La “Primera Caja Mercantil” cumple 100 años
Resumen
El 2 de febrero de 1918 un grupo de inmigrantes judíos procedentes de Europa oriental fundó la Primera Caja Mercantil en el barrio porteño de Villa Crespo. Nacida como una organización que brindaba pequeños préstamos y un ámbito donde compartir intereses, preocupaciones y visiones del futuro, su importante actividad la convirtió en una entidad emblemática para el movimiento cooperativo nucleado en el Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos, del cual fue una de las entidades fundadoras. Hoy, su legado vive en la filial Villa Crespo del Banco Credicoop.
Para acompañar las actividades que se desarrollarán a lo largo del año para conmemorar el acontecimiento, publicamos tres textos. Un artículo de Cora Giordana publicado como nota de tapa en la revista Acción de la segunda quincena de febrero; una columna de opinión de Daniel Plotinsky, publicada en ese mismo número de la revista; y dos fragmentos del libro de reciente aparición sobre la historia del cooperativismo de crédito, El dinero de los argentinos en manos argentinas, que aportan un encuadre histórico a la fundación de la Primera Caja.
Palabras clave: historia, cooperativismo de crédito, cajas de crédito, IMFC
Punto de partida. Historia de la Primera Caja Mercantil, a un siglo de su fundación[1]
Cora Giordana[2]
Hace exactamente 100 años, en febrero de 1918, se inició una de las experiencias más emblemáticas del movimiento cooperativo de crédito: en Villa Crespo, nació la Primera Caja Mercantil, entidad que sigue viva en la filial de Credicoop localizada en dicho barrio porteño. Isaías Kohan, Marcos Eldestein y Jaime Bujman figuran en las actas fundacionales como los iniciadores de la entidad, la primera en su tipo en una zona urbana, que surge de la necesidad de encontrar ayuda para el progreso y el desarrollo de los trabajadores, comerciantes y vecinos, en su mayoría inmigrantes de origen judío, sin capital propio, que requerían del apoyo de pequeños créditos para poder concretar emprendimientos productivos, entre otras cosas.
El antecedente de la Primera Caja fue la Sociedad de Ayuda Mutua de Villa Crespo, fundada en 1916, una de las tantas organizaciones mutuales que nuclearon a los inmigrantes llegados desde fines del siglo XIX a la Argentina. Dos años después, se disolvió, pero algunos de sus integrantes se reagruparon y crearon la Primera Caja Mercantil. En un folleto publicado en 1943 con motivo del 25º aniversario de la Primera Caja, pueden rastrearse algunas de las vivencias de aquellos tiempos:
En las palabras y los argumentos de muchos socios se escucha claramente el tono de las organizaciones en las que los jóvenes se formaron en la vieja patria. Todos hablan de altos principios éticos de la humanidad, traen citas de libros y repiten ideas de escritores rusos. Se ve gente joven con ideales, gente que se avergüenza de comerciar, pero que vive de su trabajo.
El emprendimiento comenzó a crecer, al ritmo de un enclave urbano de gran actividad industrial y comercial. “La población judía de Villa Crespo fue aumentando, el número de talleres, fabriquitas y negocios fue creciendo con el transcurso del tiempo. Grupos de inmigrantes nuevos iban llegando y buscaban en qué ocuparse. Fueron creciendo las ramas de actividades y el comercio, nuevas industrias empezaron a aparecer: tejedores, devanadores. En todas las calles y callejuelas se escuchaba el ruido de máquinas”, se afirma en otro tramo del escrito.
Al cumplir su primer cuarto de siglo, la entidad contaba con mil asociados. Sin embargo, este número distaba mucho de la magnitud que alcanzaría años después. La voluntad de propiciar herramientas financieras genuinas para el desarrollo de la comunidad era su motor. “Las reuniones del consejo duraban desde las 8 de la noche a las 2 de la mañana, no se iban hasta tratar la última solicitud de crédito”, señalaba uno de los consejeros de la primera época, Bernardo Weinstein, en una entrevista del Archivo Histórico del Cooperativismo de Crédito. Antes que el lucro, se buscaba satisfacer las necesidades de los asociados y contribuir a la construcción de una economía más justa y equitativa. Por ello se considera a la Primera Caja como un hito fundacional en la historia del movimiento de crédito nucleado en el Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos.[3]
En primera persona
“Entré a trabajar a la Primera Caja en 1958, siendo muy joven, y no me fui más”, dice Lydia Wisnicki, hoy miembro de la comisión de asociados de la filial Villa Crespo de Credicoop. Para entonces, recuerda, la Caja ya registraba una importante actividad y era una referencia indiscutida en el incipiente movimiento de las entidades solidarias de crédito. De hecho, fue una de las que formó parte del grupo de Cajas que inició el Instituto Movilizador, nacido en 1958. También había participado, en 1950, de la fundación de la Federación Argentina de Cooperativas de Crédito. Poco tiempo después de constituirse, la filial Buenos Aires del IMFC comenzaría a operar en el primer piso del edificio que ocupaba la Primera Caja en ese momento, en la calle Drago 440. Tobías Fainberg, Elías Zilber, Naum Segal, Meyer y Salomón Dubrovsky y León Kolbowsky, entre otros, fueron los dirigentes que forjaron desde allí su militancia en el movimiento cooperativo.
