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REFLEXIONES Y DEBATES
La flora nativa como el bien común de los apicultores del noroeste de Córdoba. Desafíos para su gestión
Número 221 / Año 2017 / Por Barreda, Miguel - Barberena, Clemencia - Molina Ortiz, Sara - Ledesma, Sandra
La apicultura en el noroeste de la provincia de Córdoba depende de la flora nativa y los apicultores familiares dependen de su capacidad de asociarse. Ambos conceptos van de la mano y ha sido el camino recorrido por los apicultores de la región al fundar cooperativas y al trabajar arduamente para preservar ese bien común. El objetivo de este artículo es analizar el vínculo existente entre el modelo de gestión colectivo que se desarrolló en la zona para agregar valor mediante la caracterización de las mieles y su posterior comercialización, y la defensa y preservación de la flora nativa de la región así como los desafíos para que este proceso sea de sinergia. Los procesos temporales y de actividades que se describen se pueden explicitar en tres fases. La formación de referentes, la formación de cooperativas y el fortalecimiento del entramado territorial apícola. Finalmente, a modo de conclusión, proponemos algunas estrategias técnicas, metodológicas y organizativas tales como el manejo integral del monte nativo, el ordenamiento territorial, el asociativismo y cooperativismo, los espacios multiactorales, el trabajo interinstitucional territorial y articulación publica privada, entre otros, como herramientas que contribuyen a que esta actividad sea sustentable en el tiempo y los productores mejoren su calidad de vida.
"The native flora as the common good of the bee-keepers of the northwest of the province of Córdoba. Management challenges". Bee-keeping in the northwest of the province of Córdoba depends on the native flora, and local family bee-keepers depend on their own ability to group themselves together. Both concepts go hand in hand and illustrate the path taken by the bee-keepers of the region when they created cooperatives and started to work hard to keep that common good. The purpose of this article is to analyze the collective management model that was developed in the area in order to add value to the work by means of the characterization of the different types of honey which are then sold, and the defense and preservation of the native flora of the region, as well as the challenges that they face to make it a synergistic process. The time and activity processes described here can be explained in three stages: the creation of guidelines, the creation of co-operatives and the strengthening of the land network for bee-keeping. Finally, and as a conclusion, we propose some technical, methodological, and organizational strategies, such as the general management of the native forest, spatial planning, associativism and co-operativism, multi-actor spaces, territorial inter-institutional work, and public-private articulation, among others, as tools that can help bee-keeping become a sustainable activity in time, and also improve bee-keeper’s quality of life.
"A flora nativa como bem comum dos apicultores do noroeste de Córdoba. Desafios para a gestão". A apicultura no noroeste da província de Córdoba depende da flora nativa e os apicultores familiares dependem de sua capacidade de se associarem. Ambos os conceitos vão de mãos dadas e esse foi o caminho percorrido pelos apicultores da região com a fundação das cooperativas e o trabalho árduo para preservar esse bem comum. O objetivo deste artigo é analisar o vínculo que existe entre o modelo coletivo de gestão implementado na zona para agregar valor por meio da caracterização dos méis e a posterior comercialização, e a defesa e preservação da flora nativa da região bem como os desafios para que este processo seja de sinergia. Os processos temporais e de atividades descritos podem ser explicitados em três fases: a formação de referentes, a formação de cooperativas e o fortalecimento da estrutura territorial apícola. Finalmente, e para concluir, propomos algumas estratégias técnicas, metodológicas e organizativas como o manejo integrado do monte nativo, o ordenamento territorial, o associativismo e o cooperativismo, os espaços com diversos atores, o trabalho interinstitucional territorial e a articulação do setor público e do privado, entre outros, como ferramentas que contribuem para que esta atividade seja sustentável no tempo e os produtores melhorem a qualidade de vida.
Revista Idelcoop, nº 221, marzo 2017. ISSN 0327-1919 / Sección Reflexiones y Debates
Instituto de la Cooperación. Fundación de Educación, Investigación y Asistencia Técnica- IDELCOOP
 

La flora nativa como el bien común de los apicultores del noroeste de Córdoba

Desafíos para su gestión

 

Miguel Barreda,[1] Clemencia Barberena,[2] Sara Molina Ortiz[3] y Sandra Ledesma[4]

 

Artículo arbitrado:

Fecha de recepción: 04/08/2016

Fecha de aprobación: 22/02/2017

 

El arco noroeste de la provincia de Córdoba abarca los departamentos de San Alberto, San Javier, Pocho, Minas, Cruz del Eje, Punilla, Ischilín, Tulumba, Sobremonte y Río Seco –pertenece al extremo sur de la región fitogeográfica del Gran Chaco Sudamericano– y ocupa aproximadamente 1.141.000 km2. Es la segunda región boscosa más extensa de América del Sur después de la selva amazónica.

