabajadores/as, realizado en Pigüé (Provincia de Buenos Aires, Argentina) en 2017, la temática fue tratada en una mesa llamada “La economía de las/los trabajadoras/es desde una perspectiva de género(s)” donde participaron cerca de ochenta personas y en la cual tuvimos la oportunidad de compartir los avances del taller del encuentro preparatorio. Allí expusieron mujeres de distintos países y participaron trabajadoras trabajadores, estudiantes, investigadores e investigadoras del campo de la ESS.
[46]Rieiro, op. cit.
[47]Consigna elaborada por el colectivo para presentar a plenario. Taller del Encuentro Internacional, 2017.
[48]“Imaginario social” es un concepto de Cornelius Castoriadis que hace referencia al “conjunto de significaciones que mantiene unida a una sociedad y la instituye como tal. Considera que la producción de las mismas es una capacidad de la imaginación colectiva” (Fernández et al., 2011).
[49] Fernández et al. (2011).
[50]Ídem.
[51]Bourdieu (2005).
[52] Pérez Orozco, op. cit., 165.
[53]Guía contra la violencia sobre la mujer, disponible en: http://www.fucvam.org.uy/wp-content/uploads/2017/04/Gu%C3%ADa-contra-la-..., última fecha de acceso: 15 de septiembre de 2017.
[54] “Ni una menos” es la consigna de una campaña que el movimiento feminista lleva a cabo en varios países con el objetivo de denunciar los casos de feminicidio. Ante cada feminicidio identificado se organiza un acto urbano en que se publicita lo ocurrido. Se entiende por feminicidio el asesinato de una mujer por el hecho de ser una mujer.
[55] Ver Caffentzis y Federici (2015).
[56] Federici (2013).
[57] Integrante de cooperativa de viviendas. Testimonio brindado en el taller realizado en la Cooperativa Caminos (2017).
[58] Integrantes de la cooperativa uruguaya Caminos. Testimonio brindado en el Encuentro Regional de la Economía de los Trabajadores (2016).
[59] Ídem.
[60] Cooperativista de trabajo. Testimonio brindado en el taller realizado en la Cooperativa Caminos (2017).
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