“La Primera Caja Mercantil era la caja más poderosa de ese entonces, era como un pequeño Banco Central de las cooperativas. Cuando una caja de crédito tenía dificultades recurría a la Primera Caja Mercantil para pedirle apoyo, préstamos. Y bueno, ahí jugamos un rol muy destacado empujando la creación del Instituto”, recordaba Elías Zilber en una entrevista del Archicoop. También describía la forma de operar de la entidad:
La comisión directiva determinaba los créditos. El gerente traía la carpeta de crédito a la mesa, decía el nombre de la persona, lo que pedía y daba alguna referencia, y como era gente de la zona, generalmente la conocíamos. El conocimiento personal era el elemento determinante. Decían: “¿Es bueno?, ¿lo conocen?, ¿qué hace?”. “Bueno” –se respondían–, “tiene un negocio, vende camisas. Y sí, es una persona honesta, yo lo conozco”. Prácticamente sin papelerío, se le entregaba inmediatamente el crédito, se le pedía una garantía, porque también había conciencia de que había que cuidar los dineros.
“Entré a la Primera Caja en enero de 1967, hasta 1971, cuando me fui a la cooperativa de Villa Lynch. Antes trabajé en el IMFC”, relata Natan Szklar, contador de la Caja. Recuerda una anécdota de aquellos días en que la entidad comenzaba a trascender las fronteras de la colectividad que le había dado origen. “Cuando venía una persona que no era judía y algún miembro de la comisión quería que esa persona obtuviera el crédito de todas formas, pronunciaban el nombre del candidato de manera que pareciera de la colectividad, para que los demás lo aceptaran. Se hacían las asambleas en idish. Después comenzaron a entrar integrantes de otros orígenes y eso se fue terminando”, recuerda.
Israel Lipszyc fue presidente de la Primera Caja en 1966 y es otro de los integrantes de la entidad que aún conserva un vínculo con el movimiento. “Yo ya estaba graduado de contador y a principios de 1964 me llevaron a una asamblea de la Caja; me proponen, me eligen. Primero hubo una resistencia porque no tenía antigüedad, en ese momento me acuerdo de que había pedido un crédito años atrás, entonces Pedro Axelrud, que era el gerente, buscó en las actas, me encontró, resultó que sí, yo era socio y fui electo presidente. Estuve hasta fines del 66, que me sacaron de la caja desmayado, tuve un infarto y no pude seguir”, relata.
La crisis de salud tuvo un motivo: como todo el movimiento cooperativo, la Primera Caja experimentó grandes dificultades a mediados de 1966, cuando estaba a punto de finalizar el imponente edificio ubicado en Corrientes 5233, de 104 locales comerciales y 92 departamentos. La obra, que finalmente pudo terminarse, fue la de mayor envergadura de la historia de la entidad, que se había constituido como cooperativa de crédito, consumo, edificación y vivienda. La imposición de normas restrictivas a la operatoria de las cajas cooperativas por parte del Gobierno de facto de Juan Carlos Onganía perjudicó seriamente a las cajas de todo el país.
“Uno de los primeros ataques –dice Lipszyc– fue en la universidad pública (en el episodio conocido como la ‘Noche de los bastones largos’), pero antes que eso, atentaron contra el movimiento cooperativo. Mediante acusaciones falsas, metieron presos a dirigentes del Instituto. La Primera Caja tenía 36 empleados, después del golpe del 66 quedaron cinco”. Oscar Guinsburg, asociado de aquella época, recordaba en una entrevista del Archivo Histórico que, como parte del hostigamiento de la dictadura militar, un sábado de 1969 fue allanado el local de la Caja porque lo habían prestado para realizar una peña folclórica. “Del primer Golpe, el del 66, recuerdo que todos los socios querían retirar la plata y había que contenerlos, estar. Sebastián Wolf, uno de los dirigentes de entonces, avalaba con sus bienes la garantía de que se les iban a devolver los depósitos”, recuerda Wisnicki.