Según datos de Naumann,[5] esta gran región se encuentra en un 59% en la Argentina, el 23% en Paraguay, el 13% en Bolivia y el 5% en Brasil, y en ella existen especies arbóreas como quebracho blanco y colorado (schinopsis lorentzii y aspidosperma), algarrobos (prosopis spp.), mistol (ziziphus mistol) y chañar (geoffroea decorticans); arbustivas como jarilla (larrea divaricata), chilca (baccharis spp.), tintinaco (prosopis torquata), garabato macho (acacia furcatispina), garabato hembra (acacia praecox), pichanilla (senna aphylla) y herbáceas como incayuyo (lippia integrifolia), palo amarillo (aloysia gratissima), poleo (lippia turbinata) y té de burro (aloysia polystachya).

La pertenencia a esta gran ecorregión la hace rica en biodiversidad y especialmente en flora nativa que es la fuente de recursos naturales para la apicultura en la región, llamada en el noroeste de Córdoba “apicultura de monte nativo”.

Las mieles que se producen allí tienen el mayor contenido polínico del centro de Argentina, característica que le confiere una alta calidad nutritiva y terapéutica, al igual que el polen y los propóleos. A su vez, la variedad existente hace que se las puedan caracterizar y comercializar como uniflorales o multiflorales. Esta es una práctica común de los apicultores al realizar cosechas diferenciadas de mieles uniflorales de algarrobo, mistol, chañar, jarilla, y chilca.

Si bien, históricamente, la región se ha caracterizado por tener baja productividad en miel (20-25 kg-colmenas-año) en comparación con los rendimientos obtenidos en la zona productora núcleo (50-70 kg-colmena-año), las transformaciones que se dieron en las distintas regiones del país en las últimas décadas, fundamentalmente por la expansión de la frontera agropecuaria y la intensificación de la producción, provocaron cambios en la actividad agropecuaria así como en las formas de acceso y uso de los recursos naturales.[6]

En consecuencia, la zona núcleo disminuyó drásticamente su productividad en kilos de miel y un alto porcentaje de apicultores debieron abandonar su actividad. Esta situación  otorgó mayor preeminencia a los sistemas productivos del noroeste debido a la demanda que provocó tanto en formación de la producción primaria como en la diversificación de productos apícolas, alternativas de agregados de valor y comercialización. Esta demanda inusitada generó la necesidad, por parte de los productores involucrados en la actividad, de preservar la flora nativa que le confiere las características únicas a la mieles de la región.

El objetivo de este artículo es analizar el vínculo existente entre el modelo de gestión colectivo que se desarrolló en la zona para agregar valor mediante la caracterización de las mieles y su posterior comercialización, y la defensa y preservación de la flora nativa de la región así como los desafíos para que este proceso sea de sinergia. En este punto, se hace necesario definir a los bienes comunes, categoría que está en discusión, es decir, se habla de un concepto en permanente construcción, deconstrucción y reconstrucción.[7]

El proyecto “Bienes comunes” de la UBA considera que cuando hablamos de ellos no hablamos ni de bienes privados ni de bienes públicos. Constituyen una tercera modalidad que presenta algunas características que los hace diferenciales, por ejemplo: se usan colectivamente, pueden llegar a ser utilizados por todos los sujetos y actores de la sociedad; no pueden ser gestionados con criterios de racionalidad individual ni la ganancia establecerse como fin último; y no pueden ser propiedad privada.

Gutiérrez y Mora[8] sostienen que los bienes comunes están basados en un sistema de autogestión y derechos de consenso para controlar el acceso a un recurso y su utilización; tienen límites bien definidos; y están sometidos a reglas comprendidas por sus participantes. La gente que participa en un bien común tiene una comprensión social compartida de quién tiene derecho de usar los recursos y en qué condiciones. En este sentido, bien común es una forma de propiedad y si se construyen las estructuras adecuadas, no tiene por qué terminar necesariamente en la desaparición de los mismos.