Manuel Wolf, hijo de Sebastián, no olvida el compromiso de su padre con la institución. “Esta gente de la que estamos hablando, estos inmigrantes, eran gente tan abnegada, tan comprometida con lo social. Mi padre trabajaba en tres instituciones. En vez de ir a almorzar a casa iba a la cooperativa”. Manuel, que continúa con la empresa metalúrgica de su familia, tuvo su primera cuenta en la Caja a los 14 años.
Volver a empezar
Con el correr de los meses, se logró estabilizar los números, acercar a nuevos asociados y volver a tomar empleados. En 1967, Juan Carlos Junio ingresaba como cajero, luego sería ascendido a jefe de créditos y subgerente de la cooperativa. La vida cultural, por otra parte, era intensa: disertaron en la Caja el historiador Ricardo Callet Bois, el crítico de arte Héctor Cartier, los humoristas Caloi y Marcucci, el doctor Alfredo Bauer, la escritora Nira Etchenique y el poeta Raúl González Tuñón. También actuaron la cantante Mercedes Sosa, la actriz Inda Ledesma, el grupo de jazz de Rubén Barbieri. Se organizaban constantemente exposiciones, proyecciones de películas, encuentros y fiestas, se fundó un coro polifónico (hoy Coro Credicoop). Lydia Wisnicki destaca iniciativas como la creación de la comisión de damas. “Fue un avance para las mujeres de entonces, porque en vez de quedarse en su casa iban a la cooperativa y participaban, organizaban charlas, realmente fue un desarrollo para ellas también”.
Adelaida Mauriz fue otra de las empleadas incorporadas en esa época: “A mí me tomó Lydia en febrero de 1975, primero fui al IMFC a hablar con Rafael Szir y me dicen que me estaba esperando. Bajo y Lydia estaba con una inspección del Banco Central, enloquecida de trabajo, me miró y me dijo: ‘Empezás mañana’”. De aquellos años, en que la Caja tenía alrededor de ocho mil socios, Mauriz recuerda las posibilidades que la entidad brindó a muchos empleados, como comprar su primer auto o su primera casa. Susana Epztejn, incorporada al personal de la Caja en 1973, destaca la solidaridad y la camaradería que había entre compañeros: su hermano fue preso político en la dictadura de 1976 en la ciudad de Paraná y entre los trabajadores se hacían colectas para que ella pudiera viajar a visitarlo.
Más desafíos
Con la dictadura de 1976, volvieron las restricciones. Esta vez, la Ley de Entidades Financieras (en realidad un decreto dictatorial de 1977) exigía, entre otras cosas, capitales mínimos para las entidades que quisieran operar en el sistema bancario. Las cajas de crédito no contaban con el dinero requerido, entonces se optó por fusionar entidades para poder llegar al número exigido y transformarse en bancos.
“Fue una epopeya. Ese proceso no fue de un día para otro, en realidad la dictadura hizo todo lo posible para que desapareciéramos. Pusieron la norma de que había que juntar cerca de un millón de dólares de capital para que cada cooperativa fuera banco y los socios en esa época no tenían idea de qué era un dólar, un millón era imposible”, dice Gerardo Sevitz, que se había asociado a la Primera Caja desde muy joven. La fusión se dio con otras dos entidades de la zona: las cajas de crédito 11 de Septiembre y América del Sud. Entre las tres, dieron origen a la filial Villa Crespo de Credicoop, que, en 1979, veía la luz como banco cooperativo. Comenzaba un nuevo capítulo de la historia.
“No contaban con la astucia de dirigentes como Floreal Gorini, que planteó que la única posibilidad de salida era la fusión de una cantidad de cajas para juntar el capital que exigía el Banco Central. Eso nos permitió seguir. Hasta hoy me encuentro con gente que me dice ‘gracias a la cooperativa me hice la fábrica, me compré la casa, me desarrollé, hice estudiar a mis hijos’, todo a partir de ese crédito pequeño. Hay asociados que son la tercera o cuarta generación que tiene cuenta acá”, dice Wisnicki. La esforzada siembra de aquellos pioneros, finalmente, dio sus frutos.