Es Fikret Berkes[9] quien señala que los bienes comunes cumplen cinco funciones en las comunidades: 1) son medios de vida en tanto garanticen el acceso equitativo de las personas en la comunidad; 2) ayudan en la resolución de conflictos sobre el uso y aprovechamiento del bien, ya que colabora en el establecimiento de reglas y en la aprobación de las mismas; 3) facilita la creación de estas reglas, ya que aquellos que conviven tienen una cultura en común; 4) permite la conservación del recurso hasta llevarlo a la autosuficiencia necesaria para la supervivencia, tanto del recurso como de la comunidad; y por último, 5) todo lo expuesto se ve reflejado en la herencia del recurso de generación en generación que evita su agotamiento.

La flora nativa como un bien común resulta ser transversal y esencial en todas las fases de producción. El beneficio que un apicultor obtiene de ella se materializa junto al de los demás, no en contra ni prescindiendo de los otros, por lo que si el bien –la flora nativa– es común, también la planificación y la gestión deben serlo. Esta gestión colectiva de la flora nativa requiere de organización y Schein[10] la define como la coordinación planificada de las actividades de un grupo de personas para procurar el logro de un objetivo común, a través de la división del trabajo y funciones, y a través de una jerarquía de autoridad y responsabilidad. Y es en este proceso en donde se manifiesta la enorme vinculación que existe entre la apicultura de monte nativo con el mundo cooperativo. Asimismo, Bollier[11] enfatiza que los bienes comunes responden a un nuevo paradigma “para la creación de valor y la organización de una comunidad de intereses compartidos (…) por el cual nuevos tipos de grupos autoorganizados pueden reunirse y ejercer nuevas formas de ciudadanía”. La estrategia colectiva de los apicultores vinculada a la defensa y a la preservación del monte nativo se plasma en acciones concretas, como conformación y funcionamiento de la Mesa Apícola del Noroeste con modalidad delegativa, trabajo interinstitucional de obtención de la indicación geográfica y la denominación de origen, de “mieles de monte nativo del noroeste de Córdoba”, talleres participativos de ordenamiento territorial, y la participación en espacios de discusión y afianzamiento de criterios de la Ley de Bosques provincial. Asimismo, la participación en espacios de difusión y la concientización del monte nativo como bien de uso común en eventos como la “Semana de la miel” y la “Fiesta provincial de la miel”, se realizan desde la Mesa apícola y no desde las cooperativas-asociaciones individualmente.

Si bien el apicultor familiar tiene la característica de generar un vínculo con sus colmenas y los criterios de manejo del apiario se adecuan a cada uno según las zonas –los tiempos disponibles, la edad y el género–, otras actividades –como la compra de insumos y la venta de productos– requieren de acciones colectivas para conseguir mayores beneficios por lo que este camino lleva a la práctica de empezar a tomar decisiones en conjunto. Lo descrito anteriormente, junto a las políticas públicas implementadas que permitieron el acceso a los financiamientos de manera asociada entre productores, llevó a que los apicultores se agruparan y formaran sus propias cooperativas, e iniciaron así un camino que fue acompañado por diversas instituciones.

Los procesos temporales y las actividades que describiremos se pueden explicitar en tres fases: la formación de referentes, la formación de cooperativas y el fortalecimiento del entramado territorial apícola.

Inicialmente, los apicultores participaban esporádicamente en reuniones para solucionar problemáticas particulares a partir de las cuales se comenzaba a trabajar por cercanía geográfica en sistemas de asistencia técnica y capacitación.

En el año 1983, se generaron espacios cooperativistas para jóvenes en escuelas agropecuarias en el noroeste de la provincia de Córdoba. En la década del 90, existían en esta región siete grupos del programa “Cambio rural”[12] y cinco grupos apícolas del ex “Programa social agropecuario”,[13] de los que surgieron referentes locales que son el vínculo con las instituciones. En el transcurso del 2004, con apoyo de Cáritas Argentina,  jóvenes de la zona accedieron a financiamiento para insumos, maquinarias, herramientas y acompañamiento técnico y se consolidaron los grupos de jóvenes. Este proceso iniciado permitió que los apicultores de San Marcos Sierra, Cruz del Eje, Ischilin, Deán Funes, San Carlos Minas, Sebastián Elcano, Villa de Soto, Serrezuela y Guanaco Muerto afianzaran los procesos sociorganizativos y constituyeran las cooperativas apícolas que luego pudieron acceder a subsidios para mejorar la infraestructura de las salas de extracción, la adquisición de equipamiento para aumentar la producción o la incorporación de nuevos productos, así como la capacidad de fortalecer la gestión de las mismas.