Memoria e identidad[4]
Daniel Plotinsky[5]
La historia se escribe desde y para el presente. Por eso, todo movimiento social requiere para completar su identidad construir un hito fundacional. Para el cooperativismo, es la creación de la “primera” entidad en Rochdale, Inglaterra, en 1844.
No importa que sus fundadores se sirvieran de experiencias cooperativas anteriores que no habían resultado efectivas y tomaran como ejemplo reglamentaciones de otro tipo de instituciones solidarias. El cooperativismo, como hoy lo conocemos, nació en Rochdale.
La Primera Caja Mercantil cumple ese rol fundacional identitario para quienes integramos el movimiento cooperativo nucleado en el Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos.
No importa que en nuestro país hayan existido otras experiencias de crédito cooperativo desde fines del siglo XIX, ni que la propia entidad haya sido producto de un proceso en el que sus fundadores y fundadoras “buscaron caminos para esclarecerse a sí mismos qué clase de institución querían construir”. Por eso, el 2 de febrero de 1918 es la fecha oficial de la fundación de una cooperativa y, al mismo tiempo, de una concepción del cooperativismo que nos identifica. Por eso, todos y todas celebramos este centenario, porque desde ahí construimos nuestra memoria.
Lxs jóvenes inmigrantes que fundaron la Primera Caja buscaban no solo una fuente de financiamiento para desarrollar su actividad económica, adquirir productos, o resolver un problema familiar. Buscaban también un ámbito donde compartir sus intereses, sus preocupaciones y sus visiones del futuro, ya que todxs ellxs adherían a diferentes variantes del pensamiento solidario, socialista, humanista y revolucionario.
Floreal Gorini afirmaba que existen dos clases de cooperativistas. Están quienes –aplicando más formal que realmente los principios solidarios– entienden que las cooperativas son solo otra forma de organización empresarial, que permite resolver algunas necesidades de sus asociadxs. Son cooperativas genuinas, pero que terminan mimetizándose con el sistema capitalista. Y estamos quienes entendemos que, además de resolver esas necesidades, las cooperativas deben ser también –y principalmente– una herramienta que aporte a la transformación de una sociedad que consideramos injusta.
En este sentido, la Primera Caja Mercantil fue aportando a la construcción de esa visión del cooperativismo, que se percibe a sí mismo como un movimiento económico-social en el que cada cooperativa debe, de manera simultánea e inseparable, ser una empresa económicamente eficiente y una organización social que aporte al desarrollo del país para transformar en un sentido progresista su estructura económica y social.
Paralelamente, y luego de la creación del IMFC en 1958 –de la que lxs dirigentes de la Primera Caja fueron activxs promotorxs–, se fue constituyendo, en íntima relación con aquella concepción del cooperativismo, un sujeto social que la hizo propia, por lo que construyó su identidad como una forma de compromiso sociopolítico. Y fue desde esa concepción que se encargó de gestionar y administrar colectivamente las entidades, preservando la unidad de criterio.
Las cajas de crédito que se desplegaron por todo el territorio nacional impulsadas por el IMFC fueron actualizando, completando y enriqueciendo esas concepciones fundacionales. La experiencia de los bancos cooperativos, en particular la del Banco Credicoop, demuestra que es posible desarrollar grandes entidades cooperativas comprometidas con las transformaciones sociales, eficientes, competitivas y gestionadas democráticamente.
El movimiento cooperativo se encuentra hoy –en un mundo adverso y globalizado– frente a una particular situación histórica, que le requiere actuar con cautela y audacia ya que es imposible que sobreviva con respuestas inerciales, reactivas, pasivas o apolíticas. La única opción es avanzar y ocupar nuevas posiciones, pero desde el tesoro de nuestra experiencia. En eso estamos. Hoy, cuando preservar la memoria colectiva es una actitud política, nuestro movimiento cooperativo cumple 100 años. Celebremos y felicitémonos por seguir buscando transformar la sociedad.
Los orígenes del cooperativismo argentino[6]
Daniel Plotinsky
Las cajas de crédito
Las cajas de crédito, también llamadas sociedades de crédito cooperativo, cajas populares o cooperativas de crédito, nacieron a principios del siglo XX como entidades mutuales de la colectividad judía ashkenazi procedente de Europa oriental, en las cuales se nucleaban los y las inmigrantes de acuerdo a su actividad económica o su lugar de origen.[7] Estos inmigrantes se instalaron fundamentalmente en las colonias agrícolas y en las grandes ciudades del país, donde se desempeñaron como artesanos, obreros o pequeños comerciantes e industriales.[8]
El primer ensayo registrado de este tipo de entidad fue la Cooperativa de Crédito La Capilla[9] (Entre Ríos), creada en 1913 por comerciantes y artesanos e impulsada por funcionarios de Fondo Comunal, una cooperativa agraria fundada en el norte entrerriano por colonos de la Jewish Colonization Association. El éxito de esta cooperativa estimuló la rápida creación de otras en diferentes localidades de la provincia, pero algunas de ellas se transformaron en bancos agrícolas regionales durante la década del 20 y, al crearse en 1934 el Banco de la Provincia de Entre Ríos, las restantes se fueron integrando al mismo como sucursales. A partir de 1940, solo la Caja de Créditos de Villa Clara se mantuvo como tal.[10]
La primera experiencia netamente urbana se desarrolló en el barrio porteño de Villa Crespo, donde, en 1918, se constituyó la Primera Caja Mercantil. Rápidamente, las instituciones se multiplicaron en diferentes barrios y localidades del Gran Buenos Aires, y más lentamente en algunas otras ciudades. En los primeros momentos, estas entidades tuvieron un funcionamiento informal organizado en torno a un farein,[11] y se ocupaban de juntar dinero entre los inmigrantes ya asentados para entregarles herramientas, mercadería e incluso ropa y comida a los recién llegados. Esta ayuda no se devolvía, sino que, cuando los beneficiarios podían, comenzaban a aportar para ayudar a quienes iban a arribar próximamente.[12]
La mayoría de estas cajas de crédito funcionaba en horario nocturno, en el domicilio personal o comercial de algunx de sus asociadxs o en el interior de una institución comunitaria. Sostenían, además, la actividad de esas instituciones: bibliotecas, escuelas, clubes, hospitales, etc. Paulatinamente, y en la medida en que sus miembros iban desarrollándose económicamente, las Cajas empezaron a funcionar con capital propio o formas inorgánicas de ahorro, mezclando características cooperativas y mutuales para cubrir las necesidades financieras de la actividad artesanal y comercial de sus asociados y asociadas.[13] Si bien es difícil precisar el número exacto de entidades que se crearon en esos años, diecisiete de ellas solicitaron su personería jurídica en el marco de la ley Nº 11.380 entre 1927 y 1935.
Hasta fines de la década del 40, las cajas de crédito tuvieron un lento crecimiento vegetativo y una restringida participación en el cooperativismo argentino. Su operatoria distaba mucho de la bancaria, ya que no operaban con cuentas corrientes o sistemas similares ni realizaban compra o negociación de valores. Los fondos eran depositados en cajas de ahorro y podía disponerse de ellos únicamente con la presencia personal del asociado o asociada en la entidad, mediante la libreta de ahorros. Por tal motivo, no brindaban tampoco una asistencia crediticia significativa, ya que las disponibilidades eran muy escasas pues provenían de esos depósitos o de contribuciones de buena voluntad que hacían algunos o algunas de sus integrantes. Los préstamos eran casi exclusivamente de ayuda social, en un marco muy cercano a la filantropía.[14]
La consolidación del movimiento cooperativo argentino. El cooperativismo de crédito
A fines de la década del 40, las cooperativas de crédito tenían una restringida participación en el cooperativismo argentino. Según las estadísticas del Servicio Nacional de Cooperativas, representaban, en 1936, el 8,12% de las entidades y el 7,8% del total de los asociados y de las asociadas y, en 1940, el 9,75% y el 8,35%, respectivamente.
Además, si se comparan los $ 4.300.000 de capital social de las 63 entidades existentes en 1940, con los $ 19.300.000 de capital que poseían las entidades de crédito cooperativo en 1925, queda claro el impacto negativo que tuvo para el sector la transformación en sociedades anónimas de los quince bancos cooperativos existentes antes de la sanción de la ley Nº 11.388.[15] Por eso, desde mediados de la década del 40 la presencia más significativa en el sector financiero estaba representada por las cajas de crédito que, como vimos, habían nacido a principios del siglo XX en el seno de la colectividad judía como una forma de organización social solidaria.