Otro hecho a destacar fue la vinculación entre las cooperativas y la participación activa en federaciones como la Federación Argentina de Cooperativas Apícolas y Agropecuarias Limitada (FACAAL) y la Federación de Cooperativas Apícolas (FECOAPI). Esto resultó en una mayor complejidad en la interacción y una mayor madurez de los integrantes.

La tercera etapa que identificamos en la apicultura del monte nativo lo constituye el denso entramado territorial en el que están insertos los apicultores de la región a través de los grupos de cambio rural, organizaciones campesinas y estudiantiles, cooperativas, federaciones y los profesionales y técnicos del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), del Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI), la SubSecretaria de Agricultura Familiar (SAF), universidades, ministerios, tanto nacionales como provinciales, etcétera. Esto ha permitido que las convocatorias a diversas actividades sean más amplias y participativas. Se destacan los encuentros de apicultores de monte nativo del noroeste de Córdoba, realizados con una convocatoria superior a 120 participantes que fortalecieron el intercambio y actualización en diversos temas así como la generación de grupos de discusión a partir de los cuales se han desarrollado documentos como “Ordenamiento territorial”; los cursos de producción orgánica de miel, impulsados por PROCAL[14], que abrió nuevas posibilidades a la apicultura del monte nativo, al impulsar el valor agregado de la miel.

Se han dictado talleres específicos cuyo objetivo es rescatar una práctica de recuperación de cera, y se han utilizado tecnologías apropiadas dictadas por el INTI de “Buenas prácticas en la producción de cera de abejas”, así como cursos de iniciación apícola en los departamentos de Ischilin, Punilla y Cruz del Eje y varias jornadas de actualización apícola con el INTA. Se trabajó en el fortalecimiento de los recursos productivos apícolas a través de compras conjuntas de núcleos, material inerte y maquinarias y herramientas. Se han desarrollado dos Unidades Demostrativas Apícolas con adecuación del sendero tecnológico propuesto por PROAPI-INTA a la apicultura del monte nativo. También es de remarcar el trabajo en conjunto que la Cooperativa de Villa de Soto y el programa ApiTEC de INTI en la adecuación de la sala de extracción y fraccionamiento de miel en el marco de los proyectos EVA de la FACAAL que se ejecutan con el financiamiento del Ministerio de Trabajo de la Nación.

En la actualidad, se está elaborando con el Ministerio de Agroindustria de la Nación el formulario para la obtención de IG/DO,[15] el cual está basado en la diferenciación de productos que presentan una calidad específica o particular derivada de su origen geográfico “IG/DO para la miel producida en el monte nativo de Córdoba”. De este proceso participan las cooperativas apícolas Ischilín, de Villa de Soto, Agropecuaria La Regional, Apinoc Ltda., la Asociación de Productores del Valle de Conlara, Mesa Apícola de San Marcos Sierra así como instituciones del Estado, como la Universidad Nacional de Córdoba (UNC), INTI, INTA y SAF, ya mencionados.

En el espacio territorial que nos ocupa, referido al uso de la flora nativa, podemos encontrar tanto actores apícolas como productores individuales y asociados que se relacionan para compras de insumos y comercialización de productos. Del total de apicultores se estima que el 10% obtiene ingresos exclusivamente de la actividad apícola. El 75% son pequeños productores diversificados en sus sistemas de producción (caprina, apícola y otros productos no maderables de monte nativo), ubicados en zonas rurales, cuya unidad apícola está en el rango de 5 a 100 colmenas, y su comercialización en un 50% es fraccionada y el resto a granel. El 20% son medianos productores en el rango de 100 a 350 colmenas y el 5% restante son grandes productores.