A diferencia de gran parte de las asociaciones de ayuda mutua desarrolladas en el país, el cooperativismo de crédito se caracterizó en sus inicios por una impronta anticapitalista y por la adhesión de sus miembros a diferentes variantes del pensamiento solidario, socialista, humanista y revolucionario.[16]
Un libro editado en 1943 por la Primera Caja Mercantil, que conmemoraba su 25º aniversario, es elocuente al definir quienes habían sido sus fundadores:
Un cuarto de siglo atrás, se reunieron jóvenes judíos y fundaron una sociedad de ayuda mutua en Villa Crespo. (…) En las palabras y los argumentos de muchos socios se escucha el tono de organizaciones por las que los jóvenes pasaron en el viejo hogar. Todos hablan de altos principios éticos de la humanidad, traen citas de libros y dicen pensamientos de escritores rusos. Se ve gente joven con ideales, gente que se avergüenza de comerciar pero que vive de su trabajo.[17]
En este contexto, las entidades atendían las urgencias financieras de sus miembros, contribuían a los gastos comunitarios y, además, respondían a las diversas corrientes ideológicas y políticas que surgieron dentro del judaísmo argentino. A la división entre tradicionalistas y progresistas se le fueron sumando otras subdivisiones al interior de cada sector, las que fueron constituyendo en muchos casos sus propias instituciones.[18]
Paralelamente, y si se toma como referencia la operatoria de aquellas instituciones, se fueron creando algunas pocas cooperativas de crédito que conformaron una experiencia diferente, constituidas por obreros o vecinos ya organizados a partir de algún tipo de reivindicación o necesidad local. La Caja Económica Popular Argentina (CEPA), fundada en 1939 en la localidad de Remedios de Escalada (Buenos Aires), es un ejemplo representativo, ya que la fundan obreros y empleados ferroviarios.[19]
A partir de la década del 40, las cajas de crédito comenzaron a reflejar el desarrollo económico que se producía en nuestro país, lo que originó un pequeño crecimiento y una diversificación de los sectores atendidos.
La mencionada publicación de la Primera Caja Mercantil describe cómo se expresaba ese desarrollo en su barrio:
La comunidad judía en Villa Crespo empezó a ser más densa. La cantidad de oficios, fabriquitas y negocios crecieron con el correr de los años. Grupos de nuevos inmigrantes empezaron a llegar y a buscar en que ocuparse. Se hicieron más grandes los trabajadores y el comercio, y nuevas ramas de la industria empezaron a brotar: tejedores manuales e industriales. En todas las calles y callecitas se escuchaba el ruido de máquinas. El hombre de trabajo y el pequeño comerciante necesitaban préstamos, y los obtuvieron en condiciones liberales. El primer banco judío en Villa Crespo progresó y empezó a tener una importante posición.[20]
El ascenso a niveles socioeconómicos superiores de los sectores que habían creado las cooperativas de crédito para su operatoria financiera aumentó las disponibilidades y la capacidad prestable de estas, pero a su vez planteó la necesidad de contar con una operatoria más ágil, que a través de una cuenta a la vista permitiera captar el dinero transaccional.[21] Como parte de ese crecimiento institucional y operativo, en noviembre de 1950, catorce entidades crearon la Federación Argentina de Cooperativas de Crédito (FACC), que obtuvo su personería jurídica en diciembre de 1951. De las entidades fundadoras, once operaban en la Ciudad de Buenos Aires, una en el conurbano y dos en la ciudad de Santa Fe.[22]
Sus objetivos eran constituirse en el órgano central de las cooperativas de crédito de todo el país, promover su desarrollo, impulsar la asistencia financiera a la actividad productiva, difundir la función social del cooperativismo de crédito ante la opinión pública, defender los intereses de sus asociadas ante las autoridades nacionales y estrechar lazos con las distintas federaciones cooperativas del país y del mundo.[23]
Más allá de estos objetivos expresos, la FACC privilegió el desarrollo económico de sus asociadas, al adoptar la prescindencia política como una de sus posturas básicas y plantear la necesidad de respetar a las autoridades políticas imperantes, más allá del signo partidario que sustentaran e incluso de su legitimidad.[24]
Al fundarse, en noviembre de 1958, el Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos, existían en el país 197 cajas de crédito, de las cuales 124 actuaban en el ámbito del Gran Buenos Aires.[25] En ese momento, la Federación Argentina de Cooperativas de Crédito aglutinaba a 94 entidades, 79 de las cuales operaban en la Ciudad de Buenos Aires y su conurbano.[26]
Bibliografía
Botín, Emilio. Factores que se oponen al desarrollo de la cooperación. Escuela de Cooperación. Curso año 1942. Buenos Aires: Federación Argentina de Cooperativas de Consumo, 1943.
Brauner, Susana. “La Federación Argentina de Cooperativas de Crédito y sus prácticas políticas, 1950-1966”, en: Revista electrónica OIDLES. Vol. 1, Nº 1. Málaga, septiembre, 2007. Disponible en: http://www.eumed.net/rev/oidles/01/Brauner.htm, última fecha de acceso: 15 de diciembre de 2012.
--- Ortodoxia religiosa y pragmatismo político. Los judíos de origen sirio. Buenos Aires: Lumiere, 2009.
Dirección Nacional de Cooperativas. Síntesis estadística de las sociedades cooperativas. Ley Nº 11.388. 1959 a 1967.
Federación Argentina de Cooperativas de Créditos. Memoria y balance general. VIII ejercicio. Buenos Aires, 1959.
Feierstein, Ricardo. Historia de los judíos argentinos. Buenos Aires: Planeta, 1993.
Grela, Plácido. Cooperativismo y monopolio. Buenos Aires: Platina, 1965.
Kreimer, Jaime. Aportes de la colectividad judía al cooperativismo nacional. Rosario: Centro Cultural Israelita de Rosario, 1984.
Liebermann, José. Los judíos en la Argentina. Buenos Aires: Libra, 1966.
López, Celia Gladys. La fuerza del ideal. Historia del cooperativismo agrario entrerriano y su proyección nacional. 1900-1970. Concepción del Uruguay: editado por el autor, 2008.
Mizrahi, Mauricio Luis. Cooperativas de crédito. Naturaleza. Desarrollo. Régimen Legal. Propuestas de cambio. Buenos Aires: Depalma, 1976.
Primera Caja Mercantil. 25 años. Original en idish. Traducción realizada por Bernardo Katz para el Archivo Histórico del Cooperativismo de Crédito. Buenos Aires, 1943.
Rusconi, Amero. Sobre la cooperación. Buenos Aires: Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos, 1980.
Schujman, León. “El cooperativismo de crédito y su aporte al desarrollo”, en: Revista Idelcoop. Nº 21. Buenos Aires, 1979, pp. 173-197. Disponible en: https://www.idelcoop.org.ar/revista/21/cooperativismo-credito-y-su-aport..., última fecha de acceso: 15 de junio de 2017.
Entrevistas
1) Acervo del Archivo Oral del Archivo Histórico del Cooperativismo de Crédito Asociación Civil (www.archicoop.org.ar). Entrevistador y transcriptor: Daniel Plotinsky.
Blutrach, Jacobo. Dirigente de Villa Lynch C. de C.L. (Villa Lynch, Buenos Aires). Entrevista realizada el 21 de octubre de 1998 en la Ciudad de Buenos Aires.
Chaia, Salomón. Dirigente de 11 de Setiembre C. de C.L. y Cooperativa Flores Centro de Crédito Ltda. (Ciudad de Buenos Aires). Entrevista realizada el 14 de agosto de 1996 en la Ciudad de Buenos Aires.
Crippa, Eduardo Enrique. Dirigente de Caja Económica Popular Argentina (Remedios de Escalada, Buenos Aires). Entrevista realizada el 12 de octubre de 1996 en Remedios de Escalada, Buenos Aires.
Cwaigemberg, Harry. Dirigente de Caja Popular Villa Mitre SCL y Maturín S.C. de C.L. (Ciudad de Buenos Aires). Entrevista realizada el 26 de junio de 1996 en la Ciudad de Buenos Aires.
Guinsburg, Oscar. Dirigente de Primera Caja Mercantil C. de C.L. (Ciudad de Buenos Aires). Entrevista realizada el 25 de julio de 1996 en la Ciudad de Buenos Aires.
Guinzburg, Jacobo. Dirigente de Villa Pueyrredón SCL (Ciudad de Buenos Aires). Entrevista realizada el 1º de octubre de 1998 en la Ciudad de Buenos Aires.
Imen, Mauricio. Dirigente de Caja Popular Villa Ortúzar SCL (Ciudad de Buenos Aires). Entrevista realizada el 28 de octubre de 1999 en la Ciudad de Buenos Aires.
Sepliarsky, Jaime. Dirigente de Caja Popular Villa Mitre SCL (Ciudad de Buenos Aires). Entrevistas realizadas el 10 de julio de 1996 y 12 de octubre de 2007 en la Ciudad de Buenos Aires.
Szir, Marcos. Dirigente de Cabildo Norte SCL (Ciudad de Buenos Aires). Entrevista realizada el 25 de febrero de 1998 en la Ciudad de Buenos Aires.