Actualmente, se encuentran en funcionamiento programas de desarrollo como “Cambio rural II” del INTA,[16] con cinco grupos activos que involucran a cincuenta productores, productores familiares organizados en el Movimiento Campesino de Córdoba con participación de la Red de Comercio Justo así como los relacionados a la SAF y productores organizados en cuatro cooperativas: Cooperativa Apícola de Villa de Soto, Cooperativa Apícola Ischilín COOAPIS, Cooperativa de Apicultores del Noroeste de Córdoba, APINOC Ltda. y Cooperativa Agropecuaria La Regional. De estas cooperativas, tres cuentan con sala de extracción de miel y de fraccionamiento habilitadas y prestan servicios a terceros. Una tiene en construcción un laboratorio de caracterización de origen floral y geográfico de mieles y propóleos de monte nativo. Asimismo, tres de ellas están asociadas a la Federación Argentina de Cooperativas Apícolas y Agropecuarias Limitada (FACAAL). Se destaca la existencia de tres productores que producen miel orgánica certificada con su propia sala de extracción habilitada en cañada larga y en el año 2012 se realizó la primera exportación de miel fraccionada certificada gestionada en Apimondia (2011).

En cuanto a la comercialización, la forma más frecuente es la venta a granel, sin ningún grado de diferenciación, a acopiadores que recorren y compran en toda la zona. La misma se complementa con una fracción de venta al menudeo desde los productores con sustento en una gran base de vinculación territorial, fortalecidos por los puntos turísticos, en los corredores del Valle de Traslasierra y Valle de Punilla. Toda esta diversidad de actores y procesos “disputan” el acceso y uso de la flora nativa.

En este recorrido, podemos concluir que, dado que la flora nativa es indispensable como fuente de recursos naturales para la apicultura en el noroeste de Córdoba, es de vital importancia realizar un manejo integral del monte, conjuntamente con otros sectores productivos, en un marco de ordenamiento territorial. También, en esta etapa es necesario el acompañamiento de las instituciones públicas y privadas presentes en el territorio, que tomen conocimiento de sus prácticas, acompañen la gestión y aporten a la generación e implementación de políticas públicas que preserven este bien común. Es necesario facilitar los mecanismos para una gestión adecuada, racional, eficiente y al mismo tiempo conservadora de esos bienes comunes.

Sostiene Capel[17] que hay posibilidades para formas de gestión comunitaria espacial de los recursos que faciliten la prosperidad colectiva más que la individual dado que si hay información suficiente sobre las consecuencias de las decisiones que se toman individualmente, si existe una idea clara del beneficio mutuo que se obtiene con la concertación, y si hay unas reglas claras de funcionamiento y una autoridad colectiva capaz de vigilar el cumplimiento de los acuerdos, la negociación, el acuerdo y el consenso son posibles. Sin duda, eso es lo que necesitamos: información, reglas comunes y autoridad.

Como lo explica Berkes,[18] lo primero que se debe hacer es lanzar la pregunta “¿Quién es el dueño del recurso?”. Si bien es cierto que nadie es dueño de los recursos naturales, para la protección del bien común, la comunidad, Estado o grupo que mantiene un vínculo con el bien limita el acceso al uso del recurso y establece una serie de normas o reglas. En relación con las reglas establecidas, la extracción o utilización del recurso va a repercutir en la capacidad de su uso por parte de los demás miembros de la comunidad y a esto es lo que se le denomina “capacidad de sustracción”.

Cualquier tipo de acción colectiva llevada adelante por los productores apícolas les permite mejorar su productividad, el acceso a la comercialización y alcanzar la tan anhelada diversificación por lo que es la herramienta que fortalecerá la actividad del sector y dará valor agregado a sus productos. Debemos seguir desarrollando espacios multiactorales que fortalezcan el trabajo interinstitucional territorial para optimizar el desarrollo apícola en el noroeste de la provincia de Córdoba y darle sustentabilidad a la producción. Sin duda, la cogestión (publica-comunitaria), en todas sus formas, permite poner en valor y preservar a la flora nativa como bien de uso común ya que la solución para los bienes comunes implica profundizar una nueva articulación entre los distintos actores sociales. Si los principios éticos consensuados no guían la acción colectiva, habrá que imponer reglas colectivas de obligado cumplimiento y desarrollar una acción pedagógica muy clara que convenza a los ciudadanos de dónde están sus intereses colectivos reales.[19]

 

Bibliografía

Berkes, F. Common Property Resources: Ecology and Community-based Sustainable Development. Santander: Ediciones Provincial, 1989 (citado por Gutiérrez-Mora, 2011).