Waichman, Natalio. Dirigente de El Libertador S.C. de C.L. (Ciudad de Buenos Aires). Entrevista realizada el 12 de noviembre de 1996 en la Ciudad de Buenos Aires.
Weinstein, Bernardo. Dirigente de América del Sud C. de C.L. (Ciudad de Buenos Aires). Entrevista realizada el 7 de diciembre de 1996 en la Ciudad de Buenos Aires.
Zaritzky, Mauricio. Dirigente de Sociedad Cooperativa de Crédito Parque Chacabuco Ltda. (Ciudad de Buenos Aires). Entrevista realizada el 31 de octubre de 1996 en la Ciudad de Buenos Aires.
2) Acervo del Archivo de la Palabra del Centro de Documentación e Información sobre Judaísmo Argentino Marc Turkow (AMIA). Entrevistador: Efraím Zadoff, s.d. transcriptor.
Kapelusnik, Nahum. Dirigente de Cooperativa de Créditos La Central (Avellaneda, Buenos Aires). Entrevista realizada el 12 de marzo de 1973, s.d. lugar de realización.
[1] Publicado como nota de tapa en Acción Nº 1.236, segunda quincena de febrero, 2018.
[2] Prosecretaria de redacción de Acción. Correo electrónico: coragiordana@gmail.com
[3] Ver apartado “Memoria e identidad”.
[4] Publicada como columna de opinión en Acción, Nº 1.236, segunda quincena de febrero, 2018.
[5] Director del Archivo Histórico del Cooperativismo de Crédito. Correo electrónico: director@archicoop.org.ar
[6] Fragmentos del libro El dinero de los argentinos en manos argentinas. Historia del cooperativismo de crédito, Buenos Aires: Ediciones Idelcoop, 2018.
[7] En el libro se las designará “cajas de crédito”, nombre asumido por la mayor parte de las entidades y que fue el elegido por la normativa estatal en 1969. La Ley Nº 18.061/69 de Entidades Financieras incluía a las cajas de crédito en el rubro “otras entidades financieras”, bajo supervisión del BCRA y la Dirección Nacional de Cooperativas (DNC). A las entidades que no intermediaban en el sistema abierto, se les asignaba la categoría de cooperativas de crédito y quedaban bajo la sola supervisión de la DNC.
[8] Weinstein, entrevista (1996); Liebermann (1966) , Rusconi (1980) y Feierstein (1993).
[9] En la localidad actualmente denominada Ing. Sajaroff, en homenaje a un pionero del cooperativismo.
[10] Grela (1965), 76-77; y López (2008).
[11] Land farein, en idish: asociación de inmigrantes judíos organizados por su origen territorial, que se encargaban de recibir y ayudar a quienes llegaban desde esa misma procedencia.
[12] Zaritzky (1996), Guinsburg (1996) y Sepliarsky (1996), entrevistas; y Kreimer (1984).
[13] Kapelusnik (1973) y Waichman (1996), entrevistas.
[14] Mizrahi (1976), 40.
[15] Botín (1943), 67-68.
[16] Cwaigemberg (1996), Chaia (1996), Blutrach (1998), Szir (1998) e Imen (1999), entrevistas; y Brauner (2009).
[17] Primera Caja Mercantil (1943), 5-7.
[18] Kreimer, op. cit., 6.
[19] Crippa, entrevista (1996).
[20] Primera Caja Mercantil, op. cit., 5-7.
[21] Schujman (1979), 178-179.
[22] Las entidades fundadoras fueron: Caja de Créditos El Sol Coop. Ltda, Caja del Once Soc. Coop. Ltda., Caja Popular Villa Crespo SCL, Caja Popular Villa Mitre SCL, Cooperativa de Caballito SCL, Cooperativa de Villa Crespo SCL, La Unión Soc. Coop. de Créditos, Caja Comercial Coop. de Créditos Ltda. y Primera Caja Mercantil Coop. de Créditos Ltda. de la Ciudad de Buenos Aires; Sociedad Cooperativa de Crédito Ltda. de Lomas de Zamora (provincia de Buenos Aires); y Cooperativa Popular de Crédito Ltda. y Sociedad Cooperativa y Mutual Ferroviaria de Santa Fe Ltda. (Santa Fe). FACC. Memoria y balance (1959), 24.
[23] FACC. Memoria y balance general (1959), 7.
[24] Brauner (2007 y 2009).
[25] Dirección Nacional de Cooperativas (1961).
[26] FACC. Memoria y balance general (1959).
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