Bollier, D. “Los bienes comunes: un sector soslayado de la creación de riqueza”, en S. Helfrich (comp.). Genes, bytes y emisiones: bienes comunes y ciudadanía. México: Ediciones Böll, 2008, pp. 30-41 (citado por Gutiérrez-Mora, 2011).

CAPEL, H. El drama de los bienes comunes.  La necesidad de un programa de investigación. Bblio 3W, Revista Bibliográfica de Geografía y Ciencias Sociales, Universidad de Barcelona, Vol. VIII, nº 458, 25 de agosto de 2003. <http://www.ub.es/geocrit/b3w-458.htm>. [ISSN 1138-9796]. Octubre del 2016

Gutiérrez Espeleta, A. y Mora Moraga, F. “El grito de los bienes comunes: ¿qué son? y ¿qué nos aportan?” (“The Yell of the Commons: What is it? And What Does it Provide us?”), Artículo en Rev. Ciencias Sociales Universidad de Costa Rica, 131-132: 127-145 / 2011 (I-II). (ISSN: 0482-5276).

Scheinkerman de Obschatko, Edith.  “Las cooperativas agropecuarias de la República Argentina: Diagnósticos y propuestas”.Edith S de Obschatko, Carlos C Basañes, Guillermo Martini. – 1ª ed- Buenos Aires. Ministerio de Agricultura de la Nación/ IICA (Instituto interamericano de cooperación para la agricultura), 2011- 192 p.+ 1 CD; 28 x21,6 cm. ISBN 978-987-27062-8-9. Buenos Aires Argentina.

Naumann M. Atlas del Gran Chaco Sudamericano. Sociedad Alemana de Cooperación Técnica (GTZ). Buenos Aires: ErreGé & Asoc., 2006.

Programa ApiTEC “Tecnología para la industrialización apícola”, Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI), 2014 , en http://www.inti.gob.ar/apitec, última fecha de consulta: 31 de agosto del 2016.

Programa Nacional para el Desarrollo y la Sustentabilidad de los Territorios (PNSEPT). Documento base proyecto integrador “Complejidad y transformaciones territoriales” (PNSEPT- 11290121) y proyecto específico “Gestión, acceso y uso de los recursos naturales, bienes comunes y servicios ecosistémicos” (PNSEPT-1129024). INTA, 2013.

Proyecto “Bienes comunes”, Programa Internacional sobre Democracia, Sociedad y Nuevas Economías (PIDEOSNE). Universidad de Buenos Aires, 2013, en http://www.pidesoneuba.com/es/acciones/proyecto-bienes-comunes, última fecha de consulta: mayo 2016

Schein, E. Psicología de la organización. 3º ed. México: Prentice-Hall Hispanoamericana, 1982.

 

 


[1] INTA UEE, Cruz del Eje. Correo electrónico: barreda.miguel@inta.gob.ar.

[2] INTA UEE, Cruz del Eje. Correo electrónico: barberena.maria@inta.gob.ar.

[3] INTI UE, Cruz del Eje, Centro Regional Córdoba. Correo electrónico: emolina@inti.gob.ar.

[4] INTA UEE, Cruz del Eje. Correo electrónico: ledesma.sandra@inta.gob.ar.

[5] Naumann (2006).

[6] Programa Nacional Apícola (PNAPI), proyecto específico “Gestión de la innovación apícola como aporte al desarrollo territorial” (PNAPI 1112052), INTA, 2013.

[7] Gutiérrez y Mora (2011).

[8] Ídem.

[9] Berkes (1989).

[10] Schein (1982).

[11] Bollier (2008).

[12] INTA, ex Secretaría de Agricultura, hoy Ministerio de Agroindustria.

[13] Hoy Subsecretaría de Agricultura Familiar.

[14] Proyecto “Calidad de los alimentos argentinos del ex Ministerio de Agricultura de la Nación”.

[15] Denominación de origen e identificación geográfica.

[16] Documento base del proyecto regional con enfoque territorial “Gestión de la innovación en el arco noroeste de la provincia de Córdoba” (CORDO 1262204), INTA, 2012.

[17] Capel (2003).

[18] Berkes, op. cit.

[19] Capel, op. cit.